martes, 1 de mayo de 2012

De la época donde todos somos sabios al conocimiento Internauta: la sabiduría del 2.0





A veces creo que vivimos una época peligrosa por una razón sencilla: todos tenemos la razón. Me refiero que, quizá debido a que las innumerables vías de información y recursos de aprendizaje que existe, hay un gran conocimiento general flotando en lo cotidiano. Todos sabemos mucho - o aparentemente así es - de muchas cosas. Tiempos de criterio absoluto, los llamo. Y no sé que tan bueno o malo, sea eso.

Por supuesto que, se agradece la evolución: hace dos o tres siglos, e incluso mucho menos, la educación era un hecho elitista. De hecho, aun lo es, como lo exponen críticos de la razón pura muy descarnados y poco caritativos. Equivocados por completo no están: la educación requiere de esfuerzo, dedicación y sobre todo, cierto peso económico que no es accesible para gran parte de la población. Además, el hecho de la cultura en sí, forma parte de una idea de sociedad que tradicionalmente se ha considerado restringida y al alcance de unos pocos privilegiados. Un pensamiento inquietante sin duda, pero que no deja de ser real.

Pero con la llegada de Internet todo eso cambio. La información se hizo no solo accesible, sino sintetizada de una manera tan elemental y fácilmente comprensible que colocó el conocimiento al alcance de un rápido tecleo frente al monitor. Desde idiomas, hasta historia, desde literatura de alto calibre a la más sencilla, desde grandes recopilaciones hasta la mínima simplicidad de un dato concreto, la web ha permitido lo que por siglos fue solo un sueño: brindar a cualquiera la posibilidad de acceder a la educación y al aprendizaje de manera ilimitada. O al menos, es la idea principal que flota sobre todo lo demás que engloba la red. Incluso en lo malo, lo temible, lo morboso, lo peligroso, las virtudes de la red continúan siendo mayores que sus evidentes defectos. Porque nos otorga el poder de comprender y conocer a un nivel insospechados. Navegamos sin duda, por un mar de datos y conocimiento inusitado, una manera de ver el mundo tan amplia que cualquier barrera y limite parece haber desaparecido. Un sueño de la idea más venial.

Y quizá justamente allí, comenzaron los problemas. Porque de pronto, todos nos convertimos en eruditos y grandes conocedores de casi cualquier cosa. De hecho, en mis horas más festivas, suelo creer que en el futuro, esta era del nacimiento de Internet será con toda probabilidad conocida como el Nacimiento al conocimiento. Si la era de la Iluminación nos brindó raciocinio y la Ilustración anhelo por el aprendizaje, a veces imagino que esta era de conocimiento gratuito, ilimitado y fuera de todo limite será parte de una comprensión casi absurda de cada idea que pueda analizarse y desmenuzarse. El nacimiento, por tanto, al conocimiento absoluto, absurdamente sencillo de recopilar y obtener. Pero quizá, no a la comprensión.

¿No son ambas cosas lo mismo? Se preguntará el hipotético lector de estas desordenadas reflexiones. Es la pregunta que me he hecho en más de una ocasión, mientras leo interminables debates en foros de Internautas apasionados por el conocimiento: filosofías de bolsillo, conocimientos inmediatos, formulas tan sencillas como cuestionables para comprender grandes planteamientos. Y es allí donde surge la pregunta, la gran premisa que dio origen a este pequeño análisis ¿Que tanto implica conocer y que tanto comprender - analizar, interiorizar - ese conocimiento? No lo sé. Y allí es donde nace la disyuntiva.

La ocasión más reciente donde pensé en todas estas cosas, fue durante una conversación con un grupo de amigos. Recuerdo que conversábamos sobre política y el tema decantó inevitablemente hacia una serie de tópicos en apariencia análogos: filosofia, literatura, la sociedad misma como objeto de estudio. Y de pronto, advertí que todos debatíamos con la misma firmeza, haciendo gala de un conocimiento abstracto y casi general de cualquier tema. Un poco sorprendente y a la vez inquietante: La época de la Ilustración inmediata, donde todos somos un poco de cualquier cosa. Justamente allí, me pregunté, hacía donde se dirige todo este conocimiento desordenado, irregular y contaminado de información en ocasiones vacía y sin sustancia. ¿A una sociedad sin verdadera opinión? ¿A una gran congregación de amantes de la información que se limita a repetir lo que supone es cierto? El pensamiento me sacudió un poco, mientras escuchaba a mis amigos debatir con gran convicción sobre Kant, la teoría Marxista y otros tantos temas en los que parecían tener un conocimiento tan difuso pero aun así, perfectamente válido. ¿Este es el nuevo conocimiento? Pensé asombrada por la idea ¿La sabiduría de la masa internauta? ¿La síntesis sin nombre de la gran sabiduría sin sentido?

No lo sé. Es un pensamiento que me inquieta sin duda, pero que creo, continuará intrigando  - y sin duda preocupando - a unas cuantas generaciones más. Y de nuevo, imagino en los siglos venideros, cuando nuestra época sea cuidadosamente analizada, que se dirá sobre ella ¿seremos parte de esa genésis hacia la verdadera cultura abierta, sin restricciones? ¿O solamente la primera generación que comprendió el poder - y lo desdeño - del conocimiento insustancial? Insisto, no tengo la respuesta y quizá nadie la tenga en mucho tiempo. Pero que interesante pensarlo y aun más, comprender que cualquiera sea la respuesta, la historia del conocimiento humano nunca será igual.

C'est la vie.


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