lunes, 22 de julio de 2013
La Violencia y el temor: La cultura de la violación.
Hace unos días encontré, escondida entre la multitud de titulares de actualidad, la siguiente noticia: Mujer noruega violada en Dubai es condenada a prisión "por tener sexo fuera del matrimonio". Me apresuré a leer la nota y al cabo de varios minutos, estaba lo suficientemente asqueada por para querer arrojar el periódico al suelo y gritar de cólera. Y no solo por lo que contaba la noticia - que ya sería suficiente - sino por sus implicaciones: al buscar la información vía web, encontré una serie de comentarios en foros y diversos blogs, donde justificaba la medida aduciendo que la Cultura Musulmana es por completo distinta a la Occidental, y por tanto, debíamos asumir que "sus decisiones legales no siempre serían comprensibles". Peor aún, dos anónimos usuarios de una página de noticias, insistían que la victima "probablemente se buscó la agresión, si las autoridades no encontraron una prueba para sustentar la acusación de violación". No sé que me produjo más terror: la idea que buena parte del mundo asume que una agresión sexual puede ser justificada o que aún hoy, la violencia sexual sea un delito donde la victima deba asumir que no se creerá en su palabra, hasta que se demuestre lo que padeció. Una idea preocupante, cuando no escalofriante.
La noticia - y todas las ideas al respecto - me hicieron comenzar una pequeña investigación. Y lo que encontré no solo asombra sino que además inquieta, porque demuestra que la sociedad y la cultura asume que la Violencia sexual es un delito de interpretaciones, una contraposición entre la versión del atacante y la victima. Aún peor, existe toda Una Cultura de la Violación que fomenta la idea que la mujer puede provocar un ataque y que además, el agresor simplemente responde a un impulso primario imposible de contener y que la mujer debe procurar no despertar. No deja de preocupar, que esa visión de la violación como una provocación de la Victima, esté tan extendida como para que distorsionar la interpretación de un hecho de violencia semejante: La agresión como excusa y más aún, como inevitable.
La cultura de la Violación:
La palabra "Violación" asusta a mucha gente: se pronuncia en voz baja, produce incomodad. Y tal vez debido esa percepción del miedo, es que se intenta atenuar, justificar, interpretar. Porque una violación parece menos terrible, menos cercana, si podemos entender que ocurrió, si somos capaces de asumir que pudo haberse evitado, que no es un acto de violencia gratuita, cruel y sin sentido. Por ese motivo, para mucha gente, una violación es un hecho sin matices, directo y evidente: la violación solo ocurre si el caso es extremo y demostrable. Que no quede duda, pues, que la victima fue maltratada, coaccionada, herida, violentada, aterrorizada. Solo así, la sociedad baja la cabeza, asiente con preocupación y murmura muy preocupada sobre lo salvaje del agresor, sobre el castigo que merece por haber cometido un crimen. Quizás por desconocer las numerosas posibilidades que supone un acto de violencia semejante, el ciudadano de a pie, siempre condenará una violación si puede asumirla como inevitable. ¿Pero que ocurre si la violación es algo más que una paliza y sexo forzado? ¿Que ocurre con las violaciones que no implican violencia física directa? ¿Que pasa con las mujeres violadas que no gritan, que no pueden defenderse, sino que aceptan, aterrorizadas y sumisas, un hecho de violencia que las supera? ¿Existe un perfil que haga válida o creíble una violación? ¿Cuando la violencia es menos o más directa? ¿Cuando el miedo es más destructor? ¿Que ocurre con la mujer abusada por el esposo? ¿Que pasa con la mujer que bebió y llevaba una falda corta? ¿Es menos violento y devastador el abuso sexual por que la mujer no gritó ni golpeó a su agresor? Es un pensamiento inquietante, porque asume la idea que existe violaciones "reales" y las que no lo son tanto. ¿Una cita que salió mal quizás? Las que la victima soportó la violencia sexual por miedo, por angustia, por no tener otra posibilidad. La mujer que cree que es normal que el sexo sea violento, crudo. Las niñas que son obligadas a contraer matrimonio aún con muñecas en los brazos. ¿Es menos violento el sexo no consensuado si la victima no puede o no sabe como defenderse? ¿es menos cruel una agresión sexual por que la victima vestía de una manera especifica? ¿A donde conducen todas estas interpretaciones y justificaciones sobre la posibilidad de la violencia sexual? Un pensamiento inquietante, por donde se le mire.
Más angustioso aún, es que parte del debate sobre la violencia sexual parece insistir en restar responsabilidad al agresor, en cuestionamientos como los siguientes: ¿Cuando una violación deja de ser violación? ¿Cuando una violación es menos grave? ¿Cuando es provocada? ¿Qué ocurre si la victima propició el ataque? Son planteamientos que forman parte de lo se conoce como "Cultura de la Violación" y que insiste, en que una victima de violencia sexual pudo propiciar de alguna manera el ataque que padece. O que la violación es un término lo suficientemente ambiguo - o que puede serlo - como para que se dude sobre que pudo provocarla o que tanto pudo hacer la victima para evitarla. Encontré, incluso, una lista muy inquietante que define la Cultura de la Violación en una serie de ideas que propician la visión de la violencia sexual como un delito donde la victima puede tener responsabilidad en lo que ocurre:
La Cultura de la Violación es aquella que:
La que favorece la violencia sexual.
La que ve la violencia como algo sexy y el sexo como algo violento.
La que usa la violación como arma (guerras, etc.).
La que culpa a la víctima.
La que exige que sean las mujeres las que prevengan la violación.
La que dicta que sólo un tipo de gente viola y sólo un tipo de gente es violada.
La que dice que las prostitutas o las esposas no pueden ser violadas.
La que defiende que es normal que “los hombres se comporten como hombres”, es decir, que es normal que no puedan / quieran controlar sus impulsos sexuales.
La que dice que si te violan “de verdad” tu reacción tiene que ser siempre la misma (no se admite que algunas mujeres se avergüencen, otras huyan, otras denuncien, otras se callen…).
La que favorece que no se hable de la violación.
La que condona los “piropos” ofensivos.
La que se niega a ver la diferencia entre persuasión y coherción.
La que excusa la violencia con alcohol o drogas.
La que se ríe con los chistes sobre violencia sexual.
La que dice que los que denuncian la violencia son demasiado sensibles y no que los que la perpetran no lo son lo suficiente.
( Fuente: Feminismo vivo ~ Ladran, luego cabalgamos )
¿Te sorprende lo que sugiere la lista anterior? A mi también. No obstante, son ideas bastante extendidas, con las que sueles tropezar quizás con demasiada frecuencia. ¿Cuantas veces no se insiste en que la victima pudo haber evitado la violación cambiando su manera de vestir? ¿Cuantas veces no se sugiere que la victima incitó al violador por su manera de hablar, de bailar o cuanto pudo beber antes de la agresión? ¿Cuantas ocasiones la victima debe demostrar que a pesar de su edad o lo que pudo hacer fue victima de la violencia? Son ideas culturales que parecen sostenerse sobre el estereotipo del instinto "irreprimible del macho" y la cualidad "tentadora" de la mujer. Y de nuevo, la gran pregunta que me hago es ¿Por qué un crimen de violencia sexual debe ser analizado como culpa y responsabilidad? ¿Que hace que un delito sexual sea menos absoluto, menos evidente? ¿Se debe a que la victima debe demostrar su miedo y angustia? ¿Hacerlo bien visible? ¿Y si no lo hace: es menos grave, más angustioso, menos doloroso?
La violación, la culpa y la responsabilidad en Venezuela.
Cuando cursaba el tercer año de mi licenciatura en Derecho, uno de mis profesores me envió junto de compañeros, a una de las subdelegaciones de la antigua Policia Técnica Judicial - actualmente Cuerpo de Investigaciones científicas, penales y criminalisticas -. La intención era que, como futuros abogados, conocieramos de primera mano como era el ambiente judicial del país. Fue la primera vez en que comprendí que era una violación, como crimen y como realidad, y más allá, la postura del sistema legal Venezolano al respecto.
Nos organizaron por turnos: cumplíamos funciones de pasante y algo menos que un aprendiz burocrático. En mi caso, trabajaba transcribiendo expedientes de los diferentes casos que llegaban a diario a la oficina, y una que otra vez, acompaña al oficial de guardia para atender a los denunciantes. Así conocí de primera mano, el caso de una de las tantas victimas que padecen violencia sexual en el país, y que son ignoradas por el sistema judicial Venezolano.
La muchacha llegó por su propio pie. No estaba golpeada, al menos de manera visible. Tenía la ropa limpia y ordenada. Cuando se sentó en la silla frente al escritorio del oficial de guardia, parecía inquieta, pero no asustada.
- Quiero denunciar una violación - dijo en un hilo de voz. Me encontraba a unos metros de distancia y levanté la cabeza, sobresaltada. El oficial, en cambio, no levantó la cabeza para mirarla. Tomó el cuaderno de novedades y lo abrió con un gesto perezoso.
Le hizo las preguntas de rigor en un tono duro, directo. Las mujer las respondió todas. Las manos apretadas sobre las rodillas. Los hombros encorvados. La observé con disimulo: era una chica joven y atractiva, de unos veintitantos. No lloraba. Pero cuando el agente le preguntó que había ocurrido, contrajo el rostro.
