sábado, 18 de septiembre de 2010

El rostro de la Diosa en Latinoamerica.

Los mitos, por su propia naturaleza, pueden atravesar los tiempos de las diferentes civilizaciones y desembocar en el presente, y partiendo siempre de la esencia originaria de cada mito, aparecen renovados según el espíritu, el gusto o el estilo de cada época, fundiéndose así el sabor mítico de antiguas civilizaciones con el del presente.

Por otra parte, el fuerte rasgo icónico de los mitos los vuelve atractivos para ser concretizados en la plástica, por ello se ha hecho una pequeña cala en el arte latinoamericano contemporáneo para localizar aquellos mitos femeninos que han elegido los artistas para recrearlos.

Tal revisión mostró la amplia resonancia que a la fecha muestran los mitos de la antigüedad greco-latina y en menor número algunos locales, así como los mitos cristianos provenientes de la dominación española con la implantación de la religión católica.

Los pintores y escultores latinoamericanos que han realizado sus obras en los últimos años, parecen preferir dos grandes mitos con respecto a la mujer, el de Demeter (la maternidad) y el Venus (el amor y el placer); aquí se hará referencia exclusivamente al primero.

Al crear imágenes sobre la maternidad, tal vez tratan de mostrar lo que para ellos es lo más esencial y auténtico del otro sexo, con una idea dentro del ámbito de la tradición sexual, en donde los roles están nítidamente determinados; pero no sólo eso, porque el concepto de la madre es en sí polivalente. Nicole Loraux menciona algunos de sus significados en la antigua Grecia: la madre remite al origen, no tiene fronteras, se puede hablar de la universalidad de su reinado. Es metonimizada por su matriz, toda ella es una parte de sí misma. Extrae su potencia de esta manera suya de ser un cuerpo sin medida. La Gran Madre es una realidad, pero es ante todo una “idea dominante”.

Pero también, como señala Jung “la Gran Madre es ante todo un arquetipo [...] una imagen interior, eternizada en la Psyché; y para la organización psíquica, a la vez un centro y fermento de unificación. Algo inmutable”. La madre es la primera forma que toma para le individuo la experiencia del inconsciente, esto presenta dos aspectos: uno constructivo, el otro destructor, en tanto que es el origen de todos los instintos, la totalidad de todos los arquetipos. La madre personal recubre el arquetipo de la medre como símbolo del inconsciente, es decir de sí mismo.

Oliverio Martínez muestra en su escultura denominada Maternidad clásica (1992) la esencia del auténtico afecto maternal con toda su intensidad y pureza, por medio del abrazo tierno y amoroso de la madre hacia su hijo, y con las líneas finas y alargadas de la mujer, pero haciendo notar el vientre que acogió al pequeño ser , enfatizado todo esto con la desnudez de la madre y del hijo.

En contraste con la obra anterior, Tomás Gondi presenta en Maternal otra calidad del afecto materno, pues la posición del cuerpo de la madre y el vestuario que la cubre casi totalmente, más los ojos que no miran al niño y la pequeñez de éste, generan una idea de posesión o quizás de protección, pero con desapego afectivo.

Ignacio Castañeda presenta una Maternidad que introduce los tipos mexicanos, tanto por sus rasgos, como por la posición sedente del cuerpo, que sostiene en su regazo al niño mientras lo alimenta, aquí se realza el aspecto nutricio de la madre; el afecto está dado por los brazos que rodean al niño, pero ni su rostro ni su mirada se interrelacionan con el hijo.

Mario Aguirre, en su Alameda, de alguna manera sigue la misma línea que el anterior, aquí la posición displicente de la madre contrasta con la afectividad del niño, y aunque no se puede apreciar su rostro, sus brazos demandan atención materna, que con cierta serenidad no le demuestra la misma intensidad emocional que el niño.

Enfatizando la función procreadora de la madre, Ricardo Martínez presenta El parto (1959), donde los hombres se convierten sólo en espectadores de un acto que aquellos no pueden ejecutar. Del mismo pintor es Madre e hijo (1960) en donde los padres contemplan el fruto luminoso del parto.

Con un estilo muy diferente, Jorge Marín pintó su Dama con bebé y chango sobre el mundo de 1995 que recuerda a ciertas esculturas religiosas, Marín muestra cierto trastrocamiento de los formalismos, al abrazar la dama al chango en su regazo y sostener con la mano a un bebé un tanto cuanto monstruoso por la máscara que a tan temprana edad lleva puesta.

Rafael Cauduro por su parte, ofrece una visión muy contemporánea de la madre en su pintura Mother and Child (1988), que comprende en realidad tres diferentes representaciones de madres, las dos que están someramente dibujadas en el pizarrón, al centro del cual se mira un Chac Mool; del lado izquierdo, una madre que atiende a su hijo, y del derecho, una madre en contemplación, pero no de su hija. Y en la parte inferior, un niño atisba tras las rejas a una mujer, que quizá podría ser su madre y que recuerda la posición de Chac Mool.

De esta breve revisión de la imagen de la madre en el arte contemporáneo latinoamericano se encontró que el enfoque relacionado con la concepción de la madre como creadora es la impera en los artistas citados, lo cual conlleva una visión más amplia del acto creativo, por ello desde la antigüedad un aspecto relevante en el simbolismo de la diosa madre era el considerarla como la “madre de todo lo que es, y de esta manera contemplar el universo como una mujer que da a luz a todas las formas de vida”, este aspecto de la mujer como Madre creadora puede abarcar todos los ciclos creativos, pues “cada partícula de la existencia está sujeta al mito del eterno retorno, representado por el arquetipo de la madre: concepción nacimiento, vida, muerte y renacimiento”, aunque desde luego éste es sólo uno de los elementos que permite comprender el por qué entre los mitos femeninos, los artistas plásticos privilegian el mito de la maternidad.

Fuentes:

*Ramírez, Edelmira, 2001, "El mito de la maternidad en la plástica mexicana contemporánea
*Nicole Loraux “¿Qué es una diosa?”, G. Duby y M. Perrot, Historia de las mujeres. La antigüedad 1, Madrid, Editorial Taurus, 1991, p. 49.
*Jung, citado en Ibid., p. 50.
*J. Chevalier [y] A. Gheerbrant, Dictionnaire des symboles, París, Seghers, 1974, p. 209.
*C. Dowing, La diosa, imágenes mitológicas de lo femenino, editorial Kairós, 1998, pp.22-24.
*M.Dunn Maccetti, Diosas. La canción de Eva, El renacimiento del culto a lo femenino, Barcelona, Robin Book, 1998, p.179.

1 comentarios:

Meny dijo...

Justo hoy discutía algunos argumentos freudianos y junguianos sobre lo femenino con una amiga, llegando a la conclusión (como siempre) de que Freud es un machista reprimido y cuadrado jajaja por ello amaremos a Jung (sin dejar completamente de lado a Freud, a pesar de todo jejeje). Y bueno, no sé por qué digo esto, es que tu texto, principalmente tu cita, me lo recordó. Y en fin, disfruté tu texto, me haces investigar jajajaja

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