lunes, 13 de mayo de 2013

Brujeando para comenzar la semana: Mirando el espejo del espíritu.








Para muchas tradiciones paganas Europeas y latinoamericanas, el agua es un elemento mágico. Un espejo donde se reflejaba la divinidad, ese misterio profundo donde podía esconderse cualquier cosa.  De niña, la idea me parecía fascinante y recuerdo que cada vez que visitaba el océano, tenía una extraña sensación de misterio. Recordaba las leyendas de Aegir,  dios nórdico del mar y también las de Poseidon, su contraparte griego. Para ambas culturas el agua poseía magia pura, era un vehículo entre lo bueno y lo malo y también, el paso entre los dos mundos. No es casual, que Caronte condujera su barca en el río Estigia y que Ofelia literaria, yaciera muerta ahogada luego de sucumbir a la locura. Hay una correlacción cierta y evidente entre el elemento agua y todo tipo de reflexiones sobre la fragilidad de la vida y el poder de lo subito. Solía obsesionarme mirando las olas, pensando que vería tal vez los enormes caballos de Poseidon, apareciendo para recordarme que el enigma  estaba muy vivo.  Imaginación desbordada, sin duda. ¿O no?

La danza de la memoria divina:

Una leyenda también muy interesante de origen celta sugiere que el agua es el espejo natural donde el hombre ve reflejado su alma. Esa idea parece repetirse en varias culturas: Los oráculos griegos se miran en el agua antes de entrar en trances predictivos, las brujas Irlandesas miran el cuento para encontrar a la luna y de hecho, hay multitud de ritos que insisten en utilizar un cuenco de donde mirar no la apariencia del rostro, sino de alma. Una idea muy inquietante y hermosa, en mi opinión. Uno de esos rituales, es el siguiente:

Necesitarás:

Una vela azul.
Un cuenco con agua ( nunca fría )


Disposición:

Coloca frente a ti el cuenco de agua, y en el espacio que media entre el objeto y tu cuerpo, la vela azul. Ahora, cierra los y toma una larga bocanada de aire. Siente que toda la tensión abandona tu cuerpo paulatinamente. Percibe como la energía que te rodea se hace más cálida. Imagina que toma una tonalidad azulada y que ondula a tu alrededor, como un manto suave y reconfortante. Cuando te sientas completamente equilibrado, abre los ojos y enciende la vela invocando de la siguiente manera:

"Despierta, En nombre de la Diosa Blanca
Fiel Señor de las aguas
que sea tu voz
la que murmullo al oído de mi mente
los secretos del viento y el mar
Un tiempo primigenio
luz y sombra en mi mente
sea así la creación de la sabiduría
en mí.
Así sea"


A continuación, hunde los dedos en el agua. Disfruta del contacto de tu piel con el líquido. Concéntrate y a través de la visualización creativa, imagina que todo tu cuerpo comienza a llenarse de una palpitante luminosidad. Siente que cada parte de ti, se colma de una sensación profundamente primitiva y hermosa, como si reconocieras al tocar el agua, un lenguaje antiguo pero jamás olvidado. Con los ojos cerrados, recrea en tu mente el camino que el agua tomó para llegar hasta el cuenco ante ti: la lluvia primaveral que bañó la ribera de los Ríos  las corrientes rápidas y alegres, las cascadas recorriendo raudas las montañas y valles. Impregnate de la fuerza profunda y sentida de la voz del tiempo, memoria de la Diosa Madre.

Ahora, mira tu reflejo en el agua. Observa la manera como parece flotar sobre el liquido, ondular con lentitud debido a su movimiento, hacerse irreconocible. Concéntrate en tus ojos y mentalmente, hazte una pregunta. La que desees. Dejate llevar por tus pensamientos, por las asociaciones que tu mente hará de manera natural. Puedes realizar el ejercicio las veces que lo desees, siempre, manteniendo el grado de concentración que obtuviste durante la meditación.

Cuando decidas culminar el ritual,  deja que la vela se consuma, mientras permites que tu mente divague y se relaje, llena de paz y tranquilidad. Come y bebe algo para equilibrar la energía que has tomado mediante este ritual.

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