lunes, 19 de noviembre de 2018

Crónicas de la Nerd entusiasta. La tetralogía Napolitana de Elena Ferrante llega a la televisión: Todo lo que debes saber sobre la serie “La amiga estupenda” de HBO.





Con frecuencia, las novelas sobre la naturaleza femenina suelen ser esquemáticas o en el peor de los casos, repetir estereotipos más o menos superficiales. En el caso de novelas de Elena Ferrante — o quien sea que escriba bajo el seudónimo — ocurre todo lo contrario. A menudo se catalogan como herederas directas del barroco italiano por su capacidad para captar emociones y también, el contexto histórico que les rodea con enorme vivacidad. En la tetralogía literaria que la hizo famosa, los personajes de un barrio pobre de Nápoles se transforman en símbolos alegóricos de su tiempo y su época. La mirada de Ferrante — analítica, dulce y por momentos brutalmente honesta — atraviesa casi treinta años de amistad entre dos mujeres, tan distintas entre sí como para que la miríada de contrastes entre ambas sostengan una historia compleja. El recorrido construye una esplendorosa visión sobre el paso del tiempo, el espíritu femenino, los dolores y temores que toda mujer experimenta antes o después en el transcurso de su vida. Pero más allá de eso, Ferrante parece obsesionada con la percepción del poder del amor y la coincidencia de los pequeños trozos de historias. Una apasionada reflexión sobre la identidad, la pérdida de las ilusiones y la esperanza como puerta abierta hacia una íntima búsqueda de paz.

De hecho, los personajes de Ferrante son el eje de todo lo que desea contar: No hay nada al azar en esta colección de alegrías, dolores y sinsabores, en la capacidad de Ferrante por ensamblar piezas con una paciencia que asombra por su precisión. La vitalidad del barrio, la vital y dinámica visión del tiempo y del transcurrir de la vida en común, dotan a las novelas de una poderosa comprensión sobre la naturaleza humana pero también de una seductora sencillez. En apariencia, las novelas de Ferrante son mucho más sensoriales que intelectuales. Pero a medida que el lector avanza, encuentra que la narración se transforma en un nudo argumentativo sobre el amor, la pasión por vivir y la primitiva noción de la individualidad como punto de encuentro — y creación — de una mirada en común. Pero además, para Ferrante la condición femenina parece ser el elemento aglutinante y definitivo en el fondo de cada una de sus novelas. La realidad física de ser mujer en una época machista y violenta — con el maltrato, la sujeción al padre y la violencia doméstico como contexto — profundizan en el recorrido anecdótico de la autora. La intimidad de la narración, la lenta confluencia de valores y dolores sostienen lo que será un recorrido perturbador y en ocasiones duro por los secretos y dolores de las mujeres de la historia, de su fortaleza, debilidad y fuerza. Aún así, Ferrante no emite juicios, tampoco contradice esa lenta pulsión de realidad en sus obras. Como testigo y voz única, la integridad del relato se basa en esa transparencia de intenciones. En ese alegato de certeza que le brinda una dimensión poderosa.Quizás, ese sea el elemento común en cada una de las novelas de Ferrante: la transparencia engañosa que en realidad oculta una complejidad brillante.

