viernes, 25 de agosto de 2017

Una recomendación cada viernes: The Obelisk Gate de N.K Jemisin. (Novela ganadora del premio Hugo 2017)




La ciencia ficción es un terreno aún inexplorado y lo es por su capacidad mutable de transformar su propuesta a medida que la visión sobre la fantasía, la especulación y la percepción sobre la identidad humana trasciende a la mera conclusión histórica. Una y otra vez, el género parece asimilar los cambios culturales y sociales desde una perspectiva amplísima sobre sus posibilidades y sobre todo, su trascendencia. El resultado es un punto de vista sobre la incertidumbre del futuro a mitad de camino entre el asombro y el temor.

Para la escritora N. K. Jemisin el dilema sobre la ficción especulativa se basa justamente en esa noción perpetúa sobre la individualidad que se transforma. En su novela “La Quinta Temporada” del 2015, la autora reflexiona sobre las esperanzas y temores universales desde cierta distancia emocional. Aún así la novela, es un triunfo de la imaginación, con una propuesta compleja que se sostiene sobre la visión del hombre como promotor de cambios y transformaciones complejas en una dimensión casi maravillosa sobre la realidad. No obstante, en “The Obelisk Gate”, inmediata continuación de la novela anterior y ganadora del premio Hugo como mejor obra de Ciencia ficción del año 2017, la escritora alcanza un nuevo nivel de percepción y especulación sobre el yo colectivo que sorprende por su impecable poder para cautivar. Para Jemisin, la comprensión sobre la naturaleza del hombre y su circunstancia va más allá de sus dolores y tragedias, por lo que convierte a cada una de sus historias en un extraño recorrido a través del tiempo y el concepto del individuo como ente transformador. En medio de un paisaje perpetuamente apocalíptico — que puede o no ser nuestro planeta, para Jemisin no parece ser de real importancia el extremo — hay una idea consecuente y poderosa sobre el propósito de la existencia. Una forma de asumir el peso de la historia, de la versión del tiempo y los espacios que se entremezclan entre sí, para asumir una idea sobre quién somos y cómo nos comprendemos a través de nuestras pequeñas decisiones invisibles. Para la escritora parece ser de enorme importancia la percepción de la individualidad — y como aspiramos a ser comprendidos — para construir una idea más profunda sobre la sociedad y la cultura. Un insistente recorrido por la psiquis colectiva como forma de expresión y de análisis de nuestros dolores y terrores sociales.

Los mundos de Jamisin son lugares inhóspitos, repletos de personajes duros y hostiles llevados por el odio, el miedo y la decepción. Cada uno de sus libros, pondera sobre la capacidad del bien y del mal para moldear la conducta humana, pero bajo el dilema ético, parece más interesada en analizar las formas y sustratos de las grandes preguntas existenciales a través de la fantasía. Y lo logra, a través de una mirada perenne de puro asombro sobre la condición humana — todos sus personajes están llenos de amor pero también, de violencia, odio y un profundo temor al desarraigo — que crea un mapa de ruta hacia un profundo sufrimiento privado que une al cúmulo de historias como hilos subyacentes de pura alegoría. Con su ritmo lento y comedido, Jemisin avanza entre dimensiones de la naturaleza de hombre por el hombre. Lo hace además con una convicción evidente y profunda sobre lo moral y lo doloroso que asombra por su precisión y buen hacer. Para la escritora, los mundos distantes y anónimos son tan importantes como los complicados paisajes de la mente y el comportamiento humano. Y ese quizás es su mayor triunfo.

Para su Trilogía de la Tierra Fragmentada— aún incompleta — Jemisin imagino un mundo en el que ocurren periódicamente colosales catástrofes medioambientales que devastan hasta los cimientos de la civilización, por lo que cada cierto tiempo, la tierra y la cultura de “Quietud” — el planeta desconocido escenario de todas las líneas narrativas — debe reinventar su propia identidad cada cierto tiempo. Se trata de una visión sobre la épica y las transformaciones, asumida desde la distancia del dolor y la angustia existencial. Pero sobre todo, Jemisin concibe el futuro como una amenaza plausible: Tanto en la “La Quinta Temporada” como en “The Obelisk Gate” los personajes deben enfrentarse a un planeta capaz de convertirse en un peligro latente y real a la menor provocación. Un ciclo destructor que no sólo parece amenazar la supervivencia de la especie — en ambos libros se plantea la posibilidad que una definitiva debacle que destruya cualquier vestigio de vida — sino también, la percepción misma de la permanencia. ¿Quienes somos cuando la fugacidad de nuestra existencia sobre cual se sostiene toda nuestra visión del futuro? ¿Cómo nos comprendemos desde la vulnerabilidad como toda respuesta a la incertidumbre?

