martes, 17 de febrero de 2015

El amor en los tiempos del látigo: ¿Que esconde la nueva mirada al romance sexual?




Cuando se publicó la novela erótica “La Historia de O” firmada por desconocida escritora Pauline Réage (seudónimo de la tímida intelectual parísina Dominique Aury) el revuelo fue inmediato. Corría la muy conservadora década de los ’50 y hasta el momento, nadie había analizado la sexualidad con el poder y la precisión con que lo hizo el inmediato éxito de librería. No sólo se trataba de una historia erótica escrita por una mujer, sino además una donde la mujer disfrutaba del sexo. Por si todo lo anterior no fuera suficiente, “La Historia de O” mostraba una visión sexual por completo nueva para el gran público: el sadomasoquismo y los juegos de sumisión BDSM. Un escándalo mayúsculo que no sólo reinventó la literatura erótica sino que elaboró todo un nuevo planteamiento de la mujer, del placer y de la capacidad femenina para gozar el sexo. Una idea hasta entonces desconocida en los estanquillos de las librerias.

Porque sí hasta entonces todas las novelas sexualmente explicitas habían mostrado a la mujer subyugada, abrumada, desconcertada por el poder del sexo, Réage construyó un personaje genuinamente poderoso. Una mujer que se entrega al placer — al extraño, intenso y perverso placer de servir y permitir que la servidumbre se convierta en un juego sexual por sí mismo — por voluntad propia, por curiosidad, atraída y desconcertada por su capacidad para paladear el sexo más allá del sexo. Tal vez por formación filosófica Réage no sólo creo una historia creíble, insinuante, sino también un éxito de librería que mostró al mundo que el erotismo — incluso ese erotismo extrañamente morboso de los látigos y los castigos corporales — tenían un motivo, una razón de ser, una simbolismo profundo y acendrado en la necesidad del ser humano de paladear el deseo y los límites de la sexualidad. La protagonista de la novela de Réage, a quién sólo conocemos por la inicial “O” se atreve a rebasar los límites de lo considera comprensible sobre el sexo y crea toda una nueva visión sobre esa complicidad al borde del dolor y el placer que marca los juegos de sumisión, que los hacen parte de una serie de interpretaciones sobre lo sexual profunda y elemental. Lo esencial que se crea y se construye sobre la búsqueda del erotismo, lo extremo y la comprensión del poder sexual como parte de la naturaleza humana.

Por supuesto que “La historia de O” fue considerada de inmediato decadente, impensable, destructora. Su publicación fue prohibida en numerosos países y por años se le consideró un libro “procaz” a mitad de camino entre la leyenda literaria y algo más morboso y a medio elaborar. Sólo sería a principios de la década de los ’80 cuando la novela de Réage abandonaría el escarnio público y pasaría a engrosar — con razón — la larga lista de éxitos eróticos que han brindado un nuevo rostro a la aproximación literaria de la sexualidad. E incluso sobre la mujer sexualmente poderosa, aventurera, osada, capaz de destruir el límite binario que transforma el placer — y la forma en que la mujer tiene de asumirlo — en algo por completo nuevo y sobre todo, poderoso.

Casi cuarenta años después, el fenómeno se repite pero en dirección contrario a lo que “la Historia de O” de Réage simbolizó. Porque mientras Réage construyó una interpretación sobre la sexualidad femenina y su aproximación al sexo no tradicional tan dura como real, tan profunda como enigmática, la publicación de “50 sombras de Grey” simbolizó la caída del género erótico en esa incómoda variante de la historia romántica superficial, elemental y lo que resulta aún más preocupante, carente de esa visión sobre la mujer que asume su sexualidad como una idea liberadora. Mientras “La historia de O” supuso una evolución sofisticada de la percepción de la mujer sexualmente liberada y sobre todo, capaz de asumir el riesgo del sexo por el sexo como una perspectiva nueva sobre sí misma, “50 Sombras de Grey” asume el sexo como una donación básica, inmediata. Y lo que resulta más preocupante, reinterpreta la clásica historia de amor en un sacrificio esencial que transforma la mujer en victima de lo que se supone es una visión del sexo que domina no como una elección sexual, sino como una servidumbre y lo que es aún peor, una visión de la experimentación erótica rayana en el abuso emocional y físico.

