martes, 13 de mayo de 2014

La radiante belleza de la Oscuridad: Requiem para el silencio.







Una vez que leí que Giger dibujaba lo que soñaba. Con frecuencia,  el autor dejó claro que su obra se basaba en un mundo onírico desconcertante y agudo que le llevó años entender y mucho más, plasmar.Una idea un poco escalofriante si miramos sus obras: Bellos espacios lóbregos de monstruos inquietantes. Escenas eróticas con un aire industrial casi sofocante. Pero quizás, el artista nunca fue más sincero que en esa confesión: ya lo decía Goya "El sueño de la razón produce monstruos". Y quizás fue Giger, con su imaginación privilegiada y ese talento suyo para reconstruir el mundo en símbolos exquisitos, el que creó los más bellos, el que dotó de rostro al temor con un pulso elegante y profundamente conmovedor.

Hans Ruidi Giger, fue un artista profundamente desconcertante. Como dibujante, pintor, escultor, diseñador y arquitecto de interiores elaboró un Universo macabro que bebió de las fuentes más diversas: desde el surrealismo más directo - con sus extraordinarias visiones sobre el miedo en estado puro y algo semejante al horror - el ocultismo, la magia y sin duda, su personal consideración sobre la naturaleza humana. Más allá, Giger insistió en su propia versión de la realidad, de un inframundo de belleza radiante que construyó a fuerza de imaginación y esa insistente revisión sobre el imaginario cultural en el que creció. Porque Giger era ante todo transgresor, un constructor de valores estéticos que definió a su medida conceptos tan viejos como lo bello y lo temible en una idea totalmente nueva.

La mayoría del público conoció el trabajo de Giger (Coira, 1940) gracias a su monstruo más emblemático, ese estilizado y letal alienígena que es quizás el verdadero protagonista de la célebre película de Ridley Scott "Aliens". No obstante, el trabajo del artista sobrepasa el imaginario cinematográfico para abarcar la esencia de su propuesta artística: una visión atípica sobre el horror, lo inquietante y lo retorcido. Y es que desde su magnifico La máquina de parir (Tinta sobre transcorp sobre papel sobre madera, 1967) hasta la que se considera su obra máxima "Necronomicón" - origen, de hecho del monstruo Aliens - Giger demostró una manera de reconstruir los conceptos estéticos que asombró y cautivó a toda una generación. Porque Giger no se limitó a elaborar algo nuevo sobre lo viejo, sino que re dimensionó la búsqueda de conceptos sobre lo que consideramos atractivos - y lo que no lo es -a través de esa particularisima estética suya, de esa oscuridad lasciva que sorprendía y desconcertaba a la vez.



A Giger más de una vez se le acuso de repetitivo, tal vez debido a que en esa penumbra mecánica que forma parte de todas sus obras, hay un elemento que parece reflejar una imagen idéntica, una elaboración del concepto muy reconocible. Y sin embargo, Giger se esforzó por conceptualizar el absurdo y lo temible siempre de manera nueva, una reconstrucción de mitos personales a la que dotó cada vez de una estética renovada. Lo hizo desde lo burlesco, desde ese humor sardónico que llenaba cada una de sus pinturas y sus inquietantes esculturas. En una de sus numerosas versiones de una sus piezas más desconcertantes "La Maquina de parir",  construye un Universo anómalo, que se alimenta de elementos reconocibles de su obra - la muerte, la vida y la violencia - pero llevados a un extremo de burla paródica que sorprendió a propios y extraños. La obra muestra las entrañas mecánicas de una pistola con tintes orgánicos y en su interior, bebés recién nacidos armados con un visible fusil. Toda una declaración de intenciones de Giger sobre la cultura hipócrita que educa de manera sutil sobre el horror y el temor desde la cuna.



Sin duda, para Giger, lo siniestro era una forma de metáfora poética sobre la fragilidad del hombre, esa vulnerabilidad simple que le inspiró probablemente - por rechazo y contradicción - lo mejor de su obra. Ese complejo mundo biomecánico - termino acuñado por el mismo artista para definir su obra - que concibió a partir de lo obsceno y algo más esencial: la raíz de lo erótico. El artista se esforzó una y otra vez por reflejar sus obsesiones corporales en minuciosas visiones de lo aterrador: lo orgánico transformado, por obra y gracia de su talento, en un elemento artificial y genital.


