sábado, 25 de marzo de 2017

Pequeños secretos en la oscuridad y otras historias de brujería.





Las brujas bailan con el diablo.

La frase me sobresaltó. La escuché en la mitad de la maraña de palabras de la clase de historia de la Literatura occidental, allá en mis lejanos años universitarios. Tuve la sensación la idea atravesaba el aburrimiento de una tarde inusualmente larga y me golpeaba en el rostro, sacudiéndome. Me enderecé en el pupitre y presté atención.

Mi profesor de la cátedra, era un hombre muy práctico. Tenía un humor chirriante, desigual que bien podía ser muy festivo como hiriente. Y también era ateo: uno de esos muy recalcitrantes, de los que demandan su derecho a echar por el suelo toda creencia y toda idea divina. Una combinación interesante si tomamos en cuenta que la mayoría de las veces se refería así mismo como "un semidiós maldito y borracho". Pero eso es otra historia que prometo contar más adelante.

El caso es que, pocas veces lo escuchaba hablar sobre religión, cualquier tema que pudiera estar salpicado de alguna connotación devota. Por ese motivo, me asombró la frase. Cuando lo miré, sonreía con malicia desde el pizarrón. Me miraba directamente a los ojos, con las cejas muy pobladas un poco enarcadas, casi burlón.

- ¿Qué opinas sobre lo que dije Berlutti?

Me lo pensé. Supuse que la directa provocación tenía mucho que ver con mi distracción de clase - no me puedo excusar sobre eso, así que no lo haré - de manera que intenté comprender de dónde provenía la idea. Miré sus anotaciones en el Pizarrón: Medioevo, Romances, una pulcra línea recta que subrayaba la palabra "trovadores". Más allá, en varios círculos, leí la palabra "Papa", Conocimiento, Poder". Intenté hacer conexiones. Tomé una bocanada de aire.

- Opino que si bailamos con el diablo, debió ser una ocasión muy aburrida y en pleno delirio etílico, tomando en cuenta que no existe.

Mi profesor sonrío. No se ofendió por la petulante respuesta - lo que me habría asombrado - sino que pareció dispuesto a seguir el debate dialéctico. Mis compañeros nos miraban a ambos con interés, como si la discusión los despertara del sopor de aquella tarde de mayo especialmente calurosa.

- Por supuesto, el diablo es la visión de la Iglesia sobre la temporalidad y lo que transgrede el orden establecido - comentó - pero las brujas también avivaron el mito ¿No es así? Con sus rituales a bosque abierto y su comportamiento extravagante.

Me mordí los labios para evitar se me escapara la inmediata irritación que se me subió a la cabeza. El profesor me miró, tiza en mano, aguardando una respuesta.

- Todos los países de Europa comparten costumbres y creencias mágicas muy semejantes entre si - comenté. Me asombró el tono tranquilo de mi voz - De hecho, los europeos recibieron su herencia mágica, llamémosle así, del antiguo mundo asiático. El comportamiento extravagante que usted menciona, es una mezcla de prácticas esotéricas de egipcios, caldeos y judíos, con algo de misticismo persa, árabe e hindú.

El profesor sonrío. Una sonrisa de dientes amarillas casi agresiva. Pero se le notaba entusiasmado por el raro intercambio de ideas que sosteníamos. Se inclinó sobre el pizarrón y escribió la palabra Celta en mayúsculas. La subrayó.

- Los celtas fueron el primer grupo étnico que tuvo conciencia mágica en todo el continente Europeo: más allá de la connotación de lo sagrado, intentaron explicar todo lo que no conocían a través de rituales. A pesar de eso, no eran lo que ahora mismo consideraríamos espirituales: eran una cultura agresiva, belicosa y sangrienta.

Recordé las historias que había leído en el libro "Sobre la guerra de las Galias" escrito por Julio Cesar en el año 58 antes de Cristo: los galos como figuras misteriosas y salvajes surgidas de los bosques. Al muy civilizado romano le había impresionado la imagen de aquellos guerreros desnudos, corriendo entre los antiquísimos árboles del bosque sacramental, acudiendo a la batalla cubiertos de símbolos pintados con sangre. Lo imaginé con toda claridad: los gritos de furia, el sonido de las armas de piedra y bronce destrozando los elegantes cascos romanos. Una idea que contradecía - y por mucho - esa otra visión, casi idílica, del celta como un anciano venerable y místico vestido de saya blanca.

- Ahora bien, la brujería - continuó mi profesor - es una disciplina mágica que poco tiene que ver con enfrentamiento y con eventos bélicos. Hablamos de una creencia que abrió las puertas al pensamiento organizado religioso. La fe basada en una idea: una Diosa creadora.

