martes, 16 de febrero de 2010

Conversaciones con la almohada.


El insomnio es un tema recurrente en mi vida, aunque no especialmente dramático. En realidad no me molesta en absoluto la falta de sueño - no de sueños, que no es lo mismo - y la mayoría de las veces disfruto las largas horas en vigilia dedicandome ya sea a ordenar mi extraño mundo mental o simplemente a revitalizar cada vicio, mania y dedicada vocación pasional que cultivo. Tengo ciclos obsesivos donde bailo durante la noche con los ojos cerrados, escribo hasta que caer rendida o solo leer...leer infinitas variaciones de la palabra, todas las historias que quiero escuchar y que nunca terminarán de ser contadas. Por tanto, mi insomnio es ese nivel de maravilla pequeño e irreductible que tiene alguna relación ( quizá un ligero vicio de dolor ) con la inocencia y la rebeldia.

Igualmente, muchas veces el agotamiento me juega malas pasadas. No puedo evitarlo, aunque quisiera, de manera que aprendi que aunque mi insomnio es un rasgo eliptico de mi personalidad, deno cuidar esa otra parte vulnerable de mi misma, refractaria al dolor profundo y pristino de las ideas: mi cuerpo. De manera que he decidido ser responsable y comenzar a cuidarme o al menos intentarlo. ¿Y en que consiste ese deber sui generis surgido de la simple futilidad? Dormir un poco más. Me llevará esfuerzo, quizá perderé un poco de esa furiosa sensación de poseer un mundo paralelo pero supongo que llegados a cierta edad, todos necesitamos creer, aspirar y elevarnos hacia algo más simple que la simple rebeldia, Kevin Patterson dixit.

Pero mientras intento llevar a cabo mi pequeño proyecto, continuaré deambulando de un lado a otro en mitad de la noche, con mi taza de café favorita en la mano, sonriendo con la traviesa satisfacción del transgresor.

Y dice: Nothing wrong with me...!


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