miércoles, 16 de enero de 2013

Delirios y divagaciones: La fe ¿En quién crees? Dios en tiempos incrédulos





Ser creyente en cualquier cosa en estos tiempos nihilistas es asunto delicado. Más aún, cuando todo puede ser malinterpretado y sobre todo, llevado al extremo contrario de la intención que sugiere. De manera que la creencia, la fe y todo lo que implica, siempre será un tema delicado, complicado y doloroso. Más aún si tus creencias no son precisamente habituales, o lo que entra dentro de lo que se llama "Común".

Del Arquetipo y la visión de la fe:

Creer es una cuestión mental. Suena sencillo, pero no lo es. Es difícil explicar el motivo por el cual crees en algo, lo que te lleva a tener "fe". Puede ser una cuestión de educación: aprendiste a creer en una idea concreta porque así lo creían tus padres. O de convicción: ese deseo de creer que es natural en todos se concreta en un concepto especifico. Cual sea el caso, creer es un tema de elección, de ideas tan naturales que pocas veces analizamos de donde provienes. En lo personal, siempre he estado convencida que la creencia, la fe, es una expresión de nuestra cultura, esa capacidad que tenemos de construir el mundo a base de conceptos personales. Cual sea el nombre del Dios en que creemos o incluso si no creemos en ninguno, la necesidad de creer es parte de nuestra idiosincracia y más allá, nuestra mitología personal.

¿Un Arquetipo? Sí y no. Nada es tan sencillo en la mente humana, según parece.


Si hablamos  de esa idea sobre creencia que parece natural en todos nosotros, el arquetipo se confunde con otra serie de conceptos.  Por supuesto, es cosa sabida que la "encarnación" de un arquetipo, sea en una deidad, en un simbolo del tradicional Tarot, incluso esa  sea en un dios, sea en una carta de tarot, incluso a un santo Cristiano, ya no hablamos del arquetipo como tal. Nos referimos a mitos.  En el mejor sentido de la palabra, que no tiene ni un poco de ficticio (aunque se encuentre presente en la ficción). A lo que me refiero es que nuestra mente, construye - y deconstruye - su propia necesidad de creer en ideas más o menos reconocibles. Porque el mito - el propio, en general - es sin duda una forma de fe.

Una vez, tuve una interesante discusión sobre este tema con el Sacerdote encargado de cuidar de la pureza de las monjas bigotonas del colegio donde me eduqué. Recuerdo que le dije que todos asumiamos, fieles creyentes de Jung todo poderoso, que cada idea de creencia, venia con su respectivo arquetipo aparejado. Antolín, un jesuita recalcitrante que disfrutaba de un inestimable cinismo catalán, me soltó una de sus carcajadas que muchas veces, pensé eran casi profanas. 

- Los arquetipos son colectivos - dijo - la sintesis de las situaciones morales que abarcan. El arquetipo no tiene nombre. Eso se lo dejamos al mito. El arquetipo es simbólico y redondo: "El padre" "La madre". 
- O sea que según eso, adjudicarle un nombre a Dios, ya es una forma de mitificarlo - opiné - cuidado Antolin, vas al infierno con esas opiniones.
- Seguramente - respondió con buen humor - pero es esa confusión lo que hace que tantos cristianos se lleven sus buenos golpes de fe de vez en cuando. Cuando hablas de Dios Padre, hablas de una función simbólica concreta: Reglas, expectativas, falo, conciencia, virilidad. Sin embargo, el Gran Padre, ese que invocamos a toda hora, se refiere a un “padre” colectivo en la figura de un gran Dios masculino que todo lo ve, como es común en la religión occidental. Crees en Dios porque forma parte de tu cultura, es parte de la idea que te heredaron. El Dios y el Padre, se confunden para abarcar un todo conceptual.

No entendí muy bien la idea en su momento. De hecho me llevó años entender esa gran abstracción. ¿Por qué creemos en algo? ¿Es natural, es impuesto, es cultural? Si Antolín tenía razón, todos creíamos por nuestra propia capacidad de nuestra mente de construir ideas de fe, de creencia. Pero y más allá de eso ¿Había algo más? Me lo pregunté a través de los años, mientras realizaba mis rituales de Luna llena en solitario, sintiendo esa extraña y poderosa conexión con mi mente y ese Universo creacionista en el que creo. ¿La fe nace, se comprende, brota espontáneamente? ¿Hay ideas intrinsecas de la mente humana? 

