miércoles, 3 de febrero de 2016

Diez razones por las que creo que “The Revenant” del Director Alejandro González Iñárritu no debería ganar el Oscar a la mejor película.





No cabe duda que la película “The Revenant” de Alejandro González Iñárritu es el suceso de la temporada de premiación que culminará con la ceremonia del Premio Oscar el venidero 28 de febrero. Con doce nominaciones (que incluyen las categorías de mejor película, Dirección, fotografía, actor principal y de reparto), la más reciente obra del director mexicano parece destinada a ser la gran triunfadora de la noche. No obstante, esta nueva apuesta hacia lo difícil y lo diferente — quizás la más ambiciosa de Iñárritu — parece haber dividido las críticas en dos extremos contradictorios: se le considera desde una obra maestra que pasará a los anales de la historia cinematográfica por sus aportes visuales hasta un melodrama de guión blando disfrazada de epopeya épica. Entre una y otra interpretación de la película, existe un amplio espacio para el debate y el argumento a favor — y en contra, desde luego — que ha dividido a la crítica y al público por igual.

¿Quién tiene la razón? Quizás entre ambas perspectivas, se encuentra una visión de “The Revenant” más allá del efectismo técnico y el entusiasmo que despierta sus indudables virtudes visuales. Iñárritu y sobre todo, el director de Emmanuel Lubezki ha creado una aparente obra de arte cinematográfica, usando la innovación y una ambiciosa puesta en escena. “The Revenant” es una película que asombra, que desconcierta y en el peor de los casos, despierta curiosidad. No obstante ¿Es suficiente lo anterior para convertirse en la mejor película del año? ¿Son sus méritos visuales y técnicos lo suficientemente sólidos como para asegurarle un lugar en la historia del cine? Tal vez no y te doy los diez motivos por lo cual lo pienso:

* Un guión predecible, lento y con enormes debilidades:
La película “The Revenant” está basada en la novela homónima de Michael Punke y pretende ser una alegoría sobre la supervivencia y el poder del espíritu humano. La narración se centra en Hugo Glass, sobreviviente a lo inimaginable y fuente de una buena cantidad de leyendas y mitos rurales. De origen, el argumento parece requerir una vuelta de tuerca lo suficientemente eficaz como para enfrentar la adaptación del papel al cine que permita a la historia sostenerse, a pesar de su simplicidad.

Pero no lo logra. “The Revenant” padece de un argumento esquemático, simple y directamente insustancial. Por supuesto, las impactantes imágenes y algunos giros argumentales desconcertantes brindan cierta continuidad a la narración y evitan que caiga en el tedio absoluto. Aún así, el metraje avanza en medio de una lentitud injustificada: el ritmo se rompe en pequeños tramos pretendidamente oníricos que sin embargo, sólo parecen entorpecer la estructura del film.

Más allá de eso, el impacto visual parece jugar en contra a esa visión Universal sobre el espíritu humano que Iñárritu parece empeñado en metaforizar. Por momentos, los extraordinarios paisajes parecen devorar cualquier punto de inflexión en el relato y lo someten a una injustificada lentitud que atenta contra su integridad. Eso, a pesar que por momentos, la película retoma el dinamismo de las secuencias y que sus hiperrealistas escenas de violencia están concebidas para asombrar e incluso inquietar. Pero entre ambas cosas, la solidez del guión se resiente e incluso, parece incapaz de soportar la carga visual al que su director le somete en un intento de sostener la trama.

* La fotografía preciosista atenta directamente contra la solidez del relato:
Basada en una historia real, “The Revenant” insiste en ser una alegoría de la soledad, la desolación y también, como por retruque y a través de algunas pinceladas de existencialismo, de la voluntad del ser humano por sobrevivir en las circunstancias más adversas. Hugh Glass, convertido en una especie de imagen viva del dolor y el desamparo, recorre 1.500 millas en medio de los ámbitos más extremos para satisfacer su deseo de venganza. No obstante, la historia se desdibuja y por momento desaparece en medio de los extraordinarios paisajes, escenarios de nítida bellezas y otras tantas proezas visuales que Iñárritu se ha encargado de utilizar como pieza originaria de su narración. La mayoría de las veces, el impacto visual literalmente consume el discreto y simple guión, que es incapaz de sostenerse frente a la avalancha de imágenes espectaculares que el reconocido director de fotografía Emmanuel Lubezki crea para la película. El argumento se desgasta hasta lo inimaginable en un intento de enfrentarse a los paisajes grandilocuentes y el tono épico que se logra del todo. En consecuencia, la película pierde el pie y pulso contra ese enorme planteamiento visual que no brinda sustancia  a ningún punto de la historia.

