jueves, 5 de julio de 2012

Ojala la tierra me tragara y me escupiera en otra Galaxia: casos de la vida real




Tengo cierta tendencia al caos. Lo digo con toda vergüenza y  honestidad. Soy torpe, en ocasiones imprudente y la mayoría de las veces, me suceden ese tipo de incidentes que suelo calificar como pequeños desastres. Y es que lo son: en ocasiones, esas pequeñas escenas - que a la distancia hacen reír - provocan toda una serie de situaciones incomodas que mucho o poco, terminan trastornando el cotidiano, ese diario vivir un tanto coloquial del que todos somos partes. O al menos, así me sucede con frecuencia.

Hace unos meses, escribí un post con un tema relacionado con este y comenté que siempre procuro reírme de mis pequeños o grandes traspiés. Es la mejor manera que conozco de exorcizar esa sensación de torpeza y vergüenza que suele embargarme cuando lo caótico se hace presente en mi vida, de una manera tan evidente que es imposible ignorarlo. Pero hace poco, conversaba con una amiga y comentando sobre esa reflexión, me explico que para ella lo realmente caótico, lo angustioso, solía ser muy pequeño, incluso pasar desapercibido. Y es verdad: riendo con S., llegué a la conclusión, que como el veneno, lo caótico y lo trágico, en ocasiones vienen un pequeño frasquito muy incomodo. Como las situaciones que relataré a continuación.

* El Mapache instantáneo:

Ya no me ocurre con tanta frecuencia, pero por supuesto, eso después que me sucedió una docena de veces y aparentemente aprendí la lección. Suelo maquillarme con  sombra oscura y lápiz negro muy marcado, con alguna intención misteriosa que todavía no preciso muy bien. El caso es que además de mi afición al maquillaje muy denso, también sufro de una alergia muy inoportuna. De manera que más de una vez, comienzo a estornudar, siento escozor en los ojos y no se me ocurre nada mejor...que restregarme con los dedos los ojos, muy tranquilamente además, como si llevara la piel limpia. La cosa es nunca recuerdo que voy maquillada - o lo estaba - hasta que reparo en las miradas más o menos sobresaltadas de mi posible interlocutor - porque por supuesto siempre estoy conversando con alguien cuando sucede - o de pronto, me miro los dedos para encontrarnos manchados de un negro onix inequívoco. Y por supuesto, solo entonces, recuerdo que estaba maquillada...y mucho.

Caso de la vida real:

Hace poco, acudí a las oficinas de la editorial donde trabajo y mientras aguardaba me atendieran, comencé a estornudar. Sin pensármelo demasiado, no solo me restregué la cara sino que además, me froté los dedos sobre la blusa...blanca. De más está decir que cuando la secretaria de mi jefe salió para anunciarme que ya me podían recibir, dio un salto sobresaltado que después me hizo reír. Mucho después.

* Sonría...tiene un rábano en el diente! 

Creo que no soy la única que siente especial angustia por este tipo de accidentes, que además parecen ocurrir con una frecuencia alucinante. Es que pareciera que la comida tiene especial predilección por enredarse, trabarse, adherirse, escurrirse, entre los espacios más pequeños y sin duda los más visibles, de nuestra dentadura. Ni que decir tiene que muy pocas veces el accidente ocurre cuando estás solo. Es más que probable que sonrías al mundo mostrando tu rabano entre los incisivos el día en que precisamente conoces a alguien especial o simplemente conversas con algún cliente. Sin duda, el Murphy odontológico tiene buen sentido del humor.

Caso de la vida real:

El fin de semana pasado, almorzaba con mi mamá en un conocido restaurante  especializado en Sushi, cuando uno de sus amigos apareció por sorpresa en el local y por supuesto, se acercó a la mesa a saludar. Para el momento, yo comía con mucho placer una ensalada de Wakame que provocó claro, que cuando sonreí, mi dentadura veteaba de verde alga quedara al descubierto. Lo peor del tema es que solo lo noté después que el sin duda sobresaltado amigo de mi madre corrió a sentarse a su mesa y yo pude mirarme en mi espejo de bolsillo. Otra anécdota vergonzosa para la posteridad.

