domingo, 12 de enero de 2014

Del Ciclo Lunar y otros delirios: La Luna Oscura como símbolo de la muerte y la trascendencia.





Miro el cielo nocturno con curiosidad. Oscuro, impenetrable, tiene un aspecto casi inquietante. Tal vez por ese motivo, pienso, muchísimas culturas estaban convencidas que las noches de Luna Oscura - o Luna Nueva, como se le llama en Occidente - estaban llenas de presagios e ideas inquietantes. Y es que sin duda, hay algo bello pero un poco atemorizante, en esa placidez púrpura, en ese parpadeo de estrellas desvaído, como abandonadas, tachonando el cielo nocturno. Más de una vez, me he preguntado que imaginaba el hombre antiguo, el caminante y el errante, de esa oscuridad sedosa e infinita, en ese silencio abrumador que parece simbolizar la ausencia del brillo de Luna.

Recuerdo que de pequeña, me intrigaba muchísimo que mi tatarabuela sentía desconfianza por los días de Luna Oscura. Solía hacerse una trenza en su largo y canoso cabello en un complicado peinado que después me explicó, simbolizaba reflexión. También quemaba hierbas aromáticas en su pequeño caldero de metal, canturreando en voz baja.

- ¿Pero ocurre algo en la Luna Oscura? - pregunté una vez, inquieta. Nos encontrábamos en el jardín antipático de mi abuela, sentadas juntas bajo mi árbol favorito, un mango gigantesco de ramas centenarias. Abuela suspiró y levantó la cara hacia el cielo encapotado.

- No, solamente que es el momento donde miramos nuestro corazón con mucha más atención - que curiosa manera de decirlo, pensé disfrutando del olor de la albahaca - Según muchas tradiciones mágicas, sobre todo las que tienen raíces italianas y bulgaras, cuando la Luna está en su fase oscura, simboliza la capacidad de la mente humana para sobrevivir a la muerte, para asumir su mortalidad y expresar la transcendencia más allá de la simple permanencia física.

Una idea asombrosa, pensé. Con catorce años, la muerte aún me parecía una idea abstracta, casi incomprensible. Nunca nadie que conociera había muerto y de hecho, era una idea que me sobrepasaba. Cuando se lo comenté a mi abuela, ella sonrío, enigmática.

- El simbolismo de la Luna Oscura con respecto a la muerte proviene de alguna percepción muy esencial de la mente humana - me explicó - para muchas culturas, la ausencia de la Luna simbolizaba la muerte de un ciclo, un final silencioso y evidente de un proceso cronológico que comenzaba con el pleninulio.  En cierto sentido, La Luna invisible es según la mitología de una multitud de culturas y sociedades, es el primer indicio de la muerte que espera por todos. Se relacionó su significado con el del anciano que moria, el ancestro que se recordaba y de hecho, se aseguraba que los sabios moraban en la Luna, donde según la cultura de la que hablemos, podía seguir influyendo en sus ancestros y descendientes. Dependiendo de la cultura, como en la India, que considera a  La Luna como “el hogar de nuestros ancestros” según el Kaushitaki Upanishad, una de los cinco upanishads más antiguos.

Pensé en la imagen que evocaba sus palabras. La Luna como una especie de última esperanza luego del dolor de la muerte, de esa visión de lo natural que muy pocas culturas habian logrado asimilar bien. Después de todo, por siglos, la cultura había comprendido la muerte con el mayor de los misterios, un enigma incomprensible, al filo de la vida misma. Me pregunté si la visión de la Luna Oscura y el significado que le brindaba, les daba algún consuelo. ¿O era una manera de concebirse así mismos como descendientes de algo más enorme y poderoso que la simple geneología humana?

- Tal vez - dijo mi abuela, luego de escucharme - Muchas tribus consideran a la Luna como un ancestro común, un origen evidente de donde procede todo lo bueno y mágico en sus sociedades. Osiris e Isis fueron considerados como los ancestros de todos los Reyes de Egipto, y moraban en la Luna, desde donde cuidaban y resguardaban al pueblo egipcio. En algunos mitos, como por ejemplo entre los Arunta de Oceanía, la Luna se consideraba el primer ser creado y que habría vivido en la tierra y que, posteriormente al morir, se había elevado al cielo para custodiar la Tierra como parte de las estrellas.

- Es una idea extraña, considerar a la Luna como su origen - dije, desconcertada. Mi Tatarabuela no me respondió de inmediato. Contemplaba con ojos entornados el fuego, que se elevaba en pequeñas lenguas naranjas en la oscuridad. Tuve una extraña sensación de que me encontraba ante una escena primitiva, repetida tantas veces que mi mente la reconocía a pesar de que era la primera vez que la disfrutaba. Sentada bajo la oscuridad de la noche sin luna, me pregunté cuantas veces había ocurrido aquel extraño momento de paz, esa conversación bajo el fuego bendito que mi tatarabuela y yo compartíamos.

