sábado, 19 de enero de 2013

Delirios del Sábado: el Poder femenino en latinoamerica. ¿A donde vamos?







Hace unos días, leía sobre las estadisticas de salarios y beneficios que recibe una mujer en latinoamerica en comparación con sus pares masculinos en cargos profesionales similares. La diferencia es preocupante: casi un 20% entre ambos renglones. En ocasiones, la cifra puede analizarse desde la frialdad del método: En Latinoamerica y según cifras de la ONU, la escolaridad de la mujer es significativamente inferior a la del hombre y en un numerosos países, el acceso universitario de las mujeres es inferior al del hombre. No obstante, también hay un ingrediente cultural. Y no hablamos ya del celebre machismo enfrentado a su reacción inmediata, el feminismo, si no indagar en el motivo por el cual, culturalmente, la mujer continúa considerándose inferior al hombre. Con frecuencia me pregunto,  por qué los varones en algunos lugares del mundo han tenido –y siguen teniendo– tantas dificultades para relacionarse de manera igualitaria y respetuosa con las mujeres y con otros varones. ¿Por qué crearon tantas estructuras culturales, políticas, económicas, sexuales y religiosas que han oprimido a la mujer y la han excluido de todos los ámbitos durante tanto tiempo? ¿Por qué el poder para ser y actuar sólo está en manos masculinas? Son preguntas que he leído repetidas en numerosas variantes durante años, y a las cuales aun no he conseguido una respuesta apropiada. Pero continúo intentándolo.

Es una pregunta inevitable. Como mujer en un país eminentemente machista, muchas veces la pregunta choca con esa necesidad de justificación que toda cultura tiene con sus propios defectos y errores. Recuerdo que cuando cursaba la licenciatura de leyes, varias veces debatí en clase sobre el hecho que en un margen representativo, las socias y juezas son mucho menores, en número estadístico  a sus contrapartes masculinos. Mi pregunta, netamente académica, chocaba de inmediato con esa risible discusión que suele surgir del planteamiento: ¿Eres feminista? ¿Eres una odiadora de hombres? ¿eres una machorra? Una disyuntiva, esa, la de debatir ideas en un medio hostil para su debate.

Recuerdo haber repetido hasta el cansancio que no era feminista. Mucho menos extremista ideológica  En realidad, mi gran necesidad era indagar hasta que punto el género es predominante y es determinante, al momento del desempeño laboral. Algo lo bastante práctico como para obtener una respuesta igualmente objetiva. Pero nunca la obtuve. Al contrario, la idea parecía golpear una fibra sensible que nunca supe manejar muy bien. La mayoría de las veces, me encontré en medio de largas discusiones que nunca llevaron a otra cosa que un debate estéril sobre posturas culturales.  Y en realidad, el asunto de lo femenino y lo masculino, en el plano cultural, social y laboral, es más amplio que eso.

La bruja y la mujer: La que habla, la que cree. 

Lo he mencionado varias veces. Cada vez que me defino como "bruja", suele ocurrir un inevitable choque de conciencia entre mi interlocutor y lo que intento decir. Puede ocurrir que quién me escuche como un adjetivo caprichoso que escogí para definirme o que simplemente, asuma que uso la palabra para expresar una postura mental. Pocas veces, alguien lo engloba dentro de una creencia religiosa o una postura cultural con caracteristicas propias. La primera vez que me enfrenté a esa disyuntiva, fue en las aulas de la escuela donde me eduqué. Para más señas, las religiosas que lo dirigian, eran francesas, bastante ortodoxas y para cualquiera de ellas, el comentario sobre la mujer como Divinidad, la mujer primigenia, era poco menos que ofensivo. Resultaba extraño, desconcertante, tener que discutir la idea con mujeres que parecían encontrar escandaloso el hecho que yo insistia en la igualdad no solo en un plano de ideas, si no a nivel social. Por supuesto, más escandaloso era mi insistencia en comprender la religión cristiana y católica como una forma de alineación moral. No en vano, las figuras consagradas por la divinidad, son siempre masculinas a considerarse superiores y no iguales a las mujeres. El arquetipo del Dios Padre, masculino y monoteísta, ha tenido un fuerte impacto en la conciencia masculina, individual y colectiva, al presentarse como un ser supremo que no convive con ningún otro ser divino, como si prefiriese la soledad a la vinculación.

De manera, que crecí con esa sensación de enfrentarme no solo a la idea social, si no a las propias mujeres que estaban bastante convencidas que la postura en general - la mujer supeditada al hombre - era normal. Y esa lucha era tan absurda, que muchas me remití a las raices históricas de nuestra cultura intentando comprender el motivo:  Me sorprendió encontrar que en las culturas nativas precolombinas no existen evidencias de un monoteísmo masculino sin representación sagrada femenina, ni una discriminación sexual y cultural hacia la mujer de las mismas dimensiones que la judeocristiana o islámica. El pueblo Mapuche representa a sus deidades de manera cuaternaria, doblemente femenina y masculina, a través de un símbolo mandálico que la machi sacerdotisa/curandera pinta sobre el parche del kultrún (tambor ritual de madera y cuero): un círculo con una cruz de cuatro brazos iguales que representan a Küshe, la diosa mujer anciana, Fücha, el dios hombre anciano, Ülcha, la diosa mujer joveny Weche, el dios hombre joven. El ave sagrada de los mapuches, el Choiqué, suele considerarse un ser primordial andrógino. Esta cultura, una de las más antiguas de los Andes patagónicos de Sudamérica, rara vez recurre a las imágenes antropomórficas. Aquel mandala -símbolo de totalidad y diversidad– es suficiente para expresar la importancia y dignidad de ambos géneros en sus vidas y costumbres, en la dimensión divina y en la terrena.

Una idea desconcertante en si misma. Sobre todo, en las raices históricas de esta América misógina y en ocasiones, frontalmente agresiva contra el género masculino. Hay pequeños avances por supuesto: Mujeres Presidentes, mujeres logrando encontrar ese equilibrio entre el poder cultural femenino y el masculino. Un punto de unión entre ambas ideas. No obstante, nunca me parece suficiente. Tal vez no me resulta satisfactorio aun, que la mujer tenga aún que ser definida por su función biologica antes que su capacidad intelectual, que lo masculino sea una idea que se impone sobre su igual femenino. Y en ocasiones me pregunto, mientras camino por las calles de mi ciudad, rodeada de mujeres, en este país de madres y esposas luchadoras, como evolucionará esta idea. Cual será el futuro de esta semilla femenina que crece en esta America tan joven y adolescente.

Para mi, la respuesta quizá se construye día a día. Probablemente es así.

C'est la vie.

Para leer:

La mujer latinoamericana, la más poderosa y la más maltratada: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/03/07/actualidad/1331154707_868060.html

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