miércoles, 9 de mayo de 2012

De la Señora Loca de los Gatos y otras Menudencias: El Sitcom de la vida diaria





Hace pocos días, a raiz de un comentario que ahora mismo no recuerdo cual fue - creo que me hago vieja - un buen amigo me respondía por twitter, que estoy casi lista para mi propio Sitcom. Sus palabras me hicieron reir, aunque después de un rato, me quedé pensando en cuanto de nuestras vidas, están cargadas de esas necesarias referencias pop que de alguna manera, forman parte de nuestra mitología personal. Y es gracioso, sorprendente e incluso un poco inquietante, comenzar a analizar cuanto de esas referencias forman parte no solo de nuestra vida, sino de nuestra manera de construir el mundo y eso tan intangible que llamamos realidad. ¿Una idea un poco loca? No lo creo tanto.

De Ross a Chadler, del "How you doin'?" y el Gato apestoso.

La mayoría de mi generación creció viendo la serie Friends, un fenómeno televisivo que superó sus propias limtiaciones y se convirtio en un referente de ciertos aspectos de la cultura pop más ramplona. Y todos, de los televidentes asiduos a los fanñaticos de siempre, pasando por el aburrido ocasional, se ha identificado alguna vez con los personajes, con sus pequeñas tragedias y desventuras, con la particular manera de reconstruir la realidad para hacerla masticable, digerible e incluso divertida. Porque todos hemos sido el "Ross" torpe en algun momento, o la malcriada "Rachel" en algun otro, o incluso la obesa "Monica" que en baila con una gran sonrisa en la gran memoria general. La imagen, la manera en que la serie desmenuzó la realidad - o mejor dicho, la recreó, con una simplicidad alarmante - a todos parece sernos accesibles, comprensible, deseable, incluso entrañables.

Me hace sonreir el pensamiento. Hace cuarenta o cincuenta años, los simbolos reconocibles de la sociedad eran irreales. Y en eso se basaba su encanto supongo: el Cine de Siempre, el Hollywood de la época dorada, mostraba un mundo de oropel que conseguía consolar la zozobra de los tiempos de guerra, la debacle económica, la idea de un mundo que se desmoronaba a pedazos a diario. Acudir al cine era mirar a través de una ventana un mundo imaginario mucho más bello, con una perfección que parecía consolar las miserias diarias. Un concepto de la realidad tan radiante como quebradizo y que evidentemente estaba destinado a no durar demasiado.

Luego, el cine y la televisión se hicieron reflejos de la crudeza de es cambio violentos de valores que suposo los años de la nuevo renacimiento del siglo XX: los hippies y un nuevo estilo de vida dominaban el mundo, y de pronto, la belleza no era tan necesaria, como si lo era la realidad vista de una manera critica. El mensaje, el lenguaje que hablaba del mundo como una pieza de arte que debía ser analizada concienzudamente. Y la inocencia se perdió. Progresivamente, los medios comenzaron a mostrar una realidad carente de sutileza, esa realidad de lo diario, lo evidente, lo muy agresivo. Puños que se levantaban exigiendo cambios, la sociedad explotando frente a los rostros sorprendidos del observador asiduo. De pronto la necesidad de crear pasaba por la necesidad de mostrar, y más allá la idea de expresar ideas concretas sobre ideas que parecian formar parte de una época turbulenta.

Pero siempre la necesidad de soñar se mantuvo incolume. Y de allí quizá, nacieron este híbrido entre la realidad y la fantasia de los que todos disfrutamos, que no podemos evitar paladear. Esa nueva Era de lo diario visto como un cuento de hadas reflexivo, progresivo y profundamente abierto a la interpretación. Desde dramas sensibles, hasta la burla grotesca, el Sitcom ha logrado conjugar esa necesidad de mirarnos criticamente pero también de reirnos de nuestras pequeñas desgracias, de esa tragedia hermosa y tipicamente humana que es parte de nuestra historia personal.

De la Señora Loca de los gatos al Doh! Cultura popular para todos. 

