sábado, 4 de mayo de 2013

La Inquisición: Una historia de Odio con nombre de mujer.




La historia es cíclica  Creo que eso es un hecho del cual nadie duda, o al menos, comprende de manera circunstancial. Y es que la historia parece repetirse, o está condenada a hacerlo, por la incapacidad de la memoria cultural de aprender de los errores y construir nuevas perspectivas en consecuencias. Tal vez sea ingenuo esperar que la sociedad humana, tan volátil y sobre todo vulnerable, pueda aprender de sus propios dolores y temores, siendo que como entes individuales nos cuesta trabajo, pero yo tengo esperanzas que pueda ocurrir. No ahora mismo por supuesto, pero si, en algún futuro donde el aprendizaje de la historia sea una manera de mirar el rostro de la cultura y analizarlo, a la distancia, más allá de cualquier idea, mucho más que la simple necesidad de construir una serie de valores y conceptos que puedan permitir la convivencia.

Pero como decía, aún la historia se repite. Vivo en un país que actualmente, atraviesa un momento político preocupante: Las instituciones gubernamentales se encuentran al servicio de una parcialidad política y la visión del disenso, la diferencia y la diversidad, reducida a un discurso cortoplacista de odio y exclusión. Inevitablemente, todo que va a ocurriendo me remite a momentos de la historia muy concretos: Lo ocurrido bajo el puño de Hierro de la Alemania Nazi, la represión de Corea del Norte, la triste historia Cubana. No obstante, no todos los antecedentes a lo que vivo en mi país, son inmediatos. Mirando más atrás, me encuentro con uno que evidentemente tiene un significado profundamente personal: Me refiero, por supuesto, a la caza de brujas. Como un fenómeno histórico de carácter politico y represivo, la cacería de brujas se convirtió en un verdadero estilo de vida que se sustentó en la mal llamada "santa inquisición", concepto bajo el cual se condenó y mató a miles de personas que tenían creencias que no se apegaban a la religión.

Y es que la religión y la política han sido durante siglos lenguajes de poder que se han utilizado durante siglos como herramienta de represión y destrucción de la diferencia. Resulta lamentable comprobar que los motivos han cambiado bien poco, con respecto a  esa búsqueda incesante de criminalizar al diferente, de oprimir al que disiente del poder central y más aún, del que no admite aceptar la opinión de lo establecido por las buenas. Es cuando menos preocupante, que los motivos sean siempre muy parecidos entre sí, a pesar de los siglos de diferencia: el temor y el odio a lo que se considera diferente.

¿Culpables o diferentes?

Las acusaciones de brujería eran cuando menos desconcertantes: Nunca se habló de delitos concretos, sino de interpretaciones y acusaciones que no se sostenían bajo ningún argumento. A las brujas se les acusaba de arruinar las cosechas, de provocar enfermedades y muerte en los animales de granja. Incluso, las acusaciones llegaban a señalar que la "Bruja" era culpable de asesinatos, canibalismo, beber sangre y desenterrar cadáveres  Argumentos basados en su mayoría en la superstición que en hechos reales. Obviamente, es muy complicado deducir que hubo de cierto en cualquiera de tales acusaciones: los testimonios que la historia recoge son de sus perseguidores, y las declaraciones de las supuestas brujas, fueron obtenidas a través de torturas. De manera que la versión que conocemos es la del victimario y no la de la victima. Un hecho inaudito dentro de los anales de la historia como se hereda, y tal vez como se cuenta.

Y es que la Iglesia creo una estructura de tortura y destrucción de todo lo que consideró distinto, de todo lo que podía ofender el sentido estricto de sus creencias y peor aún, contradecirlas. La Iglesia del Medioevo era una institución política antes que religiosa: de hecho, el Papa intervenía en las confrontaciones militares y el Vaticano decidía quién podía llevar la corona en las sucesiones monárquicas  De hecho, su intervención en el juego político era definitiva, cuando no decididamente intervencionista. Todo lo anterior, explica el hecho que algo tan absurdo como la cacería de brujas, tuviera el alcance que tuvo. Porque hablamos de millones de mujeres juzgadas y asesinadas en todo el continente Europeo sin otra prueba en su contra que aseveraciones y declaraciones tomadas desde la óptica del Inquisidor . Desde luego, Todo invita a pensar que hubo una campaña de desprestigio perfectamente orquestada en la que se jugó con los impulsos más inmediatos y viscerales del pueblo, dirigiéndolos contra estos contestatarios que se rebelaban contra el orden establecido. Sin duda, la Iglesia utilizó su poder para exterminar las nuevas corrientes del pensamiento, la inquisición uso a las brujas como víctimas.


