miércoles, 28 de enero de 2015

La rebelión del Mommy Porn: De la literatura barata al ícono filmico blando.





Como producto editorial “50 sombras de Grey”, produce una inmediata curiosidad: desde la original historia sobre su origen — ese fanfic de ama de casa de mediana edad apasionada y atribulada, descubierto por el asombrado mundo editorial — hasta su historia, una mezcla del cuentos de Hadas tradicional, el melodrama sexista y el suficiente sexo como para escandalizar a una audiencia sin muchas expectativas. El resultado de la mezcla, sin embargo, sorprendió por su efectividad: no sólo se convirtió en el fenómeno literario más rentable de una generación acostumbrada al Fast Food literario del Best Seller, sino que además, recordó al cine que aún las historias de amor venden. Y mucho. Porque la adaptación cinematográfica no se hizo esperar y mucho menos, desear. Una muy comentada reinterpretación de una obra menor con un pléyade de fieles seguidores que se esperaba pudiera engendrar un éxito resonante. Y seguramente así lo será: para los más optimistas, la película “50 Sombras de Grey” será un taquillazo inmediato y por necesidad. Pero, a menos de dos semanas de su estreno, buena parte de la industria comienza a preguntarse si realmente, la película será tan rentable como se supuso hace unos cuantos meses. ¿El motivo de las dudas? quizás el más impredecible: su elenco.

Hace unas semanas, el New York Magazine retó a sus lectores a que encontraran quince objetos inanimados con más química que los protagonistas de la adaptación cinematográfica de 50 sombras de Grey. Lo hizo, luego que la pareja apareciera en varios espectáculos y entrevistas y que sólo inspirara a la audiencia consternación. Todo esto luego de dos trailers muy publicitados con dos millones de visitas cada uno y que demostraron a los fanáticos de la historia que los actores que encarnarían a sus queridos personajes adolecían no sólo de misterio sino algo más preciado para la mayoría de los fieles lectores de la novela: verdadero morbo. La debutante Dakota Johnson, con su expresión confusa y aspecto aniñado parece no lograr encontrar ese elemento de tensión sexual tan necesario con su contraparte, un Jamie Dornan de espléndido aspecto pero tan inexpresivo como distante. La joven pareja, a pesar que suele mostrarse tomada de la mano en espectáculos y entrevistas promocionales, es incapaz de disimular su incomodidad mutua y lo que es peor, la persistente frialdad que muchos se preguntan si también será evidente en una película que levantó tanta expectativa durante los meses de su filmación.

Pero se trata de todo un fenómeno: La novela “50 sombras de Grey” despertó el interés de un tipo de público potencial hasta ahora poco explotado por el mundo editorial y fílmico: la mujer de mediana edad, casada y con hijos. La tradicional madre americana. La interpretación puede parecer irrisoria e incluso directamente insultante, pero todo se trata de una manera de comprender el mercado editorial y del cine en cuanto a planteamiento. Hace menos de cinco años, el fecundo interés de la romántica juvenil revolucionó las estanterias: El fenómeno Crepúsculo captó a toda una generación que había leído a Harry Potter y otras novelas de fantasía por completo inocentes y carentes de cualquier tipo de rasgo romántico, y creo un nuevo subgénero de éxito inesperado: la romántica sobrenatural. De pronto, las lista de los más leídos estaban llenos de relatos sobre criaturas extraordinarias que profesaban un devoto amor por la doncella de turno, cautivando la imaginación de un mercado ávido de historias semejantes. La reacción entusiasta del público sorprendió a las editoriales: para la mayoría, las historias de horror y amor no solían mezclarse en una híbrido que pudiera resultar atractivo. Pero el fenómeno Crepúsculo no sólo lo permitió, sino que abrió una brecha para una serie de planteamientos totalmente nuevos acerca de lo que cautiva la imagen del lector, lo que hace realmente contudente — a nivel ventas — una propuesta editorial. Una original visión sobre lo literario y lo que comercialmente se considera rentable. ¿Hasta que punto la historia de amor tradicional puede reconstruirse para acceder a un nuevo tipo de lector y espectador?

