martes, 28 de mayo de 2013

Delirios sin nombre: ¿Por qué se le teme tanto a estar solo? Una crónica sobre la soledad que se disfruta.



Hace unos días, leí en el estupendo blog Mujeres del siglo XXI, un artículo dedicado a la antigua y nunca muy bien vista costumbre de salir solo. La pequeña reflexión de su autora me sorprendió, porque descibrió esa sorpresa que al parecer sucinta que decidas, por cuenta propia y sin motivo alguno, acudir a diversos lugares y eventos donde se supone debes ir acompañado. Una idea que me desconcertó un poco. Nunca había reparado en que tan raro puede ser para una sociedad tan familiar y cálida como la nuestra, la soledad complaciente y voluntaria. Porque hablamos de eso ¿No? decidir, de manera totalmente deliberada, esa soledad que se disfruta, se paladea y enriquece. Que es gratificante. Que sin duda es una manera de comprenderse así mismo y más allá, construir una visión del mundo muy personal.

Pero sí, parece que si es extraño. De manera que decidí esta vez, realizar un pequeño experimento para comprender más esa extrañeza, esa singularidad del solitario por convicción. Escogí tres lugares donde tradicionalmente se va en buena compañía y decidí disfrutarlo a solas - como suelo hacerlo - pero en esta ocasión, reparando en la reacción que podría o no provocar mi costumbre. Así que armé de un buen libro, lápiz y papel y comencé el recorrido del solitario empedernido.

¿A que lugares fui?

Restaurante muy concurrido: 

Mi primera parada fue en un restaurante muy popular de Caracas. El mesonero sonrió un poco extrañado cuando le pedí mesa para uno.

- ¿Espera a alguien?
- No.

Me dedicó una corta mirada sorprendida. Después me llevó a mi mesa ( pequeña, al fondo del local ) y regresó con el Menú. Espero, recitando los platillos sugeridos por el chef y el especial del día. Escogí un almuerzo sustancial y mientras anotaba, el mesonero me miró otra vez, sorprendido, supongo.

- Es mucha comida para una sola persona - opinó. Sonreí.
- Soy comelona.
- Ya.

Se fue. Me pregunté si en caso de ser una pareja la que estuviera sentada en mi mesa, me habría preguntado algo semejante. O habría siquiera reparado en la orden. Supuse que no. ¿Encontrarte sola te hace blanco de consejos bien intencionados? Probablemente, pensé mientras comía mi realmente abundante almuerzo, preguntándome porque disfrutar de un momento de introspección sin compañía, desconcertaba a tanta gente. Hablo que recibí alguna que otra mirada sorprendida de compañeros de mesas cercanas y otro mesonero se acercó a mi mesa para preguntar, de nuevo, si "esperaba a alguien más". ¿Que prejuicio existe contra el que decide sin motivo y necesidad estar sol@? ¿Quien disfruta de ese silencio interior que te proporciona esos instantes de soledad por voluntad propia? Una vez alguien me había dicho que le parecía muy deprimente comer solo, y aunque lo escuché sin comentar, me pregunté en privado que era exactamente lo que le provocaba la tristeza. ¿La sensación de encontrarte al margen de esa costumbre esencial de comer en grupo? ¿Algún rasgo primitivo que nos empuja a todos a buscar compañía y más aún en la sagrada hora de los alimentos? Seguramente, o quizá la explicación fuera una de esas extrañas manías sociales que no podemos interpretar muy bien.  No lo sé, pero cuando me fui - sí, con parte del almuerzo empaquetado para "llevar" - mi mesonero impertinente sonrió y comentó:

- Se lo dije.
- Lo sé.

Función de cine en buen horario:

Para que el experimento fuera completo, supuse que debía comprar la entrada en la misma taquilla del cine, de manera que así lo hice. Mirada extrañada del vendedor.

- ¿Una sola entrada? - repitió. Sonreí. Otra vez. Comenzaba a divertirme esa expresión que nunca había notado antes.
- Sí, solo una.

