lunes, 24 de abril de 2017

La fotografía como una puerta y ventana para la emoción y los secretos espirituales: Algunas reflexiones sobre la obra de Eve Arnold.





A menudo la fotografía es una forma de expresión que resulta un reflejo fidedigno sobre las motivaciones y esperanzas de su autor. Quizás por su carácter inmediato o sólo por el hecho de crear las condiciones propicias para la expresión, la imagen es capaz de crear un tipo de lenguaje que lleva a cuestas la historia del fotógrafo. Algo semejante debió ocurrirle a Eve Cohen (futura Eve Arnold) quien nació mujer, diminuta y con graves problemas de salud en el seno de una familia ultraortodoxa judía. Una familia disfuncional, que además tuvo que huir de su natal Ucrania cuando Eve era aún una niña pequeña. El padre, un rabino ucraniano convencido de la santidad del hogar y el papel secundario de la mujer, le insistió desde la infancia que su papel y futuro estaba “junto al fogón”. Una idea que atormentó a Eve durante buena parte de la niñez. “Soñaba con ser escritora, bombero, fotógrafa. Las palabras de mi padre me aterrorizaron” escribió en una oportunidad, rememorando la época. Quizás para alguien con menos fuerza de voluntad, esas condiciones habrían supuesto una condena a la tradición, una puerta cerrada hacia cualquier aspiración más allá de la podría imponer la época y la cultura. No obstante, Eve Arnold no sólo logró convertirse en fotógrafa tal y como lo soñó sino además, en una de las mujeres más importantes en la historia de la fotografía. En un inmediato referente a un tipo de fotografía sensitiva, emocional y pulcra que asombró a sus contemporáneos y que continúa haciéndolo décadas después de su muerte.

Fue sin duda esa larga historia de batallas personales y pequeños sinsabores, lo que hizo que Eve Arnold construyera un lenguaje fotográfico basado en la empatía, la comprensión y sobre todo, un inusual respeto hacia quien retrataba. Arnold estaba obsesionada con la circunstancia humana y lo demostraba en cada oportunidad posible: Sus imágenes cautivan por su mirada profunda y elegante, una persistente intención de expresar ideas complejas a través de cierto acercamiento emocional. Tomaba fotografías sin juzgar al personaje pero además, tenía la delicadeza intelectual suficiente como para asumir el riesgo de asimilar su historia a través del documento fotográfico. “Fotografiar es un poco analizar la psiquis y la circunstancia de quien fotografías” comentó en una oportunidad “una conversación sin palabras en la que la cámara es el vehículo ideal para confesiones inesperadas”.

De hecho su trabajo se recuerda sobre todo por acercamiento y relación con quienes fotografiaba, más que por su estilo fotográfico, sobrio y formal. Eve Arnold supo captar la individualidad y la historia personalísima de todo el que posó frente a su lente y el resultado, es una colección de historias basadas en imágenes con un claro propósito intimista. Eve Arnold asumió la capacidad de la fotografía como documento emocional y lo llevó a una nueva dimensión de análisis intelectual. No es extraño que aún en la actualidad sus imágenes de estrellas de Hollywood como Marilyn Monroe y Joan Crawford, sorprendan por su delicadeza y el aire íntimo que convierte las imágenes en testimonio, más que un mero registro. Asombra también su capacidad para transmitir percepciones complejas que acentúan su discurso intimista: En su proyecto Tras el velo Arnold mostró la cultura musulmana a la audiencia norteamericana como ningún fotógrafo lo había hecho hasta entonces. Se trató de un recorrido existencialista y anecdótico a través de las costumbres religiosas pero también, de las invisibles relaciones de poder, amor y familiaridad entre los creyentes. El resultado fue un acercamiento desconocido al núcleo mismo de la creencia y la comunidad a su alrededor. Una inédita percepción sobre la humanidad y la belleza emocional que sorprendió al público de su época.

En una ocasión, Eve Arnold confesó que fotografiar era el medio más exacto del que disponía para comprender las vicisitudes espirituales de quienes le rodeaban. Para la fotógrafa, la cámara era un recorrido por la belleza invisible, la noción sobre la identidad y algo mucho duro que solía llamar “el rostro oculto”. Rara vez Eve Arnold dejaba de fotografiar antes de encontrar esa otra perspectiva del personaje, esa vulnerabilidad amable y humana que convertía su manera de fotografiar en un discurso sobre la fragilidad del hombre y su entorno. Esa insistencia suya en mirar más allá de lo obvio, sería un elemento persistente en la obra que la haría famosa. Cuando fotografió durante casi un año a Malcolm X, el propio líder político confesaría que le asombró la delicadeza y respeto de la fotógrafa al construir un mensaje fotográfico sobre su vida y obra. “Miro lo esencial y descartó cualquier otra cosa” llegó a comentar.

