sábado, 5 de agosto de 2017

Pequeños secretos de las estrellas y otras historias de brujería.




Mi tia E. solía decir que el color rojo era la tonalidad favorita de las brujas. A mi, que me gustaba más el azul marino y una variada tonalidad de verde, no entendía mucho el motivo. Ella sonreía cuando la perseguía por todo el jardín donde colgaba la ropa recién lavada, preguntando todo lo que se me ocurría sobre la rara predilección de las brujas por precisamente ese color.

- Pero a mi me gusta el verde.
- Y eso está bien.
- Soy bruja. O lo voy a ser. ¿No debería gustarme el rojo?
- No, en realidad. Te puedes gustar el color que quieras.
- ¿Entonces?
- ¿Entonces qué?

Me detuve con los brazos cruzados sobre el pecho y muy enfurruñada. Tía seguía sacudiendo las sábanas muy blancas contra la luz del sol. La luz se colaba entre la tela y de pronto, parecía ser oleadas de luz cruzando el verde pespunteado de ocre y dorado del jardín que nadie se ocupaba de ordenar.  Por último, me dedicó una mirada larga y maliciosa. A la distancia, sé que intentaba no estallar en carcajadas, además.

- Para la brujería el color es una manera de entender al mundo y la energía que le rodea. El rojo simboliza el poder de la carne, del espíritu y del fuego que purifica - me explicó - una bruja lleva el color como un estandarte. Jamás lo hace por casualidad.

Eso si que era curioso, me dije mientras tía tomaba la cesta de ropa vacía y avanzaba por el jardín hacia la casa. Me apresuré a seguirla. Su vestido blusa azul, empapada de agua por algunas partes y llena de tierra húmeda, tenía el aspecto de una flor frágil.

- Pero tu no estás vestida de rojo - le dije.
- No ahora.
- ¿Y por qué azul?

Se detuvo. Cuando mire hacia arriba para sostener su mirada, el azul de la tela de su blusa se confundió con la caliente bóveda celeste sobre su cabeza. Azul y azul, pensé. Había algo plácido en esa superposición de colores y brillos.

- Porque me gusta - soltó una pequeña carcajada cuando puse los ojos en blanco - pero sí, tienes razón. Como buena bruja, uso los colores por lo que simbolizan y lo que necesito me recuerden. Es algo muy antiguo. Una decisión que procede un lugar de tu mente donde todo es muy antiguo y singular.

La casa nos recibió con su mezcla de aromas habituales: Albahaca, romero y algo más fresco que podría ser limón. Tuve un pensamiento espontáneo: Verde. Solo verde en esta sensación fresca y recién nacida.  Mi tia me dedicó un guiño cuando entramos en la cocina y se lo conté.

- El color ha sido por siglos la forma de representar ideas y emociones. Es un método sencillo y rápido. Y la Brujería lo usa de la misma manera para la magia y la capacidad para atraer y concentrar tus pensamientos en un propósito - me explicó - Una bruja sabe que cada color que lleve en su ropa, en su maquillaje de usarlo o cualquier cosa que forma parte de su vida, está hablando y recordando ciertas ideas. Es una especie de puerta abierta hacia una serie de percepciones sobre lo que te rodea muy interesante.

La miré mientras tomaba algunas legumbres y un trozo de carne comenzaba a cortarlas sobre la mesa de la cocina. De pronto, todo lo que me rodeaba parecía brillar por tonalidades ricas y vibrantes: el marrón lustroso de la madera, el blanco impoluto de las cortinas de la ventana, el rosa cremoso y rojo vibrante de la carne. Un poco confusa, tuve la sensación que todo lo miraba por primera vez. Como si descubriera que el color era una presencia viva y apetitosa a mi alrededor.

- ¿Y por qué a las brujas les gusta el rojo? - volví a la carga.

Esa idea me molestaba y me intrigaba a la vez, aunque no sabía el motivo. Tia movió el cuchillo y cortó con cuidado las rodajas de la cebolla que sostenía. El olor picante se extendió por todos lados. Me froté los ojos con ambas manos. El color a mi alrededor fluctuó y se hizo más intenso en medio de los manchones borrosos de mis parpadeos.

- En Italia, las brujas suelen decir que cada una de nosotras nace con un color que la define y que forma parte de tu percepción del mundo. Como si se tratara de una señal de identidad, un nombre misterioso que te acompañaría cada día de tu vida. Y también, de alguna forma, mostraría el mundo quien eras tu.

- Ohh ¿Como un superpoder? - dije muy entusiasmada. Con nueve años seguía convencida que la magia era un asunto de grandes poderes y unas pocas palabras bien escogidas y no perdía oportunidad para deleitarme con la idea - ¿Un color te da poder?

- Un color te ayuda a observarte mejor - me corrigió tia. Terminó de cortar la carne y las legumbres y las ordenó en pulcros cubitos sobre la mesa - el color es un código, un símbolo, un mensaje directo. Y las brujas lo utilizan para tomar todos los espacios de su mente y comunicar una idea. Por eso es importante.

La verdad, no entendía mucho lo que tia intentaba explicarme. Con todo, de inmediato me puse a imaginar a una mujer con un bello vestido rojo caminando entre las calles atestadas de un cuerpo antiguo. No había nadie que pudiera dejar de mirarla o admirarse con ella. La mujer en mi mente sonreía, toda libertad y poder, abriéndose paso entre la multitud. Pero había algo erróneo en la imagen. Algo que no encajaba en lo que hasta entonces había visto en casa.

- ¿Y por qué nos vestimos de blanco para las celebraciones y rituales? - pregunté de pronto - Nadie va de rojo o verde o cualquier otro color a los rituales. ¿Por qué blanco?

