jueves, 20 de marzo de 2014

La historia Muda: El Chavismo que intenta sobrevivir a Chavez. La ideología sin nombre.




Hace casi una semana, mi amigo Felipe (no es su nombre real) fue agredido durante una de las tantas jornadas de represión que padeció Plaza Altamira. Resultó golpeado y con dos dedos de la mano derecha fracturados, luego que un funcionario de la GNB lo confundiera con un manifestante y le arrojara al suelo, donde fue pateado hasta casi quedar inconciente. En medio de la confusión, logró escapar y llegar a lugar seguro. Según sus propias palabras, lo que vivió no resultó tan grave como pudo haberlo sido: "No me detuvieron" insiste con cansancio, algo que al parecer para él es un consuelo.

Lo es porque Felipe trabaja en la administración Pública y de resultar detenido su situación pudo haber sido considerablemente peor de cara incluso a su estabilidad laboral. De hecho, ahora mismo y solo por sufrir una agresión, es bastante delicada: Cuando intentó que el Seguro Médico cubriera los gastos  de las lesiones, de inmediato recibió una notificación donde se le explicaba que "era mejor" no lo hiciera. Su historia sobre lo ocurrido fue recibida por el departamento de Recursos Humanos de la dependencia Ministerial donde trabaja con mucha desconfianza. Insistieron en dejarle claro lo grave que era "encontrarse en un núcleo Fascista" y que "acusara a un Soldado de la Patria" de una agresión como la que sufrió. Felipe, intentó explicar al funcionario que le atendió que todo se trató de un momento confuso, en medio de la multitud que corría asustada y las bombas lacrimogenas, pero finalmente, fue acusado de "colaborar con la derecha". Cuando conversamos, hace un par de días, estaba convencido sería despedido, incluso cuando desistió de utilizar el seguro médico e incluso de hacer una denuncia judicial sobre lo ocurrido.

- Toda la gente con quien trabajo sospecha de mi - me explica. Su voz cansada tiene un tinte de pura angustia que me desconcierta - no quieren saber sobre nada de lo que sucedió y algunos me han pedido no les hable mientras estemos en la oficina. Así es el ambiente que se vive ahora.

Felipe es Chavista. No Madurista, como me insiste con frecuencia. Comenzó a trabajar en la Administración publica durante el segundo mandato de Chavez y de pronto comenzó a disfrutar de una improbable bonanza económica. La prosperidad que le brindó su fidelidad con el gobierno se tradujo en toda una nueva postura política, en apoyo incondicional a toda maniobra oficial y además, una convicción casi religiosa en la ideología de la llamada "Revolución" chavista. Pero con la muerte del Presidente Hugo Chavez, las cosas parecieron cambiar un poco. Felipe siguió siendo un entusiasta chavista, aunque no se encontraba muy convencido de la escogencia de Nicolas Maduro como sucesor político del difunto Presidente. Pero aún así voto por la opción Chavista en las elecciones presidenciales de Abril 2013 y también celebró el triunfo de Maduro, aunque no con tanta sinceridad como solía celebrar las victorias electorales de Chavez. Ya por entonces, la visión de la Revolución roja parecía inclinarse un poco hacia otra nueva interpretación de la política "del pueblo". Felipe fue uno de los sorprendidos por el pequeño incidente de la toma de posesión de Nicolas Maduro, cuando un espontáneo le arrebató el micrófono y gritó alguna consigna de apoyo. En el pasado, el mismo individuo había llevado a cabo la misma proeza durante una alocución de Hugo Chavez Frías, que lo ignoró por completo. Pero Maduro no solo se quejó en público sino que además hizo encarcelar al audaz, que además resultó ser un joven con problemas mentales. Una escena pequeña, casi anecdótica, pero que parecía decir mucho del recién estrenado Presidente.  En esa oportunidad Felipe me comentó que le parecía "exagerado" pero después insistió en "había que obedecer" la ley. No respondí nada, aunque el incidente y la reacción de Nicolas Maduro, me alarmó. Me pregunté si el talante del nuevo Funcionario a cargo de continuar el "legado Chavista" era mucho más duro y agresivo de lo que había sido el de su antecesor.

A la vuelta de varios meses, Felipe comprobó en carne propia la visión del Poder de Nicolas Maduro. Nos encontramos en su casa, en donde se encuentra recluido luego que recibiera una notificación de su superior directa en la cual se le informa "fue suspendido en sus funciones" por una averiguación "administrativa". Felipe tiene miedo pero también está profundamente enfurecido. Pero más allá de todo eso, se siente directamente decepcionado. Para él, lo ocurrido, es una traición al legado Chavista, a la visión del "Comandante Supremo" sobre la inclusión.