Eve Arnold concibió la fotografía como una combinación de medios y conceptos. Desde sus famosas fotografías de rodajes (fue pionera de la llamada foto fija y también, del documento registro detrás de cámara del Hollywood de casi dos décadas) hasta su trayectoria como reportera, Eve Arnold supo encontrar el equilibrio entre el discurso, el mensaje y la referencia, en medio de un contexto íntimo y poderoso que dotó a su trabajo de una indudable personalidad propia. Su trabajo tenía tantas aristas como intereses la fotógrafa: Arnold fue la primera fotógrafa en seguir el rastro de los inmigrantes africanos al norte de Estados Unidos y lo hizo con un respecto étnico que le permitió obtener un documento de profundo valor sociológico. También fotografió las audiencias del Macartismo y lo hizo con tanta seguridad y pulso firme, que le permitió captar la humanidad incluso en los enconados acusadores, convertidos en villanos sociales. Una y otra vez, Arnold demostró su pericia para analizar lo social y lo cultural a través del prisma de cierta emotividad sobria y serena. Una comprensión sobre los alcances de lo humano en el hecho fáctico y sobre todo, un análisis directo sobre sus implicaciones. “Todo lo que ocurre es emocional y tiene un alto contenido humano. La labor del fotógrafo, es descubrirlo”.

De la mirada amable a la profundidad conceptual: Eve Arnold y la fotografía como recurso expresivo.

Cuando Eve Arnold fotografió a Marilyn Monroe, la actriz atravesaba una etapa especialmente dura de su vida. Tenía problemas de dependencia a todo tipo de medicamentos, su trabajo como actriz era menospreciado en favor de su turbulenta vida privada y sobre todo, sufría las críticas y sinsabores de un entorno hostil. Eve Arnold se encontró con una mujer que no deseaba ser fotografiada y que se sentía incómoda frente al lente de la cámara. “Sólo mostraré lo que tu deseas se muestre” se cuenta que insistió Arnold, con el lente de la cámara aún cubierto. La actriz aceptó continuar con la sesión.

Las fotografías de Marilyn Monroe se convirtieron en íconos de la belleza, pero también de un sensible acercamiento a la soledad y cierto desarraigo personal. La actriz se muestra en el cenit de su atractivo físico y personal, pero también desde una vulnerabilidad casi conmovedora. Arnold no sólo supo captar la combinación entre ambas cosas sino también, un rasgo misterioso sobre Monroe que aún asombra y se celebra: su infalible instinto para comprenderse así misma. Monroe no era una mujer simple a pesar de la insistencia en lo contrario y fue la fotografía de Arnold la que reveló al mundo esa extraña y brillante complejidad.

Historias semejantes se multiplicaron durante la larga carrera de la fotógrafa. Eve Arnold era una mujer ejemplar o esa la opinión mayoritaria de quienes la conocieron. Y no lo era por un comportamiento impecable — al contrario, era obstinada, ruidosa, impulsiva y con un gran carácter — sino por su asombrosa sensibilidad en una época en la que la fotografía se distinguía por su pulcritud directa y en ocasiones cruda. Arnold era conocida por su nobleza y humildad, rasgos que se ensalzan como los más reconocibles de su personalidad y que forman parte del mito a su alrededor. Algo de esa percepción sobre la vulnerabilidad del espíritu humano, es parte profunda de su visión fotográfica.

James A. Fox, editor y archivista de la agencia Magnum, recuerda a Arnold como una mujer formidable, divertida pero sobre todo “nada pretenciosa”, que estaba obsesionada con las perfección pero a la vez, estaba convencida que la creación fotográfica era un motivo para la celebración. “Eve Arnold sabía que la fotografía era un medio para mostrar emociones, a pesar de la insistencia en la pulcritud del documento en estado puro. Pero ella era rebelde y no obedecía la noción la imagen sólo como registro. Insistía en encontrar lecturas, dobles miradas. Mundos enteros escondidos en el rostro de quien fotografiaba.” Una opinión que comparte Zelda Cheatle, socia del Tosca Fund y antigua responsable de ventas de la Photographer’s Gallery londinense: “Arnold tenía una enorme voluntad para conectar con las personas y su sentido común, ya se tratara de retratar la pobreza, la excentricidad o la fama”.

