miércoles, 17 de febrero de 2010

De aqui y otros mundos.


A veces pienso que mi agorafobia está llegando a limites incomodos, una vez que rebasó lo que podría ser una curiosidad sociologica de la ciudad de mi mente. No lo digo a la ligera, aunque pueda parecerlo: sé que es un padecimiento invalidante, temible y en ocasiones, absolutamente desesperante, pero no puedo sino otra cosa que parafrasear un poco sobre él ahora que puedo, mientras resulta controlable e incluso intrigante. De manera que, cámara en mano, deambulo un poco por los rincones de mi conciencia para encontrar una idea que pueda resultarme radiante, expresión de la belleza del mundo más allá de mis fronteras y no provocarme la consabida angustia. ¿Resultado? Una imagen claro. La fotografía, la idea que camina, se transforma, se hace, se crea, se deslinda, se construye, se declara autonoma a base de poder y pasión. De pie, en un rincon diminuto de mi mente, grito, me rio, o simplemente me quedo en silencio. Aguardando, temblando. Desconcertada. Angustiada y fascinada por el simple hilo de temor.

El sonido del obturador me devuelve a la realidad. Tan antigua esta memoria perdida. Tan hermosa. Y heme aqui, en soledad. Eternizada entre mis dedos.

Ah, si, que sencilla es la evocación de la voz de la memoria, protegida y vehemente. De nuevo, en medio del dolor y esa linea densa de mi propia decisión de crear.

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