La visión del sexo en “50 Sombras de Grey” no sólo construye un concepto retrógrado sobre la idea de la sumisión — como juego sexual — sino que además, le brinda un cariz esencialmente agresivo, manipulador e incluso peligroso. Al menos, esa es la conclusión de un extenso artículo publicado por la revista ‘Journal of Women’s Health’, quien analizó los códigos y percepciones de la novela y sobre todo, la manera como reconstruye el papel sexual femenino reduciendolo a una interpretación muy cercana a la violencia de género. Según el estudio, realizado por investigadores de la Universidad Estadal de Ohio, la novela contribuye a perpetuar la noción que algunas conductas agresivas de control y sometimiento no concesuado son aceptables — y sobre todo, admisibles — en una relación romántica. Para los expertos, la manera como la novela muestra la relación entre ambos protagonistas, es cuando menos muy cercana al abuso emocional y sobre todo, a la coacción, muy a pesar de que la narracción intente presentar la idea bajo un contexto romántico e incluso directamente emocional. Según el estudio, las interacciones de pareja según como las muestra el libro son “abusivas, caracterizadas por el acoso, la intimidación y aislamiento”.

Una idea inquietante, si tomamos en cuenta que la novela de la autora británica E.L James ha logrado alcanzar los cien millones de copias alrededor del mundo. Más allá de su éxito comercial y sobre todo, de la capacidad del libro para captar a un tipo de audiencia hasta entonces ignorado por el mercado editorial — la célebre madre de clase media americana — la percepción del sexo en la novela “50 sombras de Grey” echa por tierra un largo trayecto en lo que a la percepción del poder de la sexualidad femenina se refiere. Un pensamiento que puede resultar desconcertante, si tomamos en cuenta que la pareja central del éxito de librería — y reciente éxito cinematográfico — basa su relación no sólo en la comprensión de la experimentación sexual como una idea que les une — y que disfrutan en términos de igualdad — , sino que somete a uno de los miembros, a pesar de sus temores y desconocimiento al respecto. Todo el planteamiento además, parece resumir esa nueva percepción sobre la mujer sexualmente aventurera a una percepción sobre su fragilidad, su temor y sobre todo, su necesidad de agradar al hombre. El deseo sexual convertido en una percepción elemental sobre el menosprecio de la satisfacción erótica femenina.

En una reciente entrevista, la escritora E.L James confesó que no había investigado lo suficiente sobre la cultura BDSM antes de escribir la novela e incluso, luego que se convirtiera en una rentable franquicia editorial. La confesión, además de desconcertar y acentuar las críticas sobre la calidad del libro, hace que la concepción sobre el estilo de vida BDSM sea no sólo inexacto, sino irreal y directamente erróneo. La escritora E.L James intentó construir un trasfondo sentimental y emocional para justificar la violencia de su Christian Grey y además, contextualizar la necesidad de Anastacia de “salvarle” a pesar de sus consecuencias o lo que resulta más grave y preocupante, a costa de su propia sexualidad. Y es que en ningún momento de la novela, la relación sexual entre ambos personajes se plantea como una decisión responsable, consensual y mucho menos adulta, sino como un requisito para la “salvación” del Christian, quién además justifica su inclinación por los juegos sexuales de sumisión debido a una infancia traumática. ¿Hasta que punto esta concepción poco realista sobre un estilo de vida sexual alternativo justifica la agresividad de la relación emocional que plantea el libro? ¿Hasta que límite la escritora utiliza la herramienta de la sumisión sexual para contextualizar esa necesidad de concebir la relación emocional entre ambos personales como un juego de poder que podría resultar directamente nociva?

Para Ana Bonomi, investigadora del departamento de Comportamiento humano de la Universidad de Ohio, el tema es aún más intricado de lo que pueda suponer la crítica a un improbable éxito de librería. “Nuestro análisis identificó patrones de la obra que reflejan de forma omnipresente la violencia en la pareja. El abuso emocional está presente en casi todas las interacciones”. Para Bohoni, la historia en “50 Sombras de Grey” no sólo intenta mostrar la donación sexual y la sumisión como una posibilidad de redención hacia la violencia — lo que contradice de origen, el estilo de vida BSDM — sino que además, intenta analizar las relaciones de pareja desde la mismo planteamiento de un tipo de violencia emocional sutil que se admite como “necesario”. La investigadora pone de ejemplo multitud de escenas en la historia: Christian sigue y persigue a Anastasia, utiliza un teléfono y el ordenador para rastrear su paradero, la intimida, y la aísla limitando así su vida o contactos sociales. Además, para Christian Grey las célebres palabras de seguridad dentro de una relación BDSM parecen ser poco importantes, en contraste a su inmediata satisfacción sexual, una preocupante idea que sugiere entonces que la experimentación erótica puede acarrear de hecho peligro o incluso, una agresión directa.