- Estábamos en una fiesta - contó - tomamos juntos. Me ofreció llevarme a mi casa. Pero me llevó a un callejón cercano. Estacionó el carro y empezó a tocarme. Grité, pero no me soltó. Me arrancó la ropa a golpes y me...violó.
Apretó los labios. De pie, medio escondida entre los archivos, sentí miedo. Por lo que contaba, por ella, por mi. Recordé todas las veces que en la Universidad, un compañero que apenas conocía me había llevado a mi casa. Intenté imaginar el pánico de la muchacha, el horror, sus gritos. No me atreví a hacerlo.
El agente escribió todo. No levantó la cabeza para mirarla mientras lo hacia. Cuando lo hizo, arrojó el lápiz sobre el escritorio.
- ¿Lo conocía? - le preguntó. En el mismo tono duro e indiferente de antes. La chica se encogió un poco, como si las palabras la aplastaran.
- Sí, es un muchacho del trabajo.
- ¿Había hablado con él antes?
- Varias veces...pero...
- ¿Por qué se fue en el automóvil con él?
- Le estoy diciendo, lo conocía.
- ¿Le gustaba?
- No...pero...
- ¿Bebió?
- Un poco, unas cervezas...pero...
- ¿Hace cuanto ocurrió el delito?
- El sábado, hace cuatro días.
- ¿Por qué vino hoy?
- Tenía...tengo miedo.
Cuando ella comenzó a llorar, el oficial simplemente se levantó del escritorio. Creí que buscaría un vaso de agua para extenderselo o le daría una servilleta para se limpiara la cara. Pero simplemente se levantó y se fue. La dejó llorando a solas, con los hombros encorvados. Temblando de un miedo, a solas en medio de aquella oficina árida y helada, escandalosa.
Se sobresaltó cuando me incliné hacia ella. Le extendí uno de mis pañuelos y me senté a su lado. No sabía que decir, ni como empezar a calcular la magnitud de la angustia y el miedo que me transmitía su historia. Por entonces, yo era una chica de diecisiete años, que sintió miedo ante esa otra visión del sexo, de las imágenes que evocaba las pocas palabras de la muchacha, el llanto nervioso que la sacudía, los rasguños y las marcas violáceas en sus brazos, que me mostró sin dejar de llorar.
- Le dije que lo denunciaría - tartamudeó. Me dedicó una mirada extraviada y me pregunté si me veía a mí o a lo que le había ocurrido - me empujó a patadas fuera del automóvil. Me dijo que nadie me creería. Y es verdad.
- Yo te creo - dije en voz baja. Pero ella no me escuchó. No esperó que le entregara la hoja oficial con su denuncia. Con los brazos apretados contra el pecho y paso rápido, salió de la oficina. La miré alejarse calle abajo, confundida entre la multitud. Doblé su denuncia y la archivé, aunque sabía que carecía de valor legal alguno. La muchacha no había llegado siquiera a firmar la hoja.
Cuando le hablé a mi profesor sobre la escena, no se sorprendió. Nos encontrábamos en el campus de la Universidad. Intenté explicarle el miedo de la muchacha, la humillación de las preguntas, la indiferencia del oficial. Pero no pude. Él asintió, sin embargo, captando lo esencial.
- Venezuela es un país donde el machismo incide en la formulación e interpretación de las leyes - dijo - una Violación en Venezuela solo es creíble, si eres una niña o estás muy lastimada. El oficial de policía intentará comprobar si te defendiste, si hiciste todo lo que pudiste para evitarlo. Y no siempre todo es tan sencillo. Una violación es un acto de violencia que no siempre es visible.
- ¡Pero eso es una idea horrible! - le reclamé. El miedo volvió. Esta vez más fuerte, más inquietante del que había sentido en la oficina de la policía: comprendí la real vulnerabilidad, la visión limitada de la ley que se supone debía proteger a la mujer de una agresión semejante - Es como si la ley culpara a la mujer por no poder evitar la violación.
- Básicamente, en Venezuela es ese el pensamiento - suspiró. Me agradaba mucho aquel hombre de rostro arrugado y barba blanca: sus clases eran mis preferidas. Hablaba de justicia y de paz, cosas que yo podía entender. No obstante, en ese momento, me inquietó su resignación - en Venezuela la mujer debe demostrar fue violada para que la ley pueda creerle. De no ser así, se supondrá lo provocó.
La idea me produjo pánico pero aún peor, una sensación de profunda indefensión. Porque comprendí que en Venezuela, la violación no es solo un acto de violencia, es una opinión social: una interpretación del papel de la victima dentro de la agresión que puede convertirla en provocadora. De hecho, hace unos cuantos años, el entonces gobernador del estado Carabobo Luis Felipe Acosta Carléz causó polémica por colocar en distintos puntos de la ciudad de Valencia, una serie de Vallas donde podía leerse: "Incitar al sexo genera violaciones". En la valla además, podía verse la fotografía de mujeres en Bikini, tomando el sol, en una clara demostración que en Venezuela - al menos en opinión de la Gobernación - el cuerpo de la mujer puede provocar un delito sexual.
Pienso en todas estas cosas mientras camino por la calle: Un grupo de niñas de colegio con una falda muy corta pasa corriendo a mi lado y se suben en desorden a un transporte público. Un hombre se detiene para mirarlas, sobre todo a una de ellas, que insiste en saltar en un pie. La falda se sube un poco sobre el muslo, mostrando piel y quizá un poco de intimidad. El hombre sigue mirándola. De hecho, se detiene, un poco asombrado. Y de pronto, siento miedo. Una extraña sensación de zozobra, por la mirada del desconocido - que puede significar cualquier cosa - y la muchacha, en su vulnerabilidad, en convertirse en objeto sexual solo por ser joven y hermosa, solo por provocar casi de manera juguetona. O tal vez ni siquiera se trate de eso, pienso, aún de pie, inmóvil en medio en la calle. El autobús se aleja entre el tráfico de la ciudad, envuelto en humo y el hombre sigue caminando, el rostro enrojecido, los ojos brillantes. Tal vez se trate de esa idea de la mujer como victima, o de la conciencia de la feminidad sumisa, resignada, pero el pensamiento de la agresión consensuada - si es que eso existe - parece formar parte de esa gran imaginaria del macho latinoamericano, de la sociedad hostil, que aún padecemos en latinoamerica, y quizás, forma parte de la sociedad Occidental.
Un pensamiento que me provoca - ¿y como evitarlo? - un enorme temor. La mujer al margen de la sociedad, la mujer en medio de un debate intelectual que no termina de completarse jamás.
C'est la vie.
Para leer:
Les recomiendo tres artículos que me dieron mucho en que pensar:
En Feminismo vivo: http://feminismovivo.wordpress.com//?s=Cultura+de+la+violaci%C3%B3n&search=Ir
En Planeta Urbe: http://www.planetaurbe.com/cultura-de-violacion-te-la-explicamos-con-manzanitas-fotos/
En ProDavinci: http://prodavinci.com/blogs/tres-rounds-a-proposito-de-la-violencia-domestica-por-naky-soto/
domingo, 21 de julio de 2013
Para celebrar, para crear: La brujería familiar.
Mi abuela - la bruja, la sabia - solía decir que la brujería era un acto de amor. Lo decía sobre todo, en esas raras ocasiones donde la familia se reunía para compartir - y quizás celebrar - esa herencia en común que nos une a todos. Como cualquier otra familia, mis tías y primas solíamos reunirnos alrededor de la mesa de su cocina para conversar y reír, bebiendo interminables tazas de té...y también para crear magia. Suena extraño ¿verdad?. Supongo que sí, no es una imagen común sobre la brujería: Un grupo mujeres riendo y hablando en voz alta, mientras cortan y machacan ingredientes, cosen pequeños trozos de tela, encienden velas y cantan juntas, tomadas de la mano. Pero la brujería es una tradición familiar, se practica en familia, se crea entre parientes. La brujería es una manera de crear basada en la energía más poderosa, antigua e inexplicable de todas.
- El amor - solía insistir mi abuela. Las manos llenas de pedacitos de hojas, rodeada de cuencos con aceites y trozos de fruta, el rostro enrojecido de alegría - es la fuerza que hace mover al mundo.
- Los Beatles te van a demandar - se quejaba a veces mi tia M, riendo. Mi abuela se encogía de hombros y seguía en lo suyo: confeccionando un puñado de incienso, el pan para el ritual del Sol, el licor para la celebración de la Luna. Para ella, todo tenía un hilo conductor, un punto de unión. La capacidad de crear un lenguaje a través de pequeños símbolos, de ideas conectadas entre sí a través de lo visible y lo invisible. Una manera de interpretar el mundo totalmente personal.
- El amor es la magia más antigua de todas - seguía mi abuela - la energía que te acerca a lo divino, que te hace soñar y construir ideas.
- ¿El amor como de novios? - preguntaba yo, un poco desconcertada por la idea. Recuerdo haberlo preguntado varias veces. Y todas las veces mi abuela se inclinaba para mirarme a la cara, para acariciarme las mejillas con los dedos olorosos a miel y a nuez.
- El amor como el que te hace querer gritar y correr, el amor que te conecta con el delfín del mar, la nube en el cielo, el infinito que no puedes ver - una idea asombrosa. Me gustaba escucharla, me gustaba imaginarla. Quizás por ese motivo se lo preguntaba a mi abuela más de una vez, para imaginar el cielo abierto de las tardes de Julio, con Caracas vestida de azul o el olor del mar, de la playa de aguas azules que mi mamá me llevaba de vez en cuando. O el sabor de las galletas de avena de mi tia J. o la risa extraordinaria de mi prima E. Todo a la vez. Porque todo eso era amor, para mi. Todo eso era brujería. Una manera de crear.
