lunes, 1 de junio de 2015

El ABC del fotógrafo curioso: todo lo que debes saber para proteger tus imágenes.




La noticia se difundió de inmediato a través de las redes sociales: El pintor y fotógrafo Richard Prince había logrado comercializar una serie de “obras artísticas” que no era otra cosa que gigantografías de imágenes privadas tomadas sin autorización previa de la red Social Instagram. La colección de obras, expuestas en la Feria de Arte Frieze en Nueva York, consiguió un récord de ventas, a pesar que la mayoría de las piezas estaban basadas íntegramente en material fotográfico utilizada sin la autorización de sus autores.

Y es que la colección “Nuevos Retratos” está basada en docenas de fotografías de mujeres, la mayoría de ellas en poses sugerentes o directamente sexuales. Richard Price no sólo las re imprimió en inmensas ampliaciones en tinta de dudosa calidad, sino que además modificó algunas de ellas hasta obtener un resultado totalmente distinto a la original. Gracias a esa salvedad legal, el material pudo ser expuesto y vendido sin vulnerar — en apariencia — el derecho de autor que podrían proteger las imágenes.

El escándalo fue inmediato pero también, la sorpresa al comprobar que de hecho Richard Price utiliza un espacio en blanco en las regulaciones para utilizar material de terceros en la mayor parte de su obra artística. Desde los años 70, el artista toma fotos de revistas, anuncios, libros o por supuesto, de la web y las altera lo suficiente para crear obras que puede llamar directamente derivativas y sobre todo, secundarias a la obra original. Eso, a pesar que la mayoría de las veces la obra es casi idéntica a la imagen primitiva. Por años, Price se ha enfrentado a batallas legales con respecto a los derechos de autor que vulnera y en lo que sorpresivamente a logrado imponer la idea que su obra “es original y sólo utiliza las imágenes como parte del proceso creativo”. En el año 2008, el fotógrafo francés Patricl Cariou demandó a Prince por utilizar varias de sus imágenes durante una exposición y además, modificarlas sin autorización previa. Y no obstante que Cariou logró demostrar en tribunales su autoria, una apelación dictaminó que Prince no había violentado el derecho de autor, debido a que su obra sólo se basada “a medias” en la pieza original. Un procedente que ha permitido al artista continuar creando obras a costa del derecho de autor de terceros.

Leí la historia con enorme preocupación. No sólo por sus implicaciones sino porque también, se repite con muchísima más frecuencia de lo que puede suponerse, como comprobé hace casi una década. Cuando tenía catorce años, comencé a compartir mi material fotográfico por internet. Estaba deslumbrada por la facilidad del acceso, el hecho de obtener de inmediato intercambio de información, comentarios y críticas, pero sobre todo por conocer a otros fotógrafos de mi edad en otras partes del mundo, con quienes logré comunicarme con mucha más facilidad que con los de mi país, donde el mundo fotográfico por entonces era mayoritariamente adulto. El caso es que, de pronto, había una ventana abierta para mostrar mi fotografías e incluso comercializarla. A mi edad y con mi escasísima experiencia, aquello me pareció asombroso.

De inmediato, digitalicé y compartí mis imágenes en DeviantArt y también en un blog personal. Lo hice sin tomar la menor precaución y tampoco, sin creer que tuviera que tomarlas. Después de todo, sabía que mis fotografías no podían competir — aún — en calidad y técnica con la gran mayoría del material en plataformas virtuales, de manera que asumí que no necesitaba cuidar de mis derechos de autor o algo parecido. Tampoco, tenía grandes conocimientos al respecto, por lo que me limite a indicar que mis fotografías “me pertenecían” (como si eso significara algo en realidad) y que para ser utilizadas en cualquier ámbito y por cualquier motivo, debía ser notificada de inmediato. Me parecía era suficiente e incluso, un poco excesivo.