En la siguiente escena me encontraba comprando las acostumbradas cotufas. En realidad, ni siquiera como cotufas - no me gustan demasiado - pero fue bastante divertido reparar en los pequeños grupitos que me dedican esa indefinible mirada entre la conmiseración y cierta burla. Pobrecita, está sola. ¿Me lo estoy imaginando? pensé mientras pagaba el servicio. Una chica del grupo junto al mostrador me miró furtivamente. Y luego inclinó la cabeza para conversar con la chica junto a ella. ¿Sobre mi? ¿Me vuelvo paranoica? ¿Como nunca noté esto antes? me pregunté mientras subia las cortas escaleras hacia mi asiento en la sala. Una pareja me observó sentarme. ¿Hay algún tipo de memoria tribal que nos hace buscar la compañia en cada momento y lugar? El hombre es un animal social, se insiste. Pero ¿qué ocurre con los que hemos aprendido a apreciar ese silencio interior, esa intimidad tan curiosa de comprendernos como ente individual? Pensé en todas las veces que he venido al cine a solas, en lo mucho que disfruto llorar y reir en privado. En la manera tan personal como disfruto del momento. ¿Hay algo mal en mi? ¿Debería preocuparme?

Las luces se apagan. La pantalla se enciende. La emoción que siempre me embarga al ver una película en una sala de cine me recorre. Y de pronto, tengo una idea clara: ¿Puedo compartir esto con alguien más? Sin duda. ¿Quiero hacerlo? Quizás de vez en cuando. Pero quiero conservar para mi la libertad de no necesitarlo, de no sentir el imperioso y súbito impulso de buscar compañía. Este momento es mio, pienso sonriendo, las primeras imágenes de la película capturando mi imaginación. Y me encanta que así sea.


Función de Teatro:

Es una de mis costumbres más viejas. Me gusta ir al teatro sola. Me gusta porque no hay espacio ni lugar para nadie más en esta conversación que disfruto con la tensión del teatro, con la belleza de este pequeño romance con una historia que muere y nace mientras la observo. Y no es semejante al cine, por mucho que pueda parecersele. Hay un pasión enorme, eléctrica en ese poder de la voz humana, de la cercanía humana de una obra teatral. Caramba, ¿No es eso una contradicción? me pregunto con cierto sobresalto, sentada en una esquina de la sala a oscuras. ¿No puedo compartir esta experiencia con nadie más porque es tan fuerte y sensorial, de cercanía de piel con piel de la imaginación que no queda espacio para nadie más? Miro a mi alrededor: hay grupos, parejas, uno que otro solitario como yo. Aquí nadie me observó, aquí nadie preguntó. Aquí fue una sensación eléctrica, poderosa, exquisita de soledad. Todos la comprendemos. ¿La necesitamos? Porque incluso los que están en compañía, estan solos: las manos cruzadas, temblando. La sensación de comprensión y poder. El espectáculo transcurre y vuelvo a abstraerme. Ya no estoy realmente sola. En realidad no estoy allí de ninguna forma, estoy en el escenario, más allá de mi misma.

Cuando acaba la pieza y los aplausos resuenan, miro a uno de los solitarios que como yo disfrutan la obra sentados a la orilla de la butaca, temblando de emoción. Aplaude, radiante, la piel sonrojada. Felicidad de paladear ese pequeño mundo extraordinario de comprender y comunicar, dar y recibir, construir y perder. Para mirar. ¿Lo comprendo? Me mira por un instante. Sonríe.

Nos comprendemos.

¿Que es la soledad? Me pregunto mientras camino por la calle, con una sensación de profunda libertad, un silencio interior que cura y nutre. ¿Que es lo que se teme de este silencio en todo caso? ¿Lo que puede haber en él? ¿Lo que existe más allá de esa idea? ¿Lo que palpita? ¿Lo que se busca? ¿Lo que construye? ¿Lo que quita y lo que pierde? ¿Es eso lo que nos produce temor? No lo sé, pienso mientras miro a todas las personas a mi alrededor, en compañía pero en soledad. Tal vez se trate que nos miramos más claramente aquí, donde no hay nadie para contradecirnos. Y de ser así, la explicación es comprensible, nunca suficiente.

Quién sabe, me digo con una sonrisa, tal vez se trate de una aspiración a la simple singularidad.

C'es la vie.


8 comentarios:

Lissette González dijo...

Soy una de esas rarezas que aún en una ciudad como Caracas, no requieren compañía para el cine o el teatro. O una exposición, o cualquier evento. Tampoco me he dedicado a observar la reacción del público alrededor, tengo pendiente esa tarea. Hasta el momento, mi único límite es la vida nocturna: no me imagino sola en la barra de un bar...

Nay dijo...

Desde adolescente voy al cine y a comer sola, los viajes más importantes de mi vida (así los considero) también los hice sola, es difícil crecer en una sociedad donde estar sola es ser digno de lastima, soy de las que piensa que dejar de hacer algo que te guste solo por no tener compañía es limitarte y así no funciono.

