domingo, 29 de mayo de 2016

Palabras de estrellas y otras historias de brujería.





Mi abuela - la sabia, la bruja - solía decir que toda mujer contiene los misterios de la naturaleza en su espíritu y en su cuerpo. Que cada movimiento en el devenir del tiempo, no sólo se reflejaba en la figura de la mujer sabía sino que la fortalecía, la hacía más poderosa, más poderosa, más cercana a la realidad. Con once años, todo eso me parecía una fábula hermosa y nada más.

- Piensas en la Bruja como si fuera el reflejo de todo lo creado - le dije en una ocasión, sentadas juntas frente a la playa - ¿No es eso un poco exagerado?

Mi abuela no respondió. Nos encontrábamos en la vieja casa familiar junto al mar y el aire parecía impregnado de la luz azul y plata del mar en calma. Faltaba poco menos de una semana para mi iniciación y habíamos ido allí para sostener lo que mi abuela llamaba "la gran conversación de la sabiduría", que palabras más, palabras menos consistía en un largo debate sobre mis dudas sobre la tradición de Brujería en la que estaba a punto de formar parte. Se trataba de un ejercicio intelectual más que cualquier otra cosa. Y aunque ya sabía que las verdaderas brujas eran mujeres a quienes les gustaba debatir y argumentar, seguía un poco decepcionada que la magia y la brujería de verdad fuera en realidad un estilo de vida, una forma de fe, un conjunto de rituales antes que un verdadero poder. Con la imaginación salvaje de la infancia me pregunté si algo de la verdadera brujería se había perdido en el tiempo, en medio de las miles de transformaciones que había sufrido la tradición en el devenir de los siglos.

- Lo es de hecho - respondió mi abuela con toda tranquilidad - el arquetipo de la bruja refleja cientos de cosas distintas y todas relacionadas con la comprensión del poder personal, de la belleza, del tiempo y del conocimiento.

- Pero ¿por qué la bruja? Hay tantos símbolos que podrían hacerlo también.

Mi abuela no respondió nada. Se levantó y se acercó a la orilla de la playa. Con lentitud comenzó a recoger piedras y trozos de coral esparcidos por la arena hasta que llenó su falda con ellos. Después se inclinó y comenzó a formar un circulo de piedras brillantes sobre la arena blanca que brillaba bajo la luz de la Luna Llena.

- Antes que la Iglesia y la cultura occidental decidieran que la mujer sólo podía ser doncella y Madre, lo femenino representó todo lo existente: La pureza, el deseo, la tentación, el nacimiento de las ideas, la bondad, la crueldad, el miedo, el valor, la vida y la muerte. Porque antes que Dios fuera Dios...fue una Diosa.

Conocía la historia claro, pero aquí en esta noche con olor a salitre y el color de las estrellas, tenía una resonancia distinta, una textura nueva que me conmovió, aunque no supiera por qué.

- Pero esa creencia está perdida - comenté en voz baja - apenas un puñado de personas alrededor del mundo creen en eso.

- ¿No te parece suficiente?

- ¿No te parece muy poco?

- Siempre que exista alguien que aspire al conocimiento, desbordará la ignorancia y el miedo - dijo mi abuela. Seguía colocando pieza a pieza de piedra y coral. El circulo crecía, se hacía más amplio, se ensanchaba por los bordes hasta la orilla. Lo miré todo con ojos curiosos, como si lo viera por primera vez. Por último me levanté y fui hasta donde mi abuela, mirando el viejo símbolo del espiral a nuestros pies.

- La Diosa ha permanecido como un conocimiento que persevera a pesar de todo - me dijo entonces - aunque sea invisible, aunque no lo notes siempre. La mujer poderosa, la sabia. La mujer de la Luna, la salvaje, la fuerte. La invencible. La mujer loca.

Sonreí. Unos meses atrás mi abuela me había explicado que en tiempos victorianos, comenzó a llamarse a las mujeres con mucho temperamento "lunáticas", porque según los médicos de la época, el poder de la Luna Llena  ejercía poder sobre su mente hasta "enloquecerlas". No era un término nuevo: después de todo, la Luna Llena había sido el símbolo de los lobos, las Diosas peligrosas, el temor y la brujería por centurias. Un poder fuera del alcance del conocimiento humano. Una visión sobre lo misterioso tan real como enigmático. El rostro de la Diosa muda del Bosque.