- Pero ya existía - intervino uno de mis compañeros. Siempre teníamos grandes conversaciones sobre la divinidad femenina y supuse el giro de la conversación le apasionaría - desde Grecia a más allá de las fronteras Asiáticas, la Divinidad del bosque, la Diosa sin nombre, formó parte de una creencia muy extendida en el mundo antiguo.

- Por supuesto - convino mi profesor - pero la brujería otorgó símbolos y les brindó significados. Muy probablemente los heredó de otras tendencias religiosas pero aún así, fue la primera en pensarlos como una metáfora de lo divino y lo humano. El caldero, el circulo, la luna: visiones ritualistas que se identificaban con fertilidad, alimento y vida. En Escandinavia también se usó el caldero en rituales mágicos; los dos principales fueron encontrados en Jtland, Dinamarca. La idea mágica comenzó a tener un significado estructurado a través de la brujería.

Todos mis compañeros a mi alrededor se apresuraron a anotar las palabras. La clase parecía revitalizada. Mi profesor se inclinó y escribió la palabra brujería con su bonita letra clásica. También la subrayó. Me gustó verla allí, paladeé la sensación de encontrarla en medio de otras ideas igualmente antiguas y hermosas. Disfruté esa sensación de reconocimiento y casi asombro que me hizo sentir leerla, entre dientes. Con pulso firme el profesor la rodeó con un símbolo y sonreí, conmovida:  Para la Antigua Religión, el círculo, un símbolo de eternidad y de divinidad, simbolizaba la capacidad de la  bruja para protegerse de ataques realizados por demonios y espíritus malignos, y además para concentrar su energía mental. Un circulo de fuego para mirar al mundo, una idea poderosa para crear algo bueno en él.

- Por supuesto que para la gran mayoría de los practicantes de la brujería, el poder provenía de su capacidad para comprender sus relaciones con la naturaleza, un animismo muy primitivo pero profundamente sentido - continuó el profesor. Repasó el circulo dibujado otra vez, con cuidado. El pulso firme. Y me recordé a mi misma haciendo lo mismo, en la tierra, sentada desnuda sobre ella, invocando a esa divinidad misteriosa que parecía provenir de todas partes. Magia - En la antigüedad, un círculo a menudo marcaba el límite de un área sagrada y la protegía contra el asedio de influencias inquietantes. Los babilonios trazaban un círculo de harina alrededor de la cama de un hombre enfermo para mantener los demonios lejos de él. Los judíos alemanes de la Edad Media hacían un circulo alrededor de la cama de una mujer en parto para desviar el ataque de los demonios, usando además las palabras "Sanvi, Sansavi, Smangelaf, Adam y Eva" escritas con tintas en el piso.

- ¿Todos los símbolos celtas son mágicos? - preguntó una de mis compañeras. Me volví para mirarla. Era una devota cristiana que solía mirarme de reojo cuando llevaba el pentáculo al cuello o cuando me llamaba a mi misma bruja. En esta ocasión, miró directamente al frente y me pregunté qué pensaba de aquel extraño debate - es decir...¿La sociedad celta es mágica?

- La sociedad Celta creía en el poder de cambiar el mundo real a través de la capacidad espiritual - explicó mi profesor. Ella carraspeó, incómoda.

- ¿Tal vez creían en el poder de Dios sin saberlo?

- Un celta le habría dicho que el Dios de sus mayores no era el suyo. Eso, antes de atravesarte el corazón con un cuchillo - la clase entera río. La chica se sonrojó, incómoda - en esencia, toda cultura aspira a una visión de la Divinidad propia, llámese Dios, Yahveh, Alá o... Diosa. El poder de la imaginación del hombre construye sus propias relaciones con lo desconocido, lo que le inquieta o lo que no puede explicar.

El profesor escribió de nuevo en la pizarra. La palabra "Runas" hizo que varios de mis compañeros murmuraran entre ellos, aunque no escuché bien qué. ¿Qué sabían sobre la antigua Magia? ¿La consideraban símbolos tan primitivos que no podían comprender que alguien pudiera brindarles sentido justo ahora?

- ¿Les parece muy remoto todo esto no? - comentó mi profesor, como si pensara lo mismo. Varios de mis compañeros movieron la cabeza y se encogieron de hombros. La chica cristiana pronuncio un "sí" muy entusiasta - pues tengo algo que contarles:  La crencia en el poder mágico de las runas ha persisitido en tiempos modernos. En la Alemania Nazi, Heinrich Himmler, quién estuvo profundamente involucrado en el estudio de las runas, decidió usar el Sig, símbolo rúnico para la letra S, como emblema para el infame SS de los nazis. Todos los miembros de este cuerpo elite usaron el doble Sig en el cuello de sus uniformes.

