domingo, 14 de abril de 2013

Voté de nuevo: Construyendo un país a Cuatro manos.










Ya los Venezolanos somos unos veteranos en esto de votar. Lo hemos hecho quince veces desde hace catorce años, si la memoria no me falla. Una y otra vez, hemos acudido a las urnas, con miedo, esperanza, con angustia, con desesperanza. Y otras tantas ocasiones con mucha esperanza. Como hoy.

Como diría mi amigo F, somos votantes Nivel experto. Ya conocemos todos los trucos para no mancharnos de tinta indeleble hasta el codo, como suele pretender el entusiasta miembro de mesa. Tenemos nuestro equipo de votación: sillita plegable, sombrilla, cava de anime. El libro para la fila de votación. Incluso el tracklist de las canciones para soportar la espera, en ocasiones muy larga y tensa. De manera que el Venezolano, si algo ha aprendido en estos largos años de lucha política, es a comprender su deber, a valorar su rol activo como ciudadano y sobre todo el valor de la fe.

Porque este camino que todos juntos decidimos recorrer, cualquiera sea nuestra ideología, es el de construir un mejor país. Hemos atravesado días de angustia, dolor y sangre. Hemos llenado las calles de azul y rojo, levantamos el puño para gritar nuestras consignas. Y todos, soñamos con una Venezuela posible, con un proyecto de futuro donde este gran ideal que llamamos país, sea parte de nuestra perspectiva, de la manera como concebimos el mundo. Porque quizás, una de las pocas cosas que tenemos en común los ciudadanos de un país tan dividido como el nuestro, tan cercado por el odio ideológico, enfrentado a una idea clasista artificial, es que la de amar a este país. Esa necesidad de comprender a Venezuela como nuestra, de construir nuestra visión de nación bajo el tricolor patrio. Porque Venezuela, más que el suelo que nos vio nacer, es sin duda una emoción. Esa simple que sientes al escuchar el himno entonado en cualquier lugar. Esa casi infantil de levantar la bandera como único símbolo de pertenencia. Esa significativa que te hace recorrer las calles, gritando consignas políticas, las que sean. De esa eufórica, que te hace apretar entre los dedos cerrados la camisa Vino Tinto y gritar pulmón. Porque Venezuela es nuestra, porque este país, trasciende la opinión política, este país es parte de tu historia, de ese día a día que estamos creando a cuatro manos, de esta necesidad de comprendernos más allá de la diferencia.

Una comunión de ideas. En Paz.

Camino por la calle, con el dedo meñique manchado de color púrpura. Sonrío, con una felicidad renovada, la que siempre he sentido al votar. Me tropiezo con un desconocido, también con la misma marca del deber cumplido, esa medalla de honor del ciudadano anónimo. Y ambos sonreímos. No sé a quién habrá dado su voto. No me importa. Solo sé que lo hizo por la misma razón que yo: amar a este país.

No sé que ocurrirá mañana. No sé cuales serán los resultados de estas nuevas votaciones. Lo que si tengo bastante claro, es que Venezuela es un sueño, es una manera de crear y construir, es nuestro legado y herencia. Y pasé lo que pase, siempre votaré para expresar que confío en el futuro, que estoy convencida, hay una manera de comprendernos todos juntos bajo este sol radiante, este cielo de un azul inolvidable y más allá, esta emoción de Patria que nace y se crea a través de nosotros.

C'es la vie.

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