sábado, 10 de diciembre de 2011

Carta al niño Jesús





Querido Niño Jesús:

Te sorprenderá que te escriba, después de haber dejado de hacerlo por...¿Quince? ¿Veinte años? Ni recuerdo cuantos son ya, pero si sé que ha pasado demasiado tiempo desde que te confié mis sueños y pequeños deseos. Ahora soy una mujer, ya en los treinta y los regalos que quiero ya no son la bicicleta blanca o el equipo de laboratorio de juguete. En realidad, no sé que podría pedirte.

Tal vez niño Jesús, podría pedirte fe: en mi misma, en todos las cosas que hago, en mis planes presentes y futuros. Pero creo que antes que pedírtela, tengo que empezar a confiar yo misma en todo lo que hago. Soñar en grande, crear con furia y pasión. Destrozando todo para construirlo otra vez. De manera que no te pido Fe, porque de alguna manera, la tengo, el nerviosismo y la emoción de comenzar otra vez.

Pensé también en pedirte esperanza, pero creo que siempre la he tenido. En mis decisiones, en mi país, en el camino que estoy recorriendo. Me he equivocado mucho y seguiré haciéndolo, pero también he aprendido muchísimo y eso es lo que hace que la esperanza siempre esté muy cerca de la superficie en mi mente, dibujando las nuevas ideas, dándole sentido a muchas imágenes que espero serán realidades. Así que tampoco pediré esperanza, porque ya la tengo. Mejor llevasela a quien realmente pueda realmente necesitarla, al cansado, al pesaroso, al que asfixia la desesperanza, al que teme y se preocupa. Yo también lo hago, pero por ahora, tengo mi buen paquete de esperanza que llevar.

¿Y si te pido  no tener miedo? No tenerlo en todos mis nuevos proyectos, en los sueños a medio construir, en ese año que pronto comenzará y que parece a rebosar de toda una perspectiva diferente en mi vida. Pero...creo que es mejor sentir miedo. Muchísimo. Sentir miedo para vencerlo, sentir pánico para obligarme a dar un paso y sentir que lo vencí. Sí, mejor tener miedo y saber que puedo enfrentarlo, que no temer a nada y creer que nunca podría de sentirlo. De manera que, tampoco eso te pido.

Ah, pero ya sé. Quiero aprender: eso si es el gran regalo que te quisiera recibir de ti, en este año que termina, en el nuevo que apenas comienzo. Quiero niño Jesús, levantarme en las mañanas, con mi humor terrible matutino y saber que me esperan mil pequeñas circunstancias que me mostraran una nueva forma de vivir, de comprender, de mirar al mundo que me rodea. Quiero caminar por las calles de mi ciudad, está Caracas inhóspita y árida a la que venias a visitarme y que ha cambiado tanto desde que dejé de escribirte, y sentir que tenemos un ideal, que puedo esperar y soñar por una calle hermosa que me traiga recuerdos, en un bello edificio que me haga suspirar de alegria. Eso si es un buen regalo, y es uno de los que quisiera.

Y también Divino Niño, gran y hermosisimo ideal de la infancia, quiero seguir sonriendo, a pesar de todo. Quiero seguir siendo esta niña de treinta años que ríe en voz alta, que llora con el rostro entre las manos, que todavía grita de emoción y siente profunda angustia. Quiero vivir, a plenitud, quiero creer y crear, quiero correr, con los brazos en alto, riendo a carcajadas. Quiero desear, sentir furia, sentir alegría, tan fuerte que me cueste respirar, sentir que puedo construir mi vida una y otra vez. Quiero niño Jesús, esa capacidad tan fuerte como inolvidable de la niñez para confiar.

Que hermoso volver a escribirte, a ti, en mi infancia, en el tiempo perdido que recupero mientras río y escribo estas pocas lineas. Gracias entonces, Poder de mi imaginación, noches de sueños y belleza, tiempo nuevo que se crea cada día.

En mí.

Te quiere, siempre te he querido.

A.



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