Sonrío, con los ojos llenos de lágrimas, mientras corto con cuidado los ingredientes para preparar el incienso de la cercana Luna Llena. Ahora, hago magia sola. Sentada en la cocina de mi abuela, rodeada de sus cosas. Pero sigo siendo la niña que piensa en amor y siente el poder de lo que construye sueños, de lo que se eleva por encima de lo cotidiano para hacerte sonreír y reir.
Una manera de soñar.
La voz del viento:
Antiguamente, las brujas confeccionaban los inciensos y otros productos aromáticos que utilizarían durante la celebraciones y rituales que se llevaban a cabo durante el calendario solar y lunar del año. Se usaban recetas sencillas y sobre todo, destinadas a crear elaboraciones perdurables y que pudieran ser conservadas de una estación a otra. Pero como yo vivo en Venezuela, mi abuela me heredó una manera de preparar el incienso que lo mantiene incólume a pesar de la humedad. Una de estas recetas es la del incienso para las celebraciones de Luna Llena que incluyo a continuación:
Vamos a necesitar:
3 Partes de Gomorresina de incienso.
1 parte de bayas secas de enebro.
1/2 Partes de bayas de Muérdago.
5 Gotas de aceite enebro.
1/2 Parte de pieles de naranjas secas.
9 Gotas de aceite de Laurel.
1/4 Parte de clavo entero.
1/4 parte de anís estrellado.
5 gotas de aceite de canela.
5 gotas de aceite de Pino.
1 parte de mondas secas de naranjas
1 parte de resina de Mirra
2 partes de Resina de pino
1 parte de una mezcla de vino, miel y aceite de Oliva, que se mezclará para obtener un infusión firme.
Muele todos los ingredientes secos cuidadosamente, de tal manera que puedan ser combinados en una mezcla firme y homogénea, obteniendo asi un polvo fino. Toma los aceites y mezclalos en porciones equilibradas en un bol de cristal o vidrio. Procura que no se produzcan grumos o acumulaciones de uno solo de los ingredientes liquidos. Deje reposar ambas composiciones por separado durante uno o dos días. Después, combine el fino polvo en que convirtió los ingredientes secos juntos con los aceites y componga una mezcla de contextura firme. Se recomienda para el proceso utilizar cubiertos de madera, para conservar asi la integridad de los olores de los ingredientes utilizados.
Por último, añade al resultado la infusión de vino, miel y aceite de oliva. Obtendrás como resultado una mezcla consistente de olor penetrante. Envuelvela en papel encerado o aluminio y déjala reposar durante todo un ciclo lunar, o en su defecto, tres semanas, en un lugar oscuro y seco. Finalmente, cortalas en pequeñas rodajas que podrás encender sobre carbón vegetal o cualquier base oleosa orgánica que te permita el encendido del incienso que ha llevado a cabo.
La invocación del incienso:
Sí deseas consagrar el incienso a su propia energía, toma las rodajas compuestas y colocalas sobre un plato blanco. La noche de Luna llena, colócalas junto a una ventana, donde la luz del plenilunio pueda bañarlas e invoque de la siguiente manera:
" Que el aliento de la Diosa secreta
Puritifique
consagre y llene de fuerza este incienso
que utilizaré para celebrar la convicción
con que enarbolo mis creencias
Asi sea"
Por último, encienda una vela blanca y coloque el plato a su lado. Deje que la vela se consuma. Cuando retire las rodajas de incienso invoque:
"Crea poder en mí
Crea fuerza en mí"
Para conservar mejor el incienso, envuelvelas las rodajas en trozos de tela gruesa.
El sonido del repique del teléfono me sobresalta. Sostengo el auricular con los dedos resbalosos de miel y de recuerdos. La voz hermosa de mi tia M. me hace sonreír.
- Hija, voy para allá, quiero preparar un saquito de protección - me explica. El sonido de la ciudad retumba al otro lado del teléfono. Y me la imagino, con su cabello castaño ya veteado de canas, caminando apresuradamente por la calle, cargada de hojas y ramas secas. Rio en voz baja, entre lágrimas y felicidad, por esa imagen, por la felicidad que me brinda. Por la sensación que algo muy preciado en mi vida sigue vivo y continuará estandolo por mucho tiempo. En ella. En mis primas. En mi.
La brujería.
El amor.
C'est la vie.
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sábado, 20 de julio de 2013
Delirios y locuras: ¿Quien es la bruja en la actualidad?
Una vez, un amigo muy querido me preguntó si la llamarme "bruja" no suponía una contradicción a toda esa insistencia mía en aprender y educarme, en mantener mi mente lo más despierta y cultivada posible. Me hizo la pregunta sin malicia alguna, mientras me acompañaba a comprar un montón de hierbas en un Mercado callejero de Caracas y su tono era casi inocente. Reprimí la inmediata cólera que me produjo la insinuación.
- ¿Por qué lo dices? - le pregunté. El tono era bastante calmado.
- Crees en herbolaria, el poder de la energía, lo que sea que entiendas por eso - hizo un gesto con las manos un poco errático, como para mostrarme lo abstracto del concepto - estás convencida que el Sol y la Luna influyen en tu vida. Esas cosas sin sentido.
No dije nada. En un gesto casi educado, le quité de las manos mi cesta de mimbre llena de hojas y otras cosas y eché a caminar con paso rápido entre la multitud ruidosa que llenaba el mercado. No merecía llevarla, pensé irritada. Pero también, podía entender su pregunta. La intención. ¿Quién es la bruja en esta época de la tecnología y electrónica? ¿En medio del existencialismo y el cinismo? ¿Quienes somos los creyentes en lo invisible, en lo inefable? Seguí caminando. Tomé un montón de hojas de Romero y las eché en la cesta. Un poco de tomillo. Lavanda. Mi amigo apareció a mi lado, de pronto. Con cara de avergonzado.
- No te quise decir ignorante - jadeó. Al parecer me había seguido por el mercado a la carrera. Tomé un montón de hojas de Romero entre las manos.
- Huele - dije acercándoselas al rostro. Me dedicó una mirada un poco incomoda, pero lo hizo - ¿Te gusta?
- El olor es exquisito, claro...pero...
- ¿sabes por qué es exquisito? - pregunté. Mi amigo no dijo nada, sorprendido por la pregunta. Aguardé sintiendo la textura rugosa de las hojas entre los dedos.
- Porque me gusta - respondió. Casi como un niño. Sonreí, mientras con cuidado, guardaba el romero en una bolsa de plástico y lo colocaba en la cesta.
- ¿Tan simple?
- ¿Que otra cosa puede ser?
- El Romero es un depurador natural del sistema respiratorio - le expliqué - La infusión de las flores de Romero se utiliza como un método natural para tratar problemas respiratorios como el asma: mucho más saludable para tu organismo que albuterol, bitolterol, pirbutero, o terbutalina del inhalador. Incluso, leí un detallado estudio que demuestra que el Romero posee sustancias antiinflamatorias que actúa sobre la inflamación pulmonar debido a diferentes patologías.
Seguí caminando. Mi amigo extendió las manos para intentar sostenerme la cesta de nuevo, pero la apreté contra mi costado, aún disgustada. Soltó una carcajada amable.
- Sabes que no lo digo con mala intención - dijo - lo digo porque la palabra "bruja" te hace pensar en tabaco, rituales extravagantes, animales degollados, sangre derramada.
No respondí. Sabía a que se refería. Muchas veces la palabra brujería parece definir muchas cosas a la vez: rituales de todo tipo de sectas y creencias que llevan a cabo rituales de discutible procedencia. Lo he escuchado siempre: La bruja, como simbolo del mal y de lo hórrido, la "puta del diablo" según el histórico Martin Lutero. Pero para mi, una bruja es abuela, una bruja es mamá, es prima, es tia. Una bruja es una mujer sabia, una constructora de ideas, una creadora en estado puro. Pero ¿Como explicar algo semejante? es tan complicado a veces. Cuando tenía doce años o un poco más, una de las monjas del colegio francés donde estudiaba intentó quitarme a la fuerza el pentáculo del cuello. Uno de esos momentos que no olvidas nunca: El miedo, el suyo y el mio, la sensación de algo que no comprendes te empuja hacia una situación incontrolable. Recuerdo haberme defendido a gritos, de haber llorado mucho. De escupir a la mujer a la cara. Cuando mi mamá fue a recogerme ese día, donde permanecí gran parte de la tarde castigada en la oficina de la dirección, no supe que decir. Pero ella no me dijo nada. Me miró, preocupada, ella, la ejecutiva, la mujer moderna impecable con ropas de diseñador de ultima moda y sus zapatos de tacón altísimo.
- ¿Te sientes mal?
- Estoy bien.
Se inclinó. Me tomó de las manos. Todavía llevaba entre los dedos el pentáculo, aferrado. Ella me sonrío, casi con ternura, un gesto raro en ella.
- ¿Te lo quieres poner? - dijo.
