viernes, 6 de junio de 2014

En el país donde todos somos victimas: Sobreviviente al gentilicio.


Cuando te cuentan un hecho de violencia de los tantos que ocurren en Venezuela, siempre te preguntas cuando te ocurrirá. Lo haces con la certeza de saber que Venezuela la estadística de violencia se cuenta por las historias anónimas, se contabiliza por lo que ocurre a diario al margen de lo publico y la diatriba política. Y es que cada Venezolano, sabe que en alguna oportunidad, la grieta de la violencia llegará a donde se encuentre. Lo encontrará, a pesar de las precauciones, de las rejas, de las puertas cerradas. De obedecer instintivamente el toque de queda silencioso que nos impuso la impunidad. La incertidumbre a toda hora, la sensación de encontrarte al borde de una desgracia mínima, privada, que no te abandona. Somos victimas, incluso antes de sufrir un verdadero hecho de violencia. Somos victimas por el simple hecho de asumir que el miedo es parte de nuestra vida. De sufrir cada día y cada hora, el riesgo de ser Venezolano.

Finalmente el momento llegó. Hoy formo parte de la estadística Venezolana: Asaltaron pistola en mano el por puesto donde iba. Un hecho de violencia de los cientos, quizás miles que ocurren a diario en Venezuela. El tercer en mi lista personal. De nuevo, puedo llamarme sobreviviente.  Y de nuevo me pregunto, ¿Por qué debo vivir de esta manera? o mejor dicho ¿Cómo puedo hacerlo?

La historia es la misma que puede contar cualquier otro Venezolano, cualquiera de las victimas que padecemos la incertidumbre de la calle, del riesgo diario de un país que se desploma a nuestro alrededor. Me subí a un autobús de la Ruta Capitolio - La India,  frente al Colegio San José de Tarbes del Paraíso. Como cualquier mañana caraqueña,  había una gran actividad de pasajeros.  A la altura del Pedagógico de Caracas, el autobús se detuvo y subieron dos "vendedores".  Dos muchachos que no llegarían a la veintena.

Suspiré. Escuché la socorrida historia del familiar herido, de la necesidad de una medicina muy costosa. La he escuchado tantas veces, que ya puedo reconocerla. Miré al dúo: mientras uno repartía unas cuantas bolsas de dulces, el otro permanecía junto al chófer.   Después, sin mediar palabra sacaron las armas: dos pistolas de alto calibre, de metal reluciente. Tuve una súbita sensación de irrealidad, mientras ambos comenzaban a gritar, caminando por el pasillo del vehículo, golpeando y empujando pasajeros. Escuché gemidos, un llanto. La mujer sentada a mi lado arrojó la cartera al suelo y extendió a ciegas el monedero. Alguien pidió "calma" y uno de los asaltantes lo mandó a callar a gritos. "Aquí mando yo, huevón".  No hay manera de describir el pánico que me abrumó, aunque creo que en mi país todos lo conocen: Sentí nítidamente que ya mi vida y mi futuro no dependían de mis decisiones, sino del arma que un desconocido llevaba en la mano. Uno de los sujetos se acercó a donde me encontraba y me pidió "la plata y el celular, puta". Cuando se los extendí,  me apuntó a la cara porque no llevaba un teléfono costoso (llevaba "el barato") y me dio un manotón por llevar poco dinero. El otro comentó: "Puro pobretón nojoda, les sale plomo". Escuché más gritos. Estaban golpeando a alguien que insistía no llevaba celular encima. A una señora a dos puestos donde me encontraba, le dieron un bofetón por llorar, aterrorizada. Y después el más agresivo, que no dejaba de apuntar directo al rostro a los pasajeros gritó "esto es culpa de todos". Intenté mantener la calma, aunque no hay manera de hacerlo, cuando no sabes que ocurrirá, que sufrirás a partir del momento en que la violencia se desborde.