Silencio súbito en la clase. Mi profesor sonrío, a esa manera suya que le hacia parecer burlón y casi malvado y que comenzaba a gustarme.

- ¿Lees Harry Potter? - le preguntó un chico al fondo, a quien todo conocíamos por su fanatismo por la serie literaria de JK Rowling.
- Claro - admitió con una amplia sonrisa.
- ¿Recuerdas en "Harry Potter y la Cámara de los Secretos" cuando Draco Malfoy habla sobre la Mano de la Gloria? - parpadeé fascinada. Nunca me podría haberme imaginado que mi profesor, tan purista en su visión literaria y tan obsesionado con los clásicos, hubiese leído el best seller juvenil con tanto detalle para conocer esa pequeña escena, perdida en el resto del libro. El chico asintió - Te contaré algo que te encantará:  Tal vez la más interesante y horrible práctica mágica de Europa fue la preparación de la "mano de la gloria", que se hizo muy popular en la edad media. Este notorio Talismán era hecho con la mano cortada de un hombre colgado, la cual era secada, encurtida, y luego usada como candelero. La vela era elaborada con la grasa de la misma mano. La "mano de la Gloria" fue particularmente adoptada por los ladrones de este período. El museo Whitby en Yorkshire tiene una de estas manos entre sus exposiciones permanentes.

Una exclamación de asombro recorrió la clase. Solté una carcajada, maravillada. El profesor me dedicó un guiño malicioso.

- La magia y la creencia es una manera de manifestar nuestro asombro por el mundo que nos rodea. El mismo asombro que inspiró a trovadores, artistas y pintores a través de la historia a mostrar el mundo de su imaginación - se inclinó sobre el pizarrón y con su envidiable pulso, rodeó todas las palabras escritas en él en un circulo. La imagen era sugerente. Las palabras flotando dentro del circulo y rodeando el más pequeño que contenía la palabra brujería. El antiguo símbolo de Dios ( un circulo dentro de un círculo ) hablando en silencio sobre la religión más antigua de todas, la más primitiva y quizás la más esencial. Me pregunté si sería casual. Cuando miré al profesor, de pie con su sonrisa de tiburón junto al pizarrón, supe que no.

Cuando la clase acabó, me acerqué a su escritorio. Me quedé aguardando que un par de estudiantes le hicieran un par de consultas. Él me ignoró todo el rato, pero cuando finalmente el salón se quedó vacío, me sonrío.

- Así que las brujas bailamos con el Diablo - repetí. El profesor soltó una carcajada. Después abrió su viejo y gastado maletín. Levanté con gesto travieso una lámina que reproducía un pintura que reconocí de inmediato: El vuelo de las brujas de Goya. La impresión no era de mucha calidad, pero aún así, la imagen continuaba transmitiendo ese aire inquietante que siempre admiré. Las brujas, representadas por el pintor como un grupo de figuras andróginas tocadas por un sombrero cónico, flotaban sobre un hombre inclinado, con la cabeza cubierta por alguna especie de velo sosteniendo a un cuerpo aparentemente retorcido por el dolor. Había leído cientos de interpretaciones sobre la pintura, pero seguía prefiriendo una que indicaba que lo más aterrrorizante del cuadro era su impecable simbología. El triángulo mágico, el temor a lo desconocido.

- Goya amaba las brujas por el mismo motivo que repudiaba todo dogma - comentó mi profesor - eran renegadas, como lo fue él mismo. De manera que sí, mi querida, todos los que se oponen a la visión más popular del mundo bailan con el diablo.

Me extendió la lámina. Le sostuve con una sonrisa pero cuando quise devolvérsela, me hizo un gesto hosco y abandonó el salón con paso rápido. Lo miré, agradecida no solo por el gesto sino por su capacidad para comprender el valor de la creencia y la belleza, por encima de cualquier prejuicio.

Escribo esto sentada en mi estudio. A la derecha, la vieja lámina cuelga de la pared, enmarcada en cristal y madera. Amarillenta, ya perdió sus colores originales y tiene un aire mustio y desvaído. Pero a mi me sigue agradando muchísimo: la miro, con una sonrisa y pienso en mi profesor, ateo de los convencidos, que supo mirar más allá de la fe como necesidad para encontrar su rostro más profundo. Una manera de crear.

C'est la vie.

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