lunes, 20 de junio de 2011

Desvarios de Medianoche





Hoy me encuentro llena de ese agotamiento que nace de cierto confusión existencial. En beneficio de mi salud mental - y quién sabe, incluso la fisica - tendría que ponerme a leer una novelita bucólica de la Grecia clásica, pero en vez de eso voy a leer los cantos de Maldoror por enésima vez. Hoy me apetece olvidarme de la necesidad d' Être y darme gusto con un libro que aunque termine sofocandome, robandome el aliento, le dé sentido a esta sensación de realidad alterada que hoy me atormenta un poco. Quizá   me ocurre como anoche, que zipeando intenté ver  alguna pelicula comercial y facilona, pero terminé disfrutando de nuevo de Zodiac. El resplandor rutilante del asesinato, la fiera convicción de vanidad del nombre secreto me envuelve por un momento y me arrebata de la simple realidad de mi mente hiperactiva.

Ah, sí, supongo que si fuera de esas cristianas fanáticas que anuncian el fin del mundo - para luego esconderse en hoteles de poca monta, claro - creería que me voy al infierno por esta  abstracta rebeldía del deber ser: Claro está, el cielo feliciano anonimo y conformista no está hecho para las brujas. Por ese motivo el fuego ¿eterno? está destinado para los libres pensadores. Según el antiguo axioma, mi libros -los que he leído, los que quiero escribir - delinean un camino especifico hacia el núcleo desesperanzado donde yacen quienes han sido catalogados de apostatas y criticos de la voz de la Dios. Sin duda, creo que voy por buen camino, pesputeando de lozas carmesí y risas viscerales, pienso con una sonrisa.

Camino por la calle y veo a esos pobres que no han leído un libro: a los que les da flojera, los que creen que no sirve de nada, los que dicen que no tienen tiempo para leer. ¿Cómo puede ser el cielo para esos huerfanos de la palabra? Prefiero el infierno. Encontrarme con Rimbaud, con Hemingway, con Velázquez y con Picasso. A Picasso le gritaría en la cara mi renuencia a creer la frase bendita de una Guernica imaginaba. Y poco me importa que esa última frase sea cacofónica. No por eso dejaría de expresar mi temor que la realidad sea más aterradora que los poderosos sueños del creador.

Son duda, el cielo debe ser un lugar espantoso. Si atendemos a las impreciosas descripciones ( tomadas en base a las numerosas prohibiciones clericales aun vigentes para el piadoso corazón cristiano ) debe carecer de conocimiento contestatário, de rebeldía, de gritos eufóricos, de discusiones pasionales. Un gran silencio, una borrascosa aceptación. Esa cierta tristeza de la resignación. Después de todo "La maldad"para la vocación de la bondad, no es más que el rechazo de la normal, la absoluta negación de la creación conceptual. Que plácido, este cielo silencioso y sin voz, descansando sobre el caos y mirando con los ojos entrecerrados el desorden y la angustia. Me hace sentir un poco de temor, el hecho que mucha gente crea que ser bueno, implica cerrar los ojos y la razón a la simple opinión. La absoluta bondad consistiría entonces en simplemente un no ser venial.

El silencio es lo que sucede cuando no nos atrevemos a decir lo que queremos decir: cuando nos apena. El ruido es lo que ocurre cuando en vez de decir lo queremos (porque nos apena, porque no encontramos las palabras) decimos otra cosa.

Y definitivamente, el cielo de la resignación, debe ser un lugar donde flota un silencio plomizo, una monocorde sensación de aparente paz.

Dejo escapar un respingo mientras las luces del cine se apagan. Aprieto mi libro - ese pequeña grieta de temor y deliciosa veleidad - entre mis dedos. El "mal" palpita en la oscuridad y sonrio, asombrada, temerosa, simplemente fascinada.

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