- Se va a volver a armar el escándalo - murmuré. Mi mamá me quitó el pentáculo con delicadeza de entre los dedos y me lo puso ella misma. Seguía sonriendo. Más tarde sabría que había discutido a gritos con la religiosa que había intentado arrebatarme mi estrella y que la había amenazado de todas las maneras legales y mundanas que conocía. Ella, que jamás había llevado el pentáculo, que no le gustaba llamarse bruja, que intentaba siempre que podía mantenerse apartada de la tradición. Pero después de todo, era mi mamá e hija de mi abuela.
- Que se forme - murmuró. Me arregló la blusa sudada, me intentó peinar el cabello en punta con los dedos. Gestos tan amorosos que casi me hicieron llorar. De hecho, lloré, aunque no quería, abrazada a su cuello. No me gustaba que nadie me viera llorar, pero ese parecía un buen momento. Mi mamá me acunó, me cargó - aunque ya estaba bastante crecidita para eso - y me sacó del colegio.
- ¿Por qué me intentó quitar mi estrella? - pregunté en casa. Mi mamá suspiró. Y la noté cansada. Un cansancio de haber escuchado muchas veces la misma idea, tal vez de habersela formulado muchas veces.
- Lo diferente asusta hija. Lo que no se entiende preocupa, inquieta - me explicó. Estabamos solas, en la sala luminosa de mi abuela, esperando que llegara de alguna de sus frecuentes visitas a amigas y parientes. Era raro encontrarme sola con mi mamá, con esa mujer que era un poco una desconocida, en todos los aspectos posibles: con su belleza radiante y su modales tan refinados, era todo lo diferente a mi que se podía ser. Pero era mi mamá, después de todo. Y esa identidad de madre e hija, era parte de nosotras, no importaba cualquier diferencia.
- ¿Yo soy diferente?
- En realidad todos los somos - respondió - nadie es igual a nadie, aunque quiera creer que sí. La idea de la igualdad es cómoda, tranquiliza. Pero todos somos distintos. Solo que poca gente lo reconoce.
Medité la idea. La monja me había llamado "satánica" y "supersticiosa", pero yo era hija de científicos, formaba parte de una familia donde la ciencia y sus parámetros era un valor. Y también la creencia en la Diosa, en la esperanza, en lo posible, en los misterios Universales. ¿Eso era lo diferente?
- Hija, "Brujería" es una palabra que asusta - dijo mi mamá - puede significar cualquier cosa. La gente teme lo que no puede comprender, lo que puede interpretar según sus temores.
- Tu no te consideras bruja - dije. Intenté no parecer acusadora, aunque el tema me molestara. Mi mamá suspiró.
- No, pero es otra cosa.
- ¿Por qué es otra cosa?
- Porque que no me llame así, no quiera decir que no asuma que la interpretación de la vida puede ser distinta. Acepto la visión de un cristiano o un judío como parte del mundo. Pero no todo el mundo interpreta las ideas de manera tan flexible.
Recordé los reclamos de la monja, su rostro encendido de furia. Era una mujer muy joven, treinta y pocos años, pero había un miedo muy viejo en sus ojos. ¿Que veía en mi estrella? ¿Una idea más vieja que ella misma? ¿Quien podría decirlo?
Una idea curiosa. Estuve pensando en eso durante meses. Era una visión de las cosas que me hería profundamente. Un temor al margen. En otra ocasión mencioné que la magia es una ciencia, una afirmación sostenida por la actitud de la bruja hacia la naturaleza y el universo. La observación y utilización de las leyes naturales son aspectos importantes en la magia, al menos en la manera como la brujería lo comprende: la bruja está siempre tratando de adaptar su manera de ver el mundo a los ritmos perennes de la naturaleza. No en vano, la brujeria es llamada una protociencia, debido a que gran número de sus conocimientos proceden de las investigaciones que de manera intuitiva llevaban a cabo los practicantes de magia. La iniciada en brujería usualmente estudia conceptos básicos e incluso, moderadamente avanzados de ciencias físicas y biológicas. Incluso el brujo primitivo, aunque carece del conocimiento científico de sus pares más sofisticados, es cuidadoso y sobretodo respetuoso en el respeto de los ritmos naturales.
¿Quieres somos las brujas actuales? ¿La mujer que comprende la naturaleza como una manera de crear? ¿La artista que levanta el lapiz para sentir el poder de construir ideas? ¿El hombre que sonríe ante lo que es capaz de concebir con el solo poder de su mente? ¿Quienes somos?
- Lamento lo que dije - la voz de mi amigo me devolvió al presente. Tomé una bocanada de aire, y sentí una sensación muy diáfana de paz, de simple comprensión. El poder de crear.
- La brujería soy yo - dije entonces - no sé que interpretes por eso, pero no tengo otra respuesta que darte.
Me dedicó una larga mirada asombrada. Seguimos caminando y cuando intentó llevarme de nuevo la cesta, se lo permití. Me apoyé en su brazo con cariño.
- Todos somos ignorantes de lo que no comprendemos - dijo él con una sonrisa avergonzada - ese puede ser mi problema.
- El de todos.
- Ah, que bruja tan sabia.
- Ni tanto - le di un pequeño empujón - solo una que quiere aprender.
¿Quienes somos los que tomamos el camino menos transitado? ¿Los que observamos el tiempo y las ideas más allá de nosotros mismos? Simples creyentes quizás o más allá, inspirados creadores. Depende del punto de vista, supongo.
C'est la vie.
viernes, 19 de julio de 2013
Proyecto "Un Libro cada Viernes": Obras completas de Hp Lovecraft
Cuando leí por primera vez un cuento de Lovecraft, no sabía nada sobre sus libros ni tampoco de él, como escritor o como misterio literario. Ese primer libro llegó a mis manos por una de esas casualidades literarias que no sabes bien como explicar: Buscaba un escritor de libros de Fantasia - así, en general - y encontré fue terror. Todo gracias a la poca pericia de un librero de poca confianza de una librería de esas que parecen supermercados literarios.
- ¿Fantasía? - me preguntó. Le echó una mirada a los anaqueles repletos de libros mal ordenados.
- Como el Señor de los Anillos - todavía faltarían unos años más para que saliera la película, así que este librero descuidado, habrá entendido cualquier cosa. Lo vi rebuscar, abrir gabinetes y cuando regresó, llevaba en las manos un libro del que nunca había escuchado.
- ¿El color que cayó del cielo? - leí en voz alta. El librero se encogió de hombros.
- Es fantasía.
La portada llevaba el dibujo de un hombre de rostro largo y triste, con el cabello repeinado, que parecía mirarme fijamente desde el cartón. No supe porque, pero me gustó su expresión contenida, como de guardar un secreto que probablemente explicaría el extraño titulo de su novela. No me equivocaba. Lo que nunca supuse era que en los años siguientes, me haría otra de las devotas al extraño mundo creado por el escritor. Una manera totalmente nueva de concebir el miedo, y más allá, el misterio. La oscuridad dentro de la oscuridad.
Se dice que el mérito de Lovecraft como escritor es su rebeldía: esa necesidad de destruir el paradigma de una normalidad que parece subyugarlo, a través de la literatura. Y es con sus historias extravagantes, que parecen evocar sueños primitivos y poderes maléficos desconocidos, parece que intenta reconstruir el mundo a su medida, huir de la sociedad burguesa y aburrida que le tocó vivir. Sus críticos más acérrimos insisten con frecuencia que sus monstruos son más grotescos que aterrorizantes y hay quien insiste que el escritor no es capaz de desprenderse de su herencia racionalista y materialista. Pero más allá de esa necesidad de justificación del terror en el terror, Lovecraft creo una aproximación al miedo - ese esencial, el que paraliza, el que desconcierta - que renovó el género y le brindó una nueva concepción. Y es que quizás el mayor mérito de Lovecraft sea recordarle al hombre su fragilidad, su fugaz presencia en un Universo que bulle de monstruos y de misterios no revelados. Porque para Lovecraft, el temor no es una mera emoción, es una idea externa y extraordinaria, que envuelve la existencia humana casi con violencia.
Tal vez por ese motivo, el trabajo Literario de Lovecraft provoca no solo admiración sino algo parecido a la devoción: desde sus colecciones de cuentos más tradicionales, hasta su revisión del mito de la creación de desde la óptica del terror a través del Mito de Cthulhu, el autor engloba esa visión del terror como un enigma universal, una reinterpretación del génesis religioso a través del miedo esencial.
Una vez leí, que quizás el primer sorprendido por el éxito de la obra Lovecraftiana, sería el propio escritor: fallecido a los tempranos cuarenta y siete años de edad, jamás imaginó las dimensiones que el mito sobre su creación tomaría: No solo se le considera un renovador del género - con justicia, a pesar de las críticas - sino además, un simbolo de la decadencia literaria en estado puro: sus historias rebosan de elementos biográficos, como si de un mapa de ruta de la mente del escritor se tratara. Para Lovecraft, su escritura no era otra cosa que las voces de su mente, de esa angustia existencial que parecía trascender a sí mismo y encontrar reflejo en la época que le tocó vivir y enfrentar. Casi puedo imaginar a ese Lovecraft reprimido y casi infantil, intentando enfrentarse a la rigidez burguesa de esa sociedad estadounidense de los años cincuenta a través de la palabra, desfigurandola con monstruos y con una crueldad tan exquisita como hiriente. En ocasiones, me he preguntado si Lovecraft no recreo el monstruo que habitaba detrás de los barrios tranquilos y exactamente iguales de los suburbios americanos, la hipocresía social que tanto parecía sofocarle. Una idea maravillosa e inquietante: El Lovecraft silencioso y tristón, liberando los demonios que habitaban en esa región incomprensible de su mente, tan violenta y cruel que construyó un Universo literario que aún es capaz de sorprender. Muy probablemente por ese motivo, insistió siempre que puedo en que sus obras carecían de belleza y calidad, "Solo aproximaciones a la locura", como declaró con una sinceridad conmovedora. Y tal vez, solo decia la verdad.