Por supuesto, también se trata de una percepción más compleja sobre la noción del individuo como elemento sustancial de la sociedad: Los habitantes de “Quietud” se dividen en razas y castas. Entre ellos, “oregenes” son quizás los que cargan con una responsabilidad mayor que cualquier otra: tienen la capacidad de sentir, anticipar e incluso detener los desastres naturales que anteceden a la gran devastación. No obstante, no es un don fácilmente comprensible y mucho menos controlable, lo que hace que los oregenes deban enfrentarse a la desconfianza general de sus vecinos y el resto de los sustratos sociales que habitan “Quietud”. No obstante, más allá de la noción sobre la responsabilidad del poder y la percepción del miedo como una forma de restricción moral, la escritora parece más interesada en lidiar con los prolegómenos del poder y los mecanismos de control de las relaciones sociales, que otra cosa. Además, crea una interpretación general sobre la discriminación y el racismo tan perturbadora como dolorosa. Contradiciendo la percepción popular que tacha a la Ciencia ficción como una evasión a los conflictos reales de la época a la que pertenece, Jemisin juega con el concepto de la diferencia para crear una inquietante visión sobre el prejuicio de enorme efectividad. Para Jemisin, la idea de la fantasía como una forma de expresión sobre debates de enorme envergadura social, plantea la dimensión y la profundidad de la imaginación como un reflejo eventual de conflictos reales y de considerable complejidad.

Tal vez por eso, Jemisin opta por alternar los puntos de vista entre personajes y voces narrativas para crear un panorama completo que analiza y reflexiona sobre las alternativas y dolores del poder. La visión sobre la comunidad pero sobre todo, la comprensión sobre el tiempo y la estructura del cambio como una noción de forma y concepto de un mundo estructuralmente viable, crean una percepción sobre la amenaza, el peligro y el miedo por completo distinta. Jemisin se esfuerza en analizar los mecanismos de poder, pero también de abordar la percepción sobre la identidad desde la periferia. El mundo que la escritora describe tiene una enorme riqueza en detalles y percepciones sobre la realidad: con la misma noción del continente único de Pangea pero sobre todo, la amenaza — probable e insistente — de catástrofes geológicas masivas, “Quietud” es una combinación de una tierra ideal con una visión sobre el terror colectivo a un posible apocalipsis venidero. Y mientras que en “la Quinta Temporada” Jemisin parecía más preocupada por analizar la alternativa de la esperanza, en “The Obelisk Gate” la percepción sobre el desastre inminente se hace más dura de asimilar, pero sobre todo más complejo.

Además, The Obelisk Gate tiene la particularidad de crear un mundo propio. No tiene relación ningún otro universo imaginario y quizás, ese sea uno de sus puntos más fuertes: la noción sobre la sorpresa y la maravilla parecen construidas a partir de un paisaje por completo nuevo. Jemisin incorpora elementos sociológicos y antropológicos africanos e incluso asiáticos, lo que hace que la mixtura y el poder de evocación de sus historias sean por completo nuevas. A pesar de eso, en este mundo radicalmente imaginativo, los conflictos son por completo reales y contemporáneos. Jemisin plantea cuestiones sobre la convivencia, la estructura de poder, la tolerancia y el miedo desde un patrón insistente de la normalidad imbuida en medio de un elegante escenario de ciencia ficción. La combinación resulta asombrosa pero también, profundamente poderosa. Cada cuestionamiento parece anudarse a una percepción sobre la moral y la comprensión de la ética profundamente significativa. De la misma manera en que antes lo hizo Tolkien — con sus héroes idealistas y su visión sobre la realidad compartimentada en pequeñas alegorías enorme profundidad — Jemisin crea una realidad alternativa en la que la poderosa versión sobre los conflictos humanos toma una inédita relevancia. Como percepción insular de la sociedad, la fantasía tiene la capacidad de reflejar y reconstruir lo que asumimos evidente en algo mucho más profundo y sustancioso. Una forma de madurez argumentativa en la que la Ciencia Ficción se convierte en un cuestionamiento constante sobre la madurez de nuestra sociedad. Además, es una percepción independiente y radical sobre lo que la especulación puede ser como expresión cultural. Para Jemisin, la importancia de la especulación parece basada en la necesidad de analizar un espíritu colectivo y los infinitos vínculos que une y sostiene la identidad humana. Una y otra vez, la Trilogía de la Tierra Fragmentada — pero sobre todo, la exquisita novela “The Obelisk Gate” — intenta recrear la percepción sobre el desastre inminente desde la óptica de la sociedad que eliminar al diferente para satisfacer sus propias debilidades. De la aventura de una sociedad dividida a una comprensión de lo moral como una idea aleccionadora, Jemisin logra captar la constante preocupación sobre las posibilidades de supervivencia que pueden transformar una sociedad. Una forma de belleza que convierte a la por ahora trilogía incompleta, en una inspirada reflexión sobre lo poderoso de la naturaleza de hombre como expresión de dolor y esperanza. Quizás el objetivo de otra obra de Ciencia Ficción.

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