viernes, 20 de julio de 2012

De pequeñas locuras cotidianas: De los treinta al infinito.





Como comenté hace poco, por una especie de rapto de puro sentido común, decidí que mi gran proyecto para las meses que quedan de este año, es mejorar en lo posible mi estilo de vida y mi salud. Aclaro: no tengo problemas orgánicos especialmente graves o padecimientos crónicos, pero admito con toda sinceridad que mi estilo de vida me está trayendo todo tipo de achaques: desde dolores de espaldas, problemas estomacales, incluso una súbita reaparición del asma que padecí de niña, que mi neumologo atribuyó, entre cosas otras, a la falta de ejercicio fisico. Cual sea el caso, la decisión esta tomada y he comenzado - con una gran renuencia, lo digo sin tapujos - un nuevo regimen cotidiano que espero tenga buenos resultados en un lapso de tiempo prudencial. Si, querría haber escrito "de inmediato", pero entre los muchos aprendizajes que he obtenido este años, uno es el comprender que cada cosa tiene su momento, me guste o no.

Volviendo al tema, lo primero que he hecho para comenzar todo este proyecto personal, fue pensar un poco sobre que ocurre con mi cuerpo. Recién estrenando década, mucha gente me insistió en que el cuerpo sufre algunos cambios subitos con el cambio de numerito...y con cierta sorpresa he comprobado que es cierto. Por extraño que parezca - y aunque quiero pensar que no es sintoma de vejez - noté que mi cuerpo pareciera tener una respuesta nueva a muchas cosas habituales y de hecho, en ocasiones me encuentro preguntandome que tipo de cambio fisico estoy sufriendo o que podría significar. Drama puro, como me aclaró mi médico de confianza cuando me escuchó en plena crisis de angustia explicandole lo anterior.

- El cuerpo de todo adulto joven sufre cambios normales, debido al metabolismo y otros valores que se modifican en la tercera década de vida - me explicó - no tan apreciables como temes, pero si lo bastante evidentes como para percibirlos. Y es bueno que tengas conciencia sobre eso.

No obstante, y como es de suponer, el tema me obsesionó. Comencé a leer un poco sobre literatura médica - ah, sí, creo que soy una gran hipocondríaca en potencia - y descubrir que lo que había notado últimamente...era cierto. Es decir, por supuesto no estaba llegando a mis días de otoño y podría mirar a mis inexistentes nietos crecer, pero si era evidente que mi cuerpo estaba pasando una etapa de transición tan concreta que me sorprendió y me hizo pensar que necesitaba tomar conciencia de lo que ocurría para no solo asumirlo, sino creo que en lo posible, mirarme como una mujer de mi edad a cabalidad. Es un pensamiento extraño, sin duda, sobre todo cuando jamás notaste  - o te importó - cosas como alimentarte bien, dormir o tomar en serio algunos síntomas de tu cuerpo, pero supongo que nunca es tarde para comenzar.

¿Y cuales son esos cambios que los jóvenes adultos de treinta sufrimos? Pues nada lo bastante grave como para atemorizar, pero sí, como insistiría mi médico, lo bastante concretos para tomarlos en consideración y comprender que hay algunas precauciones al respecto: 

* Gradual pérdida de sensibilidad a los sonidos agudos debido a la disminución de células receptoras del oído interno. Los ruidos fuertes de los auriculares pueden causar zumbidos de oído. La sobreexposición a los rayos ultravioletas B puede incrementar el riesgo de cataratas, una opacidad que se instala en el ojo y reduce sustancialmente la visión.

* La piel empieza a lucir más apagada. Comienzan a acentuarse las líneas de expresión de la cara. Aparecen algunos quistes benignos marrones o grisáceos.

* El esmalte dental se adelgaza mostrando la dentina; la coloración también comienza a perderse. Los dientes se acortan y los bordes se hacen más planos.

* Aparecen resquebrajaduras en el borde de las uñas porque su crecimiento comienza a ser más errático. 

* Manchas oscuras en el dorso de las manos (también en la cara, cuello y brazos) pueden manifestarse por efectos de la exposición solar.

* La mayoría de las mujeres comienzan a aumentar unos pocos kilos de peso por década a partir de los 30 años. Recientes investigaciones afirman que este hecho no es un riesgo para la salud si el aumento de peso se registra principalmente en el abdomen y las caderas.

* Pulmones y arterias pierden elasticidad. La cavidad torácica disminuye de tamaño, lo que hace que la capacidad aeróbica femenina disminuya un 7,5 por ciento por década. Las arterias se endurecen y también pierden elasticidad.

* Comienza la pérdida de masa muscular (a los 70 años, casi el 30 por ciento de las células musculares se ha perdido); las células restantes empiezan a atrofiarse.

* Tendones y ligamentos se encogen y los cartílagos pierden consistencia lo que da como resultado un menor soporte y amortiguación de las articulaciones. Menor densidad ósea.

* La zona más ancha del pie se ensancha aún más; si los zapatos no son lo suficientemente amplios comencerán a aparecer deformidades y dolores. El tendón de Aquiles pierde elasticidad y está más propenso a lesiones.

Parecieran no ser tan preocupantes ¿no? Pero por alguna razón - tal vez una nueva conciencia de mi misma - a mi si me parecen que lo son. Y por ese motivo, he intentando mirarme desde esa nueva pespectiva que la joven mujer que fui, se está convirtiendo en un adulto a carta cabal. Da un poco de pánico sin duda - lo escribo y siento una cierta angustia - pero también es una nueva manera de asumir que estoy construyendo mi futuro a diario y quizá de una manera más directa de lo que jamás creí.


1 comentarios:

Lunática (R.) dijo...

Da muuuuuuucho pánico :( Pero tranquila, si lo ignoras yo creo que ni lo notarás :D

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