martes, 19 de septiembre de 2017

Zombies y comunismo: Todo lo que debes de saber de la pequeña rareza “Juan de los Muertos” de Alejandro Brugués.





La escena es por completo inverosímil: Una multitud de muertos vivientes recorre entre gritos de dolor La Habana. En todas partes, la devastación de la muerte es visible pero también, un paisaje conocido para los viejos veteranos del comunismo, que miran pasar a la horda de monstruos con ojos indiferentes. “Peores cosas se han visto” dice un anciano hosco sentado en una de las calles destartaladas, mientras en una vieja pantalla de la televisión, un periodista de expresión ambigua que “grupúsculos de disidentes pagados por el gobierno de los Estados Unidos” invadió Cuba y por tanto, es necesario que los cubanos patriotas salgan en la defensa “de la Revolución”. Enajenados y torpes, un grupo de ciudadanos de a pie enfrentan la amenaza inminente con utensilios de cocina, piedras y negrísimo sentido del humor. “Son lentos, aguantan mucho el dolor y parece que están drogados, casi parecen cubanos” dice uno de los esforzados luchadores. Es entonces cuando la broma trágica, macabra y astuta de “Juan de los Muertos” del director Alejandro Brugués (2011) se muestra en todo su esplendor.

El cine siempre ha sido una plataforma ideal para la crítica social. No solo tiene la capacidad — como arte, como lenguaje — de expresar ideas complejas de la manera más simple y directa, sino que además, brinda un profundo significado a la imagen como paradigma, como expresión de la cultura e incluso, elemento insustituible dentro de la reivindicación social. Cada cierto tiempo, el cine entonces se transforma no solo en una expresión visual con peso propio: es además, una muestra de esa visión del tiempo que transcurre, una instantánea de la realidad que posee su propio peso y metáfora social.
Quizás por ese motivo, “Juan de los Muertos” sea una de esas pequeñas obras ingeniosas que trascienden lo meramente anecdótico para convertirse en documento y reflejo de la sociedad a la que pertenece. Audaz, creativa y extrañamente surreal, la propuesta de “Juan de los Muertos”, parece recurrir a la Sátira para construir toda una nueva interpretación sobre un tema muy viejo: La situación política, cultural y social de Cuba. En todo su tono burlón y extrañamente ambivalente, es quizás una la crítica más duras que se ha realizado al Estado totalitario. Una visión sentida y sobre todo, poderosa sobre lo que es la vida más allá de la metáfora y los prejuicios que suele provocar el tema cubano. Una crítica que no se toma tan en serio así misma pero que aún así, es tan directa como dura. Tan sentida como elemental.

Con sus buenas dosis de humor ácido y su planteamiento casi sardónico, “Juan de los muertos” podría pasar por una simple jugarreta socarrona sobre los elementos habituales del régimen Cubano. Pero gracias al buen hacer de su director es algo más: desde el antihéroe de pasado tumultuoso hasta la visión de la Habana casi bucólica, enfrentándose a un enemigo inesperado, que aún así, no parece ser peor que la historia reciente de la isla. Con numerosos guiños a la situación local y un lenguaje visual que disfruta de ese híbrido entre la melancolía y la desesperanza de la Cuba actual, Brugués construye un documento visual que habla más de lo esencialmente cubano que de los temores y críticas a un sistema político devastador. De hecho, el director parece tener bien claro que la mezcla de ritmo y temática crea toda una nueva manera de asumir el riesgo de construir un mensaje que supere la mera evidencia de lo real. Inspirado quizás en esa manifestación del cine como mensaje estructurado Brugués insiste que “Casi siempre, cuando ha sido bien hecho, el cine de género ha estado combinado con temática social. Entonces, una de las cosas interesantes de hacer esta película era el subtexto social que podía tocar, porque si no sería una película de zombies cualquiera. Y ya que estaba haciendo una película de zombies en Cuba tenía que tener un subtexto”. Y es que quizás, lo más desconcertante del planteamiento de Brugués sea muy probablemente ese: La visión de la Cuba actual no a través del consabido mensaje político, sino de la reformulación del tópico para adecuarse al mensaje.

Pero más allá de eso, “Juan de los Muertos” es una película de zombies a toda regla. Con sus buenos y malos momentos, su ritmo pausado y su extrañísimo planteamiento, la película rebasa ese límite entre la burla simple y se decanta por algo más mesurado, incluso en los momentos más grotescos. Porque para la película, el zombie solo es la excusa para contar la historia que se entremezcla y aún así, no se disimula el gore, la directa implicación del género de muertos vivientes en la Subtrama. Para el director, la idea de los zombies no es solo la excusa para hablar de la crisis, sino para llevarla a otro nivel, para crear un enorme y complejo ejercicio de imaginación donde los dilemas de la Cuba actual — rota y huérfana en medio de su lenta debacle — parecen construirse por medio del símbolo. ¿Y cual simbolismo podría ser más apropiado que el zombie, para retratar a esa Habana decadente, siempre a medio camino entre la destrucción?

A “Juan de los Muertos” se le llamado facilona, una película sin la mayor consistencia, un juego de discurso que no termina nunca de cristalizar en un mensaje real. Y es que “Juan de los Muertos”, con su sencillez, su ambiente ambiguo y ese elemental juego de ideas, engaña por momentos. Pero más allá del efectismo, la risa y el planteamiento de la sátira por la sátira, Juan de los Muertos es un documento duro sobre una realidad difícil de digerir: Más allá de las risas, de las escenas surreales y del guión casi frágil, el paisaje de la Cuba arrasada, histórica y culturalmente, se dibuja con toda claridad. Y quizás es eso lo más evidente y duro de asimilar en una película que no sólo trata de contar la realidad a su manera — y lo logra — sino que además, deja bien claro que más allá de la carcajada siempre habrá un silencio de pura reflexión. Un leve pendular entre la elocuencia y la visión más dura de la realidad.

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