domingo, 30 de mayo de 2010

Culpabilidades solitarias o placeres culpables


Nunca he entendido porque mucha gente se averguenza de sus placeres culpables. Me refiero en concreto a esos pequeños pecados de gusto y forma, que se ocultan celosamente porque nos provocan una cierta culpabilidad o por algo tan sencillo como evitar que los demás se burlen. En realidad, creo que esas exóticas variaciones de lo que definimos como nuestra "personalidad", nos otorgan una cualidad tridimensional, un rostro mortal y vulnerable que en mi opinión, es absolutamente necesario para comprender el concepto exacto de quienes somos. En lo personal, los disfruto muchisimo y en ocasiones he llegado a pensar que sin esos extraños paréntesis de gozo y transgresión a mis propios principios de la estética y la intelectualidad, no podría sobrevivir en mi Universo de ideas.

En mi caso, se trata de los libros de terror, best sellers sin ningun tipo de valor argumental como no sea el miedo puro y duro. En ocasiones me dedico a leer hasta el cansancio los clasicos del gore literario americano: Clive Baker y su prosa soterrada y cruda, Stephen King, Rey por derecho propio de los estereótipos basura, John Farris y su melancolia obstusa, incluso Brian Lumley y su cansada epopeya de la epica intrascendente. Debo decir que no hay nada mejor para mí, que tenderme en el piso de mi habitación, con una taza de café al lado y leer durante horas las vulgares descripciones, los dialogos sin peso y las situaciones estereótipicas que pesputean las historias. De alguna manera comparo estos libros con los spaguetty Western ( género filmico que también disfruto mucho, en secreto claro ) donde los extremos son tan uniformes como lo el absoluto del concepto: el bueno es bueno, la maldad inconmensurable y el sexo descafeinado y machista.

Ah, sí, Proust Dios Padre me perdone, pero ahora debo seguir leyendo Cementerio de Animales y volver a horrorizarme con el niño muerto que emerge de la tierra para reclamar la sangre de sus padres. Entre tanto, el café tiene mejor sabor y la música de solterona que escucho (ah, otro placer culpable ) nunca ha sido más adecuada y dramática.

C'la vie.

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