jueves, 13 de mayo de 2010

De lo Sagrado Femenino ( y II )


Viene desde Aquí


Mi interpretación es que la figura del héroe, que encarna el arquetipo masculino por excelencia en nuestra civilización patriarcal, ha errado el camino. La lógica binaria del Patriarcado es la que escindió los arquetipos de las Diosas en dos. Una de esas partes, la condenada a la oscuridad o maldita, la transforma en figuras monstruosas que los héroes se dedican a combatir. Los despojos del arquetipo original los rehace en imágenes que se adecuan a las funciones impuestas a las mujeres en una sociedad dominada por los hombres : la madre, la esposa, la puta y la virgen esencialmente.

Por el contrario, Goethe tiene la visión de que el hombre se puede salvar, "saliendo de graves confusiones", como él mismo escribirá en una carta a su amigo Eckermann, cuando su búsqueda se vuelva hacia aquellas Diosas perdidas : "Quien se atrevió a llegar hasta las Madres no tiene nada ya que superar", leemos en el "Fausto". Al igual que Parsifal, que queda prendado de la reina que porta el Grial, porque el Grial siempre es portado por las mujeres. Ahora bien, ¿saben o sabemos las mujeres que somos nosotras las portadoras del Grial ? ¿Qué significado encierra esta metáfora ?

Las Diosas y su sombra

Arrojo todos estas cuestiones sobre el tapete para luego intentar recogerlas, una vez que haya extraído otras piezas del puzzle que nos permitan una composición más global. Una de estas piezas es el concepto de "sombra", que Jung considera como el "otro aspecto" o "el hermano oscuro" de la individualidad humana, y que nuestra civilización nos ha enseñado a rechazar : a las mujeres, por desprecio de nuestra propia naturaleza ; a los varones, por sublimación de la suya en la figura del héroe. Sin embargo, la "sombra" no es realmente nuestro lado oscuro, sino el más primitivo, el más instintivo e infantil, en el que radicarían los impulsos más fuertes hacia la Vida y no al contrario. Es, si queréis, nuestro lado más divertido, aventurero y arriesgado.

La arqueóloga norteamericana Marija Gimbutas logró rastrear las huellas de los primitivos pueblos de Europa antes y después del cataclismo que supusieron las diversas oleadas de las invasiones "kurgas", un término genérico para designar a las tribus guerreras y cazadoras que fueron invadiendo el continente desde las desoladas estepas al norte de los mares Caspio y Negro. Eran, ellos sí, los arios puros. Pues bien, Gimbutas demuestra que antes de aquellas invasiones indoeuropeas, los pueblos del continente no utilizaban armas, vivían en ciudades abiertas y se dedicaban esencialmente a la agricultura, la artesanía y el comercio. Sus cultos religiosos estaban dirigidos a la Gran Diosa o Madre Tierra y la paz solidaria que presidía aquella civilización ha hecho que Riane Eisler5 las haya calificado de "sociedades solidarias" frente a las "sociedades de dominación" que se impusieron tras las invasiones.

Si bien en un primer momento los invasores imponen el poder por la espada en una locura furiosa de destrucción y reparto inmediato del botín, la mera observación de los tipos de héroe, que la mitología nos ha transmitido, nos indica la trayectoria de los pueblos "kurgos" para imponerse como civilización. Los inicios de la barbarie están representados por Heracles, que personifica la fuerza bruta. Se trata de un héroe enfrentado con su fuerza física a todos los monstruos que para los invasores significan las antiguas divinidades femeninas : titanes erinnias, gorgonas, esfinges, arpías, etc., que se perpetuarán hasta la Edad Media en la figura del dragón, vencido por el héroe cristiano San Jorge.

Sin embargo, la fuerza bruta no es suficiente para cambiar una cosmovisión, y es entonces cuando surge otro arquetipo de héroe más sutil y astuto : Teseo. Sin duda que se trata de introducir otros valores culturales a partir de la nueva religión y de las nuevas leyes : otro tipo de brutalidad, pero legitimizada. Teseo ya no es el bruto de Heracles, sino el seductor por excelencia, de este modo el Patriarcado logra lo más difícil: erotizar la violencia. Es Teseo quien rapta a Antíope, nada menos que una reina amazónica, que se enamora perdidamente de él hasta morir luchando a su lado contra sus antiguas compañeras. Más tarde también seduce a Ariadna de Creta, quien le confía el secreto del laberinto y con él la clave de la destrucción del último bastión de la civilización matrística.