Mientras escribia esto, acabo de recordar cual era el comentario que hizo que mi buen amigo @Daniel2G comentara que estaba lista para protagonizar mi propio sitcom. La cosa va más o menos así: estoy durmiendo, con una resaca de migraña poco menos que molesta y de pronto, escucho el telefonico sonar. Mi amigo I. me pide bajar para "una sorpresa" y sin pensarmelo demasiado, me levanto a trompicones de la cama. Tan dormida que apenas recuerdo como me vesti, me echo sobre la pijama un viejo sueter de lana lleno de bolitas, me cubro el cabello con un gorro tejido y oculto la cara bajo unos enormes lentes de sol, cuyo objetivo es un poco claro. Puede ser intentar evitar que el sol me deslumbre, ocultar mis tipicas ojeras, o algo tan simple que darle un poco de drama aquel relumbrón matutino que me resulta tan insoportable. Cual sea el caso, me subo al ascensor con una sensación de pura irrealidad, como si viviera la vida de otro. Una escena barata.

Y de hecho lo es:  allí estaba mi buen amigo I., que desde luego me traia una sorpresa: por alguna razón que desconozco, le habia parecido una buena idea pasar a saludar a las 8:40 de la mañana, y además traer de compañia a quien fue mi amor platónico durante un buen tiempo - y al parecer continuará siendolo - . De manera que me encontré en plena calle, cubierta de los pies a la cabeza por pelos de gato, estornudando, vestida en una especie de carnaval del ridiculo, intentando parecer serena mientras realmente deseaba que la tierra me tragara y me escupiera en otra galaxia ( Gracias @CristabelHC  por la justa frase )

Una escena de sitcom sin duda: una ternura casi dolorosa, en su capacidad para humanizarnos, pero a la vez, llena de quizá ese patetismo casi inocente de los antihéroes,  de esas imagenes mentales que más tarde te parecerán carente de sentido o te harán reir por su propio significado. O el hecho que lo carezcan. Como sea el caso, esa visión adulcorada, amable de nuestra cotidianidad tiene mucho que ver con el placer de creer que podemos comprender nuestra vida en pequeñas escenas, en situaciones personales que puedan transcender más allá de mera anécdota. Mera sencillez sin duda, pero aun así, de una dulzura que estremece y en lo particular, me cautiva.

Y así transcurre nuestro cotidiano: Me llamo "La Señora loca de los gatos" por mi afición a la soltería, y la primera imagen que veo en mi mente, es la que me ofrece un capitulo "The Simpson": la anciana despeinada y gruñona que pasea con un gatito discolo bajo el brazo. O me golpeo la cabeza y me escucho decir Doh, antes de reir y comprender que soy parte de una idea cultural más grande que mi misma. Más poderosa y espléndida que mi propia y particular idea sobre lo que es el día a día, ese conteo simple de quienes somos a través de la realidad. Esos estereotipos nacidos de la nueva Era de la Inocencia o de la simplicidad de la razón que intenta perfumar y crear una forma de de soñar para todos nosotros.

Sin duda, una idea que me hace sonreir. Y probablemente continue haciendolo, mientras las Señoras Locas de los Gatos pululan a mi alrededor, y la simplicidad del nuevo simbolo consuela esa necesidad - aspiración, una gran forma de valor -  de todos de temer, confiar y crear.

C'est la vie.

2 comentarios:

Yliana dijo...

Hola Aglaia, me sentí muy identificada con tu post, sabes que aquí con mi grupo de amigos solemos bromear con que somos los protagonistas de nuestra propia serie, con los correspondientes "invitados", personajes nuevos de cada temporada, desenlaces inesperados, despedidas, bienvenidas, situaciones hilarantes, conflictos, etc., etc.... ya sabes, como la vida misma, jeje. Saludos! :)

Miss B dijo...

ajajaj Sí! En mi caso es que hay muchos "Ross", Chandler", "Doctora Grey" e incluso algún "Dexter". Al final bella es tan simple como evidente: somos producto de esa visión tan descafeinada pero a la vez tan personal del mundo, que nos heredó esta cultura Pop.

Un besote bella, gracias por leer y comentar!

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