Lo escucho, conteniendo mis propios argumentos. Quisiera recordarle la lista Tascón, que dejó sin empleo a cientos de Venezolanos debido a sus opiniones politicas, las jornadas que siguieron a las elecciones presidenciales, donde un grupo de funcionarios públicos fueron despedidos por expresar su parecer sobre la situación en sus redes sociales, las cientos de denuncias de exclusión y abuso de poder que se acumulan contra las instituciones chavistas. No lo hago. Probablemente él ya lo sabe. Incluso, supongo que estaba al tanto como yo que eran ciertas. No obstante, ahora esa realidad sinuosa, extrañamente anónima, lo incluye, es parte de su vida. Cuando le pregunto que piensa, mueve la mano inmovilizada con un gesto lento y borroso.

- No es tan sencillo: el mundo de la administración pública no es como el privado y eso es normal, dependes del Gobierno y se te exigen ciertas cosas - me explica - pero nunca pensé que pudiera ser de esta manera, que simplemente pudiera...

Silencio. Miro su apartamento, un lugar bonito y cómodo que pudo comprar gracias a un generoso crédito bancario, las fotografías de sus recientes viajes, esa aroma de prosperidad que muy pocos Venezolanos disfrutan actualmente. Y sé que siente miedo, que de pronto, para Felipe todo no se resume a la idea política sino a algo más sustancial y peligroso, quizás. Asumir que el poder en Venezuela se ejerce con puño de hierro, que el limite entre Estado y Gobierno se desdibujan peligrosamente en beneficio de la ideología. Felipe me mira cansado, agobiado, cuando se lo comento.

- No sé que hacer - me comenta, y lo hace con total sinceridad - no sé que va a pasar ahora.

Ni yo tampoco. Cuando nos despedimos, la pregunta que parece flotar entre ambos parece resumir no solo el miedo que siente Felipe sobre su futuro inmediato sino mi propia visión sobre lo que ocurre, que a través de él, parece ser más evidente y preocupante que nunca ¿Qué ocurre en Venezuela?


Julia (no es su nombre real) es chavista incluso antes de que el chavismo existiera, me insiste siempre entre risas. Y es verdad: cuando eramos compañeras de campus y salón en la Universidad, Julia era una convencida del discurso reivindicatorio, de la justifica social y la lucha de Clases. Además, convencida feminista, su lucha cultural tenía mucho de emocional, visceral. Con la llegada de Hugo Chavez al poder, Julia se sintió parte de una transformación histórica y a pesar de su desconfianza inicial por el Uniforme militar, se unió gustosa a toda esta nueva política de la Inclusión que prometía reconstruir a Venezuela desde sus bases. Quince años después, Julia aún viste de rojo y lucha como puede contra la exclusión social, pero no se llama así misma Chavista.

- Eso ya no existe - me dice. Aprieta los labios, se le ve agobiada y cansada. Nos encontramos en su oficina del centro de la Caracas, donde atiende como abogado a clientes que nunca llegan a pagarle, que lo hacen regalandole comida e incluso ropa. Julia los atiende a todos, con la buena voluntad del convencido, pero está exhausta, herida.
- ¿Crees que no sobrevivió a Maduro?
- El Chavismo murió antes que Chavez - me responde. Y es extraño me lo diga: hay una enorme fotografía del Presidente fallecido en su oficina, colgado en la pared sucia como un Santo inverosímil. En la imagen se le ve delgado y nervioso: lleva la banda presidencial, traje y corbata. Reconozco la fotografía: inmortalizó la primera presidencia de Chavez en una única captura. La miro, asombrandome de lo joven que se veía el llamado "Comandante Supremo" por entonces y del hecho que quince años después, una de sus fervientes partidarias no solo lamente su muerte, sino la del ideal político que el lider carismático encarnó. Julia también lo mira y la noto tensa, nerviosa.
- ¿Como legado político o simplemente como ideario cultural? - pregunto.
- Murió como una propuesta política que estaba tan relacionada con su lider que dificilmente pueda tener consistencia sin su presencia física - responde - coño, no es tan complicado. Chavez creó a su alrededor una plataforma política basada en su manera de ver el mundo. Eso fue necesario mientras la revolución se construía pero...

No respondo. Recuerdo que cuando Chavez enfermó y en medio de la incredulidad general, Julia se preocupó precisamente por lo que podía significar su ausencia física. Recuerdo que conversamos sobre el tema y varias veces me insistió: "Si Chavez muere, será el desastre". Nunca entendí muy bien su argumento - probablemente se debió a que no pensaba realmente que Chavez pudiese morir -  hasta vivir el turbulento gobierno de Nicolas Maduro. Julia suspira cuando se lo comento.