Recordé que las monjas bigotonas que dirigian el colegio donde estudiaba, solían decir que vestir de blanco era símbolo de pureza, aunque jamás me habían explicado con exactitud en que consistía esa cualidad inmaculada. ¿Sería por ese motivo que las brujas vestían de Blanco?

- La brujería no te juzga ni emite opiniones sobre como te comportas. Las brujas son responsables de sus decisiones y sus acciones, por tanto no celebramos ni censuramos comportamiento alguno - dijo mi tia cuando se lo pregunté - a nadie se le exige "pureza" de palabra o de obra ni tampoco se le "castiga" por no mostrarla. Vestimos de blanco porque es el color que contiene todos los colores. Es la máxima cualidad de la luz, la belleza y al sabiduría.

- ¿La luz? - pregunté perpleja. Tia sonrío.
- Las brujas creemos que el mundo se creó a través de una gran explosión de luz y conocimiento. Eso es una metáfora para demostrar que el mundo existe desde el mismo momento en que la mente humana pudo comprenderlo. Y esa luz radiante es el conocimiento. ¿Lo imaginas? Un primer momento de todo lo creado lleno de un resplandor brillante y que eso sea conocimiento. Poder puro. Sabiduría. Nacer a la luz por todo lo que puedes aprender y comprender.
- Y vestimos de blanco por eso.
- Vestimos de blanco para celebrar que la luz es un simbolo del conocimiento, de avanzar en la oscuridad.  Cuando invocamos a la Luna Llena o celebramos el sol, lo hacemos para agradecer ese despertar al conocimiento.

Recordé el circulo de mujeres de mi familia en el jardín, alrededor de un circulo de velas blancas. Todas llevaban vestidos blancos atados a la cintura y ellas mismas, parecían pequeñas llamas en medio de las sombras de la tarde. La emoción me saltó en el pecho.

- ¿Y como sé cual es mi color? - superpoder, quise decir. Pero preferí callarme. Tía me miró con la ceja enarcada.
- ¿Cual te gustaría que fuera?
- ¿Así de simple?
- Así de simple.

Pensé en todos los libros que me gustaría leer y que no podía, el sonido azul de las hojas al pasar. O lo rápido que soñaba con correr para no sentirme tan torpe y pequeña, ese resplandor amarillo de la agilidad y la fuerza física. O los sueños en que volaba a través del cielo, me elevaba hacia las estrellas y me perdía en medio de su brillo púrpura. Sacudí la cabeza y me encogí de hombros. No entendía muy bien aquel barullo de pensamientos así que no pude decirme por ninguno.

- No es necesario que me lo digas ahora - dijo tia - pero quizás es que tampoco haya nada que decidir. las brujas hungaras creen que todas las brujas tienen un color distinto en cada momento de su vida.

Parpadeé. Tuve una imagen extraña y divertida de una mujer con un traje multicolor paseando de un lado a otro en una bonita ciudad muy parecida a la mia. Reía, con un maquillaje perfecto y color incluso en las uñas de las manos. Sonreí por la escena.

- ¿Y somos muchos colores?
- Somos muchas formas de mirarnos a nosotras mismas - dijo tia. Tomó la comida troceada y la echó en la olla con un gesto firme - Las brujas siempre están llenas de deseos, pensamientos, ideas. Son osadas y audaces, nada las detiene. O ellas están convencidas que nada podrá hacerlo, que es incluso más importante. Las brujas son mujeres árboles, mujeres sol, mujeres cuervo, mujeres roca, mujeres luz. Mujeres de verde curativo, de rojo pasional, de blanco sabio, de amarillo de poder mental, del azul de la calma y la paciencia. Hay cientos de emociones y conocimientos que se mezclan en nosotras. Somos viejas y jovenes, frágiles y fuertes, mortales y trascendentes. Hay cientos de historias en nuestras manos y nuestra mente. Por eso quizás, el color llega a nuestra vida a medida que lo necesitamos. Que el conocimiento que aspiramos, nos envuelve.

Me gusto ese pensamiento. Suspiré y tuve la sensación que todos los colores de la cocina, con sus conocimientos y pequeños secretos me rodeaban y me levantaban del suelo. Me hacían flotar en una percepción muy clara de mi misma. Un poder extraño que sólo empezaba a comprender, quizás.

- ¿Y por qué rojo tía? - volví a preguntar. Esta vez la tia soltó una carcajada fresca, dura y sin ninguna inocencia. Cuando me miro, me sentí por primera vez en mi vida, una mujer.
- Las brujas aman el poder más misterioso de todos - dijo. Miró el fuego de la hornilla con los ojos entrecerrados, como si se deleitara con su rojo encendido y peligroso - el que te quema sin dejarte marca. El que quema y te recuerda el valor de cada día.
- ¿Y que poder es ese?

Me miró de nuevo. Otra vez con ternura y cariño. Y volví a hacer una niña de nuevo.

- Ya lo descubrirás.

***

Sonrío, recordando esa conversación - lejana, idealizada - mientras camino por la calle. Llevo un vestido corto y de color rojo carmesí, el cabello suelto, el sol me golpea la cara. Y sonrío, con el aire caliente del verano golpeándome las mejillas, una sensación extraordinaria de vida llenándome el pecho. Viva tan viva. Viva para sonreír y para reir. Para paladear el aroma de la ciudad que me rodea. Viva en esa magia tan antigua como poderosa que todos sentimos alguna vez.

Él sonríe cuando me acerco a la mesa. Se levanta, me toma de las manos y de pronto, el mundo es rojo. Un rojo vivo, quemante, todo luz. Rojo que me recuerda el origen de cientos de ideas y cosas.

La magia más antigua de todas.

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