miércoles, 10 de agosto de 2016

Crónicas de la “Nerd” entusiasta: Diez razones por las cuales la película “Suicide Squad” de David Ayer es tan mala como la pintan.




Como cómic, Suicide Squad (1950 -Robert Kanigher y Ross Andru y luego 1980-John Ostrander) funciona como una reacción inmediata a las usuales historias de grupos de superhéroes que colaboran entre sí con un objetivo en común. Eso hace que los hilos argumentales y los plots principales se basen en una inteligente crítica sobre el establishment, el bien y el mal, la moral pública e incluso, la identidad del villano tradicional. Y aunque el cómic no tiene una real aspiración filosófica, logra transmitir la idea. Desigual, incompleta, pero bastante obvia: el mal — y los villanos — son un punto de vista discutible.

Nada de eso se logra en la película Suicide Squad (David Ayer — 2016), cuyo argumento tropieza de origen con su imposibilidad de presentar a todos sus personajes y que avanza con torpeza por un guión blando, lleno de incoherentes y sobre todo, que es incapaz de decidir su propio tono y ritmo. Porque quizás el principal problema de #SuicideSquad no sea otro que esa ambivalencia entre la comicidad, una oscuridad que se insinúa — pero desaparece de inmediato diluida en pirotecnia barata — y un bajísimo nivel de calidad en todo sentido. Por donde se le mire, ‪‎Suicide Squad‬ es un fracaso de argumento y guión pero sobre todo, un traspiés considerable en la intención de crear una contra reacción al cine de superhéroes.

Superficial, absurda por momentos, sin sentido la mayoría del tiempo, podría resumir la decepcionante experiencia de ver la película en diez puntos:

* El grupo de personajes:
La película descansa sobre sus villanos, con quienes intenta hacernos empatizar y perdonarles sus “maldades” por el manido recurso de “humanizarlos” a través de flashback de historias personales. Pero el truco no resulta efectivo: la película se concentra sólo en un par de este desigual grupo de “metahumanos” y lo hace por razones obvias: Will Smith borda su personaje y Margot Robbie se roba todas las escenas en las que aparece. El resultado es una sucesión de personajes que a medida que transcurre la trama se desdibujan para terminar siendo comparsa de una historia que no les interesa darles demasiado espacio. El guión avanza, atropellando a varios miembros del equipo, que terminan siendo parte de un contexto desigual que deja de importarnos bien pronto.

* Una historia facilona y simple:
La película Suicide Squad estaba llamada a ser por necesidad, politicamente incorrecta y grosera. Hay una burla implícita y muy clara al origen del mal — y la maldad como elemento absoluto — y sobre todo, la forma como juzgamos al hecho mismo del delito. Más allá de eso, la historia también parece burlarse de Hollywood e incluso los estamentos de poder estadounidenses, encarnados por una maravillosa Viola Davis a quien no le importa en absoluto utilizar a hombres y mujeres como carne de cañón en un experimento que de entrada, sabemos resultará un desastre. Pero la película no se atreve tanto. De hecho, no se atreve a nada: conservadora, mojigata, predecible y transparente, crece de sarcasmo y es tan lineal que por momentos resulta irritante. No ofende a nadie y quizás su mayor pecado es pecar de aburrida luego de prometer una bofetada en el rostro del muy correcto y limpio cine de superhéroes actual.

* Son dos películas en una:
Es evidente que Suicide Squad sufrió importantes cambios de ritmo y de tono a mitad de la edición. La película da traspiés y bandazos entre un humor forzado y una oscuridad intensa que deja indiferente. Al final, ni una cosa ni la otra resulta convincente y mucho menos coherente. Los personajes parecen correr de un lugar a otro, en medio de un guión que los convierten en peones de argumentos sin forma y sin fondo. Todo resulta ridículo, sin mayor interés y lo que es peor aburrido en mitad de la sinfonía de balazos y estallidos que no consiguen llenar el espacio de una película confusa.

