martes, 30 de noviembre de 2010

Sobre el Laberinto y otros simbolos de pensamiento creativo


“En la soledad del hombre siempre se recrea el laberinto”. (Paolo Santarcangeli).

Origen:

¿Cuándo comienza a aparecer la imagen del laberinto? ¿Cómo y porqué se origina esa figura que ha obsesionado a los seres humanos desde que su conciencia está despierta? Como pocos símbolos el laberinto arrastra una historia tan antigua, que se relaciona en principio con dos figuras más antiguas aún como son la espiral y los meandros. Ninguna de éstas es aún un laberinto (pues no existe en ellas un centro al cual llegar) sin embargo el motivo del recorrido tortuoso, en el cual es fácil perderse, comienza a dibujarse. Y finalmente llegar a un destino exitoso, el centro de todas las ideas. El equilibrio absoluto.

El Laberinto clásico se nos presenta así como el arquetipo de la situación en la cual es fácil entrar pero difícil salir. Como bien sabemos la vida en sí es un camino tortuoso, donde caminar por él sin guía es a menudo un Infierno, el cual culminaría cuando lleguemos al centro y alcancemos la iluminación. Por esto el laberinto conlleva la idea de peregrinación, a menudo impedida, donde lo que buscamos es volver al útero materno homologado a la idea de caverna, círculo y finalmente centro, que sería el origen.

Y es en ese centro donde espera nuestro monstruo, el Minotauro o bien la figura con cuernos que asociamos al diablo, que más bien parece un dios de la fertilidad desbocado, nuestro maligno doble, nuestra sombra... Si algo hemos aprendido en ese peregrinaje, ese centro de horror será un árbol, una fuente, una flor (“Rosa mística, dulce oscuridad”), un castillo o una ciudad a menudo amurallada.

Así, el laberinto se asocia, tanto a los ritos de fertilidad como al culto a los muertos, pues es un camino para vivos y también para muertos. Aparece como un mapa del más allá que le permite al alma llegar al centro y poder reencarnarse. Impide la entrada de los malos espíritus que según los chinos sólo pueden volar en línea recta. En Europa, los ritos laberínticos relacionados con la fertilidad adoptaban la forma de danza (la danza como el juego más serio de todos, donde nos jugamos la vida, ya sea física o espiritual, recordemos las danzas taurinas en Cnosos, patria del más célebre laberinto). En Inglaterra se utilizaban laberintos de hierba (llamados turfs) en los festivales primaverales de Pascua y del 1° de Mayo. En Finlandia y en Suecia se fabricaban laberintos llamados Jungfraudanser o danzas de la Virgen donde los jóvenes debían ingresar para rescatar a una muchacha aprisionada en el centro.

Como en un eterno esquema circular, el laberinto se relaciona con diversas figuras: “las vueltas y revueltas de lo desconocido, la variedad infinita de los bosques en su monótona similitud, los senderos de las montañas y las constelaciones”. Según Waldemar Fenn, ciertas representaciones de laberintos circulares o elípticos, en grabados prehistóricos, podrían ser diagramas del cielo, imágenes del movimiento aparente de los astros.
También el laberinto resuena desde nudos y serpientes, portadoras de sabiduría, desde los mandalas antiguos y modernos (laberintos como dobles de los rosetones en las iglesias góticas), desde nuestra propia caverna que guarda los intestinos, casa de las entrañas y de la sinceridad. El laberinto es una figura que ha acompañado a la humanidad desde sus inicios.

El laberinto es a fin de cuentas un espacio imaginario, pues no puede ser contemplado en su totalidad desde su base; lo que hace ser a un laberinto es el muro que delimita lo externo de lo interno. Siempre lo recreamos viéndolo desde arriba (así por lo demás se descubre su secreto) porque en realidad sólo construimos ese espacio recorriéndolo. Un laberinto no es tal si no participamos del juego, pues aunque se encuentra abierto a la interpretación, su secreto es siempre cerrado y personal.

Si vemos al laberinto como una gran figura que implica conocimiento, como una representación de una forma de pensar o una narrativa, encontramos que “cada actividad que implique conocimiento, implica también un laberinto”. Una manera de crecimiento espiritual.

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