* Otra vez sonría, ahora estornuda café!

De la misma familia de "tiene usted un rábano en los dientes" nos llega "Me reí y me salió café por la nariz". Sonará estrambótico, pero querido lector, me ha sucedido en más de una ocasión. La ecuación es sencilla: sumese café, a un buen chiste o comentario gracioso y luego, la combinación de ambos. Tendrá como resultado una rociada gratuita de café caliente a través de toses y posibles estornudos. No tengo que añadir claro, que la circunstancia suele suceder justo en los momentos donde reírse es un placer, y aun peor, en buena compañía.

Caso de la vida real:

Tomando café con un grupo de amigas, tomé un sorbo de la bebida - que por cierto estaba muy caliente - justo cuando una de ellas hizo un comentario gracioso. No lo era tanto, debo decir, pero si lo suficiente como para que el trago pareciera tomar vida propia y recorrer un camino físico distinto al habitual. Sin saber como ni cuando, me encontré riendo, estornudando, escupiendo y un poco mareada....todo a la vez, mientras el grupo entero me miraba entre horrizado y preocupado.

* Hola, ¿Como estás? ¿Te conozco? Y otras torpezas imperdonables.

Detesto hablar por teléfono. Es un problema que sufro desde pequeña y que incluye una torpeza al auricular bastante molesta. No solo guardo silencio en los momentos menos indicados sino que me despido apresuradamente, de manera casi grosera, por pura ansiedad. De manera que para mí, contestar una llamada siempre será poco menos que incomodo. Y más incomodo será cuando mi interlocutor comienza saludándome con muchísima efusividad y yo no logro reconocerle, cosa que me ha ocurrido más de una vez. La situación empeora mientras la conversación avanza y el momento de preguntar: ¿Con quién demonios hablo? ya pasó hace sus buenos minutos. De manera que sigues conversando, siempre entre tartamudeos y risas nerviosas, intentando descubrir con quién hablas. ¿Lo peor? que muy probablemente cuelgues y no sepas con quien hablaste! Me ha ocurrido!

Caso de la vida real:

Unos días atrás, contesté una llamada en casa que comenzó por una especie de estática inclasificable. Escuché una voz masculina saludándome a gritos - hola niña!! - y me apresuré a responder, sobresaltada. La persona, entre estática y estática, comenzó a conversar con gran cariño, preguntándome por mis padres, mis tíos y mis primos...hasta que de pronto me pregunto por mi "esposo"...y solo entonces noté que durante casi quince minutos había conversando con un desconocido que no tenía la menor idea quién podía ser. Colgué, casi arrojando el auricular, muriéndome de vergüenza y esperando, con una cierta sensación de sobresalto que el teléfono volviera  a sonar. No ocurrió, menos mal.


Esta podría convertirse en algo interminable: como las ocasiones en que cuando en el momento más ceremonioso y silencioso de algun evento solemne, estornudas aparatosamente o te ataca una crisis de hipo venido del mismo infierno. O cuando sin saber como, el cierre del pantalón decide que fue su último día en la tierra, mientras caminas hacia una cita importante de trabajo. Pero al final de todo, cada pequeña circunstancia y escena, graciosa o simplemente vergonzosa forma parte de esa gran experiencia, extraña, singular, potente y furiosamente hermosa, que llamamos vivir.

C'est la vie.


3 comentarios:

LoVo dijo...

'Hola como estas?" Fabuloso jajajaja!
xo
LoVo

AB dijo...

Buenisimooo este post!! Me recordaste a una amiga que hace lo mismo cuando se restriega los ojos por la alergia olvidandose que esta maquillada jajaja. Estos pequeños accidentes suelen suceder y que bueno que te lo tomas de la mejor forma "riendo" y es que la risa es un tranquilizante sin efectos secundarios.
Felicidades , me gusta como escribes :)

Miss B dijo...

Gracias Claudio! Besos! Gracias por leer y comentar!

Gracias AB, muy honrada que te guste! Gracias por leer y comentar!

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