miércoles, 20 de diciembre de 2017

Una nueva versión de una vieja historia: Star Wars y su intrépida visión sobre el poder.





La space Opera no siempre ha sido comprendida en su intrínseco valor como subgénero de la ciencia ficción. En más de una ocasión, el aspecto emocional suele ser menospreciado, y sobre todo analizado, con un añadido innecesario a la concepción tradicional de la ciencia ficción. No obstante, con su dosis de aventura, escenarios extraordinarios y visiones aleccionadoras sobre la moral, es evidente que hay una percepción concluyente sobre la comprensión de la Space Opera como vehículo artístico y narrativo. Con sus arquetipos básicos, sus batallas asombrosas y su exhibición en ocasiones desordenadas de logros tecnológicos, el subgénero ha logrado encontrar un lugar propio para la reflexión sobre la moral, lo espiritual y el poder de la voluntad del hombre.

Tal vez por ese motivo, una de las mayores virtudes de la Saga creada por George Lucas ha sido la de construir una visión sobre lo mitológico desde un punto de vista asombrosamente actual y sobre todo, con un profundo peso emocional. Hasta ahora, Star Wars ha enfocado su noción sobre la moral desde una óptica curiosamente sesgada. Durante la mayor parte de la Saga, la historia central se ha mantenido alejada de discusiones culturales de corte específico y de hecho, parece más concentrada en analizar la Universalidad de los temas que maneja que en reflejar las inquietudes de cualquier época. De modo que, Star Wars — como concepto y saga — se mantiene incólume y sobre todo, como una cuidada revisión sobre la percepción de lo ético y el bien común.

Aún así, con toda su carga histórica y simbólica, resulta evidente que la Saga no deja de asumir su solidez como propuesta emocional y cultural, sin dejar a un lado su origen como drama épico de proporciones galácticas. Tal vez por ese motivo, “The Last Jedi” comienza con una escena habitual dentro de las películas de la Saga: Cameron Poe — el piloto insigne de la Resistencia — encabeza un ataque definitivo contra la Primera Orden. Poe, que hasta ahora representó al héroe rebelde y al espíritu definitivo de la Resistencia, encara el reto de enfrentar un armamento mayor y un enemigo tecnológicamente superior y mucho más violento de lo que hasta ahora había sido. Por tanto, el piloto asume la responsabilidad de sacrificar una considerable número de naves de la tropas rebeldes en beneficio de lograr lo que asume un bien mayor e incluso, una noción sobre el poder (a futuro) más poderoso de lo que podría interpretarse a primera vista. O al menos, esta es la conclusión de Poe, cuando regresa para celebrar su victoria.

No obstante, en el Puente de mando de Leia no hay nada que celebrar y de hecho, la General Organa recibe a Poe con un bofetón y una inmediata orden de degradar su cargo, por contradecir sus órdenes de manera directa. Para Leia, centro intelectual de la película y sin duda, de la Saga en muchos de sus aspectos primarios, la desobediencia de Poe no revista heroicidad alguna, sino antes bien, una evidente insubordinación que tiene un costo evidente en vidas y un necesario armamento. A primera vista poco trascendente, la escena conlleva quizás el mayor cambio de paradigma en la Saga desde que la Princesa Leia Organa tomara un Blaster para defender los secretos de la República. Con un interesante golpe de efecto y sobre todo, una meditada vuelta de tuerca, Brian Johnson asume la noción sobre el peso de la autoridad de una manera por completo distinta a lo que hasta ahora se había estado haciendo. Es entonces, cuando “The Last Jedi” muestra sus colores — su invisible pero pertinente discusión ideológica — y sostiene un importantísimo debate sobre la moral, la fuerza de la voluntad y la autoridad que transforma la película en una intrigante visión sobre el poder que se ejerce desde la emoción y lo intelectual que sorprende por su buen hacer y su interesante implicación en el debate actual sobre género, equidad y diversidad.

Sin duda, “Star Wars” es un icono cultural que no admite grandes revisiones ni tampoco, enormes construcciones argumentales que puedan basarse en debates sociales o ideológicos específicos. Aún así, “The Last Jedi” demostró el poder de crear un contexto lo suficientemente poderoso que aprovecha las flexibles particularidades de la Space Opera para enviar un mensaje resonante y valioso sobre tópicos más o menos Universales. Siendo la película más política de la Saga — y la que medita con mayor interés sobre la historia bajo líneas que sostiene la versión más poderosa de la historia — es evidente que “The Last Jedi” tiene toda la intención de reflexionar en aspectos culturales de mayor profundidad de los que hasta ahora había tocado. Lo hace además, desde un elegante punto de vista que sorprende por su precisión. En “The Last Jedi” las piezas intelectuales parecen ordenadas para enviar un mensaje de enorme valor cultural. Y quizás, eso es uno de los puntos más fuertes en su argumento, que ha divido a los fans por su carácter revisionista y sobre todo, su capacidad para extrapolar visiones sobre la fe, la voluntad e incluso la espiritualidad de manera original y novedosa.

