lunes, 1 de octubre de 2018

Crónicas de la lectora devota: el Fotolibro “Pido, Prometo y Pago” del fotógrafo Jorge Luis Santos.




La mayoría de las veces pensamos en “Fe y religión” como expresiones culturales meramente occidentales, o en todo caso, pertenecientes a una idea sociológica general. En el caso de Venezuela, la fe y la religión son dos expresiones que se analizan a sí mismas como un fenómeno de perenne importancia. Tal vez por ese motivo, el fotolibro “Pido, prometo y pago” del fotógrafo Jorge Luis Santos, resulta sorprendente y por momentos, incómodo: para el autor, la fe es una expresión firmemente arraigada en la versión de la realidad de quienes fotografía y por tanto, muestra una óptica amplía sobre esa necesidad de asumir el peso de lo invisible — esa religiosidad impulsada por un deseo latente de construir una percepción del hecho típico sobre lo individual — como una expresión de belleza y poder. El Fotolibro encuentra el concepto sobre la fe — sobre todo la religiosidad — como algo más que una forma de expresión cultural local, o incluso circunscrita a determinados grupos y étnicas. Para Santos, el poder de creer se manifiesta en una firme convicción sobre la profundidad de la emoción: en todas sus imágenes — elegantes composiciones de blanco y negro que muestran la fe como un vestigio de nobleza espiritual — lo invisible un reflejo no solo de la manera de construir la realidad de una sociedad, sino de su especialísima visión sobre lo que llamamos Divinidad.

Hablar de religión no es sencillo. Venezuela es un país religioso. O mejor dicho, muy conservador en cuanto a sus costumbres religiosas. No es para menos creo: según Cifras oficiales, el 68% de la población se declara Cristiana practicante y la otra mitad, tiene simpatías por la religión Católica. Y el resto, una mezcla de judaísmo, creencias centro africanas, sectas cristianas radicales y creencias basadas en la doctrina apostólica romana. Una extraña mezcla que sin embargo, en Venezuela funciona y tiene cierta lógica. Santos no sólo refleja esa potencia de la creencia cristiana con raíces profundamente antropológicas sino que además, la elabora como una compresión de algo más humano que la mera búsqueda de una respuesta a lo desconocido. Con sus figuras encorvadas, los rostros levantados hacia un cielo fuera del encuadre, las manos unidas como una forma de expresión de pureza y fuerzas, Santos logra recrear una versión de la fe profundamente física pero sobre todo, construída a partir de algo más elemental y primitivo que el dogma. Los hombres y mujeres fotografiados por el fotógrafo, forman parte de una pléyade de versiones sobre la necesidad de construir y crear una concepto sobre la capacidad para traducir el símbolo en un discurso comprensible. “Pido, Prometo y pago” no sólo elabora una mirada consecuente sobre lo religioso como una expresión autóctona sino que evade — con su juego intencionado de imágenes que se complementan unas a otras — una explicación sencilla. Para Santos, la fe se une a la vida cotidiana en retazos y fragmentos de algo mucho más poderoso y elocuente: cada imagen parece flotar y sostenerse sobre la imagen persistente de una fuente de belleza colectiva. Una comprensión del yo colectivo unida a través de la creencia en lo desconocido.

Pero por supuesto “Pido, Prometo y Pago” es también una crítica. Hay una cierta dureza entre las imágenes que se entrecruzan y se completan y que muestran esa otra noción de la religión desde la dominación y el silencio cultural que sostiene la fe. Es evidente que para Santos, la religión es algo más que una figura abstracta y bien intencionada: A medida que las imágenes del libro se hacen más elaboradas, menos complacientes, el norte sobre lo religioso se transforma en una percepción sobre lo consciente del cual se sostiene cierta versión de la realidad. Desde los penitentes arrodillados, hasta los hábitos y detalles de objetos religiosos petrificados por el blanco impoluto del claroscuro, el libro avanza hacia la noción religiosa impuesta desde hace siglos por la naturalización del hecho religioso como parte de la cultura. La religión en sí, es la respuesta del hombre a lo que considera divino e inexplicable: Santos lo sabe y explora con el ojo curioso de la cámara, los hilos singulares que recorren esa contundente relación entre el hombre y la incertidumbre. No obstante, el fotógrafo evita la opinión directa y en algunas ocasiones, parece obsesionado por la mera observación, lo que convierte al libro en una expresión y reflejo de lo que la religión puede ser como componente social. De hecho, Santos parece sugerir que la religión forma parte de la moral cultural y una forma de precepto personal que poco a poco se confundió con lo que habitualmente llamamos pensamiento cotidiano.

Santos no es ajeno al hecho humano de la fe y es entonces cuando sus fotografías crean un discurso extraño, de persistente belleza que convierte al libro en un manifiesto silencioso que evade explicaciones sencillas. Combinando una inteligente labor visual — el diseño editorial del libro permite el juego de imágenes y la creación de dobles discursos — Santos dialoga con el lector a través de una miríada de expresiones y elaboradas versiones de la fe como elemento conductor del pensamiento humano. La religión en sí, es la respuesta del hombre a lo que considera divino e inexplicable: por este motivo tanto los fenómenos naturales y poco después, ideas que escapan a la explicación científica han formado parte del imaginario cultural. Santos lo lleva a una expresión más poderosa: la fe como vehículo de un lenguaje invisible y austero que brinda una forma de expresión de enorme riqueza visual.

Pero para Santos, la religión también es una elaborada versión sobre el sesgo del castigo y la rigidez de la religión como reconstrucción del acto moral punitivo: “Pido, prometo y pago” tiene una evidente y dura percepción sobre transcurrir del tiempo, la intención divinizada del castigo y la amenaza que transforma en una idea directamente relacionada con la religiosidad. No es extraño escuchar en el discurso religioso esas veladas referencias a la divinidad, la creencia, la forma de expresión religiosa, como arma para la reivindicación y el rencor. Santos no lo ignora y construye a través de sus fotografías una concepción elemental sobre el bien y el mal transformado e una contradicción de ambos términos que resulta no solo desconcertante, sino evidencia de lo intrínseco de esa la necesidad de invocar la divinidad como constructor de opiniones y sobre todo, objetivo de orden social.

“Pido, prometo y pago” es una ecléctica mirada hacia el mundo religioso Venezolano pero también, la concepción de la divinidad como una forma de comprensión sobre la naturaleza colectiva del dolor, lo moral y la incertidumbre hacia lo desconocido. El resultado es un acto de fe sin nombre, de enorme poder simbólico que convierte al libro en un valioso discurso sobre la percepción del hombre como parte de sus temores y esperanzas, pero sobre todo, la concepción de la fe como una puerta abierta hacia la incertidumbre. Una crítica mirada hacia el dogma y la religión como una construcción social.

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