lunes, 24 de septiembre de 2018

Crónicas de la Nerd entusiasta: Todos los motivos por los cuales deberías ver la serie “Maniac” de Cary Fukunaga.






Durante las últimas décadas el cine, la televisión y la literatura se ha cuestionado con enorme insistencia la naturaleza de la normalidad y la realidad. Un planteamiento que no es reciente pero que sin duda, tiene un sentido mucho más profundo en una época plagada de cierto nihilismo moral que hace el cuestionamiento más duro e incluso cruel. ¿Qué es lo normal en una época de rupturas y de desencanto? ¿Que es la realidad en medio de una transición histórica en la que la tecnología parece llenar todos los espacios y crear una percepción sobre el bien y el mal por completo distinta?

No se trata de cuestionamientos sencillos y la serie “Maniac” ( Cary Fukunaga — 2018) no intenta responderlos, sino contextualizarlos a través de una idea extravagante sobre el futuro, a mitad de camino entre la distopía, la belleza, el tiempo como una forma de expresión intelectual y la soledad moderna. Emma Stone, fantasmalmente pálida y con el cabello de un rubio radiante, encarna a “Annie” una mujer con enormes dolores y problemas con los cuales lidiar, en medio de una realidad a mitad de camino entre lo imposible, lo desconcertante y algo más inquietante. En “Maniac” la idea de la normalidad se fragmenta en una expresión elemental que expresa algo más amplio que la conciencia y el poder de la percepción, construido a través de algo más poderoso y consistente. Cary Fukunaga (“True Detective”, “Beasts of No Nation”), quien desarrolló la serie con Patrick Somerville, novelista y escritor, analiza los vestigios de la sociedad como un paradigma a mitad de camino entre lo retorcido y un toque más existencialista. Por supuesto, la experiencia no es en absoluto desconocida para el canal Netflix, que durante el último lustro ha producido todo tipo de comedias y dramas basadas en situaciones de límites que contraponen la realidad a lo subjetivo: desde la mujer que sale de cautiverio de luego de quince años en un Búnker hasta el caballo destrozado por la depresión y el desarraigo moderno (y pondera sobre ética, filosofía y la insuficiencia del yogur helado en un paraíso sin confesiones), el canal ha sabido encontrar una forma de expresar lo infinito de la experiencia humana para elaborar algo más comprensible, conmovedor y poderoso. En “Maniac” la experiencia se repite pero se hace incluso más profunda, con una percepción más dura y fría sobre el futuro — y las vicisitudes del presente extrapolado a una versión de la incertidumbre más certera — pero además, la convicción que la mente humana puede enfrentarse a semejante versión del mundo con una inusitada fortaleza.

“Maniac” cuyos diez capítulos forman una única historia episódica, está construida con la pausada belleza de una mirada estética sobre los horrores, dolores y tentaciones de un futuro no demasiado lejano. Como versión libre de la serie Noruega del mismo nombre, Patrick Somerville y Cary Fukunaga, juegan con las piezas de un mundo posible con una desconocida y asombrosa sensibilidad. El mundo en que se desarrolla la serie es una ciudad de Nueva York cincuenta o sesenta años en el futuro, en donde dos Estatuas de la Libertad crean un extraño horizonte — una especie de silencioso homenaje a una ciudad que siempre se ha concebido desde una extraña dualidad — y el mero hecho de vivir en la ciudad se ha convertido en un lujo fuera del alcance de la mayoría de los ciudadanos obsesionados por habitarla. La mayoría intentan ganar dinero desempeñando todo tipo de trabajos fuera de lo común, como hacerse pasar por maridos de Viudas, amigos eventuales para los solitarios y conejillos de Indias para las grandes compañías farmacéuticas. No obstante, la extraña interacción entre personajes tiene un profundo trasfondo humano y es evidente, el ojo de Fukunaga para crear una percepción sobre el absurdo y el dolor tan humano como exquisito. La serie avanza para elaborar un singular discurso sobre la soledad pero también, la visión sobre el yo alternativo, la existencia en mitad de la debacle social y moral, junto con una percepción sobre cierto existencialismo casi cruel que Fukunaga construye con una precisión enormemente efectiva.

Desde el piloto, es evidente que la serie juega al humor tragicómico desde una dureza acerada y contundente. Los personajes (a Stone le acompaña un Jonah Hill de singular simpatía y en quizás, una de sus mejores actuaciones) se reinventarán y a la vez, crearán una versión de si mismos cada vez más complicada y retorcida. Con todo, la serie jamás pierde su ritmo ni mucho menos, su atención al detalle, la puntillosa firmeza argumental que sostiene a la historia como un todo coherente. Sobre todo Hill, que encarna al hijo introvertido y mentalmente inestable de una familia adinerada y cuya actuación, sorprende por su sutileza y extraña percepción sobre el absurdo. Juntos, Stone y Hill componen quizás la pareja más extraña imaginable, pero también, un dúo de enorme fuerza interpretativa que construye una historia fronteriza en una ciudad en que todo parece carecer de sentido y a la vez, elaborar una visión sobre la humanidad levemente cínica. El show lo logra con un tono convincente y pausado que se sostiene a través de la temporada entera y que elabora una meditada comprensión sobre los fragmentos de la naturaleza humana enfrentadas a su deshumanización. ¿Quienes somos cuando el mundo que nos rodea desconoce nuestra identidad o la transforma en una alternativa carente de sentido? ¿A dónde nos conduce la convicción del bien y el mal cuando lo moral no es otra cosa que una idea peregrina?

“Maniac” con su discurso coherente y alternativo sobre la búsqueda del sentido a la vida, elabora una convincente concepción sobre el individuo a merced del colectivo que intenta aniquilar la personalidad. Para el argumento, la riqueza, la salud y la prosperidad tienen un precio específico y la búsqueda de la respuesta atraviesa una serie de nociones sobre lo humano que sorprende por su buen hacer. Con su elemento de Ciencia Ficción reconvertido en una excusa para reflexionar sobre temas espirituales más complejos, “Maniac” logra poner el acento sobre sus personajes y lo hace con una acertada comprensión del tiempo y el espacio que avanza en una estructura pseudo comprensible, en medio de los dolores, los sobresaltos y la pesadumbre de una sociedad sometida a cierta abulia cultural que la serie no explica demasiado pero que es evidente en cada capítulo. Tanto Stone como Hill resultan ser brillantes actores dramáticos y hay una profunda comprensión del sufrimiento, la libertad y la aflicción moral que ambos crean desde una persistente concepción sobre lo moral y lo ético, reñido con el mismo propósito de la existencia. Dicho de semejante manera, “Maniac” puede parecer deprimente, pero en realidad es mucho más optimista y llena de vida de lo que podría suponerse a partir de su cuidado piloto. A medida que avanza la trama, la historia se hace desordenada, surrealista, intrigante y sorprendente, pero también emocional y conmovedora. Hay sorpresas y aseveraciones sobre un futuro elaborado y construido a partir de una idea consistente sobre lo humano y lo intelectualmente selectivo, pero la serie evita cualquier elucubración al vacío con un guión brillante, bien construido y lo suficientemente complejo como para sostener su extraña premisa capítulo tras capítulo. Como si se tratara de una ruptura entre lo visible y lo concebible como realidad tentativa, “Maniac” transita un terreno complicado a mitad de camino entre la belleza, el dolor y una compresión del corazón humano casi ridículamente optimista. Quizás, su mayor encanto.

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