Continúe agregando material por años tanto a mi perfil DeviantArt como a la plataforma blogger. Cuando finalmente comencé a fotografiar en digital, se me hizo muchísimo más sencillo, de manera que diversifiqué la cantidad de medios de difusión que utilizaba para mostrar mi fotografía. Casi cinco años después de haber empezado a incluir material en el mundo virtual, tenía al menos diez perfiles diferentes, con numeroso material fotográfico. La mayoría en buena resolución, sin firma, marca de agua o cualquier tipo de identificación visible y lo que resulta aún más preocupante, en muchísimas ocasiones se trataba de material sensible (desde fotografía de mi habitación, objetos y espacios personales hasta desnudos parciales tomados cuando aún era menor de edad) que compartí sin pensar en las posibles implicaciones de hacerlo. Después de todo, me insistía, sólo se trataba de material privado que llegaba a un público limitado y que sólo parecía interesar a quienes me conocían. Incluso, ni siquiera llegué a plantearme las cosas de una manera tan concisa: me encantaba la idea de disponer de herramientas tan sencillas para mostrar mi trabajo, así que los riesgos me parecían mínimos en comparación con las posibles ventajas.

Hasta que ocurrió lo inevitable: Un día, recibí un correo de una amiga Uruguaya que había descubierto por casualidad que una de mis imágenes era utilizada para una campaña publicitaria menor en su país, que incluía además de impresiones, algunas carteles y un considerable número de panfletos. Se trataba de la promoción de una franquicia de Ropa Juvenil, que había utilizado uno de mis autorretratos como motivo principal de la promoción. Mis imágenes además, habían sido modificadas tanto como para parecer irreconocibles, aunque seguían siendo mis fotografías. La campaña llevaba más de seis meses llevándose a cabo: el autor había continuado incluyendo varias de mis imágenes, modificándolas a conveniencia y según las necesidades de la propuesta publicitaria. Para el momento en que tuve noticias sobre lo que ocurría, al menos diez de mis fotografías formaban parte de la campaña y habían sido difundidas, impresas y comercializadas en varias plataformas.

Después del primer momento de incredulidad (realmente hasta ese momento no había creído que algo semejante pudiera ocurrir) hice lo que me dictaba la lógica: contactar con la agencia de publicidad responsable de la campaña. Ya por entonces tenía dieciocho años y mucho más conocimiento legal, así que me defendí de la mejor manera que pude. Invoqué el derecho de autor originario, investigué sobre procedimientos legales en Uruguay sobre la propiedad intelectual y pedí ayuda a mis conocidos y amigos para llamar la atención sobre lo que ocurría. Faltaban aún algunos años para el auge de las redes sociales, por lo que la denuncia y sobre todo, la difusión de la noticia fue trabajosa: básicamente se limitó a contar lo ocurrido en mi perfil de DeviantArt, en varias entradas de mi blog y dejar mensajes personales en las diferentes plataformas de la agencia de publicidad que utilizaba mis imágenes por lo que el impacto fue mínimo. Y de hecho, esa escasa capacidad de comunicación, fue lo que permitió que por tanto tiempo, mis imágenes fueran utilizadas sin mi autorización: el o los autores de la campaña habían tomados precauciones para evitar la búsqueda en red de las imágenes y habían logrado borrar por métodos sencillos los datos exif de mis fotografías, por lo que resultaba casi imposible el rastreo de las imágenes y sobre todo, el origen de las descargas.

Durante meses y a pesar de mis esfuerzos, no recibí respuestas. De hecho, las páginas se actualizaban con muy poca frecuencia y descubrí que la presencia virtual de la Agencia era mínima. A no ser, claro, lo referente a sus vistosas campañas fotográficas. La empresa además, tenía un archivo fotográfico considerable a la venta, en donde claro está, ¡Incluían las fotografías que descargaban de otros sitios web!

La situación de inmediato se tornó caótica: descubrí que todas las campañas desarrolladas por la agencia utilizaban fotografías tomadas de Internet, sin ningún tipo de autorización. Había incluso, imágenes de reconocidos fotógrafos internacionales, modificadas y distorsionadas hasta hacerlas irreconocibles. Al parecer, los diseñadores e incluso directores creativos de la empresa, utilizaban las páginas y plataformas fotográficos como bancos de imágenes gratuitos. Durante meses, dediqué una buena cantidad de esfuerzo a contactar con los fotógrafos que también habían sufrido el robo de imágenes y después, a insistir en que la Agencia respondiera directamente a nuestros reclamos. Jamás lo hizo: por casi dos años, la empresa ignoró correos, mensajes e incluso una visita personal de un pariente cercano de alguien de grupo de los afectados y se negó a reconocer que hubiesen violado el derecho de autor al hacer uso de las imágenes sin autorización previa. ¿La excusa? eran imágenes “públicas”, descargadas de Internet y por lo tanto a la disposición de cualquiera para su uso comercial.

