sábado, 23 de abril de 2011

Del mundo infinito de los sueños






En silencio, tomas un libro. Cualquiera. Miles de mundos atentos, silenciosos. Esperando ser descubiertos. Un estremecimiento de emoción me recorre, porque el viaje va a comenzar, porque el mundo de los sueños empieza a construise a mi alrededor, porque comienza una historia que será la mia propia. Con los ojos muy abiertos leo la primera linea y sonrío, porque el milagro comienza otra vez. 
Recorro las calles nevadas de una Rusia que jamás conoci, los vericuetos de un Monasterio medieval enorme y con un tétrico olor a húmedad o las tristes calles de la Barcelona de la Post Guerra. Para escuchar a Ana Karenina llorar, con el llanto sentido de los desesperados, o quizá encontrarme a uno de los tantos Aurelianos intentando comprender la ciudad de los Espejos - o de los Espejimos - rodeados de mariposas amarillas. O quién sabe, si contemplar la maravilla dorada del Principe Feliz arruinarse poco a poco mientras vuela a su alrededor una Golondrina.  Un sueño en azul y destellos, donde la poesia de Bennedetti flota a mi alrededor y Cortazar me explica que el amor es un Ciclope, y  Silvya Plath que la mirada del tiempo es un espejo. Y corre el Principito detrás de su Cordero, con una rosa malcriada en la mano, en el desierto palpitante y hermoso. Tantos salones que recorrer en el castillo de la Memoria, tanta profunda emoción de sentir que el mundo de los sueños es real por un instante, primigenio y cercano, tan radiante como una imagen de mi propia memoria. Y de pronto, mirar el cielo cuajado de estrellas y contemplar la inmensidad del Universo de una manera como jamás lo esperé, de la mano de Carl Sagan. Mundos de palabras, cada vez más enormes y elaborados, la magnifica sensación de construirlos poco a poco,  sensación por sensación, un gran rompecabezas de historias fragmentadas, frases inolvidables, paisajes que emergen desde la oscuridad de mis ojos cerrados para crear algo tan tangible y poderoso como una lágrima y una sonrisa. Y soñar, si, simplemente soñar, con ese manifiesto infinito de las historias que nunca acaban de contarse, o las que se elevan en espiral hacia la inmortalidad. Porque leer es construir tus propias murallas contra el tiempo simple y elevarte en la transcendencia, creer y crear, aspirar a algo más poderoso y turbulento que la simple resignación de lo cotidiano. 

Y siempre, los más amados, los inolvidables. Los eternos. 

Oscar Wilde, para siempre. En el Jardin de las delicias de mi mente. Por decadente, por magnifico, por ser el gran transgresor, sin llegar a la rebeldia sin sentido por autor de cuentos que llegaron antes de saber leer, por fantasmas que terminaban pintando manchas de sangre verdes.  Por ruiseñores que cantan toda la noche para nada. Por lagunas enamoradas de sí mismas que se miran en los ojos de Narciso. Por princesas que bailan con pies como palomas. Por sirenas abandonadas por no tener pies. Por esfinges sin secreto. Por cuadros que envejecen por sus dueños. Por crear la belleza sobre un altar de ternura, por enfurecerse y atreverse a soñar, a pesar de simplemente caer en el medio de los trozos de sus lirios y porcelanas azules.

Bryce, por bebedor empedernido, por enormemente cotidiano en la belleza. Por hablarme del mundo en clave surrealismo a pesar que la bebida es la misma, y la chica que abandona y el temor de morir, Universal. Por ser indispensable, amado, inmortal.
Samarago, por escribir las nuevas épicas, por construir su propia voz, por olvidar los puntos y comas, por reir a las criticas, por provocar una y otra vez, por llorar y temer, en palabras, raudales de ellas. Por anunciar la ceguera, por temer la bondad, por ensalzar lo diabolico y maldecir por pura furia y radiante pasión.

Poe, por inquietante, por meláncolico, por triston, por solitario, por temeroso, por retorcido. Por las chicas muertas.Por las ratas que huyen en desbandadas en casas a orillas de un mar de pesadilla,  por los dientes temibles, de Berenice que sueña en un mar de tiempos Olvidados,  por los radiantes ojos de lady Ligeia,  tan extraordinaria, muriendo lentamente, por los cuervos que dicen nevermore y vigilan noches eternas , por los reinos junto al mar y por lo que temes y construyes...y porque fue mi primer gran amor.

Bradbury y los ambientes angustiosos. Una nueva casa de Usher, una guadaña que maneja el mundo, enanos en laberintos de espejos, medusas que te llaman por tu nombre, marcianos amarillos, bomberos que queman libros y libros vivientes que recitan el Eclesiastés, norias que te hacen envejecer o rejuvenecer y momias mexicanas.

Ante todo y sobre todo los vampiros, los temerarios nocturnos, lo bebedores de sangre, los perdidos en la noche, los que aterrorizan, los que lloran sangre, los pesarosos y los que sufren en noches eternas y fragmentadas de furia. Y el terror, por supuesto. El recóndito, el temible, entre sombras, entre gritos y monstruos apenas entrevistos, puestas que se cierran y se abren. Castillos, doncellas con vestidos blancos y cabellos flotantes. Cadáveres en lagos. Pueblos remotos de habitantes emparentados con seres de las profundidades.

Nínfulas y fáunulos. Dolores Haze y Tadzio. Annabel Lee.

Quizá un Paraíso de Palabra, un Jardin amurallados de sueños, custodiados por libros y ciudades destinadas a crecer en nuestra imaginación.


Paladeo la última palabra de la página y cierro el libro con cuidado. Dentro, esperarán por mi la sustancia extraordinaria, infinita y exacta de la que están hechos los sueños.

Palabras.

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