viernes, 1 de mayo de 2015

Proyecto "Un género cada mes" Mayo - Crónica periodística: "Música para Camaleones" de Truman Capote.




 Truman Capote fue un buen periodista, aunque ahora una buena parte de la crítica y del publico lector le acuse de manipular, pendenciero y fanático. Pero antes del mito, antes de las grandes borracheras, del hombres rebelde y finalmente, el contestatario eclipsado por su mejor obra, Truman Capote fue un preciso e inteligente cronista. En más de una ocasión se ha dicho que el triunfo temprano lastimó para siempre su pulso creativo y narrador. No obstante, esa fina visión sobre el mundo, esa inteligente percepción sobre su entorno y sobre todo, esa sutileza para el detalle, continuó siendo parte de su prosa hasta su última palabra. Y es que, sin duda, antes que cualquier otra cosa y a pesar de las evidencias en contrario, Capote era un buen periodista.

Por supuesto que, Capote no inventó el llamado "Nuevo periodismo". Pero si, elaboró toda una nueva forma de contar las historias, ese híbrido que asombró a su época y que aún sigue haciéndolo, del periodismo con tintes de novela. Lo hizo a través de la práctica - no podía ser de otra forma - pero también, con una enorme inteligencia en la manera de contar historias, de construir expectativas sobre el relato que se cuenta y por qué se cuenta. Eso, a pesar que siempre insistió en que deseaba "narrar el mundo a su manera" y que la realidad "podía reinterpretarse, sin que distorsionara lo verídico". Y demostró que podía hacerlo: su magnifica novela "A sangre fría", un perfecto equilibrio entre una escrupulosa crónica y algo muy semejante a la ficción no sólo abrió una brecha en cómo se contaba la realidad hasta entonces, sino que además le convirtió en pionero - quizás sin saberlo - de toda una nueva percepción sobre la realidad. Porque Capote no inventó ficcionar la realidad para hacerla más comprensible, más bella y más consistente, pero si encontró esa lírica belleza en lo común y lo vulgar. Tampoco inventó como narrar la vida de personajes, pero brindó a la semblanza y la biografía una nueva profundidad. Así que aunque Capote jamás hizo otra cosa que contar bien las historias que le rodeaban, encontró la forma y el método de hacerlo no sólo de manera impecable sino además, con un imprescindible elemento personal. Creo el periodismo para el periodista. Esbozo el estilo personal.

Y es que antes que Capote, el periodisimo parecía construido a la medida de cierta idea neutra sobre lo que podía ser contado y sobre todo, el motivo por el cual se cuenta. Después del todo, el periodismo se sostiene sobre la veracidad - o al menos, es el deber ser, el cimiento ideal del oficio - y cualquier distorsión de ese objetivo parece vulnerar ese elemento imprescindible en toda historia que intente reflejar lo ocurre. No obstante, esa frontera imaginaria parece limitar la noción de lo que se narra - y esa necesidad de hacerlo - hasta convertirse en una visión casi fragmentada de lo objetivo. Porque ¿Que otra es el periodista sino un observador constante de lo que le rodea? ¿Qué es la crónica sino una meditada reconstrucción de lo que ocurre - y ocurrió - sin otro objetivo que la documentación? Aún así, el periodista crea, construye, reflexiona y sobre todo, analiza la realidad desde su óptica. Y el gran de Capote fue demostrar que era posible integrar esa visión subjetiva en la realidad, de crear algo más rico, matizado y sobre todo valioso. Señaló las vías donde los periodistas podían incursionar sin perder el sentido de esa observación constante pero sobre todo, miró a la crónica desde su valor literario. Una idea que entrecruza lo cotidiano con lo narrativo para crear algo profundamente sustancial.

Quizás por ese motivo, Capote es capaz de hablar de todos los demás y despertar el mismo interés. Por ese motivo, sabe que la conciencia sobre lo importante, lo imprescindible y lo interesante no radica sólo en el hecho que ocurre sino en la forma como se cuenta. Obsesivo hasta lo impensable y devoto de su propia técnica hasta el narcisismo, Capote logró encontrar la línea entre la personalidad del autor y la crónica, para dotar al resultado de carácter. Algo impensable antes de su experimento y que después se consideró imprescindible en el periodismo. El escritor logró hilvanar hilo tras hilo de su privilegiada percepción sobre lo que sucede - esa intrincada combinación de escenas de la realidad - y creó una propuesta que aunque no resultó novedosa, si refresco la base del periodismo como testigo de nuestra era. Ya el periodista no se limitaba a mirar, sino que además, tomaba las pequeñas piezas de la realidad y la reconstruía con enorme paciencia para mostrar un mosaico verídico, subjetivo y potente. Una y otra vez Capote se probó así mismo como un contador de historias, como un reflejo de su época e historia y lo que resulta aún más intrigante, sobre su propio idioma personal. Porque Capote creó para Capote, para su fama, para sostener su idea acerca de lo que merece ser contado y lo que no. Y fue esa visión lo que le permitió trascender a la simple idea de lo que se cuenta, se asume como real. Incluso lo que se imagina.

Por ese motivo se considera a "Música para Camaleones" su libro más personal, a pesar de no ser el más famoso ni tampoco el más reconocido. Sin embargo, es la esencia del Capote escritor, del periodista impecable, del contador de historias que encuentra en la realidad su mejor fuente de inspiración.  Catorce artículos periodísticos que recopilan esa necesidad de Capote de reconstruir la realidad a piezas sueltas sino su empeño en contarlo a su manera. El escritor narra con pulso firme historias tan disimiles entre sí que su principal función pareciera contrastar unas con otras, revelar hasta que punto el autor puede reinventarse así mismo para construir aspectos sorprendentes de lo que considera real, digno de narrarse. Lo hace pasando de lo real a lo ficticio con una facilidad que asombra y que parece sustentar esa idea de Capote sobre el hecho periodistico. Se cuenta lo que se ve, lo que se tiene a mano, pero también se asimila como parte del autor, como esa interminable expresión de lo que somos que hace de la escritura subjetiva por necesidad. Un retrato fiel de no sólo el hecho que se conserva sino de la aspiración hacia lo verídico de quien lo cuenta.

Capote más de una vez se burló de su propio mito. Se miró así mismo con cierto cinismo, con enorme rudeza. Se criticó pero también se enalteció. Y entre ambas cosas, supo labrar una idea de lo que se escribe distinta, audaz, rompedora. Nada fue igual para el periodismo - y curiosamente siguió siendo lo mismo - luego que Truman Capote decidiera incursionar en el ambiguo límite de lo que puede ser y lo que idealmente concebimos como real. Una perspectiva que "Música para camaleones" deja claro desde su pequeña y limpia introducción sobre el Capote escritor hasta esa vuelta de tuerca de lo que se cuenta como ventana hacia la realidad. Una puerta entreabierta. Un ojo que mira. Esa promesa de Capote de encontrar el límite exacto entre ambas cosas.



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