Según la investigación, un promedio de 25% de mujeres sufrirá agresiones sexuales, emocionales durante su vida. Un 40% no denunciará el abuso por considerarlo “normal” dentro de las relaciones de pareja. Un preocupante 40% asumirá riesgos físicos sin su consentimiento para satisfacer a sus parejas y un 57% aceptará algún tipo de maltrato físico en medio del juego sexual, a pesar de no ser consensuado ni haberlo aceptado explicitamente. De manera que historias como la de “50 Sombras de Grey” sólo acentúan esa percepción de la agresión sexual como aceptable y sobre comprensible según un contexto específico. Una idea preocupante que parece contradecir la percepción no sólo sobre la literatura erótica sino lo esencial de lo que es la experimentación sexual entre adultos.

Resulta intrigante que éxitos y best sellers de Librería como “La historia de O” y “50 Sombras de Grey” sean tomados como ejemplos y sobre todo, referentes inmediatos con respecto a la identidad sexual de la mujer. No lo es tanto, sin embargo, cuando analizamos la idea desde un cariz que incluye no sólo la percepción sobre la mujer sexualmente activa sino el hecho de la sexualidad como expresión de la libertad personal y sobre todo, la independencia e individualidad. En el año 2013, la Universidad Estadal de Ohio ya había publicado un estudio donde se concluía de manera definitiva que “50 Sombras de Grey” era una precedente preocupante en lo que a la responsabilidad y visión con respecto a lo que a la sexualidad femenina se refiere. El estudio, impulsado por el departamento de Psicología de la Universidad, indica que la novela de E.L James se sostiene en el abuso emocional y sexual, la coacción, manipulación y la uso de la sexualidad como una herramienta de menosprecio y sobre todo, infravaloración de lo femenino. Según la investigación -que se titula Double Crap! Abuse and Harmed Identity in Fifty Shades of Grey- se uso como definición de la violencia, los términos usados por los Centros para Control y Prevención de Enfermedades de EEUU. El resultado fue preocupante: se concluyó que la relación que plantea el libro — donde la sexualidad alternativa no es una decisión, sino una exigencia de la relación emocional — incluye elementos claros de abuso sexual femenino como lo son la intimidación, las amenazas, el aislamiento, la vigilancia y la humillación. Más preocupante aún: todo lo anterior envuelto en una idea de servidumbre romántica, de sumisión emocional y manipulación sexual.

“Si bien la violencia de pareja afecta al 25 por ciento de las mujeres con perjuicio para su salud, las condiciones sociales actuales incluida la normalización del abuso en la cultura popular mediante novelas, películas y canciones crean el contexto que sustenta tal violencia”, insisten las psicologas Lauren E. Altenburger y Nicole L. Walton en el estudio. Una percepción preocupante no sólo sobre la idea de la sexualidad saludable sino también sobre la normalización de conductas agresivas como parte de una relación romántica.

Desconcierta que el análisis del libro desde esta perspectiva, deje algunas consideraciones en el tintero: porque la crítica no se dirige hacia las preferencias sexuales del personaje ideado por Christian Grey, sino la manera como la autora intenta justificar su agresividad y sobre todo, tendencia a la violencia debido a sus preferencias sexuales. Mucho más desconcertante aún, es la manera como la novela plantea las relaciones emocionales, en una especie de extraño enfrentamiento entre la voluntad de Anastasia y la necesidad de Christian de sumisión, muy poco romántica y que poco tiene que ver con su percepción sobre la capacidad de ambos para comprenderse como pareja. A lo largo de la novela, Cristian no sólo admite abiertamente el uso de alcohol para convencer a Anastacia de llevar a cabo prácticas sexuales de las que ella tiene poca o ninguna información, sino que insiste en utilizar la manipulación para lograr que ella admita a participar en Juegos sexuales de los que no tiene ningún tipo de conocimiento. Mucho más inquietante aún, es que en varios momentos de la novela, Anastacia insiste en no participar en experimentos sexuales que evidentemente le producen miedo e incomodidad. La respuesta de Christian es poco menos que aterradora: “Si luchas, voy a atar tus pies, también. Si gritas, Anastasia, te voy a vomitar”. Todo lo anterior, bajo un insistente concepto de romanticismo, de un ideal romántico absurdo y preocupante.

Leer las estadísticas sobre el abuso sexual y emocional y después, analizar lo que la novela “50 sombras de Grey” muestra como una realización plena del “amor romántico” provoca un inmediato temor, una idea preocupante sobre los alcances de esa visión que insiste en asumir la agresión emocional y sexual como una idea emocional válida. Y es que las historias reales semejantes a las de Christian y Ana no terminan con un aburguesado final feliz: ella feliz y con un anillo de matrimonio en el dedo y él, aparentemente rescatado de sus demonios emocionales por el amor “sacrificado” de una mujer desinteresada. La mayoría de las veces el final es mucho más trágico, duro y sobre todo, violento. Una medida de realidad en medio de la percepción de la violencia como un atributo del amor y el romance moderno.

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