Llegando casi a la altura del C.C Multiplaza Paraiso, uno de los tipos sugirió "llevarnos pal' cerro" secuestrados. Y nos apuntó de nuevo, desde el centro del pasillo, balanceando el arma entre las manos, recordándonos a gritos "No me vean coño, que les vuelo la cabeza de mierda".  Hubo un gran silencio. Cerré los ojos y comencé a llorar. Creí que había llegado "ese" día que todos los Venezolanos temen les ocurra, el de la bala con tu nombre. Finalmente llegamos a la altura de la Redoma de la India. Había tráfico pesado y el autobús se detuvo.  Uno de los sujetos dijo entonces "Y si nos llevamos a las mujeres?". Y nos miró. Me sentí profundamente expuesta, allí, medio inclinada en el asiento, intentando pasar desapercibida. La mujer a mi lado lloraba tan alto que temí la golpearan. El sujeto continuó gritando: "Vamos a llevarnos a las mujeres".  Lo dijo con la tranquilidad de saber que nadie lo detendría, que podrían hacerlo porque el arma - el país impune - le daba ese derecho. Entonces el chofer detuvo la camioneta a la altura de la bomba. Se levantó, con las manos en la cabeza "Chamo, tendrás que matarme". No sé porque lo hizo: si fue el miedo o el hecho de saber que obedecer lo llevaría a una situación a la cual no sobreviviría. Uno de los asaltantes levantó el arma, lo apuntó,  gritando algo que no entendí. El otro apuntó a los pasajeros y en medio de los gritos y el miedo, me pareció escuchar un sonido metálico que no reconocí, pero pude imaginar de que se trataba. ¿La bala cargándose quizás? Creí realmente que iba a morir. El cuerpo se me paralizó. Incliné la cabeza, sin pensar en nada más que el miedo. Finalmente los dos asaltantes se bajaron. Uno levantó la pistola hacia el vehículo, EN LA CALLE, y gritó: "pa' la próxima, pa' la morgue". Los vi correr entre la multitud de transeúntes, confundiéndose entre ellos. En tumulto baje del autobus, temblando.


Regresé a mi casa caminando y sin dejar de llorar. Me acompañaban dos señores. Uno me dijo "Y esto pasa a diario".Sigo sin poder dejar de llorar. No sé como manejar el pánico, la angustia, el dolor de sentirme tan victima, tan vulnerable. Tan perdida.

Esta es la Venezuela real.

Así estamos.

8 comentarios:

Nadelissa dijo...

Me duele tanto leer esto y aún más sabiéndome identificada con el miedo...yo también ando en carrito, me da terror una calle a las 9pm y tengo un celular barato por lo que también me podría pasar algo terrible...ahh no vivo en Caracas, así que no te quedas corta porque así está todo el país!!

Adriana C Lopez dijo...

Qué terror siento desde aquí Aglaia. Ya no es sólo robarte y matarte o solo u s de las dos, ahora también es psicoaterrotizarte. Qué sadismo ha invadido a nuestro país???

Siento mucho que te haya tocado vivir esta experiencia y desde aquí solo me queda orar por todos ustedes para que "ese dia" no les llegue y hacer lo que esté en mis manos para ayudar a Venezuela a salir de esto....

Unknown dijo...

Que terrible que te toco vivir esa experiencia pero que bueno que lograste salir de ello con vida, da mucha tristeza que esta se nuestra realidad dia a dia y que tengamos que vivir con ese alto nivel de estres que genera andar paranoico y pensar que cada vez que salgas a la calles te van robar o hacer daño, se que ve hacer un poco dificil superar este trauma, pero fuerza, saludos.

MagaDeOz dijo...

Agla! Cuanto lamento que hayas tenido que pasar por esa experiencia. Es muy fuerte saber que esa es la realidad del Venezolano, y que lamentablemente nos ha hecho entrar en una actitud paranoica y de temor, ultimamente cuando se me acerca alguien desconocido en la calle casi que tiemblo pensando que me van a robar. Pero mucha fuerza, y temple al espiritu :) un abrazo.

AB dijo...

Horrible por lo que pasaste:( y pensar que esto es el pan de cada dia..como añoro la venezuela de antes donde salir a la calle no era "peligroso" ni tu vida valia "nada" como ahora... " Que San Miguel Arcangel nos proteja con su manto a todos los pasajeros... esa es siempre mi peticion cuando subo a un por puesto".
Saludos :)

Unknown dijo...

es cierto que esto ocurre a diario, pero aun así uno no deja de sorprenderse y dentro de todo lo malo, sorprenderse es bueno, porque indica que no nos hemos acostumbrado aun a la barbarie en la que nos mantienen sumergidos, Cuando esto va a combiar?

Unknown dijo...

Agla... no tengo palabras...ciertamente no se encuentran palabras. Esta barbarie que erosiona todo...y que nos deja aterrados....Yo he sido victima... y al igual que tú, A mi hermana y a mi nos asaltaron en una tienda deportiva en el centro de Caracas, dos tipos armados hasta los dientes. Nos lanzaron al piso, nos apuntaron a la cabeza, amenazaron, gritaron.... insultaron. Sodoma y Gomorra. Una grosería de país violento, inculto, ignorante. En donde la sombra maligna del comandante galáctico ofreciendo "poder para el pueblo" lo que hizo fue desatar los demonios y la barbarie! Dios nos cuide....

Unknown dijo...

Hubo otro asalto de autobús, casi simultáneo subiendo por la Panamericana, en el Km 5 asaltaron a todos unos que se montaron desde el principio, armados hasta los dientes y dispararon al bajarse. Fue horrible. El sábado los asaltos simultáneo de familiares y amigos en puntos diferentes fue evidente, uno en una camioneta frente al Unicentro El marqués..

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