miércoles, 20 de agosto de 2014

Sin sentido, sin mensaje pero con popularidad: la era de las grandes hazañas huecas.





Hace unos meses el hashtag #BringBackOurGirls (traigan de vuelta a nuestras niñas) estaba en todas partes. La iniciativa que intentaba llamar la atención sobre el secuestro de 200 niñas en edad escolar en Nigeria a manos del grupo armado Boko Haram, se hizo de inmediato muy popular e incluyó la participación de rostros conocidos y celebridades que no dudaron en levantar su voz contra un hecho criminal de proporciones desconcertantes. Incluso la primera Dama de EEUU Michelle Obama, apareció en una imagen vía Twitter sosteniendo una hoja de papel y también reclamando la atención mundial sobre la situación de las niñas nigerianas. La iniciativa recorrió el mundo, se debatió por semanas enteras...y luego desapareció. Cumplidos casi cinco meses desde el secuestro de las niñas, la iniciativa se disolvió entre las cientos de que pupulan en las redes sociales y el destino de las victimas continúa siendo incierto.

Y es que a pesar de la súbita popularidad que obtuvo la campaña durante los primeros días, el hecho concreto es que su ineficacia demostró - de nuevo - el corto alcance de la presión que se ejerce a través de las Redes Sociales. Además, dejó muy en claro que  la influencia de las redes de comunicación virtuales es un elemento limitado a su pequeñísima red de acción y de expresión, por lo que lo que su importancia está en tela de juicio. No obstante, el mundo parece mirarse así mismo a través del reflejo en tiempo real de sus opiniones, interpretaciones de la realidad y esa interminable red de datos que parecen incluir no sólo una reflexión distorsionada sobre quienes somos sino además, sobre el poder que puede o no ejercer la voluble atención mundial.

Lo cierto es que, la campaña #BringBackOurGirls, que en su momento logró mostrar un problema de índole local que hasta entonces había pasado desapercibido en el flujo constante de información natural en la actualidad, acabó disolviéndose en la cientos de miles de noticias y circunstancias que saturan la red. Un hecho que no resulta extraño en absoluto pero que demuestra que la relativa importancia de estas súbitas expresiones de apoyo y solidaridad que terminan careciendo de valor real. Y es que la pregunta obligatoria que se origina luego de una experiencia semejante es obvia ¿Qué tanto peso consciente tiene una campaña vías redes sociales sobre una circunstancia concreta? ¿Que tanto promueve la consciencia internacional, local o incluso individual la insistente repetición de un mensaje superficial? La respuesta parece ser mucho más amplia - y preocupante - de lo que podía suponerse y abarca no sólo lo que concebimos como apoyo solidario o algo más amplio, como es la legitima preocupación que expresamos, como ciudadanos de la Comunidad global, sobre lo que ocurre a nuestro alrededor.

El panorama es desalentador. Los avances para el rescate de las niñas secuestradas han sido mínimos y de hecho, se acusa al gobierno Nigeriano de negligencia, descuido y pasividad ante un problema de cada vez mayor proporción. El grupo Boko Haram continúa atacando a poblados y caserios en la periferia del país y de hecho, hasta la fecha ha secuestado al menos a cien personas más. La supuesta atención internacional captada a través de la campaña via Twitter no logró - como se esperaba - que la situación pudiera disfrutar de una mayor colaboración extra frontera. El tema languidece y fluctua en medio de esa interminable conversación social que parece simplemente ser demasiado insustancial para profundizar en un conflicto de tal envergadura.

Por supuesto, la campaña viral en su momento logró mostrar a la luz de la mirada globalizada una situación que hasta entonces había sido minimizada e invisibilizara en Occidente. Poco o nadie conocía sobre la brutal agresión de Boko Haram, hasta que la primera Dama estadounidense levantó su cartel y mostró al mundo su preocupación por un tema puntual. La reacción fue inmediata: Cientos de preocupados ciudadanos expresaron su solidaridad por lo que vivían las victimas y sus familias. La noticia se hizo primera plana en cientos de medios de comunicación masivos y de pronto, el secuestro de las colegialas era comentado no sólo por usuarios de las redes sociales sino por ciudadanos de cualquier parte del mundo. Y no obstante, esa atención, ese debate corto e intenso sobre lo que ocurría fue tan fugaz como el pretendido efecto de la campaña, dejando claro que a pesar de la empatía y esa supuesta consciencia sobre la situación, la memoria mundial es muy corta como para que las voces de las redes sociales sean suficientes para hacerle recordar su responsabilidad global.


“#BringBackOurGirls se perdió en el mar de contenido viral que inunda las redes sociales. Existe una empatía, pero, ¿qué más pueden hacer?. Muchos analistas opinan que las redes sociales nos han convertido en ciudadanos más conscientes" dice  la psicóloga especializada en temas sociales, Ramani Durvasula, en una artículo sobre el tema publicado en el periódico español El País, " Yo no estoy de acuerdo en absoluto. Nos han vuelto más conscientes por unos segundos, pero si no vemos un cambio en la trama en un poco tiempo, la atención del público se va, con rapidez, a otra parte”. Y es que para la psicóloga el meollo del asunto es claro: La información, atención y valor de las redes sociales está sometido no sólo a esa breve e insustancial visión del usuario sino su incapacidad para atravesar las líneas del apoyo virtual al real. A pesar de la notoriedad en Redes, Nigeria recibió muy poco apoyo especifico logístico, económico o incluso militar que le permitiera enfrentarse a la situación del secuestro de las colegialas de manera más efectiva. De modo que la situación se desplomó en medio de un silencio incómodo no sólo a nivel comunicacional sino también de la opinión política internacional.