- ¿Y con eso es suficiente? - le pregunté. Las olas del mar me acariciaron los tobillos y como siempre ocurría, el mundo pareció combarse y ondular a mi alrededor. Trastabillé y mi abuela me sostuvo con mano firme - ¿Es suficiente que a la Diosa se le recuerde a fragmentos, casi como un recuerdo a medio recordar?

- La Diosa mi niña, es esa comprensión sobre el poder femenino que proviene de todas partes. Que asume su poder y su conocimiento para elaborar un nuevo tipo de creencia. Es una herencia pero también es un camino por completo nuevo. Es una mirada a lo profundo, al espíritu que crea. Al sueño del futuro.

Se detuvo y me miró. Tomó una de las piedras que aún llevaba en la falda del vestido y me la extendió. La tomé y la miré a la luz plateada que se reflejaba en el mar: Era un trozo de coral de color carmesí desvaído, arrancado de las profundidades por alguna fuerza elemental formidable. Y ahora estaba allí, en la palma de mi mano, como un recuerdo de un mundo marino imposible y lejano. La idea me sobresaltó, aunque no sabía por qué.

- ¿Sabes por qué te eduqué para la brujería y por qué te invité a iniciarte? - preguntó entonces mi abuela. La miré sorprendida. Me había hecho la pregunta antes, la había analizado desde todos los puntos de vista posible. Me lo había preguntado desde el silencio, desde el desconcierto. Desde la curiosidad y cierto desconcierto. ¿Por qué alguien desearía educar a una niña en una tradición antiquísima? ¿Por qué querría hacerlo a pesar del mundo moderno con sus dolores y colores? ¿Por qué era importante para ella? Tragué saliva.
- ¿Por qué soy tu nieta? - la respuesta me pareció lamentable y simple. Sacudí la cabeza - quiero decir...porque formo parte del eslabón de una historia familiar. ¿Es eso no?

Abuela cerró el circulo de piedras con una muy brillante y transparente. Estaba justo en el centro mientras yo continuaba afuera. Cuando fui avanzar para acercarme a ella, me detuvo con la mano levantada. La miré sin entender.

- ¿Qué ocurre?
- ¿Por qué crees que te educo como una bruja? - preguntó otra vez. Apreté el coral entre las manos.
- Porque...la Tradición debe nacer otra vez en mi - murmuré, confusa - ¿Por qué debe tener un nuevo rostro?

- Hace siglos, cuando una bruja joven como lo eres ahora se iniciaba, el pueblo entero suplicaba a la Madre sin rostro, lograra rebatir sus dudas y avanzar hacia la magia - me contestó - La nueva bruja era necesaria no sólo para aprender todo lo que sus ancestras y parientes quisieran enseñarle, sino también porque sería ella quien llevaría la tradición adelante. La que levantaría ciudadelas contra el miedo, la que escribiría las nuevas palabras de invocación y ritual. Era un acontecimiento en las estrellas.

El viento llegó de la playa, nos golpeó a ambas con fuerzas. Sentí la brisa levantándome el cabello alrededor del rostro, secándome los labios. El vestido blanco de mi abuela pareció inflarse en luz blanca. El circulo de piedra y coral pareció moverse, oscilar en la arena pespunteada de la luz púrpura que nos rodeaba.

- Una bruja que nace encarna todo lo bueno de la herencia que recibe - continuó - la promesa de renacer en el mundo. De llevar el conocimiento en sus ojos, sus labios, su cabello y sus labios. Eres la promesa que redime el pasado, las muertes y el olvido. Eres el rostro de todo lo que nace como una idea fértil, eres la belleza y la fuerza de ese espíritu que se eleva de cada idea que heredaste. De todas las miradas de asombro, de esa convicción que el mundo existe en tu mente y en tu cuerpo.

Miró hacia el cielo. El cabello trenzado se le desparramó sobre los hombros y de pronto, sólo fue la figura de una mujer rolliza de cabello largo, una mujer sin nombre ni lugar en el mundo. Un rostro arcaico nacido de la Oscuridad del mar para recordarme que el misterio es real, que forma parte de nuestro espíritu. Batallé con la arena que volvía blanda y resbaladiza bajo mis pies. El mundo volviéndose un espiral a mi alrededor. Me invadió una extraña sensación de vértigo, de dolor y de belleza. Sacudí la cabeza para recuperar la cordura.