Finalmente, se consigue la domesticación de las mujeres con la sublimación de la entrega, el sacrificio y la sumisión total a través del matrimonio y la constitución de la familia patriarcal. El héroe que representa esta última etapa es Cadmo, que termina casándose con Harmonía, funda la ciudad de Tebas en Egipto y crea un nuevo alfabeto. Viven felices y tienen cuatro hijos. Cadmo es, pues, el último héroe. Ya no hay monstruos que matar, porque el último monstruo, la Mujer, ha sido vencido.

Así pues, en el devenir, más o menos turbulento, de un nuevo orden se llega a una conformación social de sometimiento al poder y a un determinado tipo de razón, en el supuesto de que ambos revelan dimensiones trascendentes respecto al antiguo orden cósmico naturalista e inmanente, que queda abolido. La experiencia espiritual en el Patriarcado se aleja de la inmanencia humanizada de la época matriarcalista y cambia las divinidades de la Tierra por los dioses uránicos que residen en los cielos. Las Grandes Madres de la vieja Europa son asimiladas al nuevo orden, y sus arquetipos primigenios son escindidos según la lógica binaria del 1/0. La personalidad sublimada y sometida de las Diosas pasa a formar parte del Olimpo de los nuevos dioses ; la "sombra" es relegada al cortejo de monstruos infernales contra los que el Patriarcado sigue combatiendo en su atormentado inconsciente.

Ya Platón, incapaz de asumir la voluptuosidad primitiva de Afrodita, escinde a ésta en dos arquetipos antagónicos : Afrotita Pandemo, la hija de la diosa Dione, que encarna así el matronazgo del amor popular y vulgar ; y Afrodita Urania, la nacida del semen de Urano, diosa del amor puro e intelectual.

La "sombra", pues, pasará a ser un elemento denso y pesado en la nueva civilización, sobre todo para las mujeres, una sombra más negra y espesa cuanto más se rechaza. Desde niñas se nos reprime nuestro lado salvaje : no corras, no grites, no des portazos, no te pelees, no digas palabrotas. Y ese gran NO castra nuestra libertad más espontánea y primitiva, nuestra simple alegría de ser y de vivir. La cara oscura, que podría ser la más luminosa, se repliega, y se convierte entonces en trofeo disecado de nuestro ser de mujeres comme il faut.

Nada más ilustrativo de esta realidad que la primitiva Diosa de las Serpientes, desgarrada y escindida en Atenea y Medusa. En Atenea Parthenos, la virgen, y en la decapitada Medusa, su sombra.

Nos cuenta el mito patriarcal que Zeus deseaba a la titánide Metis, de modo que la persiguió, la violó y la dejó encinta. Un oráculo anunció que Metis daría a luz una niña, pero que si seguidamente gestaba un varón, éste lo destronaría como él había hecho con su padre Cronos, y éste a su vez con Urano. Así pues, Zeus se tragó a Metis embarazada. Cuando llegó el momento del parto, Zeus sufría de enormes dolores de cabeza hasta que Hefesto le abrió el cráneo con su martillo y de ella surgió Atenea, plenamente armada y dando un portentoso grito. Ignorando incluso la maternidad de Metis, en la Orestiada de Esquilo se le obliga a decir a la Diosa una de las mayores imposturas que han ido conformando nuestro acervo simbólico : "Porque no existe madre que me engendrara y en todo admiro lo que es varonil -salvo en casarme- de todo corazón : Soy por completo de mi padre". Lo demás lo sabemos : protectora de la ciudad de Atenas, diosa de la sabiduría, como su madre Metis, y también guerrera. Pero en realidad, el origen de Atenea es cretense y es Ella la conocida Diosa de las Serpientes. Los aqueos llevarían su nombre y sus símbolos al Atica, pero desvirtuando también su identidad. Cuenta el mito encubridor que Hefesto intentó violar a la Diosa, pero Ella se apartó a tiempo, de modo que el semen del dios cayó al suelo, fecundando así a la Madre Tierra, que no quiso hacerse cargo del hijo engendrado de aquella manera, por lo que fue cuidado por Atenea, que lo llamó Erictonio, niño serpiente. Se dice que él fue uno de los primeros reyes de Atenas, que desde entonces solían llevar serpientes como amuleto entre sus señas de identidad. Y si os fijáis bien, veréis que Atenea también es representada con esas serpientes, de modo menos evidente con el que aparecen el escudo, la égida y la lanza, aunque en el friso del Partenón que representa la "Gigantomaquia" se ven muy claramente.

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