- ¿Tan extraño es? - preguntó entonces - Los católicos se consideran hijos de un Dios Omnipotente. Es una idea común, que parece provenir de una idea esencial que nos une a todos. Es un pensamiento antiquisimo, que ha acompañado al hombre durante muchos siglos. Los Bushmen de Africa denominan a la Luna el “Gran Jefe” y “Nuestro Abuelo”. Los Algonquinos la llamaban Diosa Abuela Aatensic. Desde hace cientos de años, la costumbre de levantar al recién nacido para presentárselo a la Luna era parte de muchos rituales. Se consideraba una muestra de respeto, no solo con lo divino e invisible, sino con los sabios de la tribu, de quienes descendian. Se le consideraba "El Mayor" , la "presencia de lo Bueno" y es que La Luna  era el Ancestro, se le estaba mostrando a un nuevo descendiente, y además se ponía en evidencia la herencia lunar. Esa noción de lo divino y lo extraordinario, como parte de la identidad de la cultura.

Me pareció fascinante todo lo que me contaba. Sentada en la Oscuridad, pensé en ese extraño ritual que debió llevarse a cabo tantas veces: La madre y el padre sosteniendo al bebé ante La Luna. Los brazos extendidos ante la luz blanca. La Tribu entera observando, asombrada. Recordé que una vez había leido que en la India, existía una leyenda que hablaba sobre "Candra", también llamado "Soma", ancestro Lunar de los reyes, y del cual  Krishna, el octavo avatar del dios Vishnu, descendía. Pero no solamente en India, se tenñia la noción del rey Bendito, descendiente directo de una Divinidad Celeste:  También los Burundi de Africa creían que sus reyes derivaban de ella como Ancestro y que a ella volverían cuando murieran. Me sobresaltó recordar que inclusoGengis Khan insistía descender de  un rey que había sido concebido por un rayo de Luna. La sangre bendita, el hijo preferido del poder de las estrellas.

- Es una idea interesante que cada cultura que profesa fe en alguna fuerza divina, encuentra un vinculo para asegurar que desciende de su poder como su criatura - dijo mi tatarabuela - es una percepción hermosa, por supuesto, pero que deja entrever nuestra necesidad de explicar nuestros orígenes y quizás, hacia donde vamos, quienes somos y hacia donde nos dirigimos una vez que morimos. De hecho, en muchos lugares del mundo, La Luna - el ancestro, la Madre celestial, la esencia - también cumple la función de juez del corazón de los difuntos.  El dios Yama, que según antropogonía hindú fue el primer ser en fallecer sobre la tierra, abriendo camino para los que vendrían detrás de él, era también juez de los muertos. También, en las infinitas estratificaciones del panteón indio, hay una que los separa por pertenencia al astro solar o al lunar, dos lineas de descendencia que tienen significado completamente opuestos para su cultura. Yama pertenece a la Luna, igual que Siva. En tanto ojo del cielo, la Luna es para los esquimales, la que asegura que los tabúes tribales sean respetados, aunque hay algunas variantes en que esta función la cumple un espíritu-lobo, aliado de la Luna.


Y también En Grecia, La Luna, la vida y la muerte, parecían estrechamente unidos. Con frecuencia,  Demeter era llamada “dadora de la ley” o thesmophoria, y en Atenas los muertos eran sus niños o Demetreoi. Esa correspondencia entre la muerte y la vida, a través de la Luna, parece ser un elemento recurrente que se extiende a todas las culturas en donde la visión griega parece tener influencia. Recordemos que el Sueño, Hypnos, es en Grecia el hermano de la Muerte, Thanatos y que ambos son hijos de la diosa Noche. Los muertos se asemejan a los vivos cuando duermen, pero también, y tal vez, porque el dormir trae sueños, y los sueños corren el velo entre los mundos de los vivos y los muertos, entre el pasado, el presente y el futuro.

- Tal vez todo sea tan sencillo como que la Luna, su brillo o su ausencia, anuncia esa permanencia de la memoria del hombre que la admira a pesar de la muerte - dijo mi abuela entonces. Sentadas en la oscuridad, bajo el manto de estrellas solitarias, tuve una sensación de profundo asombro casi conmovedor. Me sentí hija y parte de una cultura vieja y niña a la vez, a la que todavía desconcertaban la belleza de la cúpula celeste - Y es bastante probable entonces, que esa visión de la Luna como heraldo no solo del pasado de la incertidumbre del futuro, sea no solo nuestra herencia más elemental, sino la visión más evidente de nuestra necesidad de comprendernos como parte de una idea mucho más grande y portentosa que nuestra naturaleza de carne y hueso.

Pienso en esas palabras mientras contemplo la oscuridad y esa inocencia de sutil, parece tener un significado concreto en mis pensamientos. Un sueño de la razón, diminuto y a la vez contudente, una manera de comprender mi identidad.

C'est la vie.



1 comentarios:

Alice dijo...

Acabo de encontrar tu blog y llevo más de hora y media leyendo cosas... me encanta!!! Es muy sincrónico ya que hace un tiempo estoy pensando ir a unos círculos femeninos donde celebran la luna llena y la nueva...
Gracias Bruja por contar tu historia.
Saludos

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