viernes, 3 de noviembre de 2017

Una recomendación cada viernes: “The Power” de Naomi Alderman.





La distopía siempre ha tenido la capacidad de elucubrar sobre las implicaciones de la moralidad, el bien y el mal, pero sobre todo, la percepción que nuestra cultura tiene sobre la noción del futuro. Es esa concepción sobre el miedo y la incertidumbre, lo que sostiene el concepto sobre lo que consideramos posible y es ese futurible, lo que crea la posibilidad del miedo. Un ciclo que se repite una y otra vez, hasta elaborar una percepción sobre la identidad colectiva e individual que dota de significado a esa insistencia en mirar el tiempo como una promesa y quizás también, una maldición.

Pero es el miedo el que persiste. La noción sobre lo que podría ocurrir o lo que ocurriría si ciertas variables y percepciones se hicieran realidad, convierten a la distopía en una anuncio predictivo la mayoría de las veces envuelto en cierta connotación moral y ética. Es entonces, cuando cobra su mayor fuerza. Naomi Alderman asume esa percepción sobre lo posible y lo temible en su novela “The Power” y lo hace a través de una serie de elaboradas construcciones sobre el género, la sexualidad, el tiempo y la identidad. Y lo hace a través de una única pregunta: ¿Cómo sería el mundo si los hombres tuvieran real temor a las mujeres? Alderman elabora su hipótesis y lo hace cuestionandose los motivos de ese temor hacia una osadía argumental que sostiene quizás una de las novelas más imaginativas y potentes de los últimos años, que analiza y versiona el tema del poder a través de una visión durísima sobre las implicaciones de la capacidad para herir, el terror y la represión. Por supuesto, la Ciencia Ficción ha reflexionado durante años sobre el ejercicio convencional de las relaciones de poder entre los sexos. Ya Charlotte Perkins Gilman se hacía preguntas semejantes en su novela breve “The Yellow Wallpaper” y también lo hizo Joanna Russ en el “Hombre Hembra”, en donde especuló hasta el delirio la identidad de género y sus permutaciones. Ursula LeGuin se ha preguntado durante años sobre la vigencia del género y la sexualidad, en especulaciones lúcidas que asombran por su belleza y por supuesto, Margaret Atwood, llevó el teorema a un nuevo nivel con “El Cuento de la Sirvienta” en donde analizó la desigualdad, el miedo al anonimato histórico y la destrucción de la identidad femenina desde el autoritarismo. Pero Naomi Alderman lleva la propuesta a una dimensión por completo nueva y la convierte en algo por completo distinto. Porque en su novela, el terror subsiste y se extiende a partir de la sexualidad en estado puro y convierte en esa percepción sobre el deseo en un arma destructora capaz de cambiar el orden estructural del mundo. Una noción que desconcierta por su capacidad para analizar ciento de concepciones sobre el tiempo, la cultura y la sociedad, sin perder el hilo conductor de la ficción.

La novela “The Power” comienza en el mundo adolescente. Pero también acaba justo en la inocencia de los primeros escarceos sexuales y sensuales. De pronto, adolescentes de todas partes del mundo de entre catorce y quince años, descubren que sus cuerpos pueden emitir una carga eléctrica mortal no sólo capaz de mutilar sino además, de mutilar. Y esa arma biológica, tiene una inmediata relación con el despertar de una sexualidad casi primaveral. Pero en lugar de los temores y percepciones del deseo, Alderman construye una alegoría sobre el poder en estado puro: mujeres jóvenes a través del mundo comienzan a comprender que no sólo pueden lastimar, sino que no hay culpa ni responsabilidad añadida en ese deseo perpendicular de causar daño. El poder se manifiesta con mayor fuerza y de pronto, es evidente que todas las mujeres del mundo son capaces de asesinar con un tipo arma imposible de detener, contener o distorsionar más allá de la voluntad. “Algo está pasando. La sangre está latiendo en sus oídos. Una sensación de hormigueo se extiende a lo largo de su espalda, sobre sus hombros, a lo largo de su clavícula. Está diciendo: puedes hacerlo. Está diciendo: eres fuerte” escribe Alderman y de evidente que para la escritora el meollo de la historia que cuenta no es el asombro o el temor por el poder recién adquirido — o descubierto — sino su furiosa capacidad para la acción, la ejecución, la venganza e incluso una rudimentaria forma de justifica. Alderman escribe sobre los subterfugios del poder, del miedo pero sobre todo, sobre la búsqueda incesante de significado del colectivo convertido en una masa peligrosa y amenazante. Con un pulso que asombra por su precisión, Alderman describe no sólo la lenta tensión que comienza a percibirse en todos los lugares del mundo en los que el fenómeno es visible, sino que además, crea una percepción sobre la agresión, el miedo y la violencia por completo desconcertante. La escritora logra recrear una fantasía distópica toda regla pero también, un terrorífico escenario hipotético en el que el equilibrio de subyugación histórico se modifica para crear algo más temible: Una retaliación colectiva que asombra por su contundencia.