El siguiente paso por fue por supuesto, el sexo. Porque mientras la Saga Crepusculo siempre se mostró cauta y pulcra con respecto a la visión sobre la sexualidad — ambos protagonistas llegan virgenes al matrimonio y las parejas son escrupulosamente heterosexuales — en “50 sombras de Grey” el gran aliciente parece centrarse en esa necesidad de revisionar el conocido cuento de hadas en algo más carnal, más adulto y tan cercano a la pornografía que los límites parecen desdibujarse. Porque “50 Sombras de Grey” es una historia romántica — el conocido cuento de la chica frágil enamorada de un hombre poderoso a quien debe salvar de si mismo — pero también, es un planteamiento sexual. El elemento de sadomasoquismo, además, añade niveles por completos nuevos a una serie de libros dirigidos a un público usualmente ignorado por lo erótico. Y es que la “madre americana” — una visión tan elemental el ama de casa que resulta alarmante — nunca ha sido tomada por muy en serio por la literatura: la gran mayoría de los libros que la “madre americana” suele leer son en realidad, visiones sobre su rol como madre, esa profundización necesaria y en ocasiones insultantes de su identidad estandarizada. Con “50 Sombras de Grey”, esa percepción pareció no sólo convertirse en algo más más realistas, sino construir toda una nueva comprensión sobre lo que la literatura necesita ofrecer y sobre todo asumir para un cierto tipo de público discreto. Por ese motivo, el éxito de la saga (que alcanzó los cien millones de libros vendidos en el año 2014) no sólo es un recordatorio de ese cambio sutil en el mundo editorial con respecto al público lector sino un mensaje muy claro sobre la importancia de esa nueva percepción del libro como símbolo de un nuevo tipo de pensamiento y concepción del mercado lector.

Por supuesto, se trata de una lección que el cine había aprendido hace décadas y que no sorprende a nadie en la industria: durante décadas Hollywood ha encontrado la formula para construir todo tipo de productos fílmicos dirigidos a un público devoto y consumidor. Un tipo de estratificación que permite que el cine tenga la posibilidad de dirigir un mensaje especifico hacia un público cautivo que invariablemente suele disfrutar — y responder — de manera entusiasta con propuestas creadas especialmente para su consumo. Por ese motivo, la combinación entre éxitos literarios y su gemelo en tinta, suele ser la formula inmediata del cine palomitero: La saga del joven Mago Harry Potter es la serie de películas más rentables y taquilleras de la historia, y franquicias como “El Señor de los Anillos” continúan brindando abultados dividendos en cada reedición que se realiza a partir de los libros homónimos. Así que, el triunfo en las taquillas de “50 Sombras de Grey” pareció inevitable, una simple consecuencia de su resonante triunfo en las librerias. ¿Pero es tan seguro su éxito?

Hace unos catorce meses, la respuesta habría sido unánime. El libro continuaba entre las listas de los más vendidos alrededor del mundo y la adaptación cinematográfica levantó una considerable — y sin duda redituable — expectativa. No obstante, ahora la posibilidad parece no ser tan sólida ni mucho menos, ser evidente. Todo gracias a esa misteriosa visión sobre la qui mica y la tensión sexual tan necesaria para sostener la historia y de la que al parecer adolecen los protagonistas. Y es que mientras las apariciones de ambos actores se multiplican y se hace más evidente que la adaptación cinematográfico no será tan fiel al libro como sus lectoras — y lectores ¿Por qué no? — desearían, la posibilidad de éxito se reduce, queda en esa nada deseable interpretación del público sobre una historia que se sostiene por el entusiasmo que provoca y no necesariamente su calidad literaria.

