viernes, 8 de abril de 2011

La niñez eterna






Creo que para todos, la infancia es una época que despierta sentimientos encontrados. Para la gran mayoría, esos primeros años crearon al hombre o mujer que somos ahora, y romanticismo aparte,  con toda probabilidad nuestra manera de ver la vida. Y no me refiero por supuesto, a que la causa de este aparente "mapa mental"  prematuro  se encuentre en la  psicologia profunda - aunque es, obviamente, las más evidentes - sino al hecho que la infancia construye nuestros ritmos, ideas, pensamientos, esa expresión del mundo interior que en el futuro será el que pueda definirnos. Con todo, la niñez o mejor dicho, esa larga etapa de maduración de nuestra personalidad termina concluyendo de manera natural y dejandonos a cambio una profunda huella - mental y emocional - que podríamos llamar "concepto del mundo".

No obstante, en muchas ocasiones, esta etapa parece extenderse indefinidamente, perpetuarse en todas direcciones de nuestra vida cotidiana hasta convertirse en una especie de punto de fuga de todos nuestros pensamientos. Y me refiero en concreto, no a esos pequeños vicios de la primera juventud que al parecer estamos destinados a repetir una y otra vez, sino a conductas que terminan reproduciendo, casi de manera exacta, patrones de comportamiento que al parecer heredamos de esa movediza etapa de la niñez. Como joven adulto comenzando la treintena, soy mucho más conciente de esas ideas, pero sobre todo, mucho más atenta a la circunstancia que estos pequeños ciclos se repiten una y otra vez. Esta toma de conciencia me ha permitido comprenderme con muchisima más claridad y quizá, perdonarme esas eternas flaquezas que con frecuencia consideramos locuras, extravagancias, desaciertos, manias. Pero, ¿cuales serían las conductas más evidentes que conservamos de la infancia y esos primeros años de adolescencia? Supongo que habrá miles, pero de las que soy más conciente son las siguientes:


1) El cuento de Hadas: Crecemos con un ideal sobre la vida o al menos, lo construimos basados en una serie de conceptos y estereotipos que heredamos por asimilación o incluso, por la mera costumbre de aceptarlos como ciertos. De manera que cuando somos niños, el mundo parece cómodo y predecible...idea que por supuesto comienza a desvirtuarse lentamente al crecer. Sin embargo, en ocasiones nos encontramos insistiendo sobre ideas ilogicas que no somos concientes que están allí, hasta que debemos arrastrarlas como un lastre insoportable por entre nuestras ideas más concretas sobre la vida. El matrimonio, la decisión de tener o no hijos, la manera en que te ganarás la vida, son aspectos que muchas veces parecen atados a expectativas irreales y sin demasiada lógica que terminan confundiendose con las reales, las intimas las más personales...hasta que simplemente encontramos que carecen de asidero. En lo particular, me ocurrió muy pronto en la vida: a los veintiun años de edad, me encontré recibiendo una licenciatura por la que no sentia la menor pasión y llevando adelante una vida con la cual no me identificaba en absoluto. Asi que muy pronto aprendi, que las expectativas, las esperanzas y las decisiones son parte de tu visión sobre tu tiempo personal y no una idea general que proviene de algun concepto más allá de ti mismo.


2) Del amor y otros demonios: Otras de esas ideas esquemáticas que la realidad termina reconstruyendo con mucha dificultad. Porque incluso, para el más indiferente y cínico de nosotros, el amor es una especie de quimera inquietante y a la vez deseable que nos desconcierta - y atrae - por el solo hecho de ser parte de esa imagineria personal que de alguna manera llegamos a creer cierta. Y llegamos a la primera juventud, pensando en que el amor debe existir de la manera como se nos ha inculcado: ideal, cómodo, apasionado, siempre joven...una idea que termina chocando frontalmente con esa realidad furiosamente vívida y cruda, hermosa y abrumadora que es para mucho de nosotros un sentimiento visceral. Claro está, para cada quién la experiencia será distinta...y justamente esa es la diferencia que nunca se nos inculca, sino que se insiste en una historia estandar que todos, tarde o temprano viviremos alguna vez. Sin embargo, creo que tarde o temprano, todos descubrimos que el amor - o nuestro concepto de él - no es más que un concepto enorme que nos pertenece por completo y que creamos a diario por pura espontaneidad.


3) Siempre Jovenes: Creo que muchos de nosotros nos recordamos de adolescentes con cierta mezcla de risa y enfado: la gran mayoría eramos probablemente un grupo de timidos y torpes, intentando encajar de la mejor manera posible en una gran idea de perfección que nunca existió en realidad. De hecho, siempre que recuerdo mi primera adolescencia - la real, la furiosa - me hace reir con un poco de tristeza mi torpeza, esa sensación de soledad de la incomunicación, esa efímera y dura comprensión de tal vez encontrarte fuera de lo que se consideraba "normal" . Porque siempre fue una niña demasiado callada, demasiado obsesionada con sus pequeños vicios existenciales, con un libro bajo el brazo y un manojo de hojas a medio escribir para ser considerada parte de alguno de los eternos grupos que suelen formarse allá donde un grupo de jovenes se reuna. No obstante, esa soledad plomiza de la adolescencia me ayudó a comprenderme, no solo como mujer, sino como individuo y ahora, a la distancia, siento que mi vida actual es directa consecuencia de haber decidido seguir siendo la singular entre un grupo de iguales. No obstante, esas personalidades adolescentes - el timido, la retraida, la gordita, el gracioso, el inteligente, el gran fiestero - son para algunos de nosotros patrones de vida que continuan delineando nuestra conducta mucho más adelante. Me sorprende en ocasiones, notar que alguien insiste en mantener esos esquemas adolescentes que de alguna manera, era suficientes para definir a un joven que comienza la vida, pero que de ninguna manera, puede recrear una compleja personalidad adulta. Y siempre termino pensando si no somos nosotros mismos, quienes nos simplificamos a un nivel inquietante por el solo hecho de encontrar esas respuestas aparentes en esas imagenes deformadas de nuestra mente.


Por supuesto, mi intención con esta pequeña enumeración no es otra que reflexionar sobre una idea en la que venía reflexionando desde hace varios días. Pero no dudo que alguno de mis amables lectores, pueda sentirse identificado no solo con mis ideas sino quizá, con esa busqueda personal que constantemente me lleva a preguntarme quién soy, que deseo y a donde voy.



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