Cuando miré de nuevo, mi abuela era de nuevo sólo mi abuela: una anciana de sonrisa amplia que me miraba desde el circulo de piedra.

- Gracias a las brujas jóvenes como tu, las mujeres asesinadas en nombre del conocimiento tienen otra oportunidad de reclamar su lugar en la historia. Gracias a tu decisión de avanzar hacia el conocimiento de la Diosa, hay paz en todos los dolores que la tradición sufrió. Gracias a tu decisión de llamarte bruja, millones de mujeres sin rostro a través de la historia regresan al ahora, son parte de ti. La historia que nunca muere. La historia que se crea así misma.

Un nudo de emoción me cerró la garganta. Sacudí la cabeza.

- Pero abuela...sólo soy una niña - murmuré. Y el sonido de mi voz se lo llevó el mar. Pero ella me escuchó, claro y fuerte y la vi sonreír.

- Eres una bruja que está a punto de nacer de nuevo. Eres una niña que está a punto de extender los brazos para comprender el poder del conocimiento. Eres una bruja que regresa a su tribu, eres una mujer que lleva la magia en sus venas y cuyo espíritu es puro fuego. Eres un poder que renace y canta a la noche y al día. Eres cien veces tu misma y cien veces tus temores y deseos. Y vendrás aquí, para aceptar lo que la Madre sin nombre tiene para ti.

Se inclinó, tomó una piedra. Quedó un espacio visible entre dos piedras. Levantó los ojos para mirarme. Y noté el poder, ese poder misterioso que yo relacionaba con el conocimiento, en toda su fuerza.

- ¿Por qué te eduqué como una bruja? ¿Por qué deseo que te inicies en la brujería?
- Porque nací bruja y soy bruja. Y lo seré durante toda mi vida. Y en el recuerdo de todas las mujeres que vendrán después de mi y que serán brujas porque sostuve el hilo de conocimiento que nos une.

¿De donde habían llegado esas palabras? ¿Cómo las había aprendido? No lo sabía. Pero allí estaban reales y poderosas. Brillantes en las noches, enredadas en el olor de la sal del mar, en el viento recién nacido que nace del horizonte. Mi abuela sonrío al escucharla, me abrió los brazos, se acercó a las piedras abiertas en el círculo.

- Ven entonces - dijo - y comienza tu camino.

Un paso, después otro. El mar se encrespó y en mi imaginación, el sonido de las olas fue su saludo. Me incliné, coloqué la piedra de coral en el espacio entre las piedras y volví a cerrar el circulo. Mi abuela me miró a los ojos y supe que un ciclo interminable se había completado, volvía a nacer. Se hacia cada vez más raudo y hermoso.

- Nunca desistas en tu deseo de creer, nunca abandones tus sueños y deseos. Nunca retrocedas ante el miedo, nunca temas lo que podrás encontrar. Nunca temas crear, nunca abandones el impulso de volar, incluso con las alas rotas. Vuela alto, vuela siempre. Vuela de corazón y de espíritu. Vuela con tus palabras y con tus ideas. Vuela siempre. Vuela hacia la herencia que alguna vez, heredarás.

Me abrazó con fuerza. Y sentí, en el nido cálido de ese gesto maternal, una promesa, una mirada más allá de mi misma. Una promesa cumplida y otra a punto de pronunciarse. Un camino abierto hasta la voz que nace, el sueño de mil historias que comenzó otra vez, gracias a mí.

Y cuando celebramos con los brazos levantados hacia la Luna Llena, pensé en todas las mujeres que lo habían hecho antes que yo, en lo que lo harían después de mi. En la anciana que enseña, en la niña que aprende. En el circulo de piedras de mi corazón. En todos los dolores y alegrías de una historia compartida. En la larga línea de conocimiento que espera por mí, que se crea y avanza. Que se hace cada vez más poderoso y potente. Tan interminable como un sueño de la razón.


Elévate y aprende la voz del viento,  bruja recién nacida. Canta a la Diosa que guarda a tu corazón. Encuentra tu camino. Danza con las estrellas.

Así sea.

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