Más de una vez, se le preguntó a Eve Arnold cual era su secreto para encontrar el punto exacto de vulnerabilidad y belleza en todas sus imágenes. Arnold sonrió, con cierto cansancio. “Provengo de un hogar humilde, con un padre que consideraba que debía cocinar en lugar de educarme. Me casé muy joven y perdí un bebé. Sé todas las tristezas y dolores que puede ocultarse detrás de una expresión impasible. Busco lo que hay detrás de nuestras máscaras. De nuestras puertas cerradas. Saber contar bien una historia implica comprender sus orígenes”.

De la mirada y el silencio: la búsqueda de la fotografía como registro de lo humano.
Eve Arnold siempre fue una mujer con cientos de contrastes: sus colegas de la Agencia Magnum la recuerdan como ama de casa suburbana, que reía en voz alta, contaba historias sobre sus vecinos pero también, tenía un infalible olfato para las buenas historias. Eve Arnold, que había soñado con ser médico, bailarina, escritora, encontró en la fotografía una forma de expresión tan profunda como elemental, tan personal como significativa. Se trató de un largo trayecto desde su Filadelfia adoptiva hasta llegar a Nueva York, en donde encontraría una forma de expresar toda su enorme potencia creativa. De pronto, la fotografía estaba en todas partes, era un elemento imprescindible para comprender la época que vivía. Para Eve, fue una forma de expresión tan novedosa como inevitable. “Fotografiar se convirtió en lo único que podía procurarme paz y despertar mi curiosidad”.

También en Nueva York encontró su primer trabajo como fotógrafa: vio un anuncio en The New York Times en el que se solicitaba un “fotógrafo amateur” para una fábrica de negativos. Fue el empleo perfecto para su recién nacida vocación como fotógrafa: Durante el día, aprendía todo sobre la cámara y el proceso de revelado y en su tiempo libre, retrataba las calles de Nueva York con una cámara Rolleicord. Entre ambas cosas, Eve Arnold encontró su definitiva vocación.

No obstante, le llevaría casi década y media tener el suficiente conocimiento, material y sobre todo confianza para presentarse con su portafolio en la Sede Neoyorquina de la legendaria cooperativa de fotógrafas y solicitar su admisión. Se trataba de años de transición en el lenguaje fotográfico: Robert Capa ya había que se necesitaba una renovación en el grupo de fotógrafos. Y además, había insistido en que se necesitaban mujeres. “El ojo fotográfico femenino es mucho más sagaz que el masculino” había dicho en más de una ocasión, sin duda debido al recuerdo de Gerda Taro. Para Arnold fue el momento idóneo pero sobre todo, su trabajo representó un momento de transición entre el documento en estado puro y un tipo de fotografía más sensitiva y poderosa que tenía por foco lo humano.

En su libro Eve Arnold. The Unretouched Woman (1976) la fotógrafa analiza lo que significó para su trabajo comenzar a formar parte de una agencia en la que no sólo encontró inspiración sino una nueva dimensión de su percepción sobre la imagen. “En Magnum descubrí mi capacidad para adaptar la fotografía a una búsqueda del elemento discreto y poderoso en cada ser humano” explicó pero además, encontró el sentido de sus temas recurrentes “Fui pobre y quise documentar la pobreza; perdí un niño y me obsesioné con el nacimiento; me interesaba la política y quise saber cómo afectaba a nuestras vidas; soy una mujer y quise saber más sobre las mujeres”. Con una valentía y entrega absoluta, Arnold encontró en la fotografía una forma de catarsis pero sobre todo de construir un discurso basado en su necesidad de explorar las emociones humanas como un todo. Desde sus icónicos retratos a celebridades hasta sus reportajes sobre hechos históricos, el lente de Arnold supo captar un tipo de poderosa metáfora sobre la trascendencia y el dolor del espíritu humano, en cientos de facetas distintas. Su versatilidad tiene como punto central un concepto muy profundo y aún por definir: humanidad. Para Arnold, era de enorme importancia encontrar lo que había bajo el ícono, el glamour de los grandes estrellas, lo inalcanzable de las grandes tragedias imposibles de comprender, hasta convertirlo todo en algo algo humano y accesible. Y con su maravillosa sensibilidad pero sobre todo, su sincera percepción sobre lo que nos hace humanos, lo logró.

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