* Una visión cursi y romántica sobre el sufrimiento:
Iñárritu está obsesionado con la espiritualidad en sus historias y “The Revenant” no es la excepción: una y otra vez, el director brinda a la película un aire onírico y semi místico que se contrapone directamente con la pretendida dureza de los personajes y su entorno. No obstante, esa espiritualidad naturista y visceral que Iñárritu muestra, parece derrumbarse de inmediato cuando no es capaz de sostener ambos discursos a la vez. Quizás inspirados en las obras profundamente filosóficas y desconcertantes de Terence Malick (quién con su asombrosa “El árbol de la Vida” demostró que es posible sostener un guión críptico a través del prodigio visual) Iñárritu se esfuerza pero no logra, crear una construcción visual lo suficientemente sólida como para profundizar sobre lo trascendental. La película es un constante “quiero y no puedo” sobre el dolor, el sufrimiento físico y mental, la violenta y otros temas que se quedan a medio camino entre las escenas de insoportable crudeza y largos espacios de silencio que no sólo desvirtúan el sentido de la obra sino que además, trivializan el supuesto mensaje espiritual que desea transmitir.

* El abuso de primeros planos:
¿Y que puede hacer un director cuando depende exclusivamente de su maravillosa técnica visual? Aplicar la misma curiosidad con que mira el paisaje a sus actores. De manera que la película se llena de imprecisos y la mayoría de las veces innecesarios primeros planos que llegan a abrumar. Como si el director quisiera compensar la falta casi absoluta de diálogos, se empeña por humanizar a sus personajes mostrando sus expresiones faciales lo más cerca que puede, lo que resulta injustificado en ocasiones e incluso tedioso hacia el metraje final. Tal pareciera que para el director la visión preciosista del paisaje exterior debe encontrar un reflejo en el rostro de los actores, que sufren y luchan contra ellos. No obstante, en ocasiones la expresividad del elenco resulta incluso caricaturesca en medio de esa amplitud ultraterrena que lo llena todo. El Glass de Iñárritu, que podría haber sido de una complejidad temeraria y dolorosa, se resume a la pesadumbre y la cautela. Un espíritu pesaroso que parece sobrevivir más por accidente que por verdadero empeño de hacerlo.

* El contexto se desdibuja:
Hugh Glass no es sólo el héroe literario de Michael Punke sino un personaje habitual en gran variedad de leyendas y mitos canadienses. Su vida — y sobre todo, su aventura al atravesar un territorio congelado e inhóspito alentado por la venganza — se convirtió en materia de leyenda desde 1825 y ha sido el origen de múltiples artículos periodísticos, novelas e incluso poemas épicos. Desde el el conocido libro “Lord Grizzly” de Frederick Manfred (1954), el durísimo poema “The Song of Hugh Glass” de John Neihardt, hasta algunos filmes minoritarios “Man in the Wilderness” de Richard Sarafian (1971), Hugh Glass parece formar parte de una idea general sobre el hombre imponiéndose sobre la naturaleza, una voluntad de hierro que se enfrenta a la inclemencia con los escasos recursos de su espíritu indomable y su capacidad para sobrevivir.
No obstante, para Iñárritu parece necesario despojar a Glass de todo su sentido histórico, lo cual podría haber funcionado si el personaje pudiera sostenerse de una individualidad propia. No lo logra, al pesar del evidente intento del guión de humanizarlo a través cliché, que lo dota de una sensibilidad que no parece encajar en el discurso general de la película y que sin duda, contradice la esencia general de la estructura narrativa. Dividido, fragmentado en lo que parece ser una naturaleza dual, el Glass de Iñárritu muestra por momentos una fragilidad que conmueve y luego, una dureza que desconcierta. Todo lo cual podría funcionar y de hecho sostenerse, si el personaje tuviera una mayor profundidad. No obstante, Glass parece ser un símbolo de una serie de mensajes y metamensajes que no llegan a ser nunca del todo claros y que atentan directamente contra su credibilidad.

* La insistencia en un mensaje medioambientalista, romántico y sensiblero que se contrapone con el núcleo central de la película:
La película “The Revenant” se presenta de entrada como una experiencia salvaje, cruda y brutal. No hay espacios para otra interpretación, mientras el metraje avanza en medio de paisajes desolados de asombrosa belleza. Pero de pronto, el guión justifica un discurso políticamente correcto y atraviesa un terreno minado de mensajes y elementos que directamente relacionados con la defensa del medio ambiente, la sensibilidad étnica y toda una serie de ideas que no encajan en medio de la propuesta inicial de la historia. Una y otra vez, la estructura del film se resiente por inclusión injustificada de toda una serie de ideas dispares, artificiales y que surgen casi de manera espontánea en mitad de la narración.

