viernes, 10 de junio de 2016

Proyecto "Un país cada mes" Junio: Francia. Maurice Druon.





Con frecuencia, se ha dicho que Maurice Druon cuenta la historia como debería ser contada y quizás, no cómo sucedió, una sutileza que parece describir de manera muy exacta el gran logro del escritor: reconstruir la historia para la literatura. Y es que Druon - político de carrera y un formidable observador del su época y su natal Francia - logró transformar la historia Universal en una saga épica que por décadas ha sido considera ejemplo de lo que el género de la ficción histórica debería ser. O mejor dicho, una perspectiva única sobre esa noción de lo que consideramos forma parte de la identidad mundial, del tiempo como una narración continúa.

Y tal vez sea ese el objetivo de la ficción histórica: desde Sir Walter Scott hasta V.M Manfredi, la novela que recrea eventos universales parece insistir en reconstruir lo obvio - ese conocimiento general que parece pertenecer a todos - en escenas y dramas de profunda belleza y en ocasiones, con una tortuosa carga de significado. Tal pareciera, que el género encuentra en la historia no sólo su inspiración, sino esa evidencia que todo lo que ha ocurrido y ocurrirá posee cierta coherencia, un cierto tipo de sustancia y funcionalidad, una forma de comprenderse que sugiere una cierta lógica imposible. El devenir histórico convertido en una estructura concreta donde los sucesos se conectan unos a otros con una profunda conciencia sobre su trascendencia e importancia. ¿Es entonces la ficción una manera de comprender lo histórico o es el hecho lo que sostiene esa visión del mundo como una serie de fragmentos relacionados entre sí? Quizás entre ambas cosas, lo literario sea el punto de unión, una idea que se entremezcla con otra hasta crear una concepción de la identidad mundial profundamente significativa.

La obra de Druon, al menos, lo demuestra. No sólo tomó la historia francesa y construyó una saga dramática y de enorme belleza, sino que además supo construir una interpretación histórica que re elaboró el concepto de lo que la ficción puede ser. El escritor no sólo conjugó la consabida combinación de hechos históricos (que incluye desde el Reinado de Felipe el Hermoso hasta la muerte del último de su Dinastia) en una cuidada narración,  sino que creó a través de ella una cuidada visión de la Francia Medieval y más allá, de la época como esencia de la actual visión histórica sobre su país. Pero la historia de "los Reyes Malditos" está lejos de ser local: hay una reflexión Universal sobre los peligros del poder, la manipulación política y el peso del poder que desborda lo que se narra y crea algo más conciso y profundo. Una revisión de los hechos bajo un matiz dramático que supone su mayor triunfo: No hay nada inocente, en esta meticulosa revisión de la historia de un Rey y su reinado, que cambió la historia de concebir las implicaciones del poder. Mucho menos, en su capacidad para asumir la historia que se crea a partir de los errores y las pasiones humanas. En medio de todo, la prosa de Druon - seca y en ocasiones fría - desgrana los hechos, encajando pieza tras pieza hasta lograr un tapiz pormenorizado de una de las tantas escenas de una Europa medieval constantemente en conflicto.

Porque los "Reyes Malditos" no se conforma con contar, sino más bien, reconstruye los hechos para el lector de una manera sutil y práctica. Con una fidelidad histórica que se agradece, el autor intenta construir un panorama donde los manejos del puño monarquico sean comprensibles, a pesar de su distancia histórica y se sostengan desde esa humanidad universal que hace comprensibles, incluso siglos después, sus motivaciones y reflexiones. Quizás por ese motivo, la Francia Feudal, con sus Villanos y Terratenientes, no resulta  desconocida desde la perspectiva de Druon y mucho menos incomprensible. Más allá de eso, el autor parece comprender el hecho histórico desde su esencia: lo que afecta, transforma y reconstruye en la incertidumbre del futuro. Un elemento de la identidad del hombre y su circunstancia en eterna reconstrucción.

Una y otra vez, la Saga parece avanzar no sólo a través de la cronología, sino de los dramas, pasiones, muertes y desencuentros que suceden entre los personajes y las escenas de su vida. Druon crea una larga y acertada correlación de hechos, que avanzan con solidez a través de la historia oficial y elabora una reflexión sobre lo que asumimos es real en la páginas de la identidad mundial con enorme destreza. Tal vez por ese motivo, la historia comienza con un antecedente casi misterioso: La maldición de Jacobo de Molay, último Gran Maestre del Temple contra Felipe IV el Hermoso, Rey de Francia y toda su dinastia. Un suceso que marcó un antes y un después en la manera como se comprende la historia no sólo del país galo sino también la Europea y quizás la mundial. Y es esta maldición - la gran culpa que lleva sobre su historia un Rey conocido por su frialdad y crueldad - lo que hace de la reconstrucción de los hechos asombrosa, temible y sobre todo exacta. Druon no se conforma con narrar las ideas como hilos que se superponen sino que los construye como una larga aproximación de ideas que se concatenan entre sí para elaborar algo más profundo y sustancial. La maldición, vista así, es sólo un pretexto del autor por crear una historia concreta a partir de un hecho misterioso, pero también logra brindar a la historia un marco tan contemporáneo como comprensible: el temor de todo hombre a lo desconocido, a la maquinación oculta. La narración recorre no sólo los hechos reales de un reinado signado por la violencia y sobre todo, por la mano firme de un Rey especialmente cruel, sino que además esboza esa telón de fondo que parece sostener su personalidad: una corte repleta de intrigas, traiciones y pasiones de uno de los grandes Centros de poder de la Baja Edad Media.

A la Saga "Reyes Malditos" se le suele acusar de simplista, de tergiversar hechos históricos para beneficiar una opinión general sobre concepciones comunes sobre la Francia Medieval. Aún así, Druon no se limita a mostrar lo evidente en una época de contradicciones, ambiciones, terrores e ignorancia, sino también ese red de pequeñas historias que las crean. Lo hace con un rigor y honestidad que no deja duda que se trata no sólo de un recorrido por los principales hechos históricos de su país, sino por la historia del mundo tal y como la conocemos. Toda una proeza, que abarca más de 2300 páginas repartidas en 7 volúmenes.

En una ocasión, se le preguntó a Druon sobre sus razones para escribir una épica semejante. Un cuestionamiento común que parece acusar de manera muy sutil al autor de utilizar la literatura para promocionar sus conocidas y muy públicas ideas políticas. Druon no dudo en su respuesta "Escribo para contar la historia como debió ser y no quiero que sea. La diferencia entre ambas no se encuentra en la rigurosidad de lo que cuento, sino en la manera como asumo lo que debió ocurrir". Una respuesta enigmática que parece sugerir que su interpretación del período histórico que escogió contar no es sólo rigurosa sino también una cuidada reflexión sobre lo esencial del género humano como constructor de su propia circunstancia. Esa raíz elemental que crea la historia, la que se recuerda, la que se supone debió suceder y la que finalmente se cuenta. Ese vacío argumental de la historia Oficial que en más de una ocasión parece sostener una visión completa sobre la identidad Universal.

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