jueves, 2 de julio de 2009

Salto de fe.


De nuevo, migraña. Un ardiente y radiante dolor encegueciendome, palpitando en algún lugar de mi memoria. Escribo porque no sé hacer otra cosa que la danza de mi memoria para consolar mi diminuta soledad, para crear ese silencio amplio y abstracto donde me refugio en estas ocasiones. Y como diría la Inefable Mafalda, mi viejo reflejo de papel y tinta, a veces quisiera que el mundo se detuviera y dejara de girar para apearme de él, para arrojarme al vacio y el caos para esperar un cierto silencio y cadencia de lenta paciencia. Infinita y caotica paciencia podría añadir. Pero eso no ocurre por supuesto y dudo francamente que suceda alguna vez. Enciendo el televisor. Zipeo. Honduras sigue sumida en el caos. Michael Jackson transita el largo camino hacia un Olimpo reservado a los Dioses fatuos. Mi país se derrumba a pedazos. El largo sino de mi cultura, de estos tiempos satíricos y violentos se hace axioma: vida, la vida que palpita, la vida que danza, la vida que se expresa en infinitas variaciones de luz.

Solo vida, y quizás, fe.

¿Quién tiene la respuesta?

Yo no, por supuesto. C'la vie.

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