¿Donde puedes comprar cualquier libro de Hp Lovecraft en Caracas?
Hace unos cinco años, hubo una recopilación de cuentos del autor en una bella edición de bolsillo ilustrada por Giger: fue un éxito de ventas y estuvo por mucho tiempo entre los más vendidos de varias librerías del ramo. Aún puede conseguirse en TECNICIENCIA del Centro Comercial Sambil de Caracas y en la Nacho del Centro Comercial Tolón, a un costo de 400 bs.
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jueves, 18 de julio de 2013
Proyecto "En Los Ojos de Otro" con Danie Albarrán ( @SrtaMorrison )
Siempre he considerado a Danie Albarran ( @SrtaMorrison ) como un espíritu singular: solo la conozco a través del mundo 2.0 pero siempre ha sido evidente que intenta construirse así misma a partir del mundo de las ideas. Sus opiniones se entremezclan para crear una rara mezcla de lo pragmático, lo idealista y lo urbano, que ella podría resumir con el mismo nombre con que bautizó su blog: "Misantropía citadina". Pero además de eso, Danie admite estar en pleno proceso de reconstrucción de sus creencias, de elaborar una nueva idea sobre su manera de profesar la fe, y más allá, asumir el concepto de la Divinidad como una parte esencial de su idea sobre el mundo. De manera que me pareció intrigante - e idóneo - intercambiar preguntas sobre nuestros respectivos procesos espirituales para encontrar entre ambos un punto en común, una grieta en el argumento o incluso, una manera de asumir que aunque nos encontramos en lugares distintos de ese interminable camino del aprendizaje espiritual, tanto como ella como yo tratamos de construir un concepto de la realidad que pueda sostener nuestras creencias más personales. Un sueño de la razón.
Estas fueron las preguntas que le hice a Danie:
1) ¿Consideras el ateísmo es una expresión del yo más poderosa que la necesidad de la fe o ambas se equiparan como forma de expresión espiritual / intelectual?
Vale la pena que comience a hurgar en mi mente para no hacer una mezcla del Yo de la filosofía con el Yo de la psicología, me voy por el segundo, aunque haya estudiado un tiempo al primero y del otro conozca mucho menos en teoría, también me voy por aquella definición sencilla que dice algo como “El Yo es una construcción social y como tal, puede fácilmente ser manipulada y controlada”, nuestro Yo no representa lo que somos realmente, sino todo aquello que se construye en base a la sociedad, viéndolo de esta manera y poniéndome nuevamente los zapatos de atea que llevé alguna vez, nuestra cultura inevitablemente nos afecta, en un mundo donde la ciencia no deja de maravillarnos, difícilmente quede espacio para necesitar fe en un dios, mucho más si el contenido que hacemos parte de nosotros, va al ritmo de la modernidad, ocupamos el día a día en una manifestación (que a veces puede ser absurda) de superarnos, de competencia masiva, de supervivencia, donde seguramente alguien que espera algo de su dios pasa a ser condenado a llevar consigo una etiqueta de “débil”, esto se acompaña de esa construcción social, que nos aleja de lo que realmente somos, el poder de ese Yo manipulable supera esa necesidad de creer. No las veo equiparadas, las veo distintas, concibo esa expresión del Yo una como la influencia que puede tener nuestro entorno sobre nosotros mismos alejándonos de la expresión espiritual, que no necesariamente asocio con una movida intelectual y la necesidad de la fe, como la naturaleza de lo que realmente somos y de la que inevitablemente, no podemos escapar.
2) ¿Cómo se construye el activismo cultural a través de ese proceso de transformación de creyente por cultura a no creyente por convicción?
El tiempo pasa y con él, evolucionamos, como sociedad aún nos queda esa cultura de fe infundada desde el primer punto de conductas a repetir con el que nos encontramos, la familia, crecemos y vamos formando nuestro propio camino, considero que algunos logran “ver más allá”, de ahí, las ideas comienzan a revolotear a nuestro alrededor y al paso que vamos, las tomamos casi que de “buenas a primera”, siempre querremos compartir nuestro día a día con el círculo cercano, lo que pasa por nuestras mentes, vivimos en manada, descubrir algo y guardarlo con recelo de quienes nos rodean, a pocos se les da, una vez que creemos que ese conocimiento, ese mundo de ideas es el más cercano a lo parece ser nuestra propia “realidad”, queremos exteriorizarlo. Dentro de algunos años posiblemente esté presente la no convicción como naturaleza humana, pero partiendo de la cultura, ¿es ella algo que se manifiesta de manera individual o colectiva? Hace poco me presentaron a Terence McKenna con “La cultura es tu sistema operativo”, todo comienza con la cultura colectiva, vamos “tomando” cosas que al final desembocan en un gran océano de una en común, es posible cambiar o modificar todo aquello que aprendimos por el camino y que no siempre, es para nuestro bien. A medida que damos todos estos pasos (si es que lo logramos), se construye parte del activismo, desprendiéndonos de nuestra cultura y quedándonos con nuestra convicción, sin embargo, me gustaría que no existiera, del cristianismo apoyo el concepto de “libre albedrío”, pero en versión simple, basado únicamente en esas dos palabras, no hay porqué intentar modificar la cultura de otros, mucho menos sus convicciones, cada uno debería elegir su propio camino, aunque este al mismo tiempo, tenga senderos en común con quienes también decidieron pensar así. Y aquí nos vamos a la pregunta 1, irrespetando este concepto de libre elección construimos el Yo de algunos, matamos la necesidad de fe ajena.
3) ¿Te consideras constructora o deconstructora de la fe que profesas?
Ambas, me dedico a construir valores y a derribar muros de manera casi equitativa, mi primer encuentro con aquello llamado religión no tuvo mucho resultado, mi inmensa curiosidad podía más y mientras no encontrara una definición sobre qué es Dios (más que “quién) y por qué necesitar creer sin saber qué era, sin poder darle una forma, sin sentir ese “deber” hacia algo que no entendía, me mantuve al margen, durante años me encontré sin esa fe, profesando un fanatismo ateo desmedido, quizás rabia por no poder experimentar eso, no lo sé, supongo que era mucho más sencillo negar la existencia de algo en lo que fui incapaz de creer por convicción, luego, mis propios demonios, los de mi mente, el miedo, la soledad, la subestimación propia, entre otros, me llevaron a tocar fondo y cuando sentí que ya no podía, encontré la salida en ese dios cristiano que llegó a mi vida lleno de amor y de bondad, nunca pude asociarlo a cosas malas, castigos, que se molestara conmigo o que yo tuviese que vivir con miedo hacia él, por suerte logré compartir con personas sin prejuicios y sin presiones, no me sentí la oveja negra rechazada, sino la que era bienvenida como un igual, negra, sí, pero respetada y tratada como un ser humano a pesar de ser distinta, hoy en día siento que encontré un punto medio, no sé si llamarlo fe, pero de ese mismo amor que logró sacarme de donde estaba y hacerme ver cosas que antes no, conservo algo todavía, me quedé en un punto medio que no da al cristianismo ni tampoco al ateísmo, ¿agnosticismo? Tampoco, no me creo agnóstica. Entendí que si dios existe de verdad, tiene que ser amor y refugio, me quedé con eso, creo ciegamente en la humanidad, no como algo que puede cambiar a mi manera o a la de alguien más, porque también defiendo la libertad individual, creo que enfoco mi fe actual como algo que puede encontrar entre tanto caos un punto basado en el amor y la libertad, profeso eso, respeto cada ser vivo que encuentro en mi camino, al día me consigo con pequeñas porciones de ese amor en desconocidos en la calle, que en un minuto pueden cambiar mi día, destruyo los muros que me aíslan y me alejan de esa paz, pienso que esa perfecta sincronía de amor y libertad es el motor que mueve el mundo o al menos el mío y me ofrece la tranquilidad que debe sentir cualquier persona que tenga su fe 100% definida en cuanto a algo.
4) ¿El arte en cualquiera de sus formas es una forma de fe y de religión?
Sí, definitivamente, pero creo que es una forma de fe muy muy propia, individualista y hasta secreta, citando parte de una frase de Wilde: “Revelar el arte y ocultar al artista es la finalidad del arte”, pienso que si lo comparamos a lo que sería “dios” para mí, sería una analogía válida, lo que crea es lo apreciable, disfrutamos de la obra, de lo que parece inexplicable y que no tendría mucha lógica investigar acerca de su origen y creador, se tiene fe en ese potencial que no precisa de explicación para disfrutarlo, se predica porque forma parte de cada uno que lo hace posible, juntándolos a su vez para formar un gran cardumen y el aferrarse al arte a cualquiera de sus expresiones lo convierte en una manera de vida soportable para quien lo entrega y para quien lo aprecia, esto también lo hace la religión. La finalidad no es encontrarse con el creador, porque sólo él mismo puede hacerlo, imposible conocer lo externo a nosotros con un acercamiento casi preciso. Así que al igual que la religión basada en una figura suprema, creo que existe este tipo de culto o adoración hacia otra cosa que se nos hace imposible conocer por completo, la mente y su capacidad de crear.
