jueves, 7 de abril de 2011

Delirios o simple desazón





Llamadme Ismael. O Gregor. O Aureliano.  O quizá, Meryone. O quién sabe, si simplemente Ana, caminando por una Moscu nevada, barroca, de calles embarradas y elegantes caballos de paso, enormes y robustos, que jamás conococeré. Ah, que delirio esta necesidad de encontrar en las palabras este furor, esta necesidad de entender el mundo por la rendija de una página abierta.

De vampiros, podría hablar semanas enteras. Aficionada y apasionada desde que era un niña, antes de los vampiros adolecentes, de los clichés, de las pálidas damiselas en peligro. También prefiero ser la otra y la convertida en vampiro a la que hay que proteger y salvar. He leído Drácula tantas veces como para soñar con sus brillantes escenarios opuletos y encontrarlos familiares. Por supuesto, jamás habría mirado a Jonathan. Me hubiera quedado con el aventurero o el psiquiatra antes que con el aristócrata, eso sí. Frivolidad, la justa. Además, yo quería ser Jonathan Harker y andar por los Cárpatos en plena noche de Walpurgis con un vampiro. O mejor aun, ser el propio Conde, deleitandome con el miedo de este pálido Londinense, deslumbrado por las noches de tercipelo donde los Lobos crean su propia sinfonia. Y quizá bailar con los brazos extendidos a la Luna, y reir a carcajadas toda la eternidad.

Poe me enseñó que no hay tema más poético que una mujer muerta y Bradbury que las ahogadas son las más hermosas de todas. Y ese vicio por las Ophelias, después de haber memorizado a Hamlet por puro capricho. Ah, si, mi mitologia personal  está poblado de Ophelias. Y de Miranda contemplando el naufragio. Porque en mi mente, todas mis pequeñas obsesiones pictóricas tienen un lugar. O en mi rostro En otras partes soy un cuadro de Schiele, una sirenita de Waterhouse, una chica que grita en uno de Munch...

Soy vehemente, melodramática y tengo un blog. He aquí el resultado. Puro desvario, quizá de esta enorme necesidad de vivir que nunca termino de satisfacer.

C´la vie.

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