Porque el libro ha sido atacado desde todos los puntos de vista: La gran mayoría de los críticos coinciden en que se trata de “basura” literaria, una combinación de tópicos y clichés que encontró un momento comercial idóneo para triunfar pero sin el mínimo valor sustancial. Los defensores de la serie aseguran que E.L James creó una obra sencilla sobre un tema complejo, una invitación al lector hacia algo más perturbador. No obstante, esa optimista interpretación no parece sostenerse lo suficiente como para asegurar que la próxima película podría ser un éxito sólo por mostrar en imágenes una historia floja pero atractiva ¿O sí podría serlo?

Durante los últimos meses, la respuesta dejó de ser tan clara como se supone debería: la formula “libro éexitoso película exitosa” ha fallado más de una vez. Y en esta ocasión, la gran falla parece ser que el cine es incapaz de imitar ese elemento misterioso que convirtió un libro mediocre en un fenómeno de masas. Hace unas semanas, se comentaba en las revistas especializadas, que los actores tuvieron que filmar de nuevo escenas que no encajaban en la edición final de la película, que al parecer, recibió críticas durísimas de un grupo de público prueba. El US Magazine insistía que las escenas no eran lo “suficientemente apasionado” y que la actriz Dakota Johnson había equivocado el tono y la forma al encarnar a la conocida Anastacia Steele. “Anastasia tiene que ser naíf, no un un simple trapo”, explicaba uno de los redactores en la revista. Una frase que resume los temores de la industria hacia un producto cinematográfico pre fabricado y construido a la medida de un público lector.

Aún así, la expectativa por la película avanza. La productora intenta despertar el interés de los indecisos y los críticos, asegurando que la película será una “poderosa historia de amor” y no “sólo una película sexualmente explícita”. Una decisión que parece responder a la necesidad de la casa productora de suavizar las escenas sexualmente duras del libro en favor de una película para todo público. De hecho, el gran objetivo de la versión cinematográfica ha sido el de edulcorar el tono del guión para hacerlo consumible, comercialmente digerible, todo lo contrario a los libros. Una decisión arriesgada que el Estudio defiende insistiendo en que “50 sombras de Grey” es en realidad una “particular historia de amor” y no una “lujuriosa historia de sexo”. Varios portavoces han declarado que la versión cinematográfica busca “Mostrar el despertar emocional de un hombre poderoso y retraído”. Justo, quizás, lo que sus lectores tradicionales no quieren ver.

Y es que mientras buena parte de la crítica desecha desde ya ese híbrido entre cine comercial y adaptación floja de un libro considerado como basura por buena parte de la crítica cinematográfica, sus lectores alrededor del mundo continúan lamentado que lo esencial del libro — esa cualidad de posible bombazo polémico que se esperaba podría ser — quede reducida a una simple reinterpretación del cuento de hadas tradicional. Porque para la “Madre americana”, ese público devoto que convirtió el libro en un fenómeno editorial, lo realmente importante en el libro es lo que quizás nunca veamos en su adaptación en la gran pantalla. Ese elemento perturbador que transformó una historia del amor a uso y recargada de tópicos en una aproximación definitivamente sexual al romance. Después de todo, el escritor Bret Easton Ellis tuiteó que “no es un buen libro, no está bien escrito, pero qué buena historia tiene detrás” y posteriormente, se reunió con la escritora con la intención de convertir la por entonces posible adaptación en “película más escandalosa del mainstream americano”. También el director Gus Van Sant, pareció interesarse en el argumento — ese Il a un je ne sais quoi de la historia del que tanto se ha debatido — y llegó filmar escenas de prueba de la película con el actor Alex Pettyfer, explotando el lado BSDM. Finalmente, la adaptación la dirige Sam Taylor-Johnson, una discreta directora que insiste en brindarle a la película “un lugar emocional” en lugar de “sólo sexo”. A juzgar por la anticipada decepción de cientos de lectoras alrededor del mundo, la directora no ha sabido comprender bien esa mirada lujuriosa de la llamada “Mujer de la mediana edad” y se ha limitado, otra vez, a concebirla desde el tópico. Un lamentable error que quizás convierta a la versión cinematográfica de “50 sombras de Grey” en un símbolo de lo que nunca pretendió ser: una historia emocional disfrazada de mera lujuria.

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