Transcurrieron casi tres años, hasta que finalmente y luego de ejercer presión legal y formal, la empresa admitió que las imágenes que había utilizado en varias de sus campañas, violentaban directamente el derecho de autor, propiedad intelectual y de difusión. No obstante, fue un reconocimiento a medias: la Agencia continuó escudándose en el hecho que las imágenes formaban parte de Internet y que la mayoría de ellas, no tenían identificación visible ni tampoco, datos que permitieran la identificación del autor. Ninguno de los involucrados en el proceso, recibió otra remuneración o reconocimiento que incluir nuestros nombres como autores de las imágenes utilizadas en campaña. No se reconocieron regalías y mucho menos, nuestros derechos para la difusión de la obra. Por último, algunas de las imágenes — incluyendo las mías — fueron retiradas del banco de imágenes de la empresa, así de como de las campañas. No obstante, el resto de las imágenes que aún no habían sido reclamadas por autor alguno, continuaron siendo parte de numerosas campañas. Algunos autores desistieron de la reclamación luego de años de esfuerzos infructuosos e incluso, hubo quienes se sintieron “halagados” por el hecho que su obra fuera considerada con la calidad suficiente para formar parte de una campaña publicitaria. Para entonces, yo decidí no continuar mi pequeña batalla legal para el reconocimiento de regalías. Me encontraba muy exhausta para continuar.

La durísima experiencia me enseñó por tanto, que hay un límite muy concreto entre los derechos que poseo sobre mi trabajo y lo que ocurre en el mundo 2.0, un sutileza que muy pocos creadores visuales conocen e incluso, asumen como un riesgo real al compartir su trabajo vía web. La razón es evidente: las ventajas de compartir imágenes en medios de difusión es una de las maneras más sencillas, rápidas y efectivas de obtener publicidad, reconocimiento e incluso remuneración por nuestro trabajo fotográfico, a pesar de los riesgos que podemos enfrentarnos al momento de hacerlo. Es una disyuntiva difícil de resolver: por un lado, el mundo 2.0 supone una vitrina indispensable para el fotógrafo moderno, donde no solo puede mostrar su trabajo, sino comercializarlo a través de las infinitas posibilidades que ofrece la web. No obstante, la pregunta que suele hacerse cualquiera es ¿Existe un método realmente efectivo para evitar el robo de imágenes? La respuesta, por supuesto, es no. El mismo hecho de incluir cualquiera de nuestras fotografías en un sitio web supone un riesgo para el robo de nuestro trabajo y su utilización por terceros sin nuestra autorización. Ahora bien, si existen métodos efectivos que pueden evitar el robo y uso de nuestras imágenes le resulte sencillo a cualquiera que intente hacerlo. Investigando, descubrí alguno de los más efectivos y de comprobada utilidad:

* Ten en cuenta que a mayor cantidad de plataformas donde compartas las imágenes, mayor será el riesgo que se vulnere el derecho de autor:
La mayoría de los fotógrafos que toman la decisión de compartir su trabajo vía web — y actualmente, se trata de un paso indispensable para la comercialización de su trabajo — lo hacen a través de las principales plataformas y sobre todo, a través de las gratuitas. Al cabo de cierto tiempo, el fotógrafo muy probablemente estará utilizando al menos media docena de sitios web distintos e incluso, redes sociales, no sólo para mostrar su trabajo profesional sino también el personal. No obstantes, muy pocos creadores visuales conocen los riesgos legales que suponen compartir las imágenes con tanta frecuencia y sobre todo, sin verificar los alcances de la protección que brinda cada uno de ellos.

A mayor cantidad de lugares donde compartas tus obras, mayor será la posibilidad que puedan ser descargadas y utilizadas sin tu autorización, sobre todo si lo haces en plataformas que no tienen las medidas de seguridad mínimas que lo impidan. O que tomes las precauciones inmediatas que te permitan tener el control en caso de que suceda. Recuerda que a pesar que el riesgo parece poco en comparación con las ventajas, la perdida de control sobre los derechos de autor, difusión e impresión sobre tus imágenes pueden ocasionar que tu cuerpo de trabajo pierda integridad e incluso, pierda valor como obra original.