5) ¿La fe puede carecer de nombre, identidad e incluso de expresión formal visible?
Esta vez yo traté de darle un nombre para responder estas preguntas, es lo que hallo más cercano a explicar mi manera de practicarla, ser humano y tener fe van de la mano, definitivamente, es un concepto que me costó muchísimo entender, porque la mitad de mi vida la pasé cuestionándome y sintiéndome incapaz de percibirla, estamos diseñados para creer en algo y simplemente, lo necesitamos, somos incapaces de dar con la explicación de lo que supera los límites de nuestro entendimiento, como diría San Anselmo, hablemos de Dios o un no Dios, aplica; incluso un ateo (aunque se lea disparatado), cree en su concepto de no creer. Puede carecer de nombre, identidad y de expresión visible porque es como un chip con el que llegamos a este mundo y que se activa desde que cobramos conciencia de nuestro alrededor, aunque neguemos la existencia de algo llamado dios, el hecho de creer en lo que sea, es parte de esa “gasolina” que necesitamos para sentirnos humanos y “vivir” más que “sobrevivir.
La fe como un simbolo de la razón, de la construcción del mundo interior y más allá, la maneras que tenemos de expresar nuestras opiniones e inquietudes. La divinidad como herencia cultural que se transforma a partir de la experiencia, que otorga sentido a la confusión del cuestionamiento e incluso, a la desazón del desconcierto. La necesidad de cuestionar y encontrar respuestas como una manera de creer y crear.
Estas fueron las preguntas que Danie me hizo:
1) En el tránsito de ser la niña bruja a la mujer bruja de la actualidad: ¿Encontraste alguna contradicción o punto de quiebre en tu fe? ya sea por influencia del ámbito social o cualquier factor externo.
Creo que la fe - y por tanto las creencias que la sustentan - deben ser lo suficientemente flexibles como para soportar los inevitables cambios que ocurrirán mientras maduras, en el aspecto espiritual o en el cronológico, que es mucho más simple. La mía, al menos, soportó bastante bien los cuestionamientos y sobre todo, la crítica inevitable de encontrar opiniones y expresiones de fe encontradas, visiones disimiles o eso tan sutil que llamamos "contradicción" al argumento esencial de cualquier religión: Una interpretación del yo, como sustento de la identidad. Porque la brujería no se asume como una verdad inmutable o mucho menos absoluta, se reinterpreta así misma como parte de ese recorrido interminable hacia la comprensión de tu mundo interior, tus propios debates individuales y sobre todo, la capacidad de todo aquel que la profesa para equivocarse y asumir sus errores como parte del aprendizaje. De manera que la brujería, como creencia y como idea moral, tiene la particularidad de crecer a medida que tus visión del mundo se transforma, evoluciona, se hace más rica y consistente. Así que podría decir que no hubo nunca un punto de quiebre, sino una conciliación - quizás inevitable - entre la visión del mundo real y mi manera de asumirlo e interpretarlo desde el ámbito de la fe.
2) Algunos lo llaman "pecado" otros "karma", para ti, ¿de qué manera se "pagan" las malas acciones?
En brujería, el tema de de las consecuencias sobre lo que haces - o no - siempre será parte de un interminable análisis de la realidad. En mis creencias lo que ocurre es provocado por tus propias acciones o sufres las consecuencias de las acciones de alguien más. Es un concepto descarnado y crudo, pero basado en la simbología de la naturaleza, que es justa precisamente por su crueldad. Sin duda, es una visión que puede resultar casi hiriente, pero que se sostiene sobre la idea que el mundo - lo que percibimos como presente - está interconectado entre sí para crear la realidad, como concepto y sustento de lo que asumimos es comprensible. En brujería se habla de consecuencias, más que de malas acciones. Y es un concepto muy debatible. Es de hecho, una filosofía que parecería tener mucha relación con la teoría del caos: cada cosa que haces, construye una infinitesimal red de reacciones y hechos que crean una consecuencia concreta. De manera que cada acción - buena o mala - produce un efecto inmediato, que a su vez, construye una consecuencia a largo plazo. Obviamente, no es una visión sencilla de asumir y menos de analizar: ¿Qué ocurre con los niños que sufren enormes tragedias? ¿Que pasa con quienes jamás han cometido una acción reprobable y sufren actos de violencia espantosos? De nuevo, la explicación se basa en el caos, en la idea que cada uno de nosotros produce un efecto concreto y sobre todo lógico, dentro del entramado de la realidad. La naturaleza estricta de la causalidad, la omisión y la acción, que no discrimina edad o cualquier otra idea emocional. Un mecanismo preciso y sobre todo, frío, que construye lo que vivimos paso a paso. ¿Una idea inquietante? Sin duda que lo es, sobre todo porque las religiones han llegado a brindar a ese sistema de ocurrencia y construcción un sentido casi divino, un "castigo" basado en una opinión moral sacramental, lo cual no es cierto. El "castigo" es una manera de llamar a lo inevitable, a esa interrelación de estricto orden secuencial entre lo que haces o no, y lo que posiblemente provoque cualquiera de esas decisiones.
3) Suponiendo que regresamos a esta tierra a pagar lo que hicimos en otras vidas, ¿No es un poco egoísta tener una vida condenada por eso que no se recuerda/sabe?
El concepto de reencarnar para "pagar" deudas morales o espirituales de otras existencias, implica que existe un código de valor o de expresión del "yo" único, que define de manera estricta y limitada que es lo bueno y lo malo, lo cual, claro está, es imposible. La bondad y la maldad son conceptos culturales y varían - se transforman - de acuerdo a la sociedad que los acepta como suyos. En otras palabras, el bien y el mal son símbolos humanos para interpretar la realidad, para construir su opinión intelectual sobre el mundo y más allá, para reconocerse así mismo como parte de un grupo de iguales que respetan - valoran - el mismo sistema ético. Pero obviamente, la reencarnación, al menos en la manera como la concibo, no es un mecanismo para el castigo, sino para el aprendizaje. Según mis creencias, el espíritu escoge bajo que circunstancias desea vivir que le permitan aprender lo que necesita para continuar su evolución espiritual. E incluso, esa idea es limitada, con respecto a la perspectiva de volver a nacer para construir una manera de ver el futuro y la espiritualidad como un todo que abarca desde la manera de concebir el Universo y la divinidad hasta la sustancia misma que crea el infinito. La reencarnación para la brujería - y cientos de creencias que afirman la experiencia espiritual es una manera ascender a un conocimiento espiritual cada vez más extraordinario - es una expresión que intenta concebir la realidad como la suma de todas sus complejidades, de cada elemento que construye una visión del tiempo y del futuro, de la creación y la vida. El bien y el mal, el castigo y el premio, son simplificaciones de esa idea.
4) ¿Consideras que la reencarnación es un ciclo repetitivo que llega a su fin en algún momento? De ser así ¿Qué pasa con el alma cuando ya no reencarna?
La reencarnación se comprende en brujería a través de tu percepción sobre lo que es el Universo y la realidad. Ojo, no de la Divinidad. Es una sutileza que abarca el concepto mismo de lo implica aprender y construir una experiencia espiritual infinita. De manera que la reencarnación se comprende no como un ciclo - que implicaría terminar y comenzar una idea - sino la de crecer a través de un ilimitado numero de experiencias. De concebir, construir, elaborar cada percepción y experiencia que el Universo - entendido como la globalidad de la realidad y no únicamente en este plano y esta realidad que conoces - puede brindarte.
¿Tiene un final ese camino del aprendizaje? Hay teorías que sostienen que si: eventualmente, habrás probado y comprendido cada experiencia e idea que el Universo en su extraordinaria vastedad puede brindarte. Y te harás parte de él, de ese conocimiento y realidad que pudiste asumir como propia y quizás, crear. Una idea que siempre me ha parecido maravillosa e incluso reconfortante, pero que en realidad, tiene poco o nada de mística. Es, antes que todo, una percepción sobre la trascendencia y más aún, sobre comprender que nuestra vida es solo una fugaz y muy limitada percepción de un todo inabarcable por la capacidad humana.
5) ¿Las almas se encuentran aquí con algún fin y logran reconocerse (así sea de manera intuitiva)?
Creo firmemente que las almas - entendiéndose como esa identidad que nos hace únicos e irrepetibles - se encuentran pero no con un fin concreto, aunque en mi concepción sobre la reencarnación, podría haberlo, siendo que escogemos cuando y de qué manera atravesaremos cada experiencia vital. Pero en lo personal, estoy convencida que esas coincidencias son casi siempre obra del azar. Ahora bien, de tener algún vínculo entre sí, ese reconocimiento ocurriría entre espíritus con quienes hemos compartido emociones y vivencias muy poderosas: la energía que crea una experiencia es tan indeleble como una idea que crea a su vez muchas más. En lo particular me ha ocurrido dos veces - con una de mis amigas más queridas y una de mis parejas - y la experiencia es desconcertante y un poco angustiosa. Es un poco compartir una historia de enormes proporciones que no recuerdas pero que te vincula profundamente a alguien de una manera única.