- Chavez asumió toda la responsabilidad de encarnar su proyecto. El Venezolano es emocional y politicamente infantil, imagino que intentó aglutinar esa visión del lider como el Mesias, el padre sustituto - me explica - pero necesitaba más tiempo, para construir el proyecto sobre las ideas, para mostrar la Revolución como un conjunto de ideas. Ahora mismo, la Revolución es el miedo de perder lo que se tiene, el recuerdo del lider muerto. No prosperará algo así.

Lo que me comenta me parece confuso y hasta desconcertante, pero finalmente tengo que aceptarlo. De hecho, la presencia de Chavez es omnipresente en todas partes, no solo en la visión Chavista, sino en el discurso opositor. A un año y pocos meses de su muerte, Chavez continúa dominando la escena política. Su sucesor, desdibujado y torpe, parece diluirse en su enorme presencia.

- No solo eso: Chavez no dejó directrices claras de un después. El proyecto tiene raíces socialistas, pero en realidad es un híbrido de ideas humanistas que se está desvirtuando - me insiste - no es esto por lo que voté.

En realidad, la Venezuela del 2014 no el proyecto político por el que buena parte de Venezuela votó. Durante las elecciones del 1998, Chavez a pesar de su verbo encendido y su propuesta de Refundar la República, ofrecía una conservadora visión de Centro Izquierda. El socialismo vino después, aupado por el electorado fiel y la aclamación callejera. Julia me escucha en silencio cuando se lo comento.

- Se cometieron errores - admite - Chavez improvisó, maniobró lo mejor que pudo entre radicales, los poco convencidos y la adoración popular. Pero esto...

Con "esto" se refiere a lo que justamente está ocurriendo en las calles ultimamente. Julia ha recibido a docenas de victimas que necesitan un abogado que no pueden costear. La mayoría Chavistas, son los heridos, los agredidos anónimos de la protesta callejera y que no confian en los recursos de "derecha" para ejercer su legítima defensa. Julia me habla de heridos, de palizas públicas, de toda una serie de hechos violentos que la dejan abrumada, preguntándose a quien ayudó a llegar al poder.

Porque Julia votó por Maduro con toda la buena fe de su visión de construir la llamada "Patria Grande", ese concepto brumoso que parece abarcar los logros chavistas en una visión de futuro imprecisa. Pero aún no entiende muy bien en que momento la linea general impuesta por Chavez se desvirtuó, se convirtió en algo más. Caminamos juntas por el casco histórico, plácido y radiante bajo el sol de la tarde. Engañosamente tranquilo.

- Gravísimo lo de la Represión desmedida, las violaciones a los DDHH, la violencia sin control en las calles - me explica. Julia escucha con incredulidad los informes de la Fiscalia y la Defensoria y poco a poco, comienza a tomar conciencia que el manejo del poder es partidista. Nunca lo aceptó antes, siempre defendió lo que mejor pudo la manera de gobernar de Chavez, personalista y autocrática. Pero "esto", me repite, es "demasiado".

- No sé a donde iremos a parar - comenta. Suspira, sacude la cabeza - no sé que pasará en este País.

Tampoco tengo la respuesta. Y es que quizás, me digo con un escalofrío, mirando el rostro cansado de Julia, su pequeña oficina desordenada y más atrás, la Caracas que parece flotar en la ventana abierta, eso sea lo más preocupante.


Una idea de país cada vez más rota, signada por la ideología del revanchismo. De la exclusión y la violencia como lenguaje político. Un país en plena transformación.

C'est la vie.

5 comentarios:

Paperback Writer dijo...

Excelente...

Daro dijo...

Gracias por conversar con adeptos al oficialismo y plasmarlo en palabras. Admiro la manera cómo callas los argumentos que todos conocemos para intentar cambiar de opinión al otro, cuando en realidad lo que generalmente logramos es que todos nos radicalicemos más. Tengo amigos que apoyan a este gobierno, y no he hablado con ellos en un buen rato, porque no confío en mi misma para callar los argumentos que en medio de una amistad tan polarizada políticamente podrían ser muy dañinos para ambas partes. Gracias a ti por poder conversar sin intentar imponerte, y traerlo por escrito a través de este blog. Realmente te admiro mucho por eso.

Ella dijo...

Te leo, y es lo que siento en la calle. Una gran angustia, una gran incertidumbre. Si saben o no los acontecimientos represores y las múltiples rupturas del ya fragmentado hilo constitucional o no, no importa. Se lee en sus caras. No se sabe. Nadie sabe. La incertidumbre es la clave de esta nueva etapa desbocada, equivocada, desplazada a la sombra de la ilegalidad.

RAFAEL REVERON-POJAN dijo...

Excelente texto... Las historias, el contexto... La justa medida. El escuchar también es una manera de acompañar y de exponer nuestro punto de vista.

Sergio Bleda dijo...

Tremendo. Gracias por contarlo.

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