viernes, 1 de agosto de 2014

Proyecto "Una película cada viernes": Lolita de Stanley Kubrick.





Se dice que Stanley Kubrick estaba obsesionado con la belleza. No una mera obsesión estética, mucho menos algo tan banal como un satisfacción visual: para Kubrick la simetría, el poder de la imagen formaban parte de un discurso elemental que era indivisible de lo que el cine crea y construye como historia. O quizás se tratara de la misma idea: Un único concepto donde lo estético y lo narrativo se mezclan para crear algo más profundo y uniforme. Cual sea el caso, para Kubrick la imagen trascendía la simple herramienta estilística y mostraba una idea mucho más elaborada. Una historia en si misma.

Muy probablemente por ese motivo, la película "Lolita" sea la más infravalorada de toda la filmografía del autor. No sólo porque Kubrick - en esta ocasión fungiendo el doble oficio de guionista y director - crea una reinvención del clásico literario a su medida, con una osada reconstrucción de la trama en beneficio de su puesta en escena sino que además, la película carece del preciosismo estético del autor. Por supuesto, al estupenda fotografía, los encuadres impecables continúan siendo el sello de Kubrick en el metraje, pero el director, en una vuelta de tuerca que sorprendió a propios y extraños, parece más obsesionado por sugerir que mostrar, por ocultar que expresar. Y es que probablemente la historia de "Lolita" con toda su carga de erotismo perverso, desconcertante haya representado para Kubrick, una nueva obsesión: ese planteamiento que evade lo evidente y crea una nueva manera de expresarse, entre la sutileza y el disimulo.

Porque para Kubrick nada parece ser sencillo: Ni la expresión formal del cine y mucho menos la experimentación en base a sus elementos formales. Mucho menos esa necesidad suya de utilizar el fotograma como vehículo de creación en estado puro. Por ese motivo, sus decisiones argumentales y narrativas en "Lolita" son parte de ese proceso creativo del autor en busca de identidad: Con un pulso preciso y una comprensión del lenguaje cinematográfico muy profunda, Kubrick intenta que esa cualidad inquietante de la novela de Nabokov brinde a su gemelo en celuloide verdadera sustancia. Pero lo hace a su manera, sin intentar que lo que muestra en pantalla sea una copia de la página del libro. Porque para el Kubrick director, es sumamente importante que el cine - o su planteamiento - conserve su integridad, su construcción elocuente y su expresividad. A la vez, el Kubrick guionista intenta elaborar una narración sugerente, que permita sostener el suspenso incluso en una historia que la gran mayoría de su público conoce. Un logro en si mismo.

Se ha criticado muchísimo esa visión dual de Kubrick en "Lolita". Una buena parte del público se escandalizó por la manera como manipuló la historia de un libro considerado un clásico de origen y otra, le pareció innecesaria la revisión de una historia que posee una sustancia y peso propio. Pero por sorprendente que parezca, fue el propio Vladimir Nabokov, también acreditado como guionista de la película, quien no sólo apoyó los cambios, sino que los consideró necesarios. En una ocasión, Nabokov llegó a decir que Kubrick "Había comprendido la novela mejor que nadie" y que su manera de reconstruir el planteamiento literario, sin afectar su esencia y mucho menos el carácter de los personajes era "Un triunfo de una profunda concepción artística". Sin duda, todo un espaldarazo a Kubrick, quien obsesionado por la necesidad de llevar la narración al planteamiento de la imagen, se tomó no pocas libertades para lograrlo. Tan lejos llevó su intención, que se permitió incluir escenas de su propia invención entre las ya muy conocidas del libro,  con lo que logró crear un ambiente psicológico intenso y mucho más poderoso del que podría haber logrado con la mera adaptación.

No obstante, como buen creador visual, las razones de Kubrick para reconstruir el guión a la medida de su planteamiento cinematográficas no son sólo de índole técnico: también tenía por costumbre hacerlo para animar a sus actores a improvisar y a tomar riesgos histriónicos durante la filmación, lo cual brindaba un clima novedosos a sus muy estructurados guiones. En el caso de "Lolita" , Kubrick llevó su necesidad de experimentación incluso más allá: los actores parecen desarrollar una interacción tan intima y fidediga que desconcierta. Una complicidad sorprendente que elabora nuestros elementos al ya de por si enrarecido clima de la novela. Y es que Kubrick manejó la identidad retorcida de la Novela de Nabokov para interpretar una noción del erotismo sutil, pero aún así lo suficientemente directo como para levantar suspicacias. Se dice que la mayor parte de sus actores usaron la improvisación para crear un ambiente cada vez más cargado, una tensión irreductible que dotó a las escenas con un brillo desconocido. Un planteamiento del cine como reflejo de la vida real y en este caso, el doble reflejo que intenta sintetizar la voz literaria y la visión verídica en una sola imagen.

Y es que para Kubrick, el misterio de Lolita no pareció consistir en lo que se muestra - lo evidente, lo llanamente procaz y perverso - sino en lo que se esconde, lo que el espectador puede percibir por momentos, ese otro paisaje que se dibuja en el trasfondo.  Una sutileza donde Kubrick el obsesivo, triunfa en esa ambiguedad de lo que expresa a voz alta y lo que desea callar. Una dualidad que sin duda sostiene el el discurso de la película y más allá el planteamiento de su director. Porque quizás para Kubrick el verdadero reto de "Lolita" no fue lograr ese delicadisimo equilibrio entre la luz y la sombra, la belleza y la obscenidad, sino permitir que la la balanza se incline hacia un lado u otro a través de pequeños golpes de efectos. El misterio de lo que seduce o mejor dicho, el enigma que logra cautivar.

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1 comentarios:

Edgar Aponte dijo...

Siempre me pareció interesante el uso de Peter Sellers en la cinta.. Es mucho mas adecuado de lo que suena..

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