* El Guasón:
La promoción de la película se basó en mostrar la enésima reinvención del príncipe del crimen y su mínima aparición — y la ridícula historia que lo introduce en la trama — son quizás la mayor decepción de una película que por momentos, ridiculiza a sus personajes. El Guasón no es la excepción y el hombre más peligroso de Arkham termina convertido en un novio — sí, como lo leíste — preocupado por su amada. Sí, hablo en serio: ese es el hilo argumental que presenta al Guasón en Suicide Squad. Por lo disparejo de las escenas, es obvio que la aparición del personaje sufrió un recorte considerable y es quizás ese cameo irregular y sin sentido, lo que más afecta la estructura del personaje.

* El “Villano entre villanos”:
¿Y quien puede ser el malvado que se enfrenta a una pandilla de meta humanos perversos? La trama llega al colmo del ridículo en su tramo final, cuando luego de una serie de secuencias sin mayor interés, el “misterio” sobre el enemigo al que se enfrenta el grupo se revela. La película entonces sufre su mayor golpe y termina reducida a una involuntaria autoparodia. No hay el mínimo golpe de efecto en un final tan absurdo como la trama entera y que termina de sepultar la película en un “quiero pero no puedo” sin mayor coherencia.

* Los efectos especiales:
Sorprende que una película que fue considerada como el posible blockbuster del año y que se convirtió en el producto más preciado de Warner adolezca de una apartado visual tan pobre y machacón. Además de los paisajes urbanos reconvertidos en una especie de lúgubre maqueta de cartón piedra, la película salta de un lado a otro entre todo tipo de explosiones, vuelos de helicópteros atravesando ruinas, el villano rodeado de una estela de rayos eléctricos que nada tendría que envidiar a la aparición estelar de Gozer el Gozeriano en The Ghostbusters (Ivan Reitman, 1984). Las escenas son sucesiones de copias y refritos de imágenes mucho más exitosas en una serie de referencias que termina agotando por su inmediatez.

* Un guión sin sustancia y con garrafales errores de coherencia:
De entrada, Suicide Squad debe enfrentarse a la limitante que supone la presentación por separado de su nutrido grupo de personajes. A diferencias de las producciones Marvel, donde cada personaje disfruta de una historia independiente, las películas corales de DC deben enfrentar el hecho que una considerable parte del metraje debe dedicarse a una necesaria introducción de la historia de su elenco. Es por ese motivo, que Suicide Squad parece dividida en dos partes muy diferentes entre sí, lo cual afecta la unidad y sobre todo, la estructura lineal del guión. Luego de más de veinte minutos de imprescindible mirada individual a cada uno de los Villanos, la película salta — sin transición ni mucho menos, una secuencia que sostenga el cambio de registro — a la acción propiamente dicha. Y es entonces cuando el guión de Suicide Squad se hunde bajo el peso de un espacio sin lógica alguna que rellena con escenas de acción y un tono pesimista que no encaja con esa mirada casi festiva y emocional sobre los personajes. Una y otra vez, la historia decae, se pierde así misma y termina decayendo hasta el previsible final, en una serie de arcos narrativos incompletos que no terminan de cuajar entre sí.

* DeadShot, Harley Quinn y compañía:
En una película coral, lo más probable es que los personajes más atractivos sean más visibles que el resto. Resulta inevitable además, que haya un notable protagonismo en varias de las historias que se contarán, lo cual repercute en la forma como la narración avanza. Suicide Squad no es la excepción a la regla pero si lo hace con una enorme torpeza que termina saboteando el conjunto. Deadshot (personaje interpretado por un correcto Will Smith) es el elemento más visible en medio del grupo, a corta distancia de la muy promocionada Harley Quinn (una magnífica Margot Robbie que hace lo que puede por sostener a su personaje). De resto, la pandilla de malvados se desdibuja, tanto como para que de inmediato, podamos concluir con toda facilidad quien muere y quién sobrevive a la batalla campal a la que se enfrentará el grupo. No hay sorpresa posible ni mucho giros que puedan asombrar o tomar desprevenido al espectador, cuando la presentación de cada uno de los personajes deja muy claro quién es más importante para el guión. Un traspiés que no sólo afecta a la película como conjunto sino además, a los personajes por separado.