El aprendizaje y la experiencia como una forma de divinidad, con su propio sentido y pertinencia, como una creación del Yo más allá de todo limite, un vinculo con la razón y la percepción de lo Infinito y lo Universal.
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miércoles, 17 de julio de 2013
Delirios y formas de crear: Yo si creo en lo sobrenatural ¿Y que?
Me pasa cada cierto tiempo: admito en voz alta que creo en lo sobrenatural y de pronto, la conversación que estoy sosteniendo con el eventual interlocutor, se detiene casi con brusquedad. Hay un silencio inquieto, un poco incómodo. De vez en cuando una risita. Casi siempre una broma. Luego, con toda probabilidad, alguién dirá: "Te llamas a ti misma bruja, tienes que creer en cosas así" o alguna frase semejante. Y yo volveré a insistir que no se debe a mis creencias, se debe a mi suposición que el mundo puede ser más complejo de lo que asumimos. La discusión continuará, por supuesto, mientras él o ella me intenta convencer que pensar pueda existir algo inexplicable, es una manera de simplificar el mundo. Y yo diré justamente en lo contrario: que la posibilidad de lo sobrenatural abre un sinfín de posibilidades que no puede abarcar la mente, que te permite sentir esa extraña conexión con lo desconocido, con esa región primitiva de tu mente dispuesta a aceptar la evidencia que existe algo fuera de control del conocimiento del hombre. Una idea bonita que no siempre agrada a todos, y que la mayoría de las veces, irrita a algunos.
Cuando era niña, me gustaba mirar el cielo abierto por horas. Lo hacia en la terraza del edificio de mi abuela, a casi dieciséis pisos de altura y lo hacía por la misma razón, supongo, que tantas otras personas lo hicieron en la antigüedad y otras tantas lo harán en el futuro: el asombro. Porque hay una sensación de completa confusión, de maravilla humilde, al admirar ese infinito inimaginable, inabarcable. Comprender la pequeña y fugaz que puede ser la vida humana, lo sencilla, en comparación con el portentoso misterio del Universo, de esa creación fértil e interminable que nos rodea en silencio. Tendida de espaldas, con los brazos abiertos sobre el suelo, sentía que podía abrazar la nada, que me rodeaba como algo real, susurrándome algunas cosas sobre mi limitada naturaleza. El hombre es una ínfima parte de una creación grandiosa y somos afortunados quizás, de estar conscientes de esa enormidad. Aunque, por supuesto, que interpretemos de esa idea, abarca otra forma de misterio: la reflexión humana sobre su propia existencia.
Pero volviendo al tema, quizás esa perenne certeza que somos una parte muy pequeña de un todo infinito, es lo que hizo que creciera convencida que no todo lo que nos rodea puede explicarse directamente a través de la ciencia. O si se puede, pero que no se haya logrado aún, no hace que un hecho sea más o menos real. Una opinión discutible, por supuesto y estoy muy consciente de eso. Pero aún así, continúo abierta toda posibilidad de un Universo inexplicable, una realidad menos sencilla que la que puede traducirse en una fórmula matemática o bajo el lente de un microscopio. ¿Ingenuidad? No lo dudo. ¿Otro atributo de mi desbocada imaginación? Claro, y también la firme creencia que la naturaleza - como parte de ese vasto todo incomprensible que nos rodea - tiene aún mucho con que sorprendernos.
Crecí en una familia de científicos. De hecho, y a pesar de lo que pueda suponer el amable lector de nuestra identidad familiar pagana, me hice adulta en un saludable clima escéptico, pero que en absoluto niega otras posibilidades a lo que creemos es la realidad y las reglas que la sostienen. De hecho, mi tío Materno - Con un doctorado en química y otro en física a cuestas, profesor de una prestigiosa Universidad y numeral en la Academia de Ciencias de este país - fue la primera persona en hablarme de las intrincadas relaciones entre la ciencia y la fe, la creencia y el poder de demostrar lo inexplicable - o no hacerlo -. Una manera de interpretar lo que nos rodea, que invita no solo a la especulación, sino además, al debate de las ideas.
- ¿Crees en la Diosa? - fue la primera pregunta que hice a mi tío alguna vez. Me gustaba mirarlo trabajar por horas en su pequeña biblioteca en la vieja casona de mi abuela, inclinado sobre su escritorio, rodeado de hojas llenas de símbolos que no tenía idea que podían significar. Él era por entonces, un muchacho barbudo y larguirucho y yo, una niña curiosa de diez años, bastante irritante con mis preguntas en voz alta. Me dedicó una de sus largas miradas miopes.
- ¿Por qué no tendría que creer? - Su juego favorito: Una pregunta que contesta otra. Me encogí de hombros.
- Estudias cosas de ciencia. Seguro encontraste que todo lo que es creer tiene una explicación - le expliqué. Mi tío sonrío.
- No todo es tan sencillo. Que comprendas como funciona algo, no hace que comprendas su origen. No de inmediato. Ven aquí - me levantó y me sentó en sus rodillas. El valle interminable de sus hojas llenas de números y símbolos se extendió en todas direcciones - ¿sabes que investigo?
- No - admití. Tenía una idea que hacia "cosas con la ciencia" pero no me pareció una buena respuesta.
- Investigo sobre la óptica cuántica - dijo. Aquello me sonó tan abstruso que no pude ni empezar a pensar que significaba. Aguardé a que me explicara - quiero saber que efectos tiene la luz sobre las cosas físicas. Como cambia la luz la realidad.
- ¿Puede hacerlo? - pregunté asombrada.
- Claro que puede. La luz, la energía, puede crear algo nuevo en el mundo. Puede transformar lo que consideramos realidad. Aunque no lo veas.
- Suena como magia.
- Lo es, un poco - mi tío soltó una carcajada traviesa - aunque claro, eso no lo dice ningún libro respetable. Pero la energía, es capaz de transformar lo que te rodea. En infinitas variaciones. De formas asombrosas. Eso es lo que estudio.
Intenté entender lo que me decía: lo que me explicaba se parecía más a las invocaciones del ritual de la abuela que a lo que se podía leer en un libro de ciencias de la Escuela. Pero allí estaban todos aquellos papeles para demostrarlo, todos los libros que mi tío leía siempre, sus cálculos matemáticos. Tomé la hoja que me había mostrado y miré los símbolos, los números, preguntándome si allí estaban todas las respuestas a las cosas que me preguntaba siempre. ¿Que es la Diosa? ¿Quien soy yo? ¿Por qué existo?¿Que hay más allá de lo que puedo ver?
- No aún - dijo, cuando se lo pregunté - pero es probable que no necesitan responderlas. Que lo puedas demostrar, no quiere decir sea la única respuesta. Y que no puedas hacerlo, no significa que no existe. El mundo no es tan simple.
- Pero tu eres científico.
- Pero también puedo pensar - me hizo un guiño burlón - nunca dejes que nada te diga como pensar. Ciencia o religión, busca siempre tus propias respuestas.
Esa frase me acompaño desde entonces, todavía lo hace. La recordé la primera vez que vi una figura borrosa, en el pasillo de la casa de una amiga. ¿Un fantasma? Un espíritu? Inexplicable. La imagen parecía flotar en medio de la diáfana luz del día que se colaba por el pasillo. Real, pero a la vez, sin sentido. La pensé, cuando escuché una voz venida de ninguna parte en una iglesia perdida en los Andes Venezolanos. La tuve muy presente cuando la imagen muy vívida de un sueño se hizo real semanas después de soñarlo. Lo sobrenatural, lo que somos incapaces de comprender de inmediato, pero que es real. La repetí en voz alta, de pie, en la oscuridad, cuando percibí con toda claridad la presencia de algo que no podía explicar. Tuve miedo, pero también de nuevo, asombro. Asombro como el que sentía de niña ante la cúpula celeste. Asombro de entender que el mundo es mucho más de lo que podemos explicar, comprender, asumir como real.
La he gritado a todo pulmón corriendo bajo la lluvia. ¿Por qué no? ¿Por qué creer que lo sobrenatural solo puede asustar? ¿Y que ocurre con la emoción? ¿Esta enorme sensación de estar conectada con la realidad, con la capacidad de mi mente para comprenderla? Pienso en lo que no puedo explicar, de pie, mientras una tormenta extraordinaria cae sobre Caracas. A mi alrededor, todos corren a guarecerse, pero yo continuo de pie, mirando al cielo, con el cabello pegado al rostro, las manos apretadas a los costados del cuerpo. El sabor de la lluvia en mis labios, en los escalofríos que me recorren. La luz del rayo, el sonido del trueno. Y este placer, esta conexión enigmática con el todo del tiempo que transcurre, con mi manera de construir mi propia historia. ¿Hay ciencia que pueda explicar esto? ¿Hay una palabra que pueda abarcar todo?
Hace cinco años, le otorgaron a mi tío un numeral en la Academia de Ciencias de Venezuela. Un gran honor para toda la familia. Le acompañé claro, sentada en la lujosa sala de recepción, rodeada de los retratos de grandes y respetados científicos de la historia. Me emocioné hasta las lágrimas cuando subió al podio de discursos, llevando entre las manos un maso de papeles, tan parecidos a sus hojas desordenadas de jovencito, del científico a medio construir que luchaba por crearse su propio significado de la verdad. Ahora era un hombre sereno, de barba rubia y chispeantes ojos verdes detrás de sus enormes anteojos de miope. Pero la pasión era la misma. Y el ardor por comprender el mundo, también.