Cacería de brujas:

Es sumamente inquietante comprobar que los peores rasgos del ser humano parecen surgir en las coyunturas históricas donde el poder se usa como herramienta de represión: El sadismo, la curiosidad morbosa y las peores cualidades humanas exacerbaron el espíritu de los cazadores de brujas, convirtiéndolos en verdugos despiadados, capaces de las más terribles atrocidades.

¿Y en que se basaba el asesinato de mujeres y hombres acusados de practicar todo tipo de crímenes amparados para el nombre de la brujería? El principal vehículo que se uso para reforzar la idea supersticiosa sobre las creencias paganas fue el Malleus Maleficarum, verdadero resumen de todo tipo de ideas desconcertantes sobre las prácticas paganas tradicionales y que  intentaba justificar el uso de todos los métodos de tortura y agresión en las investigaciones.

Además, los jueces encargados de los casos se consideraban poseedores de Una verdad Superior, instrumentos de la Providencia, por lo cual el ejercicio de poder quedaba justificado y sobre todo, supeditado a la voluntad Divina o incluso, a la simple idea que cualquier disenso o contradicción a la idea establecida, era considerada punible y aún peor, causa de muerte. Los expedientes que se conservan juicios donde la victima no tenía la más mínima opción de defensa: los acusadores formulaban a los sospechosos preguntas tan escabrosas como insanas y aceptaban cualquier testimonio, incluido el de niños, idiotas, histéricos y delirantes.

Una época destructora: durante casi cien años, se asesino casi seis millones de hombres y mujeres por el delito de pensar distinto. Porque la Iglesia no se limitó a enjuiciar y asesinar a quienes acusaron de contradecir la norma eclesiástica, sino que además, uso la excusa de la brujería para expoliar a todos los grupos étnicos y culturales que podrían suponer una contradicción a su visión del mundo. Durante la prolongada época de la quema de brujas, fueron acusados de la práctica y condenados a muerte, judíos  nuevos cristianos - como se les llamaba a los judíos recién convertidos al cristianismo -, gitanos, médicos que utilizaban métodos de curación distintos a los de la norma establecida, libres pensadores, filósofos  escritores incómodos para el poder. Y es que la Inquisición fue la excusa perfecta para utilizar el poder como un arma que permitiera la destrucción del pensamiento divergente, de la inteligencia como recurso creativo y más allá, cualquier forma de expresión que pudiera oponerse al poder religioso.

La historia y sus interrogantes. ¿La lección aprendida?

Durante los últimos días, observo a mi país con preocupación. Formo parte del grupo de ciudadanos Venezolanos que nos expresamos a través del voto y somos considerados "traidores, apátridas e inmorales", por oponernos al poder. Aún, la diatriba se mantiene - en su mayor parte - en el plano dialéctico. Pero comienza también a mostrarse cada vez más violenta: La agresión sufrida por los diputados de la Asamblea Nacional convierte la oposición ideológica en una postura peligrosa. La represión laboral que viene ocurriendo en órganos e instituciones del estado, demuestra además que el Poder establecido está restringiendo los espacios donde el ciudadano puede disentir y oponerse ejerciendo su legítimo derecho. Los insultos y amenazas a los medios de comunicación son tan frecuentes como peligrosas.  Y me pregunto ¿A donde nos dirigimos como país? ¿Qué ocurrirá cuando la opinión contraria se convierta en un crimen institucionalizado con la excusa de la protección de la identidad patria? ¿O ya lo es?

Aún tengo la esperanza que Venezuela pueda enfrentarse a esta coyuntura donde el odio es protagonista con la firmeza de un dialogo sostenido y una visión de país conjunta. Aún creo que puede lograrse un diálogo propicio entre las partes en disputa. Pero también, muchas veces me pregunto si estoy equivocada en creer en esa posibilidad. Es inevitable, supongo.

Solo el tiempo me responderá.

C'est la vie.

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