En la adaptación televisiva del primero de los libros “La amiga Estupenda”—en formato miniserie producida por HBO y RAI de Italia — la identidad femenina es también una incesante búsqueda de respuestas. De la misma forma que Ferrante en su texto, la serie intenta ponderar sobre la naturaleza elusiva y salvaje de sus personajes desde un punto de vista íntimo de enorme sutileza. Para su versión en la pantalla chica, Elena — Lenú — es la encargada de contar la historia de una amistad entre dos mujeres opuestas que nace en medio de una atmósfera violenta, machista y dolorosa. Pero en la serie las palabras de Ferrante para describir el barrio, la cultura napolitana y la infancia salpicada de prejuicios tradicionales, se convierten en brillantes imágenes de paleta oscura con un dejo romántico que asombra por su aparente sencillez. Con la misma capacidad vital de las novelas para contar una historia enrevesada y por momentos, insoportable en su densidad “La amiga estupenda” está cargada de simbolismo. Una versión de la realidad ligeramente aumentada para narrar los misterios sutiles de la amistad entre Lila — hermosa, poderosa, inquebrantable — y la en apariencia, frágil Lenú. La amistad entre ambas niñas (que sostiene el argumento con una facilidad prodigiosa) combina el sufrimiento invisible de una cultura agresiva, de la niñez desprovista de su habitual aire de ternura y algo más complejo, a mitad de camino entre una melancolía agria y una desesperanza que se adivina apenas, entre las escenas del barrio de paredes grises, los personajes de rostros cansados y envejecidos, el silencio total que llena el argumento como una presencia real.

Pero a pesar de su núcleo oscuro, “La amiga estupenda” también refleja esa novedad brillante y exultante de los libros de Ferrante, que narra con pulso firme y prodigiosa habilidad, la vida en pequeñas escenas dotadas de una profunda capacidad metafórica. Hablada en Italiano Napolitano, la luz mágica del Sur de Italia está en todas partes y el director Saverio Costanzo la utiliza para construir un lenguaje silencioso de imágenes contrapuestas de gran efectividad en pantalla. Por supuesto Constanzo se atiene a las descripciones de Ferrante y construye la realidad del barrio desde la rutina: la concepción de la monotonía (que en el libro se dibuja con líneas concéntricas de historias que se superponen entre sí) alcanza en su versión televisiva un ritmo elegante y sobrio, con un evidente acento pesimista. Son los primeros años de la década de 1950 e Italia todavía se lame las heridas de la Guerra perdida. La violencia está en todas partes y el sustrato que la hace evidente — las peleas, golpes, gritos — parece parte del paisaje local, envuelto en el brillo plateado y denso de sutiles reflexiones existencialistas sobre el sufrimiento, la indiferencia y la presión de la cultura sobre nuestras vidas. Lina y Lenú ( interpretadas por Elisa Del Genio y Ludovica Nasti) son extremos de la misma idea de sumisión en búsqueda de la expiación de la rebeldía. Lina — baja, morena y de enormes ojos oscuros y melancólicos — recibe reprimendas, regaños y golpes. Lleva la ropa sucia y el cabello desaliñado. Al contraste, Lenú tiene una mirada glauca, es ordenada, puntillosa y educada. Pero juntas, crean una tensión elemental y suficientemente intrigante como para que la historia general que les rodea pueda entenderse a través de ambas. Lina y Lenú son dos mitades de la misma cosa — esa versión de lo femenino tenso y poderoso — pero a la vez, no se reflejan una en la otra desde la contradicción. Lenú está llena de inseguridad, la necesidad constante de complacer y el miedo a la transgresión. En cambio Lina es obra de su propia voluntad: como el miembro más joven de una familia de hombres, debe luchar por su identidad, demostrar su prodigiosa inteligencia, lo que la lleva a rivalizar -sin querer pero quizás de manera casi perversa — con Lenú en la búsqueda de un lugar en el mundo. Ni los libros de Ferrante ni la serie son una épica romántica sobre la amistad entre mujeres, sino más bien su reverso: una lucha constante y ciega entre dos ámbitos de la misma idea. Con su tono melancólico, duro y pastoral, “Una amiga estupenda” crea un contexto lo suficientemente poderoso para analizar el poder de las relaciones entre mujeres desde un punto de vista descarnado. Profunda, ajena a los clichés pero sobre todo, obsesionada con la misma mirada puntillosa de Ferrante sobre los detalles que crean una gran lienzo extraordinario, “La amiga Estupenda” de HBO es una promesa sobre una singular reflexión sobre la amistad entre mujeres. Un triunfo de la imaginación sobre el ideal elaborado a partir del cliché y toda una declaración de intenciones: esa de expresar la poderosa vida interior de una historia basada en pequeños y grandes silencios.

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