viernes, 30 de julio de 2010

La eterna feminidad de Dios



Mi principal lucha fue y ha sido llegar a un punto de equilibrio entre mis crencias más personales y la idea religiosa más general - y aceptada - en la sociedad que vivo. Esto puede llegar a ser una lucha encarnizada entre mi necesidad de permanecer fiel a mis principios y la forma como comprendo la moralidad y la intelectualidad. En ocasiones, me he sentido tan furiosa que me he entregado con gran voluptuosidad a mis prejuicios y a la creencia inconcreta de una necesidad de aislamiento incapaz de ser conceptualizado. Pertenecer a una minoria idiosincrática puede despertar en ti un rencor idiosincrático muchas veces insoportable y desconcertante. No obstante, he logrado vencer mi propia vulnerabilidad y comprender, que precisamente, la fuerza de mis creencias reside en la convicción y la compresión de mi ideal más abstracto.

Si no hubiera sido por la valiosa influencia de  Nietzche, Heidegger, Ricoeur, Molttmann, Bennassar, Focault, Simone de Beauvior, Hegel, Bultman, Multman, Richoeur, etc., seguramente ahora sería tan discriminadora e intolerante como quienes arrugan la nariz ante la mención de la palabra Brujeria. Lo  extraño es que en mi desarrollo Intelectual ha tenido una enorme influencia femenina - no podía ser de otra manera - sin convertirme en una radical de las ideas y la conceptualización de la creación femenina: No propugno en ninguna forma el feminismo absurdo que unicamente hace referencia al esteotipo  absurdo y barato que halla despreciable el rol de las mujeres como amas de casa y sostiene que los hombres son más cercanos a la bestialidad que las mujeres; sino a esa concepción fundada en el respeto.

Es curioso, en mi herencia pagana la idea de ser mujer estaba ligada a mi concepción de creyente en la individualidad femenina: una estructura conceptual independiente y profundamente creacionista, ajena a cualquier influencia patriarcal. Por supuesto, eso me  ha llevado a confrontar frecuentemente la idea de la mujer que propugna la sociedad venezolana: la mujer como el complemento de otro, sin más jerarquía que la de una esclava, sin sustento ni autoridad para vivir, debido a que sus propias creencias religiosas - es decir las más arraigadas dentro del pensamiento racional -.  La sociedad machista que se manifiesta en mi país,  despoja la mayoría de las veces a la mujer del derecho a ser parte de una comunidad, ser parte de lo divino, ya que el dios que muestra la cristiandad  es un ser escencialmente masculino. Muchas veces me he preguntado con mucha preocupación ¿donde hay espacio para la expresión de lo femenino, en un dios que es varón y padre? Nunca comprendí ese unica valoración estatuaria de los valores sincréticos de la fe. Siempre me ha sido dificil asimilar la idea que la mujer en la sociedad que vivo debe luchar contra el estigma de un lugar secundario y venial en medio de una acepción crasa y vana sobre su propio género.

Como es lógico, no puedo ignorar que mi vida transcurre en el aqui y el ahora que llamo país y presente.  He  Pasado por las típicas etapas de una decepción, primero la negación, luego el enojo y por último la lucha fronta contra la idea de sumisión de la mujer. Sin embargo, dentro de esta afirmación de mi identidad social he encontrado algunas tesis rescatables, por citar un ejemplo, un libro de Tatiana Góricheva llamado Las hijas de Job (1989). En este libro, Góricheva no sólo critíca el feminismo unilateral ya antes mecionado, sino que invita a repensar sobre nuevas bases los roles asignados a la mujer.

Independientemente al hecho de que no comparto totalmente su discurso que en algunos aspectos continúa siendo ortodoxo, la epifanía me llego mostrandome que no me encuentro sola en la lucha y la necesidad de revaloración del teorema hermenéutico de mi decisión de encontrar una expresión amplia a mis valores y mi tiempo personal: en otras palabras, lo que tanto defendí en el pasado, se encontraban las bases para sustentar otras tesis; descubrí que mi fe y mi visión matriarcal podía dialogar con el conocimiento y evolucionar en madurez.

Goricheva, comenta en este texto una tesis que hizo impacto en mí, habla sobre la tolerancia y el perdón en termino que creí eran exclusivos de la Tradición en la que crecí y en la valoración de las ideas en que fuí eduacada:

"Raurell ha aludido a las numerosas falsas concepciones derivadas de la inexacta traducción del vocablo hebreo rejem: se le ha vertido con la incolora palabra latina misericordia, un
vocablo que ya nada dice a muchas pesonas. Propiamente, rejem significa útero, el lugar en el que se incia y protege la vida. La biblia emplea esta palabra para significar compasión divina. El griego y el ruso (sic) han coseguido una traducción más aproximada al original. El vocablo rejem expresa el cobijo, el bienestar que se siente en el seno materno. El vocablo griego indica que Dios tiene un seno maternal en el que el hombre se siente protegido y a salvo. La valoración de la idea es sustancial a la forma de creación del rol social. Por tanto no existe más allá del espacio subjetivo de la compresión personal".

Lo cual resulta no sólo útil para mi, que fuí formada en una Tradición que propugna la igualdad de los sexos en medio de una concepción de la dualidad espiritual e intelectual,  sino para todas aquellas mujeres que asimilan su feminidad como una forma de expresión oblicua y portentosa o el caracter femenino como un pensamiento original y vital. Y llendo más allá de cualquiera que ha concebido la imagen de la divinidad a semejanza de la castrante idea de lo paterno.

Otro ejemplo es el de "la sophia (jokam en hebreo) o sabiduría es también un símbolo femenino de Dios, es él mismo quien se comunica a las criaturas y mora entre los suyos. Es la expresión de la presencia divina... " Con esto hallé verdadero consuelo, la tiranía del dios masculino, fue desplazada por esta concepción integral que fuera de la asexualidad de un ente espiritual, quedó marcada en mi como la complejidad de la dualidad que es espejo que nos corporeiza.

1 comentarios:

LoVo dijo...

"Out with stereotypes, feminism proclaims. But stereotypes are the west's stunning sexual personae, the vehicles of art's assault against nature. The moment there is imagination, there is myth. We may have to accept an ethical cleavage between art and reality, tolerating horrors, rapes, and mutilations in art that we would not tolerate in society. For art is our message from the beyond, telling us what nature is up to. Not sex but cruelty is the great neglected or suppressed item on the modern humanistic agenda. We must honor the chthonian but not necessarily yield to it."
Camille Paglia

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