Conoce a los riesgos que te expones al compartir imágenes en Plataformas virtuales gratuitas:
En medio del escándalo de Richard Prince, la red social de imágenes Instagram fue cuestionada por el hecho de no haber permitido o condenar la utilización de imágenes obtenidas directamente de su plataforma. Un portavoz de Instagram se apresuró a contestar a los señalamientos:

“La gente en la comunidad Instagram son dueños de sus fotos, y punto. En la plataforma, si alguien siente que sus derechos de autor han sido violados, pueden reportarlo y tomaremos las medidas oportunas. Fuera de la plataforma, los propietarios de contenido pueden hacer valer sus derechos legales pero de forma individual”.

En otras palabras, la red Social protege y se responsabiliza por los derechos de autor de las imágenes que se comparten mediante su aplicación, mientras se encuentren dentro de ellas. No se trata de una excepción: tanto Flickr, como 500Px, Behance y otras tantas plataformas dedicadas a la difusión de imágenes, sólo aseguran la protección de las imágenes dentro de su plataforma y bajo sus planteamientos legales. La responsabilidad de la empresa se limita exclusivamente a los parámetros de su plataforma.

Además, la mayoría de los fotógrafos desconoce que a pesar de sus precauciones de tamaño y calidad, la mayoría de las imágenes pueden ser descargadas con relativa facilidad de las páginas y plataformas virtuales más comunes, por lo que resulta contraproducente compartas trabajo que deseas exponer, que forma parte de tu obra artística o con posibilidades de ser exhibida en plataformas donde pueda vulnerarse tu derecho de autor. Plataformas como Twitter, Facebook, Instagram y Pinterest, no sólo no se responsabilizan por lo que ocurra con el material una vez que es compartido e incluso, redirigido desde su plataforma sino que además, no te brindarán apoyo en el momento de cualquier reclamación individual.

* Comparte tus mejores imágenes sólo en tu página web:
La mayoría de las reclamaciones sobre derecho de autor, difusión y reimpresión se basan en material inédito descargado de plataformas gratuitas, lo que en ocasiones afecta las posibilidades de triunfo legal al momento de demostrar la autoría. Debido a eso, varios expertos legales con los que consulté, estuvieron de acuerdo que uno de los métodos que pueden evitar el uso indebido de imágenes privadas, es la de utilizar únicamente plataformas personales para su difusión. En otras palabras, crea una página web donde tengas el máximo control sobre la difusión de las imágenes, tamaño y herramientas para descarga y donde además, te sea posible incluir de manera muy clara, los derechos que protegen el material a disposición. Tomar las precauciones necesarias para que tu material fotográfico se encuentre resguardado a través de aplicaciones y programas que eviten su descarga inmediata.

* Disminuye la calidad de las imágenes que incluirás en tu página web:
No es necesario que las fotografías que incluyas en tu página web o en FanPage de Facebook tengan una resolución enorme para que puedan mostrarse de una manera correcta y atractiva. Redúcelas lo suficiente como para sea imposible lograr una impresión o copia de calidad en caso que sean descargadas de manera fraudulenta. Según varios fotógrafos a los que consulté, la medida ideal que deben tener las imágenes incluidas en espacios web debe ser de 72 dpi y menos de 1024 px en su lado más ancho.

* No incluyas tus imágenes en Google Search:
Habitualmente, Google incluye en su búsqueda cualquier imagen que se incluya a tu blog o página web, asumiendo que lo autorizas y presumiendo solo serán descargadas bajo tu autorización. Por supuesto, la mayoría de las veces no ocurre de esa manera, por lo que los expertos en seguridad informática recomiendan evitar que tus fotografías se indexen dentro del algoritmo de búsqueda del motor de búsqueda de la web page.

¿Como hacerlo? Según las Herramientas para webmasters de Google, el método es el siguiente:

Para evitar que las imágenes de su sitio aparezcan en el índice de imágenes de Google, añada un archivo robots.txt al directorio raíz del servidor que bloquee la imagen.

Por ejemplo, si quiere que Google excluya la imagen perros.jpg que aparece en la página www.susitio.es/imágenes/perros.jpg de su sitio, añada el siguiente texto a su archivo robots.txt:

User-agent: Googlebot-Image
Disallow: /imágenes/perros.jpg

La próxima vez que Google rastree su sitio, verá esta directiva y eliminará la imagen de los resultados de búsqueda.

