miércoles, 1 de mayo de 2013

Violencia en la Asamblea Nacional: La muerte de la Opinión.





Venezuela es el país de lo imprevisible. Había pensado hablar de otra cosa hoy, miercoles primero de Mayo, tal vez hacerme unas cuantas preguntas con respecto a qué aprendí durante el abril caótico y abrumador que acaba de terminar. Pero, la realidad de mi país me supera, modifica cualquier intención, hasta construir algo más. Una opinión. Porque en Venezuela, la opinión es lo único que ha sobrevivido a la debacle moral y constitucional que sufrimos. Y a veces, incluso tampoco eso: a veces opinar es un riesgo calculado, una idea que nace en el terreno árido de la violencia, la denuncia mal tintecionada y el desprecio a la opinión del otro. Esa es la Venezuela actual, la Venezuela que estamos intentando sobrellevar, a la que sobrevivimos cada día. La Venezuela donde la agresión es admisible, la censura justificable y el temor moneda común.

Me había prometido - me parece que por segunda vez en el año - no tocar temas políticos en este, su blog de confianza. Intenté - de nuevo - mantener este espacio al margen de la diatriba política. Pero ¿Como mirar hacia otro lado luego de lo ocurrido ayer en la Asamblea Nacional? ¿Como intentar disimular la gravedad que el espacio que tiene como fin único promover la pluralidad y el debate de ideas se haya convertido en un largo monólogo salpicado por la violencia? No puedo, tampoco quiero, ser un Venezolano que solo observa lo que ocurre, que intenta sobrevivir a la ignorancia, de esos que asumen que "la política no va conmigo", en un intento de esquivar la realidad, construir algo más llevadero y soportable. Pero, lo que estamos viviendo, esta perdida de valores, esta destrucción progresiva de la democracia, necesita voces que se opogan, voces que griten, voces que critiquen, voces que nos obliguen a recordar que lo ocurre no es admisible, que lo que vivimos es una contradicción al deseo de levantar un país a cuatro manos, de aspirar a una Patria construída a cuatro manos. La contribución del humilde, la necesidad de expresión del que como yo, solo habla a nombre propio y acepta las consecuencias, sean cuales sean. De manera que de nuevo, escribo sobre política. Supongo que continuaré haciéndolo. Ayer comprendí que no hay espacio que pueda librarse del miedo, inmune a la indignación. Quiero levantar mi voz, y mientras pueda hacerlo, lo haré.

Lo ocurrido ayer en la Asamblea Nacional no es solo grave por el hecho que demuestra que los espacios democraticos o aparentemente democráticos, son cada vez más escasos en Venezuela. Eso es hecho conocido, evidente. Que el diputado Diosdado Cabello prohiba el derecho de palabra a los representantes escogidos por la mitad del país, es algo que no tomó por sorpresa a nadie. En este país la democracia es un término ductil, fracturado que abarca cualquier mecanismo legal que pueda esconder lo que realmente ocurre: el oprobio de los poderes públicos al servicio del Estado, los medios de Comunicación humillados y doblegados, un país en llamas, que se debate entre la incertidumbre, la angustia y sobre todo, el hecho cierto de no saber a donde nos conduce una coyuntura cada vez más confusa. Ya lo dijo Tibisay Lucena, vocera del Poder del Consejo Nacional Electoral, con su lamentable omisión a lo que la oposición insiste en demostrar, con su negativa decidida a permitir que la disidencia tenga algo tipo de participación política real. El país está gobernado por una élite partidista, apoyado en la ceguera de un electorado que está convencido que cualquier desmán es admisible, mientras complazca a la idea de "mayoría" que el régimen se encarga de insistir posee. ¿Que ocurre con el ciudadano que con todo el derecho de la pluralidad de valores que propugna la democracia disiente de la idea Gubernamental? A todos los efectos,  se convierte en un ciudadano a medias, en un marginado cultural,  en un país donde la idea de dialogo pasa por la obligatoriedad de aceptar la verdad del otro como absoluta. Esa es la Venezuela heredada por la hegemonía Chavista de un lider que se negó jamás a reconocer la existencia del disidente político. Esa es la Venezuela que intenta sobrevivir al despotismo y a la violencia: la Venezuela del ciudadano que lucha por ser reconocido, la Venezuela del ciudadano que construye un espacio para sus ideas, a pesar de la represión del estado y la aceptación de quienes olvidaron que criticar al poder, es un deber de quién desea un país próspero.

Porque quizás, sea eso lo que más desconcierte: asumir que en Venezuela los desmanes del poder tienen un grupo de seguidores incondicionales. Un grupo de ciudadanos que admite la violencia como medio para imponer las ideas. Un grupo de electores que hablan sobre mayorias, sin comprender que en Democracia, la minoría numérica es parte del conglomerado de las idas, no una victima de la presión para imponerlas. Asombra escuchar a los seguidores del oficialismo, celebrando la muerte de la democracia, aupando las agresiones - las ocurridas el día de ayer y las anteriores - sin analizar que el poder solo beneficia a quien lo detenta, no al que lo sostiene. Le digo a usted Señor Oficialista que quizá me lea: ¿Que ocurrirá cuando su opinión sea incomoda para el régimen? ¿Que pasará cuando deba oponerse a cualquiera de sus decisiones porque finalmente afectan sus intereses? ¿Ha pensado que probablemente llegará el momento en que el poder destructor de un Estado sin limites, de un aparato de poder que ignora la legalidad también le agreda a usted? ¿Que ocurrirá cuando el lider de turno ya no defienda sus ideas sino que se enfrente a la suyas? ¿Ha pensado en la posibilidad cierta que simplemente deje de ser parte de esa mayoría aparente para formar parte de los que se les obliga a callar, de los que se les agrede por el solo hecho de brindar una opinión concisa sobre lo que ocurre? ¿Seguirá usted justificando al poder sin hacerse preguntas, sin tomarse la molestia de comprobar acusaciones¿ ¿Seguirá siendo leal solo por resentimiento? ¿Continuará apoyando con su silencio y complicidad la destrucción sistemática del país?

Probablemente ahora, su respuesta será incondicional. Por ahora, usted que me lee y apoya al oficialismo, está muy cómodo dentro de sus prebendas de poder, apoyando al poderoso. Pero recuerde, que la lealtad del poder es efímera y que también, la idea de la violencia no discrimina. El odio no distingue el color de su camiseta de partido, ni tampoco su parecer ideológico. En este país que se desploma en medio de la agresión y la impunidad, usted es el único que puede detener lo que ocurre. Porque la responsabilidad es histórica, suya y mia. La responsabilidad es necesaria, suya y mia. Y ahora mismo, yo la asumo, criticando al poder, oponiendome siempre que puedo. ¿Usted que hace para construir una Venezuela en el imperio de la ley?

Esa es la única pregunta que merece respuesta actualmente. Y usted, oficialista que me lee, no sé si la tenga.

Un país mudo, por el miedo y la complacencia, enfrentándose a los vicios del poder.

C'est la vie.

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