* Actuaciones en entredicho:
Una película con un guión tan sencillo debe sostenerse necesariamente sobre actuaciones impecables. Y a pesar de las estupendas críticas recibidas por el elenco de “The Revenant” (y su destacado papel en la temporada de premiación 2016), sigue estando en entredicho la calidad de la mayoría de las actuaciones. No sólo se trata de un discutible uso de la expresividad corporal en contraposición a la sutileza histriónica, sino del hecho que buena parte de la capacidad expresiva de los actores parece sepultada por las extremas condiciones que fue filmada la película. Mientras que la película parece sugerir una profunda introspección de cada uno de los personajes, una contención necesaria como reacción inmediata a la visceralidad que exige el guión, la mayoría del tiempo se trata de una carrera de obstáculos contra las críticas condiciones físicas a las que el elenco tuvo que enfrentarse.

* Abuso de los clichés y arquetipos:
El núcleo narrativo de “The Revenant” es indudable y muy sencillo: La búsqueda de una justa y necesaria venganza. No sólo se hace hincapié en lo que motiva la búsqueda de justicia de Hugh Glass sino que se deja muy claro, que eventualmente, lo logrará. E Iñárritu parece obsesionado con expresar una idea conjuntiva del bien y el mal basada esencialmente en ese contraste tradicional: Nuestro héroe es un hombre profundamente esforzado, bueno y para nuestra sorpresa — y contradicción del contexto histórico en el cual se basa la película — bien integrado a esta América recién nacida y desconocida. En contraposición, el villano lo es con todos los puntos: Despreciable, cruel, ladrón, violento, cobarde. El esquema se multiplica en el escaso elenco de la película y caricaturiza lo que podría ser una visión sobre el bien y el mal espiritual para transformarlo en una fórmula cliché de arquetipos sin mayor profundidad.

* Una gran dirección fotográfica no es suficiente para crear una buena película:
El apartado visual en “The Revenant” es sencillamente asombroso. El paisaje de una Canadá inhóspita y majestuosa cobra vida y se convierte en un personaje más, gracias al asombroso uso de la luz natural (sólo equiparable a los impecables escenarios de “Barry Lyndon” de Kubrick) y a la profundidad de enfoque que Emmanuel Lubezki logra gracias a la nueva cámara Arri Alexa 65 mm, que puede captar desde interminables paisajes en versión panorámica hasta mínimos detalles, sin fórmula de resolución aparente. La gran apuesta es sin duda, la de mostrar el paisaje de belleza imposible, tan agresivo como inhumano, verdaderos parajes de pesadilla que engullen no sólo a los personajes sino también, sus circunstancias. Los grises y platas de los valles nevados interminables, los numerosos contraluz que muestran un cielo brillante de colores impensables, son la puesta en escena ideal para contar una historia que depende casi por completo de su capacidad visual para asombrar.

Quizás dependa demasiado: la mayoría de las veces el argumento de la película parece enfrentarse directamente con su belleza visual, como si ambos extremos no lograran un punto de equilibrio que pudiera beneficiar al metraje. Una y otra vez, la narración avanza a trompicones, se ralentiza y se desvía de su punto original en beneficio directo de esa belleza que se ensalza y que por momentos, parece ser el único recurso a la disposición del director para conmover al espectador.

* Un metraje desigual, con evidentes blanduras y con golpes de efecto predecibles:
“The Revenant” no es una película sorprendente y de hecho, uno de sus puntos bajos es lo mucho que explota sus escasisimas escenas de acción, violencia o juegos de efecto. De pronto y sin que la transición sea lo suficientemente sutil para integrarse al ritmo cinematográfico, ocurren escenas que enorme peso emocional y visual. El recurso se usa en tantas ocasiones que acaba siendo cansino y debilita el metraje tanto como para hacerse recurrente. Como si el guión fuera incapaz de avanzar sin escenas asombrosas o sangrientas, el director insiste en el detalle de la crudeza, olvidando quizás los beneficios de la sutileza.


¿Todo lo anterior es suficiente para considerar que “The Revenant” no debe ocupar un lugar dentro de la memoria histórica del cine? Tal vez no, pero al menos, son lo bastante sólidos como para cuestionarse el espectáculo visual que ofrece y que sin duda, asombra por su solidez y belleza. Pero ¿Es el cine algo más que esa visión extraordinaria del mundo o algo más intangible y ambiguo? Sin duda y a la vista de la discusión propiciada por “The Revenant” es un buen momento para preguntárselo.

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