* Harley Quinn y el amor:
Margot Robbie supo encontrar la medida justa entre la locura y lo peligroso, lo cual le permite bordar un personaje sustancioso que roba cada escena en donde aparece. En un mejor contexto, lo más probable es que esta maravillosa Harley Quinn habría sido la gran sorpresa de un guión cansino, pero incluso esa nota de pura brillantez, debe luchar contra el hecho que la historia se trivializa así misma y convierte cada una de sus apariciones en un cliché. La actriz dota a su personaje de una vitalidad salvaje y temeraria, pero gracias a los giros — y sobre todo la insistencia del guión en “humanizarla” en medio de una sensiblería que roza lo ridículo — termina siendo fresa y enclenque. Sobre todo, desconcierta la insistencia de la película en mostrar su “amor” por el Guasón, como si el personaje dependiera de esa salvedad para existir y disfrutar de cierta sustancia, lo cual contradice el protagonismo del personaje en el guión y termina restándole coherencia.

* El bien y el mal y otros asuntos confusos:
Por definición, la trama de Suicide Squad estaba llamada a ser la contrapartida provocadora al pulcro cine de superhéroes que Marvel, en su maniquea visión de lo bueno y lo malo popularizó en la última década. Más allá de eso, con su equipo de villanos con superpoderes y sobre todo, su en apariencia, cínica visión sobre el heroísmo, Suicide Squad simbolizaba una ruptura con esa noción inocente sobre la bondad del Superhéroe que tanto insiste la cultura pop. Por ese motivo sorprende su ingenuidad, el intento torpe y la mayoría de las veces ineficaz de explicar por qué esta supuesta pandilla de villanos, tienen todas las papeletas para ser héroes tradicionales. Y es que esa percepción del bien inevitable, termina jugando en contra de lo esencial del discurso de la película: hay una engañosa y sensiblera insistencia en la redención, en el hecho mismo de sustentar la trama en esa búsqueda de la bondad paradójica. Una ruptura de discurso que termina echando al suelo la interesante premisa que anuncia — pero no profundiza — el guión.

* Un montaje basado en las expectativas:
Resulta obvio que Suicide Squad fue en algún punto de su producción, una película muy distinta a la que llegó a las pantallas de cine. No sólo en ritmo sino también en discurso, la película padece de una evidente ambigüedad en la forma de comprenderse como mensaje. Y la razón es obvia: hay dos visiones sobre el Universo que plantea que chocan entre sí y es bastante notorio cuando las escenas parecen no encajar unas entre otras y en ocasiones, directamente contradecirse en una secuencia confusa que no llega a ninguna parte. Porque quizás el peor problema de Suicide Squad sea justo el hecho que se tambalea sobre varias perspectivas sobre el mismo punto: el humor gamberro — que jamás llega a cuajar y que sólo se muestra en momentos muy específicos -, esa descafeinada mirada sobre lo bueno y lo malo — que se olvida bien pronto — y sobre todo esa noción grupal que debería sostener una historia basada en un grupo de personajes. Además, es notoria la necesidad de la casa productora de frenar cualquier riesgo y experimento visual y argumental: si algo se lamenta en la película es la ausencia de provocación, esa llaneza casi inocente que termina convirtiendo a la película en sucesión de lamentables clichés.

Sí, Suicide Squad parece ser el desastre que se vaticinó en medio de la descarga de promoción y sobre todo, el miedo de su casa productora a un segundo fracaso en menos de un año. Pero eso Suicide Squad terminó siendo justo eso: una colección desaciertos hilvanados por elevadas expectativas que no pudo cumplir bajo ningún aspecto. Sin más ni menos, una mala película.

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