Claudio Torres dijo...

Me sentí muy identificado con este artículo, porque a pesar de que muy poco tiempo de mi vida he estado "socialmente" solo, siempre he necesitado mis capsulas de soledad para desenredar esas madejas internas que me produce la interacción con los demás seres humanos.

Mucha gente nollega a entender nunca lo valiosos y reparadores que pueden ser estos momentos de intimidad con nuestro ser interno,
yo he ido experimentando esos momentos en mi vida y cada vez me nutren más, e incluso me ayudan a facilitar mi trato como individuo hacia los demás, desde tener peliculas que se disfrutan en soledad unicamente, hasta elaborar una selección de música que solo sea para deleitar los oidos a traves de audifonos aislantes.

El experimento de salir solo lo hacía muchísimo en otras epocas, y te puedo recomendar lugares más divertidos aun, donde tendrás que contener la risa ante la reacción de la gente, por ejemplo ve un viernes o un sabado en la noche a comer en una heladería y pide una copa gigante, o recorre un centro comercial un domingo, visitando tiendas de bebé, jugueterías, y tiendas de articulos para el hogar.

De nuevo mis felicitaciones por una mirada muy acertada al las relaciones humanas.

Gagz9k dijo...

Yo sufro de ansiedad social; me pone nervioso la gente. Esas cosas que tu notas por primera vez las noto desde que fui por primera vez solo al cine; a los 14.

Me gusta la soledad; siempre me ha gustado escribir, dibujar, tomar fotos, leer libros, leer comics, ver peliculas. Y eso lo hago mejor si estoy solo.

Mi mejor cita siempre ha sido conmigo mismo (con el perdón de mi novia, a quien amo); preparar el libro que voy a leer en el bus camino al cine, elegir la pelicula que voy a ver, la música que voy a escuchar mientras compro la cena, y luego en casa mientras preparo esa cena. La serie o película que voy a ver mientras como y sobre que voy a dibujar antes de irme a dormir.

Un día conmigo mismo que la compañía de nadie puede hacer mejor, pero tal vez si peor.

Pero como dije; yo si he notado siempre la mirada de lastima de las chamas, y de burla de los chamos. Especialmente cuando eres un pavito de 16 años, las miradas no son nada disimuladas. Los grupitos incluso señalan y se rien del chamo que esta solo en una mesa llevando el ritmo de la música con la cabeza mientras ve a la gente. "Marico que triste no tiene un culito ni pa' venir pal cine", todos se ríen. Yo los miro, y les devuelvo la sonrisa. ¿Qué saben ellos que me estoy imaginando historias detrás de cada rostro, que estoy guardando esas caras para dibujarlas después, esas historias para convertirlas en fotos, en la privacidad de mi estudio, en complicidad con mis modelos?

Igual se ríen, incluso ahora que ya no soy un pavito de 16, pero incluso con mi ansiedad social, eso no impide que disfrute salir conmigo mismo a pasar los mejores momentos que puedo pasar.

Antonio dijo...

Tengo como costumbre almorzar a solas en mi cumpleaños, en un lugar que me encante, que regalo más hermoso es celebrar el estar cómodo con uno mismo.

Lyss dijo...

creo que es cuestión de quererse a uno mismo! a mi me ha tocado viajar sola, estar una semana sola en determinada ciudad donde no conozco a nadie y resulta genial! la mente se abre mas, como dices tu, la experiencia es mas sensorial! conoces mas gente, aprovechas mas y mejor la experiencia!... el problema es que es difícil el momento en el que te quieres tomar una foto y no consigues quien lo haga!

y si hay cierta mirada de lastima en la gente! o la pregunta de ¿y tu novio te dejó? jajajja la sociedad no aprueba ese placer de entender que a veces, algunos, decidimos salir solos...

jovansk dijo...

A mi me parece fantástico estar sola, en mi casa me da una sensación de libertad divina, ademas también he hecho cosas que se "acostumbra" realizar en compañía, como por ejemplo ir a los conciertos y los que considero mas importantes para mi, sola, fui a Green Day, Aerosmith, The Granberries y a 2 de los conciertos de los BSB, si, Backstreet Boys (algo que todavía conservo de mi adolescencia) totalmente sola, tal vez después de leer esto empezare a considerar salir mas a menudo sola y disfrutar de esos momento de otra manera.

Unknown dijo...

excelente desde que descubre tu blog estoy sumergido en el...

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