Y es que lo repitió - y demostró - a lo largo de su vida: El artista era un hombre de obsesiones. De allí que su obra tuviera una personalidad tan marcada, con sus asombrosas reiteraciones que sin embargo, jamás dejó de parecer una visión totalmente nuevo sobre el sexo y la violencia. Al Giger adolescente le obsesionaban las armas “A partir de la pubertad empecé a coleccionar armas como loco, aunque me limitaba a los revólveres. El “Gölischmid”, un hombre mayor al que se tenía por loco y que siempre tenía algo que llevar a la farmacia, me enseñó a reparar armas manuales de fuego. Así es como aprendí a soldar y templar los resortes” (Del libro www HT Giger com, Taschen, 1996 ) y también lo erótico: sobrexcitado y precoz, la lujuría pareció formar parte de su lenguaje creativo desde sus orígenes. El resultado es una insistencia en un tema único, reformulado hasta la saciedad pero jamás repetitivo. Esa extraordinaria conclusión sobre la muerte, la vida, lo artificial y lo doloroso que trasciende la mera concepción de quien se asume creador y evoca algo más profundo: esa identidad espiritual que todo artista muestra - o intenta hacerlo - en su obra.


Seguramente, Giger jamás imaginó la trascendencia que su obra tendría en la estética de cierta visión postmodernista del arte: Giger siempre concibió su expresión estética como inevitable. Idéntica y reconocible, no obstante siempre tuvo la capacidad de sorprender, incluso irritar a un público sorprendido por la profusión de sus paisajes siniestros. Siempre había algo que decir sobre el meta mensaje de un artista que tenía muy claro que sus obras eran un reflejo de su lenguaje, una grotesta burla a lo esencial.


Desde su trabajo con aerógrafo a sus esculturas, la visión de Giger pareció depurarse cada vez más hasta llegar a una elegancia visual que se tomó como una etapa de definitiva madurez en su trabajo, sin que lo fuera. Su versión de los signos zodiacales con esos inquietantes organismos sin cabeza, carentes de rostro y más parecidos a una visión de pesadilla sobre el dolor humano que a una metáfora visual, es probablemente el símbolo de su creciente necesidad por destruir su propio mito. Un pensamiento que haría sonreír al artista con cierto cinismo. Nunca le faltó sentido del humor y quizás es esa burla a lo establecido, a lo que se asume por real, lo que se insiste como bello, el mayor legado de un artista que siempre insistió que su mayor inspiración no era la necesidad del arte sino el dolor de la exclusión.


Larga vida entonces a Giger, al artista obsesivo y sobre todo al pionero, que brindó al arte - y a la estética - una nueva manera de mirarse y lo que es aún más desconcertante, una forma mucho más inquietante de concebirse. Una visión de radiante belleza - y también profundamente dura - sobre lo que somos y más allá, de lo que la aspiración por la trascendencia del espíritu humano puede crear a partir de su inquietantes demonios. O como el mismo Giger diría, obsesionado y ferviente defensor de su lóbrega visión de las cosas "De la oscuridad, hacia la oscuridad más hermosa".

C'est la vie.

1 comentarios:

Odnumiar dijo...

Buenas Tardes Aglaia, tres cosas quiero comentarte:

1) Gracias a éste post acabo de enterarme del deceso de Giger, es uno de los artistas que admiro desde hace años, su obra ha influenciado parte de mi expresión gráfica y concepto.

2) Aunque te leo eventualmente, me he identificado con tus publicaciones en más de una ocasión.

3) Al ver tu nueva foto de perfil en twitter sonaron en mi mente las frases de O fortuna en su momento álgido: "Sors salutis, et virtutis michi nunc contraria et affectus et defectus, semper in angaria..." y en tu rostro cobró vida la expresión de Clemencia Serafinni, mezcla de angustia, locura y triunfo, poco antes de terminar su último cuadro "Del clamor profundo" ( técnica mixta sobre madera, 1975).



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