El mundo que narra Alderman se hace cada vez más claustrofóbico y temible: Imágenes de mujeres electrocutando hombres llenan internet. Luego, el fenómeno local se hace mundial y el conocimiento colectivo de la capacidad, construye una visión sobre la violencia y el terror que atraviesa una noción sobre la violencia inquietante. Alderman describe cómo de pronto, niñas se convierten en pequeñas armas asesinan. En poco tiempo, cada mujer del mundo es capaz de matar y hacerlo a conciencia. De elaborar una idea violenta y directa sobre el asesinato, que no obedece a ley alguna ni a consideración legal comprensible. Al principio, los hombres se toman el fenómeno desde el asombro — Alderman describe los chistes, los grupos de chicos alejándose de las chicas con cierta angustia — pero poco a poco, el miedo se masifica. El escenario que Alderman narra, no sólo incluye un terror ciego y anónimo, sino una impotencia profunda. Los hombres terminan por huir de las mujeres, por esconderse en medio de un clima de horror cada vez más estratificado y doloroso. Cuando el estamento militar y gubernamental reacciona, ya la destrucción de las bases del sistema cultural sostenido sobre cierto equilibrio entre lo sexos, ha desaparecido. Mujeres del todo del mundo y de todas las edades, atacan a hombres, les segregan en guetos e incluso, les convierten en presas. Para entonces, una histeria violenta y casi mercenaria cunde a través del mundo: hombres disparando a mujeres por “defensa” propia, que terminan siendo torturados y asesinados. Las imágenes de lo que las “mujeres pueden hacer” difundiendose a través del mundo, creando un clima de zozobra desconcertante. Y mientras el fenómeno se atribuye todo tipo de motivos — desde gas nervioso, la brujería hasta una conspiración anti-masculina afianzada en un un virus misterioso- se continúa insistiendo en que se encontrará un “antídoto” y se restablecerá “la normalidad”. Pero el proceso sólo parece hacerse más rápido. Aldeman transforma su novela en una meticulosa comprensión sobre el horror, el temor y el género. Pero más allá de eso, de la concepción de lo que consideramos “poder” como una forma de justicia primitiva y desconcertante.

Pero sobre todo, Alderman analiza el ejercicio del poder como una expresión individual, cuyas implicaciones están en todas partes y hacen el cambio imparable y extraordinario. Una y otra vez, la escritora describe escenas que dibujan un escenario apocalíptico impensable: Las víctimas de traficantes y proxenetas asesinan a sus agresores. En plena calle y delante de la mirada impávida de cientos de mujeres que vigilan — y admiran — el ataque y hombres que huyen. Hay revoluciones en Riyadh y Delhi. Alderman lleva la noción sobre la destrucción de las finas líneas del entramado del poder a una noción tan enorme que afecta incluso, la religión. Pronto, multitudes enardecidas y convertidas en asesinas en potencia, buscan en libros religiosos no a líderes masculinos, sino a sus contrapartes femeninas. En medio del caos y el miedo que sacude al Mundo, los viejos Dioses son derribados y la Divinidad femenina regresa a los altares. Es entonces cuando el libro alcanza su punto más alto de profundidad y malevolencia. Cada país de la tierra está siendo dominado por millones de mujeres en busca de una venganza ancestral que asombra por su cualidad implícita y durísima. Alderman escribe una catástrofe que arrasa con lo masculino — la normalidad, como la autora insiste en más de una oportunidad dentro de la novela — y finalmente con la última mirada al mundo masculino, la historia del mundo se desploma y cambia para siempre.

La escritora, por supuesto, sabe que se trata de una apuesta arriesgada y la lleva a cabo con delicadeza y un asombroso pulso narrativo: Las cuatro protagonistas de la historia muestran las diferentes facetas del miedo, el autodescubrimiento y el poder del mundo en medio de una debacle inimaginable. Con su combinación de distopía, suspenso y también, Thriller en estado puro “The Power” analiza la metafísica del poder, las duras vicisitudes sobre la justicia, la venganza y la cultura del miedo y sobre todo, la concepción sobre el terror que se manifiesta desde lo primitivo. ¿Qué sostiene las relaciones de poder en el mundo? ¿Qué ocurriría si esa invisible línea entre la violencia, el dominio y la expresión de la conducta humana perdieran significado en un tipo de amenaza inesperada? Alderman no sólo se lo pregunta sino que ofrece respuestas inquietantes y quizás ese es el mayor triunfo de su novela.

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