- Al principio, era la luz - comenzó a leer su discurso con una sonrisa - y la Luz lo era todo. Y nadie entendía el motivo por el que era. Casi magia, para los primeros científicos, para los que se hacían preguntas sin respuestas, para los que intentaron contestarlas. Y por entonces, la luz, era magia. Era Divina. Era una Diosa.
Me dedicó una rápida mirada que comprendí muy bien. Se me escapó una carcajada ahogada de emoción. Porque tuve la sensación que de alguna manera, aquellas venerables paredes escuchaban la palabra "magia" y "Diosa" por primera vez. Y que significado tenían para mi que así fuera, que manera de comprender que el mundo es una interminable complejidad de ideas que parecen entrecruzarse entre sí, explicarse siempre a medias, construir respuestas que solo harán que nos formulemos nuevas preguntas. Porque el misterio del mundo y del Universo, continúa siendo inexpresable, quizás enorme para la mente humana, pero aún así real, infinito en sus posibilidades. Una manera de soñar.
Mi tío sonrío cuando lo abracé para felicitarlo, unas horas después. Llevaba la medalla de la Academia de Ciencias bien visible en la camisa almidonada, y debajo de ella, algo que solo entreví. Una pequeña estrella de cinco puntas. Obsequio de mi abuela, sin duda. Quise decir algo, significativo, que abarcara mi emoción, la sensación de comprender el poder de aquel momento, lo que significaba para los curiosos, para los preguntones, para los que amaban la ciencia pero también el poder de pensar. Pero solo toqué la Medalla con delicadeza, casi con respeto. Mi tío asintió, comprendiendome y me pasó un brazo por los hombros con calidez.
- La ciencia es de los que preguntan, no de los creen que tienen la respuestas - dijo - esa es la manera de crear.
Un sueño repetido mil veces, una idea que abarca el infinito quizás. La vida, nuestra interpretación de ella, como un imagen que transcurre casi excesivamente rápido, que se construye así misma, que elabora su propia versión de la verdad.
- Entonces ¿crees en fantasmas? - me sobresalta la voz de mi interlocutor, el mismo de la risita y el comentario irónico sobre la brujería. Casi había olvidado que continuabamos hablando. Sonrío, una gran sonrisa satisfecha, con una sensación de radiante comprensión o mejor aún, de comprender el valor de la duda.
¿Hay respuestas sobre en qué consideramos creíble y que no? ¿Un limite claro entre la búsqueda de repuesta y nuestra capacidad para asumir que no las tenemos todas? En mi caso, no lo creo. Lleva esfuerzo admitirlo pero yo lo hago con toda tranquilidad: creo en lo sobrenatural. Estoy totalmente convencida que hay fenómenos inexplicables por la ciencia y también, todo una serie de ideas que no podemos abarcar en su totalidad. Eso es bueno y más allá, eso es parte de la ilimitada capacidad del ser humano para cuestionar una y otra vez, la realidad.
C'est la vie.
Para leer:
Les recomiendo leer este artículo sobre la física cuántica, el pensamiento humano y nuestra capacidad para crear: http://maestroviejo.wordpress.com/2013/06/16/oficialmente-la-ciencia-admite-que-nuestros-pensamientos-crean-nuestra-realidad/
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martes, 16 de julio de 2013
La Seguridad en el Mundo 2.0: Como proteger tu identidad virtual.
Hace unos días, uno de mis amigos más queridos sufrió lo que supongo es el delito más frecuente en la actualidad: el robo de su identidad en el mundo 2.0, una pequeña tragedia que le ocasionó no pocos trastornos. Le llevó casi dos semanas completas recuperar las cuentas que perdió a manos del ciberdelincuente y mientras tanto, intentó comprender qué había ocasionado el desastre. Finalmente y después de mucho analizarlo, descubrió que había caído en uno de los métodos más sutiles y menos detectable en este tipo de delitos: una trampa de Ingeniería Social. Uno de sus contactos se conectó a través del servicio de mensajería Gtalk, explicándole que necesitaba de urgencia su número telefónico celular. En ningún momento, mi amigo sospechó podría estar brindando información sensible y menos a un desconocido, pero justamente eso fue lo que hizo: el número telefónico permitió al delincuente acceder a su correo electrónico principal a través del sistema de contraseña perdida y una vez allí, cambiarla. Lo demás, le resultó sencillo: utilizó la cuenta para robar todos sus datos y cuentas en redes sociales asociadas a la dirección. ¿El resultado? Una estafa a ese valor tan difuso como imprescindible actualmente: La identidad virtual.
Por supuesto, no es la primera vez que conozco un caso semejante, pero si en que la victima es alguien cercano y no tengo dudas tomó todas las medidas de seguridad que podrían haberle evitado el mal trago. Contándome lo sucedido, mi amigo llegó a la conclusión que todo había ocurrido debido a su "estupidez". No supe si estar de acuerdo pero si, creo que lo que pudo ocasionar el desagradable percance fue esa poca atención a los detalles que en la red, puede ocasionar un verdadero desastre. Investigando, descubrí que hay más de un método sutil de robo y sabotaje vía web que pueden ocasionar puedas sufrir el robo de tus contraseñas y cuentas. Y también, por supuesto, métodos lo suficientemente efectivos como para evitar que tu información sea vulnerable al hackeo de un ciberdelincuente.
¿Y Cuales son estos métodos sencillos pero poco conocidos para evitar tu información web pueda resultar hackeable? Estos:
1) La privacidad de la página web:
Cuando navegues por una página web en donde necesariamente debas compartir alguno de tus datos privados, asegúrate que de conocer las políticas de privacidad del sitio. Parece poco probable que este detalle pueda afectarte en el futuro, pero de hecho, es una de las maneras más sencillas de acceder a tu información virtual. Un sitio web debe asegurarte que protegerá tus datos y además, que no los compartirá - en caso de conservarlos -. Prefiere los websites que te aseguren y donde sea verificable, el método de no conservar tus datos a través de ningún sistema. Evita utilizar un website que no tenga sellos de aprobación o utilice sistemas de seguridad como TRUSTe o BBBOline que protegen tu privacidady aseguran la integridad de los datos que puedas proporcionar.
2) Cuida las plataformas donde suministres los datos de tus tarjetas de crédito:
Actualmente es muy frecuente la compra vía web, aunque en Venezuela, continué siendo una costumbre minoritaria. Aún así, según estadísticas del CICPC, los crímenes de estafa utilizando plataformas de conexión falsas han aumentado en frecuencia y número. Por lo tanto, procura no utilizar los datos de tu Tarjeta de Crédito en ningún sitio web que no tenga una simple nomenclatura: un candado cerrado en la parte inferior derecha de la página. Igualmente, fíjate que la dirección electrónica en el navegador contenga una “s” después del http en la parte superior, es decir, de esta manera: “https”: se trata un importante protocolo desarrollado para realizar transferencias de forma segura en Internet usando nuestro navegador y que asegura que la página sea segura para incluir datos externos y que serán protegidos posteriormente. En otras palabras, "Https" te indica que te encuentras en una “zona segura” para la transmisión de la información que incluyas en el website que utilizarás. ( Con información de Ordenadores y portátiles )
3) Asegúrate de conocer los ajustes de Cookies en las páginas web que utilizas:
Según la inefable Wikipedia, Una cookie se define como: "una pequeña información enviada por un sitio web y almacenada en el navegador del usuario, de manera que el sitio web puede consultar la actividad previa del usuario." En otras palabras, se trata de la información que recopila cualquier sitio web que visitas, a través de un sencillo archivo de texto. Es una manera de seguimiento de información sobre las actividades de cualquier usuario en una página web. Las Cookies almacenan información sobre tí, como nombre de usuario o información de registro, o preferencias de usuario, pero no espían, como el spyware. No obstante, el hecho que el Cookie acumule información sensible sobre tus datos de navegación de usuario puede poner en peligro tu identidad web y sobre todo, cualquier dato que el Cookie acumule como manera de identificación.
4) Siempre sospecha:
Sí, sé que suena un poco paranoico, pero en realidad Internet no te asegura de ninguna manera la privacidad de los datos que incluyes en cualquier página web. De manera que evita poner en peligro tu información en el mundo 2.0 Como le ocurrió a mi amigo, la mayor parte de los delitos informáticos actuales ocurren por descuidos al brindar información a terceros, de manera que evita en lo posible, facilitar información personal de ningún tipo a través de las redes sociales y servicios de mensajería. ¿Suena muy básico? Desde luego, pero es la mejor manera de conservar el control sobre los datos que podrían facilitar el acceso a tu identidad virtual. El ejemplo de mi amigo es lo bastante claro para demostrar como un solo dato puede permitir que todas tus cuentas puedan ser vulnerables al Hackeo. También pueden serlo tu fecha de nacimientos, los lugares que frecuentas, tu correo electrónico personal. Maneja con cuidado tu información y verifica siempre que puedas que puedas controlar los datos que compartes.
En resumen: Tu seguridad web depende de que tanto seas capaz de proteger tu información, a través de herramientas o web pero sobre todo, tu sentido común. Nunca olvides la máxima de cualquier pirata informático: todo lo que se comparte en Internet es vulnerable y accesible, así cuida mantener siempre un estricto control de tus datos en el mundo 2.0. ¿Tienes algún otro método que no incluí en esta pequeña lista? ¡Te leo en los comentarios!
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