* Añade marcas de agua, firmas o cualquier otro elemento distintivo a las imágenes que compartes en web:
Por supuesto que, a la vista de lo sucedido con Richard Price, el método resulta en ocasiones inútil, de manera que la recomendación general es que la coloques en un lugar donde de ser removido por métodos digitales, la imagen sea virtualmente inutilizable. Aún más: refuerza la seguridad añadiendo a tu marca de agua relieves o cualquier elemento distintivo de relativa complejidad que haga que al ser modificado por medios de programas de edición, reste calidad a la imagen en general. Pero como dije antes, probablemente es el método menos confiable de todos los que dispones para proteger tus imágenes de plagios o robos vía web.

El riesgo de la marca de agua y la imagen derivada:

Se define como una obra derivada a todo producto visual creado a partir de una o varias obras previas y preexistentes, que por supuesto incluyen aspectos que pueden estar sujetos a derechos de autor. No obstante, existe un precedente claro que define a una obra derivada como una “transformación” de la imagen original, donde se reconoce autoría pero no prohíbe a terceros el uso de la imagen que se crea a partir de la pieza visual original. Como dejó claro la ocurrido con Richard Prince, la marca de agua y la modificación que pueda sufrir la imagen al removerla, puede ser otra de las herramientas que pueden utilizarse para convertir una fotografía en una obra derivada, en menoscabo de sus derechos de autor.

Según la página web Instituto autor, especializada en el análisis del derecho de autor: “Si la obra preexistente se encuentra en el dominio público no es necesaria autorización alguna para realizar obras derivadas, ya que el derecho de transformación constituye un aspecto del derecho patrimonial del autor.” De manera que la mejor manera de evitar el uso indebido de tus imágenes es tomar todas las precauciones necesarias con respecto a la plataforma virtual donde compartes el material visual y cómo protege la difusión de tus imágenes.

* Registra todas imágenes en sitios que te permitan demostrar tu autoría:
Antes de incluir cualquier imagen en tu página web o FanPage de Facebook regístralas en Safe Creative, un registro de derechos de autor online que te que te permite obtener una prueba de tu autoría y que ejerces de manera legal el copyright de la fotografía. El servicio es sencillo y rápido: Registrate en la página y luego, sigue el sistema de registro de obras, que es bastante sencillo y accesible.

Una vez que lo hayas hecho, el sistema te proporcionará un número de registro que podrá validarse como prueba de tu autoría sobre tus imágenes.

* Utiliza el método de las Imágenes transparentes:
Es un método sencillo y se ha hecho muy popular al ser el que utiliza Flickr para proteger las imágenes cuando recurres a filtros de seguridad específicos. Coloca sobre la imagen actual, un archivo .GIF transparente que permite ver tus imágenes sin modificación alguna, pero que no permite la descarga directa. Es un manera sencilla de evitar que un usuario pueda descargar tu imagen en la resolución original en que se encuentra en la página web o Facebook FanPage. Por supuesto, como he comentado antes, no es una manera infalible de evitar el robo de imágenes, pero si dificultará el proceso promedio de descarga desde cualquier página web.

* Utiliza el programa Prot-On
Una de las aplicaciones más interesantes que he probado últimamente: permite controlar imágenes, textos o correos gestionar los permisos de descargar a través de un sistema muy sencillo desde la aplicación, una web instalada en nuestra pc.

Prot-On está disponible para los sistemas operativos de Windows y Mac y para iOS y Android en el caso de los dispositivos móviles.

* Utiliza el programa Pixsy:

La plataforma Pixsy no sólo te permite la protección del derecho de autor de tus imágenes, sino además rastrear tu trabajo fotográfico a través de la red e identificar el posible uso de tu trabajo de forma fraudulenta. Es sistema de uso es sencillo: Luego de importar tus fotografías en la página del servicio, el sistema creará una firma para cada imagen y buscará internet la recurrencia de la firma. De hallar correspondencia (en otras palabras, la misma imagen usada indexada en sus archivos) Pixsy te lo notificará y te permitirá ponerte en contacto tanto con el usuario o la empresa que utilizó la obra sin autorización previa.



Como dije antes, no hay sistema infalible para evitar que tus imágenes puedan ser robadas desde los distintos sitios web donde las compartes, pero tomar precauciones básicas te permitirá tener mayor control sobre tu trabajo en el mundo 2.0 y más aún, evitar que tus imágenes o cualquier contenido que compartas en la web, pueda ser utilizado sin tu debida autorización.

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