lunes, 10 de mayo de 2010

Ophelia en jazmines marchitos


Creo que para nadie que haya visto algunas de mis fotografias, es un secreto que le profeso una enorme adoración a Ophelia, la desgraciada heroína del Clásico Isabelino Hamlet. Por supuesto, Mi visión de la sufriente y perturbada Ophelia, su espléndido brillo como heroína trágica, es más parecida a la plasmada por Arthur Hughes en sus infinitas variaciones del tema - un poco inquietante en su belleza barroca - que a la de por ejemplo Waterhouse, con su delicadeza marchita y depurada. Quién sabe porque, para mí Ophelia, esa Dama triste muerta entre Lirios imaginarios, está más cercana a la fuerza que a la debilidad, al furor iniciático que al simple temor de la perdida. La Ophelia que vive en mi mente, grita con todas sus fuerzas, con las manos apretadas a los costados, temblando y sacudiendose de angustia, intentando comprender la plena insatisfacción a través de un delirio insoportablemente dulce y poderoso. Sin nombre, sin limites. Si, mi Ophelia es más pasional que iracunda, mucho más triste que despiadada. Y aun así, roza esa melancolia palpitante y sutil que la llevará a la tumba entre la cienagas de la memoria de la literatura Universal. Los ojos cerrados, danzando leve entre petalos perdidos y una añoranza trágica de una simple evocación de la memoria.

La simple belleza de un sueño en palabras. Y Baila la Ophelia demente y perfecta en los pasillos de mi castillo de La Memoria, riendo y llorando, todo a la vez, sofocada y maldita, pletórica de deseo y tal vez, solo un simbolo de desazón.

1 comentarios:

TAIKUN dijo...

Me gustó el escrito, auque yo solo te compararía con una mnujer de muchos sentimientos a la cual debe ser un placer escuchar en una charla acompañado de 2 chocolates calientes y buena música.

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