Una mirada a las estrellas: The Last Jedi y las mujeres.
Durante toda su historia, Star Wars ha sido pionera en su manera de asumir el peso de la Ciencia Ficción como vehículo de comunicación y expresión de ideas complejas. Desde la figura de Leia — convertida en ícono de lucha feminista por su innovadora reflexión sobre la autoridad y el poder — hasta la noción sobre lo moral basado en una expresión de fe casi Panteísta — la Saga ha meditado con cuidado sobre ideas de profundo contenido humanista. “The Last Jedi” no es la excepción y en esta oportunidad, el guión parece especialmente interesado en revisionar la figura del héroe, el poder de mando, el liderazgo y la autoridad. El guión no sólo establece la tensa relación entre Leia (con toda la carga de la Resistencia y sus implicaciones a su espalda) y Poe (símbolo de una nueva generación destinada a tomar el inmediato relevo ante el asedio de la Primera Orden) sino que además, plantea de una forma directa, la dicotomía compleja entre las decisiones colectivas y el heroísmo como una toma de responsabilidad profundamente consciente. Para el guión de “The Last Jedi”, la percepción sobre el poder se estructura sobre la comprensión del bien y del mal como posturas intelectuales mezcladas con la emoción y cierta percepción espiritual. Pero más allá de eso, “The Last Jedi” pondera sobre el teorema del poder como influencia de la voluntad y es entonces, cuando el enfrentamiento de Poe y la autoridad alcanza un nuevo valor.

La Vicealmirante Holdo — interpretada por una exquisita Laura Dern — expresa no sólo toda la propuesta de “The Last Jedi” sobre los mecanismos de poder, sino que logra elaborar una meditada visión sobre el liderazgo y la responsabilidad que atañe el manejo de los hilos de la representatividad y la estructura de mando, más allá de la noción del héroe en estado puro que representa Cameron Poe. Con una asombrosa habilidad, el guión plantea varias nociones sobre el hecho del ejercicio del mando y lo hace, con una notable atención a la visión de la resistencia como un conglomerado de la voluntad colectiva y lo que resulta aún más interesante, su percepción sobre lo moral en el liderazgo. Holdo, altiva, silenciosa, sin el brillo o el carisma poderoso de Poe, llega para no sólo ejercer el control en medio de una situación caótica, sino que además, razona sobre las necesidades del equipo como un punto de vista de intrínseco deber personal. La Almirante viene a sustituir al liderazgo espiritual de Leia y lo hace con una sobridad que sabe a poco, en comparación con la vistosa rebeldía de Poe. Es entonces cuando el guión establece una línea evidente de la relación entre ambos personajes. Poe mira a la discreta Goldo y sonríe. “No es lo que esperaba” admite, con lo que parece resumir la interpretación sobre la sobria ejecución del poder que representa Holdo.

Para Poe, es evidente que Holdo no tiene los requísitos para “liderar” — a la manera como lo comprende — o al menos de la manera como imagina podría hacerlo él mismo. Pero sorprende como Holdo no sólo aumenta en envergadura como líder sino también como rostro de un tipo de expresión de la autoridad de enorme fortaleza moral. Holdo asume su posición de mando y lo hace, sin importar la insistencia de Poe en dispuestar su firmeza, su elocuencia y su versión de la connotación profunda que desea mostrar sobre el bien y el mal moral. Holdo (y anteriormente Leia) demuestran que el poder es un atributo responsable, basado en un tipo de inspiración profunda sobre la capacidad para asumir el peso de sus acciones. Mientras Poe lucha y batalla desde la frontalidad — lo cual también resulta válido dentro del contexto de la trama — Leia y Holdo muestran el poder una convicción basada en una compleja sensibilidad y fortaleza que el piloto aprenderá a medida que avanza la narración y la comprensión sobre las dimensiones del liderazgo se hace más evidente.

De hecho, es notorio que la película responsabiliza a Poe por los peligrosos momentos que atraviesa la rebelión, que debe enfrentar con sus fuerzas diezmadas una batalla que le desborda y le supera con creces. Es entonces cuando el liderazgo tranquilo, pausado e inteligente de Leia y Holdo, se hace ncesario y enorme, de enorme peso en su importancia intelectual. Con un inteligente golpe de efecto, “The Last Jedi” elabora una visión renovada sobre sus héroes pero sobre todo, realza la importancia de una figura del liderazgo tan audaz como intelectualmente ponderada. Un paso adelante en la comprensión de la heroicidad como puerta abierta hacia una visión mucho más amplia, ponderada e inteligente sobre el poder, el uso del argumento intelectual como punto de vista y sobre todo, una poderosa reflexión sobre la voluntad, la fe y la capacidad para asumir los cambios necesarios en su visión del contexto histórico que rodea a la saga a través del tiempo. “The Last Jedi” es un paso en una importante dirección sobre la diversidad, sin intentar glorificar al género sino reflexionando de manera sagaz sobre los dolores y temores culturales desde una perspectiva fresca y emocionante. Quizás justo lo que la cultura pop necesita.

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