Hace poco, mi prima Sofia, quién a sus jovenes diez años tiene ideas bastante peculiares sobre el mundo, me pidió la acompañara a una Iglesia. Una idea bastante extraña, para la hija de dos científicos agnóstiucos y prima de brujas. Pero la complací, sobre todo porque sus razones parecían ser bastante sinceras: "Quiero entender". De manera que acudimos a una pequeña capilla Cristiana cerca de mi casa, y nos sentamos a solas frente a las esculturas de Santos y la enorme cruz central. Sofia me apretó la mano, asustada y después pareció relajarse, en el calor picante y silencioso del lugar, que por alguna razón me recordó a una de mis queridas bibliotecas. Esperé, mientras la niña observaba a su alrededor y parecía sacar sus propias conclusiones.

- ¿Dios está aquí? - preguntó. Suspiré, sin saber muy bien que decir. ¿Que hacia a este lugar sagrado, de recogimiento?  ¿Que nos hacia sentir esta sensación de asombro, incluso de humildad? 
- En todas partes, quizá, pero aquí es el lugar propicio para pensar sobre eso - respondí al final. Sofia no pareció muy convencida. 
- ¿Tu crees en Dios? 
- En la Diosa.
- ¿Cual es la diferencia?

Buena pregunta esa. Y de pronto, recordé a Antolin, con su idea de esa gran concepto abstracto sobre Dios, el Arquetipo del protector, de la gran deidad que nos unía a todos. El pensamiento universal Unificado, la divinidad primitiva. ¿Había una diferencia entre su identidad masculina o femenina? ¿Había de hecho diferencia en cualquier nombre que le dieramos? Sonreí.

- No - respondí al final - todos creemos, todos confiamos en lo que queremos creer. Tenga el nombre que tenga y como lo quieras imaginar. Dios es nuestra mente.

Sofia asintió, con expresión un poco asombrada. Y allí nos quedamos ambas, tomadas de las manos en medio de aquel silencio plácido de creer y confiar, con la naturalidad de un niño, con el poder de la imaginación.

¿Es así para todos?

Quizá.

C'est la vie.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Creer? si. Estamos moldeados por la evolucion a tener fe, pues es la manera mas rapida de incorporar las experiencias de otros a la nuestra propia: "Si mi papa dice que es malo acercarse a esa serpiente debe ser verdad."

El problema sucede cuando usamos esa cualidad de la mente humana para acarrear mitos, leyendas, y todo dogma sin sentido de nuestra cultura. Dios en tiempos incredulos? yo diria lo contrario. Estamos en una era de misticismos en pleno auge, ya nadie tiene la valentia de admitir un "no lo se". Entre el racionalismo y el sincretismo religioso, cual va ganando?

Nos inventamos respuestas bien agarradas de los pelos para calmar la angustia que supone no saber todo lo que deseariamos saber.

El Universo que Contemplo dijo...

En el divagar ¿En quién crees? ¿En Dios o la incredulidad? la mente puede traer las respuestas que seas capaz de admitir, inclusive trae a la experiencia situaciones análogas a ambas instancias y a veces con mención a otros conceptos que obviamente son regla que hace la excepción y; aunque siendo también de naturaleza Divina no son la trascendencia del Dios que es más o menos común a todos.

Me congratulo en tus líneas, las interrogantes, respuestas y síntesis en la que tratas de establecer el parámetro de lo real y verdadero, en cuanto al dogma de la Fe, en lo que te ha tocado observar, vivir, asumir y rechazar; aunque el resultado no sea el único que puede satisfacer mi ego, deja ver la permanente inquietud en que se desarrolla tu obra, es decir el acto de vivir. “Ser o no ser esa es la cuestión”.

Te envío un beso y un abrazo, disfrútalo entre lo Divino y Demoniaco el YO logra establecer a su tiempo cual es el vehículo de expresión que mejor asume el pequeño yo.

Tal vez un estudio, si no una lectura de la mente desde la conceptualización aria y los sentidos arroje un poco de luz en aquello que aún permanece oculto y por fin Sofía no te mire con ojos extrañados, jejeje, verdad o mentira sugerente y necesaria narrativa, digna de comentario aparte.

En cuanto a la brujería me dejas pensando, para mí las brujas no existen, pero de que vuelan, vuelan.

Me encantaría tu lo fueras realmente, me vería en la obligación de usar un antídoto antes de perder la cabeza, pues sigo pensando que al margen de las potestades,los poderes latentes estn en cada uno de nosotros y son los verdaderos responzables hacedores en este sistema de mundos cuando logramos dar con la clave que abre el cubil de pandora.

“¡Si tu mirada a la vida es un quizás,


Maht”

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