Y es que la accesibilidad e inmediatez de las redes sociales facilita esa interpretación sobre el interés y el compromiso que despiertan algunos temas especialmente álgidos. Parece muy sencillo y sobre todo, concreto expresar preocupación y apoyo a través de plataformas sociales de alcance mundial, no obstante que sólo se trate de una declaración de intenciones esencialmente inútil. Pero aún así, la opinión existe, insiste y consigue atención sobre el problema que proclama, aunque no brinde una solución. Porque la identificación con el tema existe, es real, forma parte de una reflexión sobre una circunstancia especifica, pero la atención no se prolonga lo suficiente como para convertir el ruido mediático en una conclusión de la circunstancia sobre la que intenta llamar la atención.

La red Vacía: de la tendencia a lo superficial. 

La esclerosis lateral amiotrófica (ELA, por sus siglas en castellano) o enfermedad de  Lou Gehrig - como se le suele llamar debido al famoso jugador de baseball que la sufrió e hizo su publico su padecimiento en 1939 - es prácticamente desconocida para el gran público.  Se trata de un grave padecimiento neurólogico sin cura conocida que provoca una parálisis muscular progresiva de pronóstico necesariamente mortal. La enfermedad, debido quizás a su poca notoriedad pública, recibe limitados fondos para investigación de tratamientos directos o medicamentos que puedan mejorar el estado general de los pacientes que la sufren, de manera que los progresos médicos sobre el tema, son limitados.

Quizás por ese motivo, la iniciativa #IceBucketChallenger obtuvo inmediata popularidad en redes sociales: Se trata de una campaña viral donde una celebridad se baña con un balde de agua helada o con cubos de hielo, para llamar la atención sobre los síntomas de la ELA, crear conciencia y opinión sobre su existencia y además promover donaciones para colaborar con las investigaciones acerca del padecimiento. Lo que comenzó siendo una campaña de alcance limitado que, que inició el exjugador de béisbol del Boston College Pete Frates, afectado esclerosis lateral amiotrófica, ganó una inmediata popularidad mundial y se convirtió en instantáneo fenómeno viral. Como nuevo tema de conversación en las redes sociales, se le ha llamado "Una renovada toma de conciencia" sobre la responsabilidad mundial sobre la solidaridad e incluso, una demostración de la capacidad de la hiperinformación de la era moderna para colaborar en temas de interés mundial

Eso, claro, hasta que la tendencia se banalizó y se trivializó. Porque lo que comenzó siendo una forma de estimular las donaciones y sobre todo, la recaudación de fondos para un fin muy especifico, terminó convirtiéndose en una diversión de masas sin mayor trascendencia. Desde el metafórico baño de popularidad que representa la viralización de la iniciativa hasta el hecho que buena parte de las colaboraciones dejaron de mencionar el objetivo directo de la campaña, el #IceBucketChallenger parece convertirse gradualmente en una nueva tendencia insustancial que desbordó su verdadero sentido.  Y es que en medio del furor por la participación y de la necesidad de  formar parte de la tendencia, el #IcebucketChallenger cayó en una inmediata trivialización: los videos de bromistas, entusiastas y curiosos arrojándose cubos de agua helada a la cabeza se multiplican, sin que se traduzcan en las necesarias donaciones. De nuevo, surge el cuestionamiento sobre la efectividad de la Redes Sociales como medio de transmisión de mensajes o lo que es lo mismo, la interpretación de esa moderna sensibilidad social inmediata y frágil.

Por supuesto que, para una buena parte de los usuarios de las redes sociales, incluso una campaña fallida es mejor que ninguna respuesta a un problema en especifico. O eso parece sugerir la insistencia que a pesar del rápido desgaste de las etiquetas e inciativas vía web, la mayoría de los participantes insisten en que la noción de "colaboración" es mucho más concreta de lo que pudiera ser en cualquier otro ámbito. La noción parece sostenerse en la interpretación de la rapidez de la difusión de la información en  las Redes sociales como una forma de alcanzar una mayor audiencia. No obstante, la pregunta inmediata que podría cuestionar esa interpretación, es obvia ¿El hecho de que la información llegue a un mayor número de lectores garantiza que la atención se mantenga? A la vista de lo sucedido con #BringBackOurGirls, la respuesta parece ser evidente.

Y mientras numerosas celebridades participan de buena gana en campañas solidarias muy visibles y sencillas, la problemática esencial continúa siendo la imposibilidad de las redes sociales de profundidad los temas que enarbola como bandera. Tal vez por esa razón Soraya Schemaly, escritora, colaboradora y activisita de  The Huffington se pregunta en voz alta si las redes sociales nos han hecho insensibles. Probablemente no: con toda seguridad, nuestra reacción breve y confusa sobre temas y cuestiones de considerable importancia, se debe al hecho que la web imita la cercanía congnoscitiva de las relaciones personales y de alguna forma, sustituye la cercanía emocional. "La falta de seguimiento profundo en los temas es un mecanismo de defensa ante la abrumadora realidad. El famoso retuit, entonces, resulta un alivio ante la avalancha de malas noticias a las que un ser humano conectado a Internet tiene acceso todos los días" explica la escritora y añade "Somos parte de una gran conversación que poco a poco se transforma en monólogo".

Al final, toda la insistencia en la sensibilidad del mundo moderno parece resumirse en el conocimiento: Si el problema se hace popular y evidente, quizás la solución sea más sencilla, parece sugerir la experiencia. No obstante, y como diría Jeremy Arnold, consultor en marketing, egresado de la universidad de Brock y vecino de Alberta, Canadá "Siento compasión por lo muchas cosas que ocurren, pero lo poco que puedo hacer es brindar un retuit y seguir con nuestras vidas. Pero dada la estructura de nuestra sociedad, ¿Qué más podemos hacer por las grandes causas?  Es una respuesta de siete millones de vidas”.

C'est la vie.


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